En ocasión del Día de la Ciencia cubana, publicamos un capítulo de un reciente libro del Dr. Agustín Lage,
director del Centro de Inmunología Molecular de La Habana. Incluye
ideas “de debate” que se insertan en las polémicas que hoy
protagonizamos los cubanos sobre nuestro modelo económico.
La Ciencia, y
las producciones de la Ciencia, deben ocupar algún día el primer lugar
de la Economía Nacional…..” Fidel Castro, 199
I- Motivaciones: ¿Por qué este ensayo?
En los debates
previos del 2012 y en los documentos fundacionales de la Organización
Superior de Direccion Empresarial BIOCUBAFARMA emergió frecuentemente un
término que hasta entonces habíamos utilizado poco: “La Empresa de Alta Tecnología (EAT) ”, o más específicamente en nuestro contexto “La Empresa Estatal Socialista de Alta Tecnología”.
Es un concepto
articulador: Captura una experiencia de tres décadas y a la vez proyecta
estrategias para las tres décadas futuras (al menos).
En sus raíces (1981-2011)
está la experiencia del surgimiento del sector de la Biotecnología en
Cuba y la interpretación de que ahí se originó, no solamente un
conjunto de fármacos, vacunas y medios de diagnóstico novedosos, sino un
nuevo tipo de organización científico-productiva (1) caracterizada por:
- la integración de la investigación científica, el desarrollo de productos, el escalado productivo y la gestión comercial directa, en la misma organización
- las exportaciones a una gran diversidad de destinos (más de 50 países) y con diversidad también de modelos de negociación, incluyendo fábricas en el exterior y negociación de intangibles
- la producción y exportación de productos novedosos, muchos de ellos emergidos de su propia investigación científica
- la fuerza de trabajo de muy alta calificación
- el bajo costo por peso en las exportaciones
- la alta productividad del trabajo
- la vinculación estrecha con el sistema de salud cubano
- un esquema de gestión económica diferente tanto del esquema presupuestado como del esquema empresarial clásico
En su proyección hacia
las próximas décadas está la necesidad impostergable de completar la
trayectoria que comenzó la Revolución Cubana con la inversión de grandes
recursos económicos en la formación de capital humano, y hacer que ese
capital humano se revierta a su vez en crecimiento económico, a través
de una economía exportadora y de alto valor agregado.
Cierto es que las
empresas basadas en ciencia no las inventamos en Cuba. En los países hoy
industrializados el impacto directo de la Ciencia en la producción
comenzó por la química, los fármacos, la electrónica y las
comunicaciones, inicialmente mediante laboratorios en las grandes
industrias que financiaban la innovación; y se desplazó después a la
computación y a la biotecnología, surgiendo en la segunda mitad del
Siglo XX un nuevo tipo de empresa construida con capital de riesgo o
incluso especulativo, diseñada para transformar un determinado
descubrimiento científico o tecnológico en productos comercializables.
En la macroeconomía, este tipo de empresa dio origen a un nuevo “mercado
de valores”, el NASDAQ ( 2 ) alternativo a la clásica bolsa de valores
de New York.
Pero también es
cierto que la experiencia cubana es diferente: En un país sin un gran
desarrollo industrial previo, partimos de una inversión masiva en la
formación de capital humano y de un desarrollo científico financiado por
el Estado para construir a partir de ahí capacidades de producción de
alta tecnología, en empresas de propiedad estatal, que debían alcanzar
la rentabilidad por su eficacia operacional, no por la especulación
financiera.
El análisis de esa
experiencia (que tenemos que hacer nosotros mismos) es un activo valioso
en la coyuntura económica cubana actual, en que debemos defender las
conquistas del Socialismo con las armas de la eficiencia económica y el
crecimiento.
