Farabunterra
Para los lectores revolucionarios del mundo
EL REGRESO DE TUMA
Cuando bajaron del avión venían con una sonrisa mamálica cetácea y con razón, habían vendido la Maquina del Futuro al Papa Rata quien inmediatamente la envió al banco ambrosiano para ponerla a la orden de la Santa Sede. Mefistófeles El Grande y su compadre Johnny Billmaker, también habían cumplido con el mandato de la colonia bávara de Ateolandia del Bejucal habiendo depositado inmensos ramos de flores de floripondio curado en la tumba del tío Fito pidiendo de forma extremadamente exaltada, su inmediata reencarnación.
No habían terminado de asentar las extremidades en la pista de aterrizaje cuando ya los sabían en Ateolandia. El teniente Patus Tosigo Serranetti , oficial de migración, había mandado una señal satelital que fue inmediatamente recibida por Radio Caribe e inmediatamente Monseñor Paiz ordenó que se corriera el bando municipal.
Las tropas cristeras nos se reponían de la muerte de monseñor Colindante y de la gran vergueada que le zamparan los seguidores del Elegido y por lo tanto; ni siquiera les ponían cuidado, ya no se diga que los seguidores de TUMA iban a perder el tiempo sin celebrar dicho suceso histórico para el cual en menos que el gallo de la Juana Kantilano volviera a cantar, aparecieron cincuenta marimbas, trompetas, tambores y guitarras que al unísono ejecutaban intermitentemente The Crazy Elevator, himno guerrero bávaro introducido en la comunidad por los alemanes Steinau y Rozamesta, al mismo tiempo; una delegación del presidente depuesto Mel Lajuegas de la nación Pino Pelado había llegado a recibir entrenamiento guerrinchero bajo la dirección del Comandante Bombocho y Pedro Rutilio, mientras el viejo Ponciano Montañés los preparaba en amatoles, sodatoles, circuitos paralelos y en serie, la Maricuaya y la Valquiria daban un curso operativo de
radios clandestinas y comunicaciones satelitales, el Dr. José Mariano Zavalina enseñaba traqueotomías emergentes y amputaciones de corte de chaleco.
Tres cañonazos de 225 mm hicieron temblar la tierra. Todo mundo se concentró en la Plaza de la Revolución Permanente en espera que Tuma y Billmaker aparecieran, falsa alarma. Era el Brigadier Timochenko que entraba en carroza con veinte cortadoras procedente de la Fina El Trancazo Mortal y las conducía al Palacio del Sexo para celebrar la Fiesta de la Cosecha donde serian recibidos por Taravilla con fuertes cocteles de moluscos enviagrados, receta importada del vaticano. No terminaba de pasar la caravana del amor, cuando los cuernos de guerra comenzaron a bramar desde el cerro de la Cruz Decapitada. Ahora sí, exclamó el Dr. Espino y de repente; las grandes alfombras de floripondio hidropónico cubrían todas las amplias avenidas. Era cierto, un pelotón de amazonas rubias bajaban de las colinas disparando en ráfagas y con balas trazadoras sus mortíferos RPK usados para destartalar a los cristeros. Son las hijas de Tuma, gritó
Bullanguini y todo el pueblo izó sus banderas nacionalistas con suásticas bermejas, mientras los tamborileros hacían estremecer los postes del alumbrado con un eco estridente extraterrestre.
Todo el mundo vestía de rojo encendido para recibir a aquellos descendientes de Marx de quien no aprendieron, sino las contraposiciones binarias de la economía: el que reparte y comparte agarra la mayor parte. Había bandos, quema de pólvora de todo tipo, de 9 mm, de 250 mm, 7.56mm, 3.57 y mientras la humazón cubría la ciudad, la tarima automática del Templo se erigía como un inmenso caballo de Troya. Las combatientes rubias en un desplazamiento relámpago resguardaban la ciudad, las campanas chillaban como nunca, las orquesta ejecutaban The Crazy Elevator, cuatro figuras fueron emergiendo del vientre oscuro del templo, si, eran Tuma y Billmaker y dos amazonas morenas importadas de Roatán que bien lucían sus redondas nalgas rítmicas cuyo cachetes apetecibles se escapaban de hilo dental que medio sostenían y cubrían las inmensas peluzadas como afros en medio de dos pilares que más parecían erizos de mar en tierra firme.
Tuma vestía una túnica roja con una corona de mozotes hidropónicos bañados de oro adornado su cabellera goda, Billmaker; una azul marino como azul se le ponga el ojo y las roatánicas como ya se dijo, no se cubrían ni los calamares delanteros para envidia de las locales que todavía cometían el pecado de ponerse calzones para estárselos bajando a cada rato. Cuando todo parecía que iba a calmarse, la cumbia jalonera comenzó estridentemente a sonar en Radio Caribe y las mujeres comenzaron a jalársela a los hombres y los hombres a la mujeres y los gritos de: Viva Tuma el Encantado, el Elegido, el hijo predilecto de Ateolandia, Viva el Emperador, Ave Cesar Imperator Muri Turi Te Salutan llegaban hasta el alma de los cráteres volcánicos donde temblaban de aflicción los pocos cristeros que se habían salvado.
Un bombazo multicolor que bien podría ser tomado como advertencia a los golpistas marcó el silencio. Tuma caminando como un volcán enfurecido hacia piruetas con las amazonas a quienes había pescado de las extremidades y las mecía como barriletes fiesteros, las bajó, dió un enorme golpe más fuerte que el bombazo que hizo estremecer la tarima, se dirigió a su pueblo: “Como he sido elegido in absentia como gobernador ad infinitum de esta próspera nación, declaro ante el Coordinador del Foro de la Constitución, abolida la constitución y dejo abierto el pleno de sacerdotes dirigidos por el Dr. Espino y el Hijo del Patriarca, para que se escriba la nueva, la cual tendrá que ser presentada ocho días después de que termine esta fiesta de cuarenta días que ahora decreto no sin antes decretar las primeras leyes esta noche. El representante diplomático del Sur Dr. Rujano Baizano, al nomás firmar el libro de protocolo fue el primero en
salir saltando al compás de la música del Palo de Mayo con la cual se saludaba a una delegación Nica, Paco Ceron, delegado algonquin del Norte lo secundaba. Tuma volvió a golpear sólo para exclamar que la primer ley era que se suspendían todas las restricciones sobre edad para el sexo y para el consumo de bebidas y tés soporíficos y que se activaban de por vida durante 25 horas diarias los 10. 000 alambiques eléctricos para los cuales el embajador albático había firmado un acuerdo de sostenimiento gratis hasta la recuperación de la recesión dejada por los cristeros. Una enorme pipa se parqueaba en la esquina del restaurant La Rueda Desangrada bajo el anuncio: beba, beba y no pague hasta que la vida se le apague. En la cúpula de la torre de los desahuciados Iván Monterojo Y Foncho Soledad transmitían los sucesos para la cadena internacional de Radio Revolución. Fidelino, El Tuerto contemplaba desde el cerro el Tamagás Erecto,
haciendo uso del telescopio de guarumo tallado que le dejaran los gitanos el siglo antepasado, los sucesos de la irreverente Ateolandia pidiéndole a Dios o al diablo que llegara el diluvio.
Amaneció. Nadie sabía cuántas noches habían sido de fiesta interminable. Dos hilos dentales adornaban la calva de Monseñor Paiz, como tesoros de la nueva religión amítica, centenares de nalgas peladas y peludas, unas encimas de otras, presentaban un cuadro impresionista original del amor sin fronteras.