El Blog de Salvador - Nuevo post |
Posted: 04 Oct 2013 06:30 AM PDT
Mi día comenzaba muy temprano. Mi mamá nos
tenía dicho, a mis hermanos y a mí, que por las mañanas debíamos
ayudarle a trasladar los utensilios y productos para su venta de comida
en el mercado. Así que antes que saliera el sol yo la escuchaba
preparando las cosas, entonces sin pensarlo me tiraba de la cama y le
ayudaba en todo lo que era necesario. No nos presionaba para que le
ayudáramos, ahora entiendo que sólo buscaba transmitirnos buenas
costumbres. La mejor maestra que tuve fue mi madre: pues de manera tan
cariñosa y dándome siempre el ejemplo me enseñó cómo caminar en la vida.
Al regresar del mercado mis hermanos y yo
nos preparábamos para ir a la escuela. Creo que para muchos niños y
niñas uno de los momentos más agradables del día es caminar con el
fresco de la mañana rumbo a la escuela, rodeados de amigos y amigas, a
ratos corriendo, a veces un poco preocupados por no haber repasado la
lección, pero siempre enfrentando la vida con alegría.
Ya en la escuela siempre trataba de
corresponder al esfuerzo que mis padres y mis hermanos hacían para que
los menores estudiáramos. Siempre fui consciente de eso. Quizá porque en
aquellos tiempos veía a muchos niños de mi edad que no tenían la
oportunidad de estudiar, yo trataba de ser agradecido y dar lo mejor de
mí.
Cuando volvía de la escuela mi mamá nos
esperaba con comida. Al menos tres veces al día venía del mercado a la
casa para ver cómo estábamos. Luego de almorzar ayudaba a mi papá en su
taller de carpintería, que estaba precisamente en la casa, hasta donde
él me dejaba, porque luego me mandaba a hacer las tareas de la escuela.
Al terminar con mis responsabilidades me daba permiso de ir al mercado a
ver a mi mamá. Cuando me aburría en el mercado, mi mamá me dejaba jugar
con los demás niños.
A veces íbamos a jugar fútbol en los
atrios de la iglesia y el padre se divertía tanto al vernos jugar que a
veces él también jugaba. En aquellas calles polvorosas de mi pueblo yo
jugaba capirucho, chibola, mica y elevábamos piscuchas. Muchas veces mis
padres tuvieron que ir a buscarme porque ya se hacía noche y yo no
regresaba a casa.
A pesar de que éramos una familia muy
humilde, mi mamá y mi papá nos dieron lo necesario. Sin tener una gran
educación nos dieron a mis hermanos y a mí la mejor enseñanza. Junto a
sus consejos siempre hubo una muestra de cariño. Nunca me faltó amor, y
eso es esencial para el sano crecimiento de un niño, así como el sol es
esencial a las plantas.
He dedicado mi vida al servicio de la
gente, a contribuir en la solución de las grandes problemáticas de
nuestra sociedad, y a cada caso que me enfrento, por muy particular que
sea, siempre está el fenómeno del abuso infantil y de la desintegración
familiar. Es responsabilidad de nosotros los adultos el futuro de
nuestra niñez.
La vida es muy diferente ahora, pero
siempre debe haber tiempo para dejar en nuestros niños y niñas nuestro
mejor legado. Alberto Masferrer decía que la mejor obra que podemos
hacer en la vida es criar bien a nuestros hijos e hijas. Es nuestra
misión.
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