El hilo conductor del razonamiento debe irnos llevando a través de estas ideas:
- Como establecen los Lineamientos de la Política Económica aprobados por el VI Congreso del Partido, la empresa estatal socialista es la forma principal de la economía nacional
- La Empresa Estatal Socialista es el Socialismo. A través de ella es que se expresa la propiedad social sobre los medios de producción y la distribución del producto social según el trabajo. Su viabilidad es la viabilidad del Socialismo
- Dada la estructura demográfica (y cultural) de nuestra población y la escasez de recursos naturales, nuestra empresa manufacturera tiene que ser de alto contenido tecnológico y generar productos de alto valor agregado
- Dado el pequeño tamaño de nuestro país (y por tanto de nuestra demanda doméstica) esta empresa tecnológica, para ser rentable, tiene que ser exportadora
- La respuesta a estos desafíos pasa por una muy estrecha vinculación entre la Ciencia y la Economía
- El proceso no puede ser gradual. La dinámica de la economía mundial (y de las tecnologías) implica la necesidad de avanzar muy rápido, y de aceptar los riesgos de esa aceleración
- Nuestro punto de partida es bueno: Tenemos el capital humano competente y motivado, la cohesión social construida por la Revolución y la adhesión mayoritaria del pueblo al proyecto social
- El capital humano es condición necesaria, pero no es condición suficiente: ahora hay que construir el tipo de organización (microeconómico) y el contexto regulatorio (macroeconómico) que potencien la integración de la Ciencia con la Economía
Los éxitos sociales de la Revolución Cubana son enormes. No los discuten ni amigos ni enemigos.
Los cubanos hemos
colocado un pequeño país del tercer mundo (agredido además por grandes
potencias) entre los países de “Alto Desarrollo Humano” (3). Nuestras
cifras de esperanza de vida y de escolarización están bien por encima de
lo que sería esperable por la correlación con el Producto Interno Bruto
de la economía. Y pudieran darse más y más datos de este tipo.
Educación
Esperanza de vida al nacer
Pero ese desarrollo
social, del que nos sentimos orgullosos y estamos dispuestos a
defender, no se ha traducido proporcionalmente en crecimiento de la
producción material y los servicios. Seguimos teniendo un PIB per cápita
comparable al de países de escolaridad inferior, y por debajo de países
con niveles de calificación similares a los nuestros (4). Esa es la
tarea pendiente.
En esa tarea hay un nuevo “actor” con importantes responsabilidades: Es la Empresa Estatal Socialista de Alta Tecnología.
Esta empresa debe
ser diferente (no significa necesariamente “mejor”, sino “diferente”) y
en consecuencia se gestiona de manera diferente en la microeconomía y
debe regularse de manera diferente en la macroeconomía.
Sus interacciones con el mundo científico presupuestado, especialmente universitario, son su otro campo de especificidad.
Intentemos entonces
extraer las intuiciones que nos pueda aportar la experiencia de estos
años sobre cómo se debe dirigir y como se debe regular este tipo de
empresa, y cómo articular la potenciación recíproca con la investigación
científica académica y universitaria.
II. Los desafíos económicos de las revoluciones sociales
Algunos elementos históricos son imprescindibles para entender el contexto de esta tarea, y sus precedentes.
Las grandes
revoluciones socialistas del Siglo XX no se produjeron en los países
industrialmente adelantados, como preveía Marx, sino en países
económicamente atrasados: Rusia, China, Cuba, VietNam. Ello obligó a
poner en el primer plano de prioridades, además de la liberación social y
la justicia distributiva que las motivó, una agenda de desarrollo
económico acelerado. Sin ella el aporte de los revolucionarios se
limitaría a “socializar la pobreza”, algo moralmente defendible, pero
políticamente insostenible en el largo plazo. Así surgió históricamente
la conexión entre la revolución social y la modernización.
Las revoluciones
tampoco se produjeron simultáneamente en varios países. La agenda de
desarrollo económico debió ser implementada en condiciones de
aislamiento, y más aún, de hostilidad por parte de países con más
recursos económicos.
Es en ese contexto
que las revoluciones en el poder deben decidir los recursos y
prioridades que asignan a la inversión social (educación, salud,
seguridad social, vivienda, protección del empleo) y los que recursos
que pueden disponer para el desarrollo de la infraestructura económica.
En el corto plazo, ambos tipos de objetivos entran en contradicción, más aguda mientras más limitados son los recursos.
Los primeros planes
quinquenales de la Unión Soviética en los años 20s y 30s fueron
intentos prometeicos de industrialización acelerada. Los “saltos
económicos” que intentó China en los 50s fueron otro ensayo, implicando
grandes costos sociales y humanos.
En Cuba con una
historia diferente y un enfoque diferente de la misma contradicción,
la defensa heroica de la equidad y las conquistas sociales en el periodo
especial de los años 90 obligó a reducir la tasa de inversión a apenas
un 10%.
En repetidas
experiencias históricas en varios países, las aspiraciones de igualdad y
de prosperidad han sido difíciles de reconciliar.
