El respeto a nuestra lengua en su rica diversidad como elemento
de identidad nacional y soporte idiomático de la cultura, amerita una
mirada crítica desde varios espacios de la sociedad cubana actual
Llegó con el «descubrimiento» y los colonizadores, vino entre
arcabuces y crucifijos, aunque bebió de los nativos. Creció más tarde
con la herencia africana y se nutrió también del influjo asiático. Así
tomó cuerpo, cobró vida y se hizo expresión, instrumento comunicativo,
símbolo de identidad de una nación, soporte de una cultura.
¿Asumimos conscientemente los cubanos la importancia del buen uso de
nuestra lengua? ¿Dónde radica la justa medida entre el purismo normativo
a ultranza y la innovación más transgresora? ¿A qué obedecen los
dislates y la vulgaridad en no pocas frases? ¿Qué está ocurriendo en la
familia, la escuela, los medios y la cultura en sus múltiples
manifestaciones? ¿Cómo implementar una política lingüística nacional que
defienda, desde la pluralidad, actitudes unitarias, educativas y
democráticas?
¡Qué bien nos haría entonces «hablar sobre el hablar»!, como aquella
sección del diario Granma del año 1984, en la que se lograron
discusiones e interesantes abordajes sobre el empleo correcto del
idioma.
Desde casa se condiciona nuestra manera de aprender a ver el mundo.
«Ya son grandes, pero todavía me hallo responsable de cómo hablan mis
hijos», considera Belbis Rodríguez Pérez, padre de dos varones de 12 y
17 años.
En el ámbito familiar iniciamos la apropiación de los términos de la
cultura a la que pertenecemos, entre los que se incluye el idioma, aun
cuando no cuente con un sistema estructurado de enseñanza como sí lo
tiene la institución escolar, reflexiona la joven psicóloga Maylín Pérez
Enríquez, del Centro de Estudios sobre la Juventud.
«¡Cuánto lamento que algunos de mis nietos no se expresen hoy como yo
quisiera!», dice con pesar la abuela septuagenaria Amelia Lucena
González. Y es que el dominio de la lengua excede el marco de la
familia, explica la también psicóloga Adriana Elías Rodríguez. «Está
relacionado con otros agentes socializadores como el barrio, el círculo
de amigos y el centro de trabajo, aunque la función básica se desarrolla
en el aula».
Tiene la palabra la escuela
Área de convergencias, cambios y configuraciones de vida, el
escenario escolar desempeña un rol esencialísimo en la defensa del
patrimonio lingüístico de la nación, por su papel en la formación
integral del ciudadano. La catedrática Hortensia Sardiñas Miranda,
presidenta de la sección de Lengua y Literatura de la Asociación de
Pedagogos de Cuba, destaca que los enfoques en la enseñanza de la lengua
en el país, como parte de una larga tradición pedagógica, han
respondido, históricamente y con excelentes resultados, a las tendencias
predominantes en el mundo.
Sin embargo, en una conferencia magistral impartida a inicios de este
año, la Doctora María Dolores Ortiz compartía: «Es posible que en este
momento, cuando todos, por elemental observación, estamos preocupados
ante los problemas que afectan al Español, se haga necesario reflexionar
si nuestros alumnos están suficientemente motivados para estudiarlo con
entusiasmo y creatividad. Si me permiten expresar mi opinión, diría que
aún no sabemos motivarlos y que no siempre tenemos en cuenta para ello
el factor emocional».
Juan Ramón Montaño Calcines, metodólogo nacional de
Español-Literatura, coordinador además del área de Lengua y Literatura
en el Ministerio de Educación, sostiene que «el profesor, quien lleva al
aula su caudal léxico y habilidad comunicativa, es pieza clave del
proceso. Las debilidades en este sentido constituyen hoy nuestra mayor
preocupación. La propia dirección del Ministerio está consciente de
ello. Hay que ver la enseñanza de la lengua como un contenido
transversal asociado a todas las gestiones de comunicación, aprendizaje y
vida de la institución escolar».
