Posted: 13 Dec 2013 05:30 AM PST
“Me paro aquí frente a ustedes lleno de
profundo orgullo y alegría: orgullo de las personas comunes y humildes
de nuestro país. Ustedes han enseñado mucha calma y paciente
determinación en reclamar el país como suyo”.
Esta frase, tomada del discurso de Nelson
Mandela tras su victoria electoral en 1994, es una pequeña muestra del
carácter, espíritu de lucha y preocupación por su pueblo que hicieron de
este gran líder una de las figuras más importantes y admiradas en la
historia del mundo.
Mandela fue un hombre de su tiempo, en
cada uno de los tiempos. Niños, jóvenes y adultos lo admiran, porque él
representa la singular voluntad, inquebrantable pese al tiempo, de
obtener y preservar la paz, justicia y libertad.
La semana pasada, Mandela nos dijo adiós, pero su legado permanecerá por siempre invitándonos a vivir y a seguir su ejemplo.
Madiba, como es conocido en el idioma de
su pueblo originario, tenía el sueño de construir un país donde nadie
fuera discriminado, sobre todo por el color de su piel. Por eso llevó
hasta las últimas consecuencias su determinación por instaurar una
democracia multirracial en su natal Sudáfrica.
Pasó veintisiete largos años en prisión,
tiempo que podría ser suficiente para que cualquier persona abandonara
la esperanza. Sin embargo, Madiba no era una persona común y ni el
silencio ni el encierro pudieron detenerlo en su misión.
En la década de los ochenta, las calles de
Sudáfrica y de todo el mundo concentraban a multitudes exigiendo la
libertad de cárcel para ese hombre cuyo único delito era pedir igualdad
para su pueblo. A pesar de la resistencia que el gobierno sudafricano
ejerció, no pudo evitar lo que sería inevitable.
En febrero de 1990 todo el mundo celebró
la liberación de Nelson Mandela, quien salió de la cárcel diciendo que
no guardaba rencor hacia nadie. Una lección más para todo el mundo.
Pero también hizo saber a todos que él
estaba más que listo para continuar con el movimiento que acabaría con
el racismo institucionalizado y traería los cambios anhelados por su
pueblo.
Después de ganar reconocimiento mundial al
recibir el Premio Nobel de La Paz en 1993, en mayo del 1994, con una
victoria arrasadora, Nelson Mandela se convirtió en el primer presidente
democrático de Sudáfrica.
Ese fue el momento cumbre de la historia
de un pueblo que había vivido sometido al yugo de la inferioridad.
Personalmente me conmovió lo que estaba viviendo el pueblo de Sudáfrica.
Agradecí a Dios poder contemplar ese acontecimiento.
Así como nosotros en El Salvador, millones
de personas en todo el mundo se unían al gozo de un pueblo que veía su
historia reflejada en la vida de un hombre que a los 75 años de edad
permanecía inamovible en su objetivo.
Mandela nos enseñó a que mirar a nuestro
hermano y de que tenderle la mano puede ser el inicio de una gran
historia. Su legado para la humanidad fue demostrarnos que nuevos
tiempos son posibles si buscamos entendimientos, si juntos buscamos
construir una sociedad más justa sin olvidar a nadie.
Cuando la humanidad vea hacia el pasado lo
podrá recordar cómo alguien que instó a todas las naciones a construir
un solo pueblo, una sola familia.
Sigamos luchando por su sueño. Muchas gracias, Madiba. Descansa en paz.
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