Pero en el mediano
plazo puede haber un punto de inflexión después del cual la inversión
pretérita en desarrollo social y equidad se convierte en una palanca de
crecimiento económico. Y a partir de ahí la contradicción es superada, y
el desarrollo social y el crecimiento económico se potencian uno al
otro. Ese es el punto al que hay que llegar.
III Propiedad Estatal y Justicia Social
Entre la equidad
social y la eficiencia económica se crea con frecuencia otra
contradicción, que establece un límite de igualdad a partir del cual se
deteriora la productividad del trabajo. El capitalismo la asume con
cínico entusiasmo. Reconoce la conveniencia del espectro del desempleo y
la miseria como estímulos al trabajo.
Un profesor de
economía de New York, que se cita como uno de los predilectos del
presidente Ronald Reagan, escribía en 1981 que: “El rol de los ricos
en una economía capitalista no es mantener ni estimular a las clases
inferiores, sino invertir…..El incentivo de la pobreza es lo más
necesario para que los pobres tengan éxito” (5).
La evolución del
capitalismo neoliberal en los últimos años ilustra la implementación de
ese concepto: De 1960 al año 2000 la relación de ingresos del 20% más
rico al 20% más pobre pasó de 30 a 78.
Los comunistas
rechazamos esta idea. Y especialmente los comunistas cubanos, porque la
aspiración de justicia social está en las raíces mismas de nuestra
existencia como nación, nutridas con el pensamiento de José Martí y su
convicción de que “conquistaremos toda la justicia”. También leímos de
José de la Luz y Caballero que “La Justicia es el Sol del mundo Moral”.
La más reciente y
dura experiencia de la crisis económica de los 90 que siguió a la
desaparición del campo socialista europeo, tiene entre sus muchas
enseñanzas la solidez de la adhesión mayoritaria del pueblo cubano al
proyecto socialista, a pesar de las penurias del momento. Entre la
austeridad bien distribuida entre todos, y la opción de enriquecimiento
de unos pocos a costa del resto, el pueblo cubano, mayoritariamente,
escogió la justicia, y escogió bien.
Ahora nuestro
crecimiento económico tiene que seguir garantizando y expandiendo las
conquistas sociales. Y ahí aparece la pregunta de ¿Cómo lo hacemos? El
desarrollo social necesita recursos, y estos recursos no van a salir
solamente de los impuestos sobre la ganancia del sector no estatal.
Más aun, la idea de
sostener la justicia social con los impuestos sobre la ganancia
contiene una contradicción intrínseca: para colectar más impuestos
necesitaríamos aceptar un sector de la población con muchas ganancias,
lo que equivale a la expansión de las desigualdades.
El valor creado por
las empresas estatales es la única garantía de la justicia social.
Cierto es que podemos, y debemos, mantener dentro de la economía estatal
una relación entre el aporte personal al trabajo y el ingreso personal
(la consabida fórmula de “a cada cual según su trabajo”) pero esta sería
siempre una relación menos rígida que la relación lineal entre
ganancias e impuestos, y acomodaría un mayor margen de redistribución de
la riqueza.
En niveles bajos de
conciencia social y escaso desarrollo tecnológico es cierto que aparece
una relación inversa entre la igualdad y el estímulo al trabajo; pero
el desarrollo cultural y tecnológico puede superar esa aparente
contradicción.
La intermediación
entre la igualdad y la productividad viene dada por dos factores: la
cultura (los valores) de un pueblo, y el marco regulatorio de su sistema
económico. Diferentes autores han defendido apasionadamente un extremo
o el otro. La verdad es que entre ambos se establece también una
relación inversa: mientras más valores de solidaridad y amor al trabajo
estén enraizados en la cultura, menos presión regulatoria necesitamos y
viceversa. No se puede llenar el vacío cultural con regulaciones y
centralización, aunque ello sea el fruto de buenas intenciones. Varios
experimentos socialistas en el mundo han chocado con esa limitante
cultural. Para que el Socialismo sea viable se necesita una cultura en
que el individuo halle motivación para el trabajo y la creatividad en su
contribución a la calidad de vida colectiva, y en el aporte de su
trabajo a largo plazo. Por eso el Socialismo es esencialmente un fruto
de la cultura.
Los cubanos hemos
avanzado en la construcción de esa cultura y ello es evidente en una
porción mayoritaria de nuestra población, a pesar de las manchas que
aparecen aquí o allá. Es otra de las lecciones del período especial, y
es nuestra plataforma de despegue para lo que hay que hacer ahora.