Desde un aula de futuros maestros, la joven Danae Díaz Manso,
estudiante de segundo año de Español-Literatura en el Instituto Superior
Pedagógico Félix Varela, de Villa Clara, medita sobre la relevancia de
enfocar la preparación docente hacia un dominio del Español estándar que
no desestime, cuando se esté frente al aula, las posibilidades
expresivas de cada estudiante, siempre respetando el contexto.
Por su parte, la maestra de Primaria Yaneris González Nápoles insiste
en desarrollar en el niño, desde edades tempranas, la imaginación y el
vocabulario. «Si no se nutre al alumno de experiencias antes de escribir
o contar una historia, algo que muchas veces se pasa por alto, el
estudiante puede manifestar carencia de ideas y, por ende, escasez de
palabras a la hora de comunicar.
«Una de las mayores insuficiencias de la lengua española en los
primeros grados guarda estrecha relación con la falta de una coherente
metodología de trabajo del docente. La ortografía demanda
sistematicidad, se necesita que el educando aplique las reglas y las
fije a través del ejemplo y la práctica de ejercicios. Y eso no en todas
las ocasiones ocurre así».
Sobre la tan llevada y traída relación entre la escuela y la familia,
la educadora de Secundaria Básica, ya retirada, Omayra González
Cabrera, aporta una arista bien interesante: «Algunos padres dicen “Mi
hijo salió de lo más bien. No se equivocó en el contenido, solo le
quitaron unos puntos por faltas de ortografía”, como si la ortografía no
fuese parte de la materia a evaluar. Mientras existan esas valoraciones
que le atribuyen un rol secundario a la lengua, será difícil que
logremos un cambio».
Con igual parecer, la profesora de Español-Literatura de
Preuniversitario Diana Manso Cruz se resiente ante algunas carencias.
«Existen dificultades en la expresión oral. Muchos escolares no saben
comunicarse correctamente en la exposición de un seminario. No logran la
fluidez requerida. Y eso es consecuencia, entre otros factores, de un
escaso interés por la lectura.
«Preocupa también cómo ha decaído el hábito de emplear diccionarios
en el aula con la intención de conocer nuevas palabras, identificar
sinónimos y antónimos e indagar por el origen de las estructuras
léxicas», añade.
Al respecto, Montaño Calcines puntualiza: «Nunca se ha renunciado a
que este tipo de libro se lleve a la clase. El profesor, a partir de su
autopreparación y conocimiento, puede utilizar cuanto recurso esté a su
alcance. Solo que ha incidido el deterioro material y la escasez de
estas obras, sobre todo por la imposibilidad de publicarlas o
reimprimirlas, y también lo complicado de comprarlas en el exterior».
Al proseguir por los complicados rieles del asunto, en intercambio
con varios docentes de Primaria, Secundaria y Preuniversitario, se
conoció que la mayoría de estos no cuentan para su labor con la más
reciente edición de la Ortografía de la Lengua Española, un material que
debiera ser hoy instrumento de cabecera en todas las escuelas del país,
y que al no estar generalizado se corre el riesgo de que se enseñen
contenidos desactualizados o se asuman de modo rígido criterios
ortotipográficos ya valorados por las instancias normativas de la lengua
con cierta flexibilidad.
«Es cierto, ese documento no está en todos los planteles
educacionales como quisiéramos; pero sí se han buscado alternativas»,
hace otra vez la salvedad el profesor Montaño Calcines. «En La Habana,
especialistas miembros de la Academia Cubana de la Lengua han impartido
algunos talleres de actualización. Asimismo, los cursos de Ortografía de
Universidad para Todos se realizan sobre la base de la ortografía
académica; de ahí nuestro interés en que los profesores sigan cada una
de las clases».
¿Qué dicen los medios?
Instrumentos culturales de alto impacto, los medios de difusión
masiva han de ser ejemplos de autoridad por los valores que muestran.
«Quien habla por radio debe constituir modelo de expresión», delimita el
periodista y locutor villaclareño Miguel Ángel Montero Rivero. Y no
tiene que lucir por esto retorcido o poco natural. «Es triste ver cómo
se ha perdido la capacidad de la improvisación, lo cual denota falta de
preparación general», acota el también locutor Pedro Martínez Arcos.