IV. La gestión de discontinuidades tecnológicas
La estrategia económica que implementemos tiene que apoyarse en ese potencial: capital humano y valores compartidos.
Una de sus
direcciones estratégicas (no es la única, aunque si es el tema concreto
de este articulo) debe ser la expansión de sectores de la economía con
una alta productividad del trabajo y con potencial exportador, a partir
de la interacción directa con la Ciencia y la Tecnología.
No se trata, en
estos sectores, de lograr avances incrementales perfeccionando lo que
tenemos: se trata de generar un cambio en la pendiente del crecimiento,
una discontinuidad que no proviene de la extrapolación de las tendencias
pasadas, aun de las buenas. Para esto es que necesitamos las Empresas
de Alta Tecnología.
Las discontinuidades económicas en cada momento concreto son raras, pero en el largo plazo de la historia son una regularidad.
El propio
surgimiento de la economía industrial moderna fue una enorme
discontinuidad de la lógica económica. Se suele reconocer que se basó en
los “inventos industriales” (la máquina de vapor y otros), pero lo
cierto es que se basó también en el comercio a larga distancia (a partir
de los descubrimientos geográficos) que logró superganancias poniendo
en contacto una oferta y una demanda que se ignoraban mutuamente. No fue
producto del perfeccionamiento de la economía artesanal y la
agricultura de subsistencia.
Más recientemente el petróleo catalizó la discontinuidad económica en otros países.
La inversión
extranjera aprovechando mano de obra abundante y barata en Asia
implementó también una discontinuidad, creando nuevos espacios de oferta
y de demanda, en unos países con más éxitos que en otros.
La Economía del
Conocimiento, que se fundamenta en la conexión directa del mundo
científico con el empresarial, dibuja ahora una nueva oportunidad. Es la
nuestra.
Y es la Empresa de Alta Tecnología quien está llamada a arbitrar entre la innovación y su valor económico.
En este caso (como
en muchos otros ejemplos precedentes) las discontinuidades no se gestan
en la extrapolación de las tendencias precedentes. Se gestan en la
visión de los líderes.
Las decisiones de
Fidel Castro al crear el Polo Científico de la Biotecnología, y luego la
Universidad de las Ciencias Informáticas, son ejemplos muy cercanos de
esto.
Ya a nivel de
organizaciones de base, hay en las últimas décadas ejemplos concretos de
esta “gestión de discontinuidades económicas” que cambiaron la vida de
las organizaciones. Veamos algunos:
- La vacuna de la Meningitis BC convirtió a Cuba en 1989 en un país exportador de vacunas. De hecho propició el nacimiento de una nueva organización, el Instituto Finlay
- El despegue exportador del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología no fue consecuencia de mejoras en la eficiencia de la producción del Interferón (que también hubo) sino de la entrada de productos novedosos como el Heberprot-P y la vacuna pentavalente.
- El despegue exportador del Centro de Inmunología Molecular tampoco provino del perfeccionamiento de los procesos de los monoclonales murinos con que se comenzó, sino de un enfoque innovador en las negociaciones con Brasil, China, Canadá y otros países.
- El incremento de la producción de varias plantas de genéricos fue otra discontinuidad, en este caso catalizada por el suministro vinculado a los programas de salud de América Latina en una estrategia de integración regional innovadora.
De hecho, el
desarrollo del Polo Científico ha sido una “sucesión de
discontinuidades”, implementada por organizaciones nuevas diseñadas para
eso. El entorno de regulaciones especiales y muy alto nivel de atención
que tuvo el Polo Científico en sus primeras dos décadas hizo posible
capturar la oportunidad dada por esas discontinuidades.
Una organización de
Investigación-Producción orientada a la exportación de productos
novedosos requiere procesos internos de dirección que tengan en cuenta
sus rasgos diferenciales con otras empresas de producción y servicios:
- Contienen actividades de investigación científica y desarrollo de productos en una proporción mayor. Es un “costo fijo” que debe ser subsumido en el volumen de sus ganancias; y hay que resistir la tendencia a reducir este costo en periodos de limitación de ventas.
- Estas actividades contienen incertidumbre: algunas funcionan y otra no. El sistema de dirección debe tener un mayor margen de tolerancia al fracaso de proyectos. De lo contrario solamente se emprenden innovaciones incrementales menores.
- Si bien la rentabilidad en el corto plazo depende, como en otras empresas, de la eficiencia de los procesos productivos y de la atención a los mercados; la rentabilidad en el mediano plazo depende de que aparezcan productos nuevos, que penetren en nichos de mercado nuevos, mediante negociaciones que, ellas también, contienen incertidumbre.
- La productividad del trabajo no puede evaluarse solamente por la consabida fórmula del Valor Agregado Bruto (VAB) por trabajador. Esa es la productividad de hoy, pero la empresa tiene que evaluar también la eficacia de las acciones que garantizan la productividad de mañana, la “sostenibilidad de la productividad”. Estas son frecuentemente acciones de I+D o de desarrollo de los sistemas de calidad, que en la visión miope, reducen el VAB de hoy. Son acciones que dependen más de la productividad del “trabajador del conocimiento” que de la productividad del trabajo manual (6 ).
- La competitividad no se basa solamente en sus costos, sino principalmente en su “diferenciación de productos”.
- La capacidad de planificación es limitada, entre otras cosas por el hecho de que la demanda a productos que todavía no existen, es por definición, desconocida. Por otra parte, siendo empresas orientadas a la exportación (y dependientes de la importación de insumos especializados), su inserción exterior es esencialmente de carácter financiero, no reducible a la planificación material.
- La gestión de dirección no puede limitarse al control de los eventos planificados que deben ocurrir, sino que debe ocuparse de acciones que incrementen la probabilidad de que ocurran determinados eventos que cambien el panorama: el éxito de un nuevo producto, la implementación de un nuevo esquema de negociación. Estas son las discontinuidades, y su conquista es un proceso intrínsecamente probabilístico.
- La entrada en el mercado de un producto cuyo desempeño y demanda no se conocen, requiere acciones a todos los niveles de la empresa que son muy difíciles de pre-especificar. Por eso es muy importante que los trabajadores, más que con “tareas”, estén comprometidos con “objetivos”.
- El esfuerzo por conseguir objetivos en una trayectoria con incertidumbres no depende solamente de la disciplina, sino principalmente de la creatividad. Esta a su vez, depende de la motivación.
- La organización depende mucho más que otras de “redes extramurales”. En otras organizaciones estos vínculos extramurales son esencialmente con suministradores y clientes, pero en las empresas que dependen del desarrollo de nuevos productos hay acciones en la investigación científica y la evaluación de productos (en la industria farmacéutica son los ensayos clínicos) que no se puede, ni conviene internalizar, y que pueden implicar a decenas de actores extramurales.
- Los procesos productivos son usualmente tan novedosos como los productos mismos; y carentes de referencias externas para evaluar su eficiencia. Por supuesto que la práctica de un proceso productivo nuevo generará una acumulación de “conocimiento tácito”, pero eso no es suficiente. La producción en estas empresas requiere implementar acciones intencionalmente dirigidas a la captura y estructuración de ese conocimiento; el cual se convierte en ventaja comparativa. Son organizaciones de aprendizaje permanente, para las cuales el capital humano no es “costo”, sino su activo principal. Los costos siempre hay que reducirlos, pero los activos hay que hacerlos crecer.
La integración
entre Ciencia y Economía, tendrá consecuencias para la forma en la que
se estructuran y se dirigen las organizaciones productivas de base.
Cuando cambian las fuerzas productivas, cambian las formas de
organización de la actividad económica. Así, con la agricultura en
escala mercantil (no “de subsistencia”) surgió la granja, y con las
tecnologías transformativas industriales basadas en la energía (vapor,
petróleo, electricidad) surgió la fábrica moderna. La pregunta ahora es
¿Qué forma organizativa surgirá de la creciente integración entre
Ciencia y Economía? Obviamente no es “la empresa” del Siglo XX (aunque
tenga laboratorios), ni “el instituto de investigaciones” tal como lo
conocemos (aunque tenga patentes). Debe ser algo nuevo.
Esta figura nueva no puede ser otra que una Empresa Estatal de Alta Tecnología.
La complejidad
tecnológica hace imposible en el Siglo XXI el modelo de “la asociación
de productores libres” que es una idea del Siglo XIX. La alta tecnología
no es el espacio de la propiedad cooperativa. Aun la empresa
capitalista, si bien los ejemplos de éxito son los que se publicitan en
la literatura especializada, tampoco ha mostrado ser la forma de
organización eficaz de la Economía del Conocimiento. En el campo de la
biotecnología, por ejemplo, la cantidad de empresas que han transitado a
la rentabilidad por sus propias ventas es menos del 20% ( 7 ). El
enfoque de corto plazo, la privatización del conocimiento, la respuesta a
las “señales del mercado” y la necesidad de incremento constante de las
ganancias propios de la empresa capitalista, no funcionan bien cuando
se trata de conectar la ciencia con la economía, gestionar proyectos de
riesgo, cuidar el capital humano y priorizar la inversión a largo plazo.