Hay que ser más exigentes en la selección e ingreso al gremio,
reconoce el maestro de la palabra Luis Ángel Alarcón Santana, presidente
de la Cátedra Nacional de Locución. «Falta una aproximación mayor al
estudio de la lengua, pero, sobre todo, un apego a lo cubano, a lo
nuestro. Debemos evitar los atropellos al hablar. A veces se dejan
inconclusas algunas palabras y se ahogan los finales.
«Si bien algunos directores de programas se manifiestan interesados
en acercarse al ámbito de la locución; muchos, lamentablemente,
consideran el idioma como plato de segunda mesa». En este sentido,
Guillermo Piñeyro Álvarez, director de la revista cultural
Así,
de Radio Rebelde, acentúa la importancia del trabajo de mesa con el
guión entre todos los miembros del equipo. «Es cuestión de grupo, no
solo de quien se pone detrás del micrófono».
Para Beatriz Fonseca Muñoz, asesora de programas dramatizados en
Radio Arte, en esta área se quiere ser en ocasiones tan rígido en el
empleo de las estructuras gramaticales que el mensaje se enrarece. «No
se consigue a veces un balance entre el uso adecuado de la lengua, el
contexto de la obra y los recursos técnicos y artísticos del medio
radiofónico».
El periodista granmense Alcides García Carrazana, asociado al trabajo
de la Red Cubana de Educación Popular que organiza el Centro Martin
Luther King, plantea que resulta imposible ser una alternativa a los
estándares dominantes en la contemporaneidad, si no tomamos en cuenta la
cultura, las frases o giros idiomáticos propios que favorecen las
identidades.
De la pequeña pantalla, el periodista holguinero Abdiel Bermúdez
Bermúdez, ahora corresponsal de la Televisión Cubana en Haití, sustenta
que en este medio, aun cuando muchos digan lo contrario, se escribe el
discurso periodístico con plena conciencia de que es tan importante lo
que se dice verbalmente como lo que expresas con imágenes.
«A pesar de ello, a veces el texto se lastima, sufre de elipsis
inconcebibles y discordancias de todo tipo que terminan siendo
disonancias comunicativas. Y eso se publica, y se propaga entre la gente
como las epidemias».
Con su proverbial simpatía, el periodista Argelio Santiesteban habla
de los clichés, los lugares comunes, las frases hechas: el «aguerrido
colectivo», las «merecidas vacaciones», el «aromático grano», la «dulce
gramínea», el «preciado líquido», junto a las llamadas «palabras
fáciles» o «comodines». La voz «actividad» se ha tornado ubicua,
universal, capaz del multioficio.
Moviéndose por igual zona, el avezado cronista Luis Sexto Sánchez,
premio nacional de Periodismo José Martí, indica que su ámbito de
trabajo, en el plano lingüístico y estilístico, padece hoy de muchas
precariedades. «Seguimos creyendo que escribir en un periódico exige ser
lo menos interesante, lo menos creador posible. El “escribe para todos”
sigue pendiendo de nosotros como una espada que taja en dos las mejores
voluntades».
Sin descuidar la importancia de ser asequibles a los públicos y
atender al alcance de cada medio, Magalis Chaviano Álvarez, jefa de
Información del semanario cienfueguero Cinco de Septiembre, razona que
las disparidades en el nivel de los destinatarios deben manejarlas los
editores con la filosofía de «dar y recoger cordel», teniendo en cuenta
los contenidos a publicar. «Un rotativo territorial pudiera ser más
localista en su léxico para que la gente se vea identificada en el
discurso».
Pero en los entornos digitales de comunicación no son convenientes
las expresiones regionales. Desde su entramado provincial, Dunia Chinea
Hernández, editora jefa del sitio de la emisora pinareña Radio Guamá,
apunta que la naturaleza multimedial de la web prescribe una combinación
de contenidos entendibles en una lengua neutra, aunque no por ello hay
que proscribir del todo giros y palabras con los cuales se evidencia
parte de nuestra cultura. «Aquellos pocos que se empleen merecen
explicarse por sí solos y estar bien justificados en el material».