La solución que emergió a esta contradicción en los países capitalistas
desarrollados fue la inversión especulativa que moviliza capital
mediante la emisión de acciones y que busca rentabilidad no en la
economía real, sino en la propia especulación, sobre-evaluando y
revendiendo esas acciones. Así se crean las “burbujas financieras” que
un día llegan a los límites de la sobre-evaluación constante y estallan,
como sucedió hace diez años con las empresas vinculadas a servicios en
Internet.
Aun en las
economías “de mercado” los casos de éxitos económicos en la postguerra
(Japón, Singapur, Francia, y otros) fueron ejemplos de industrialización
efectuada con el apoyo, la dirección e incluso la gestión de los
gobiernos.
La relación entre
el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de
producción es uno de los principales descubrimientos de Carlos Marx;
pero en la literatura posterior ha habido poco debate sobre los variados
mecanismos por los que ocurre esta relación. La experiencia de las
industrias biotecnológicas nos deja la intuición de que uno de estos
mecanismos tiene que ver con la manera en que se capturan y circulan los
conocimientos, y el rol relativo del conocimiento en los individuos
(que pueden moverse en función del mercado) y en las redes de
interacción dentro y fuera de las empresas, las cuales no son vendibles
ni comprables. A medida que la tecnología es más sofisticada, el
conocimiento tecnológico es más social, y eso demanda formas superiores
de organización de la producción, y de relaciones de los productores con
los medios de producción. Y ahí empieza a verse que el camino al
futuro de los sistemas económicos pasa por el Socialismo.
1. V. LA CONSTRUCCION DEL CONTEXTO
Pudiera
argumentarse que las particularidades de una EAT enumeradas en la
sección precedente, y que las diferencian del resto de las empresas de
producción y servicios son en última instancia cuantitativas. Cualquier
empresa de las cerca de 3000 que hay en Cuba pudiera tener un
determinado componente de I+D en sus gastos y pudiera basar su
estrategia en la introducción de productos novedosos, que no existen hoy
y que sustituyen a los productos lideres actuales.
Ello es cierto y de
hecho el desarrollo de varios sectores de nuestra economía puede y debe
ir incorporando paulatinamente rasgos de la llamada “Economía del
Conocimiento”, pero no nos conviene diluir el concepto.
Por supuesto que
cualquier actividad industrial está en última instancia conectada con la
ciencia, con la creación de conocimiento que sucedió en algún momento
pretérito y en algún otro lugar, pero a medida que esa conexión se
acorta el desempeño económico de la empresa comienza a depender de la
investigación y la innovación que hayan ocurrido en la propia empresa y
en los últimos 5-10 años. El proceso innovador se hace tan continuo que
el costo del desarrollo de nuevos productos se convierte en una parte
cada vez mayor e indispensable del costo de producción. A partir de ahí
la ciencia entra dentro de los procesos de gestión de la empresa, y
las cosas comienzan a ser distintas.
Después de un
determinado umbral de actividad científica dentro de la empresa, y de
determinada dependencia entre la estrategia exportadora y los productos
nuevos surgidos de esa misma actividad científica, la empresa comienza a
ser diferente y a requerir procesos internos y regulaciones externas
diferentes.
En dependencia de
donde fijemos los límites, las empresas exportadoras, con productos
novedosos, con actividad científica interna y con alta productividad del
trabajo pueden no ser más de 20-30 hoy, el 1% del aparato empresarial
estatal cubano. No son muchas, y ello nos da espacio para la creatividad
en el diseño organizacional y su contexto.
Debemos identificar como construimos un entorno regulatorio que potencie el desempeño y la expansión de este tipo de empresa.
Y debe ser un
entorno regulatorio intencionalmente diseñado con ese fin. ¿Por qué?
Pues porque el marco regulatorio de un país se construye a partir de una
sabiduría basada en extrapolaciones (correctas) del desempeño promedio
precedente para el perfeccionamiento incremental de las empresas, y no
toma en cuenta la aparición de discontinuidades (de productos o de
mercados) que pudieran cambiar radicalmente la vida de las empresas.
Esas discontinuidades se perciben por la teoría microeconómica
convencional como eventos raros, y riesgosos, que provienen de causas
externas. Pero para las empresas de alta tecnología la generación y
gestión diaria de esas discontinuidades son precisamente su razón de
existir.
Necesitamos un
subconjunto, aunque sea pequeño, de nuestro aparato empresarial que
opere en función de la creación de esas discontinuidades y en el cual:
- Se asuma, y más aún, se estimule un mayor nivel de inversión en investigación-desarrollo, incluyendo la financiación empresarial de proyectos conjuntos con instituciones académicas o universitarias
- Se tolere la incertidumbre (y aparente desperdicio) implícito en la exploración de nuevos productos
- Se le dé más prioridad al crecimiento que a la reducción de costos
- Se investigue y se produzca en función de la demanda externa, no solo la doméstica
- Se exploren esquemas de negociación interna y externa innovadores (incluso riesgosos)
Un contexto
regulatorio que presione por el incremento constante de la ganancia por
trabajador, la limitación de las plantillas, la reducción del costo
unitario, la precisión de la planificación material y la garantía de
mínimo riesgo en las negociaciones puede ser conveniente para la mayor
parte de la economía nacional, pero puede asfixiar el desarrollo de la
alta tecnología.
En una carta
dirigida a Fidel en 1965 el Che Guevara criticaba la falta de conexión
entre la Ciencia y la Economía en la Unión Soviética, y escribía: “La
técnica ha quedado relativamente estancada en la inmensa mayoría de los
sectores económicos soviéticos…..En la Academia de Ciencias de ese país
hay acumulados centenares de proyectos de automática que no pueden ser
puestos en práctica porque los directores de las fábricas no se pueden
permitir el lujo de que su plan se caiga durante un año…” ( 8 )
La guerra económica
del imperialismo contra Cuba durante más de 50 años, y luego la crisis
que siguió a la desaparición del campo socialista europeo han creado,
comprensiblemente, una mentalidad económica reticente al riesgo y a la
incertidumbre. Y seguimos necesitándola. Pero también podemos y debemos
abrirle espacios a la gestión de discontinuidades económicas, aun con
los componentes de incertidumbre y riesgo que contiene.
La capacidad de
manejar creativamente esta contradicción es precisamente una de las
ventajas de la propiedad social sobre los medios de producción y del
papel del Estado en la economía dentro del Socialismo. No debemos
renunciar (implícitamente) a esta ventaja.
En el capitalismo
la propiedad privada, y la ideología neoliberal, limitan el papel del
Estado en la economía al manejo de unas cuantas variables
macroeconómicas (emisión monetaria, tasa de interés, política de
impuestos, etc) que deben a su vez influir en la vida de las empresas.
En el Socialismo la propiedad social sobre los medios fundamentales de
producción permite tratamientos diferenciados eficaces de determinados
sectores y proyectos en función del mediano plazo, escapando al
cortoplacismo propio de las empresas guiadas por el incremento constante
de la rentabilidad. Aprovechemos esa ventaja. La Empresa Estatal
Socialista de Alta Tecnología es el instrumento para ello. Debe ampliar
el espacio de la investigación científica empresarial y su impacto
directo en la producción.
La tendencia
mundial en las últimas décadas ha sido hacia el aumento de la
participación empresarial en el financiamiento de la ciencia, en los
países industrializados. Los países subdesarrollados del sur no
solamente han dispuesto de menos recursos para la ciencia, sino también
el origen de estos ha sido el presupuesto del Estado. El componente
empresarial en el financiamiento de la ciencia se estima superior al 80%
en Japón, 68% en los Estados Unidos, mientras que en América Latina es
de 43%, y en Cuba 15% (9). Esta situación tiene que cambiar. La Empresa
de Alta Tecnología es el principal agente de este cambio.
Pero no es el único
instrumento para el desarrollo. Hay que proponerse también potenciar el
impacto de la investigación científica presupuestada, especialmente la
investigación universitaria, desde los mismos centros científicos
presupuestados, sin renunciar a sus especificidades (10).
El Sistema de
Ciencia, Tecnología e Innovación en Cuba, para dar respuesta a las
necesidades estratégicas del país, no puede ser un sistema pequeño.
Tiene que crecer por delante de lo que sería esperable dadas las
condiciones económicas (exactamente como hemos hecho con el sistema
educacional y el sistema de salud) y por delante de las demandas
explicitas de la producción y los servicios. De lo contrario no estaría
en capacidad de conectarse eficazmente con los flujos globales de
conocimiento, para asimilar el progreso científico y tecnológico
contemporáneo.