Sobre correcciones e incorrecciones lingüísticas en la Internet,
María del Carmen Ramón, periodista de la revista digital Cubahora,
pondera las ventajas del nuevo soporte. «Cuando se encuentra una errata,
una vez publicado el trabajo, es sencillo entrar al sistema de gestión
de los contenidos y enmendarla; pero esa posibilidad no puede
convertirse en motivo de abandono, pues eso afecta la credibilidad de la
publicación».
Con énfasis en el impacto de las nuevas tecnologías, el profesor de
la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, Miguel
Ernesto Gómez Masjuán, opina que la fuerza del uso diario impondrá que
podamos «facebookear» o posicionar nuestro «hasgtag». «El Español ha de
avanzar en el mundo de la web 2.0 o web social, como también se le
llama, sin abandonar las esencias de una lengua hablada por casi 500
millones de personas en el planeta, aunque solo un cinco por ciento de
los contenidos de Internet aparezcan hoy en este idioma».
Fenómeno comunicativo asociado al desarrollo tecnológico, aunque no
privativo de los medios, los mensajes a través de los teléfonos
celulares han originado una deformación en la lengua escrita que la hace
indescifrable en algunos casos, por lo que muchos se preguntan si
asistimos a un nuevo lenguaje, una nueva ortografía o un nuevo código.
Aylín Figueroa González, especialista del Instituto de Literatura y
Lingüística, define que a pesar de ello no deja de estar acompañado por
una creatividad que lo convierte en una de las manifestaciones
comunicativas más vivas y dinámicas en la actualidad, cuyos principales
usuarios son adolescentes y jóvenes, los más propensos a emplearlo fuera
del «contexto móvil».
¿Qué pasa en la cultura?
La lengua, como herramienta enunciativa, constituye núcleo básico en
la creación artística; aunque las maneras de asumirla resultan bien
variables. Alfredo Martirena Hernández, integrante del colectivo
humorístico Melaíto, aprecia que en Cuba se evidencian en esta vertiente
del humor mensajes bien elaborados de manera general. «No obstante, a
algunos dibujantes nos viene faltando la economía en el texto; mientras
más breve sea la redacción en el trabajo gráfico, mejor efecto logrará
en el lector».
Desde el humorismo escénico, Osvaldo Doimeadiós alerta que al
trabajar esa línea que usa el lenguaje para jugar y construir
retruécanos, toca cuidarse de algunas zonas escatológicas. «Uno tiene
que saber situar una mala palabra donde va y no está mal. Ahora bien,
cuando la violencia verbal se hace demasiado explícita, como a veces se
oye, quedamos fuera del terreno del humor; a este le ocupan espacios a
los que se pueda entrar y salir con comodidad».
No lejos del escenario, el destacado actor y dramaturgo Carlos Díaz,
director de la compañía de teatro El Público, estima que la lengua se
erige prácticamente como un personaje más dentro de la obra. «Un
susurro, un tono alto o un medio tono o una palabra dicha con
agresividad, es capaz de comunicarnos una atmósfera, un contexto, una
determinada situación dramatúrgica. Los exabruptos del lenguaje los
provoca el texto».
Con asideros en la música, Israel Rojas Fiel, compositor, vocalista y
líder del dúo Buena Fe, explica que no se puede pretender en el oficio
complejizar demasiado la canción, aunque tampoco deben vetarse los
caminos a la interpretación de cada cual. «Inquieta que en algunas
expresiones populares de nuestra música hay carencia de conceptos, es
como si no supiéramos adónde se va».
Al desplazarse por los cauces de la literatura, la poetisa
villaclareña Isaily Pérez González asegura que en la misma medida en que
la poesía venera a la lengua, la maltrata. «Pero así debe ser. Los
poetas estamos obligados a torcerla hasta sus máximas posibilidades, a
decir “q wuelta” como mismo se dice “esplendor”».
La también directora de la Editorial Capiro señala que el editor
puede que sea el guardián de la lengua, pero no es el guardián de la
pureza de la lengua. «Respeto mucho a los autores que exploran fonemas
nuevos, hibridan palabras y deconstruyen la sintaxis hasta volverla
imposible».