Sería un error
reducir el volumen de la actividad científica con argumentos de
“racionalidad económica”. Hay que seguir haciendo crecer el potencial
humano para que pueda “halar” desarrollo, y luego desplegar formas
creativas de financiar su operación.
La experiencia
histórica muestra que siempre que han surgido empresas de alta
tecnología intencionalmente dirigidas a transformar la investigación
científica en productos y servicios de alto valor, estas se han apoyado
en una inversión precedente y simultanea del Estado, no solamente en la
formación de capital humano, sino en la propia inversión en
investigación científica no-comercial. Aun en los Estados Unidos,
referente del fundamentalismo de mercado, los ejemplos más conocidos de
empresas de alta tecnología en los campos de la informática y de la
biotecnología, se apoyaron y se siguen apoyando en la inversión estatal
en ciencia que se canaliza en estos casos a través de la agencia de
investigaciones para la defensa (que financió Internet) y a través de
los Institutos Nacionales de Salud (que financiaron el programa del
genoma humano), respectivamente.
En Cuba el
surgimiento de la biotecnología también se apoyó en las capacidades
científicas creadas durante dos décadas con recursos del Estado, en el
Centro Nacional de Investigaciones Científicas, perteneciente a la
Educación Superior, en la Universidad de La Habana, y en varios
Institutos del Ministerio de Salud Pública.
Este componente
presupuestado (exploratorio) de la Ciencia nacional debe seguir
existiendo y crecer. No es un proceso aparte de la interacción de la
Ciencia con el modelo económico: es un componente de esa vinculación.
En los vínculos
entre instituciones científicas presupuestadas y empresas también
tendremos que diseñar nuestro propio modelo. En el momento en que se
escribe este artículo los trazos de lo que debe ser ese modelo no se ven
muy nítidos todavía. Sabemos lo que No debe ser: No se trata de
reproducir el esquema de universidades patentando todo y luego
negociando sus patentes con las empresas cubanas. Ese es un esquema del
capitalismo tardío, impulsado en la década de los 80 por las
concepciones neoliberales del gobierno republicano de entonces en los
Estados Unidos, y que es cada vez más criticado, por ineficiente, por
los propios pensadores académicos de ese país, dado el escalado de
“costos de transacción” que genera en la economía.
Las relaciones entre la Empresa Socialista y las Universidades no pueden ser “relaciones de mercado”.
Tampoco es el
intento artesanal de crear pequeños emprendimientos de producción en
áreas universitarias, basados en su “saber hacer” científico, pero
carentes del “saber hacer” necesario para transformar una innovación
científica en un producto o servicio exportable.
Una vez más, mucho
depende de la sabiduría con que diseñemos un marco regulatorio que
estimule en nuestro contexto concreto las relaciones entre Universidades
y Empresas de Alta Tecnología, que pudiera expresarse en la creación de
laboratorios de las empresas dentro de las universidades y de unidades
docentes dentro de las empresas, en un sistema de movilidad de
profesionales entre unas y otras instituciones, en financiación
empresarial de proyectos conjuntos y otras muchas variantes que habrá
que explorar (11).
Y tendrá que ser
con mucha creatividad, pues no hay recetas válidas para el contexto
concreto cubano y para nuestros objetivos. Las discontinuidades
económicas que potenciaron el despegue de los países hoy
industrializados fueron creadas por guerras de conquista en busca de
mercados y de materias primas. Otras provinieron del hallazgo de grandes
reservas de recursos naturales (petróleo y otros), que nosotros no
tenemos. En otros casos la inflexión la produjo la inversión extranjera
atraída por la abundancia y bajo costo de la mano de obra. Tampoco será
nuestro camino principal.
Pero nosotros
podemos intentar la gestión de discontinuidades económicas basadas en la
investigación científica endógena, y en la abundancia de capital humano
de alta calificación. Tal propósito tiene muy pocos referentes
externos, si es que tiene alguno. No tenemos ningún manual que leer para
esto.
En 1830 Simón
Rodríguez (12), preceptor de Bolívar expresó esta idea que sigue siendo
hoy válida y apropiada para concluir este artículo: “¿Dónde iremos a buscar modelos? La América Española es original. Original han de ser sus Instituciones y su Gobierno. Y originales los medios de fundar unas y otro. O inventamos o erramos.”
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