Por su parte, Rafael Lara González, metodólogo de Cultura Popular y
Tradicional del Consejo Nacional de Casas de Cultura, apunta que el
estado de la palabra, como herramienta básica de la oralidad para legado
de una generación a otra, evidencia cierto desarraigo en algunas
tradiciones que marcan nuestra identidad nacional.
¿Y en la calle?
Con la actualización del modelo económico cubano y el auge del
trabajo por cuenta propia, es destacable la proliferación de rótulos y
carteles en espacios públicos. Si bien las direcciones municipales de
Planificación Física tienen a su cargo la autorización y el control de
los anuncios que solicitan los acogidos a la gestión no estatal, ya en
el puesto de venta, nadie interviene en la revisión de las tablillas de
los productos; pues con razón el periodista Argelio Santiesteban dice
haberse tomado unos cuantos batidos con «v».
Ramiro Bacallao Benítez, elaborador y vendedor de alimentos en el
municipio capitalino de Centro Habana, confiesa que los propios clientes
le han rectificado algunos deslices ortográficos en la escritura de sus
ofertas.
Más allá de la «paladar» o el timbiriche, no menos importante resulta
el cuidado de la escritura en vallas y pancartas; así como en los
documentos e informes de trabajo. «Se puntúa erróneamente, se coloca
mayúscula donde no va. Y ni hablar del uso del gerundio. Por un lado se
toman licencias indebidas y por otro se emplean hasta arcaísmos. La
justa medida está en la revisión de lo que se expresa», expone la
Doctora Gema Valdés Acosta, profesora de Lingüística de la Universidad
Central de Las Villas.
Cuestión de todos
Pulsando las honduras del asunto entre académicos, especialistas e
investigadores, las perspectivas de análisis, aunque críticas, no
trascienden por apocalípticas; son más bien previsoras. A juicio del
experimentado lingüista Doctor Sergio Valdés Bernal, miembro de la
Academia Cubana de la Lengua, «el Español nuestro, como se dice por ahí,
no está viviendo ningún mal momento. Un idioma atañe a la sociedad y a
los individuos que la componen.
«Si el medio en que estos se desenvuelven no les exige el respeto a
una serie de patrones culturales, entre ellos el correcto uso del
lenguaje, no pueden tomar conciencia al respecto. Esa conciencia la
tiene que imponer la propia sociedad con sus reglas de comportamiento;
si estas se resquebrajan por los motivos que sean, inmediatamente aflora
la vulgaridad».
Para la directora del Instituto de Literatura y Lingüística, Doctora
Nuria Gregori Torada, miembro de la Academia Cubana de la Lengua y de la
Asociación de Academias de la Lengua Española, el punto neurálgico de
este asunto radica en problemas de organización y funcionamiento social,
los cuales se reflejan en la lengua. «La exasperación, el grito, el
insulto y el maltrato verbal han alcanzado manifestaciones alarmantes».
Pero todo ello pasa por el trazado y la implementación de una
política lingüística nacional que implique voluntades conjuntas, que se
oriente hacia la legitimación de la norma en sus niveles léxico, fónico y
gramatical, que regule tratamientos y ayude a ganar conciencia.
«Constantemente surgen nuevas palabras y desaparecen otras debido a
las necesidades comunicativas de la sociedad. Por tanto, el tema de la
lengua ha de ser un motivo de prioridad, interés y análisis permanente
para sus usuarios, que somos todos, desde el padre, el vecino, la ama de
casa, el maestro y el cuentapropista, hasta las estructuras de
dirección del país a todos los niveles», agrega Gregori Torada.
A centrarnos en el certero diagnóstico de los problemas y a definir
la responsabilidad de cada cual, instó la Doctora Graziella Pogolotti al
ser interpelada para este trabajo, alguien que justiprecia el altísimo
valor de nuestra lengua.
«Tenemos el privilegio de disponer de uno de los idiomas con mayor
número de hablantes en el mundo. Hemos heredado una espléndida tradición
literaria desde el Romancero español hasta los más recientes autores
latinoamericanos. Aunque sus estructuras básicas siguen siendo
hispánicas, el nuestro, como todos los idiomas vivos, ha mutado, se ha
enriquecido y evolucionado a través del tiempo. Toca a todos entonces
velar por esa evolución».