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¿Cómo están las finanzas públicas salvadoreñas? ¿Exageran quienes aseguran que el país va hacia la bancarrota? ¿Nuevos impuestos o subir los ya existentes? El Faro presenta tres perspectivas diferentes pero muy coincidentes: desde una ONG, desde las Naciones Unidas y desde el mismo gobierno. Para las tres, el diagnóstico y el pronóstico son alarmantes: urgen ajustes importantes, so pena de que el país caiga al precipicio.
Gabriel Labrador
elfaro.net / Publicado el 18 de febrero de 2013
Cuando tres economistas con largo historial en el estudio de la situación salvadoreña coinciden en que la hacienda pública nunca había estado en una situación tan complicada como ahora, queda poco lugar a dudas. El Faro encontró sorprendentes coincidencias en las explicaciones de los tres economistas a quienes se preguntó cuán saludable es la economía y qué tan sostenible luce su futuro. Si El Salvador fuera un estudiante, hoy en día sus finanzas estarían aplazadas o, en el mejor de los casos, en camino de la reprobación, pues no parece estar fortaleciendo sus ingresos mientras sus gastos actuales y los que tiene proyectados lucen igual de fuertes que ahora o en crecimiento.
Los economistas que participaron en la cocción de esta amalgama provienen de distintos frentes, aunque han tenido un pasado en común: Roberto Rubio es director ejecutivo de la Fundación Nacional para el Desarrollo (Funde), una organización no gubernamental que surgió hace 20 años, al comienzo de la posguerra, con la misión de aportar desde la academia a las decisiones económicas que la clase política debía enfrentar. Carlos Acevedo es el presidente del Banco Central de Reserva (BCR). Acevedo trabajó por muchos años en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), de donde proviene el tercero de nuestros analistas. William Pleitez es el actual coordinador del Informe de Desarrollo Humano del PNUD que, como pocas instituciones, conoce al dedillo las finanzas del país y cuya perspectiva le permite tener la ventaja de la experiencia comparada.
Los tres entrevistados confirman que la caja de dinero del Estado se ha quedado casi vacía en varias ocasiones antes de cumplir con todos sus pagos y responsabilidades durante los últimos 24 meses y que eso solo puede evitarse, en adelante, si se aumentan los ingresos vía una tercera ronda de reformas y acuerdos fiscales. Acevedo lo explica así: “Es como cuando un tratamiento médico te genera fiebre. En el primero y segundo año del gobierno, los gastos no solo se cubrían con los ingresos si no también con préstamos de fuera lo cual ahora se ha ido evitando. Los gastos no van a bajar pero entonces son los ingresos propios los que los tienen que cubrir y ahí es donde comienza a aparecer la fiebre”.
Una de las metas, por tanto, debe ser incrementar los ingresos sin sucumbir, de nuevo, a la vorágine de préstamos con plazo de un año, como ha venido siendo la costumbre desde 2009. Sin embargo, la asfixia era tal que el gobierno debía pagar esa deuda de corto plazo, o Letras del Tesoro (Letes), pero no tenía cómo hacerlo y fue así como el Ministerio de Hacienda se vio obligado a mentir el año pasado sobre el destino que tendría una nueva deuda de 800 millones por la que pujó el año pasado.
Rubio, Pleitez y Acevedo repiten que un nuevo círculo virtuoso se abriría si el Estado logra incrementar sus ingresos y ahí es cuando hablan de la tercera ronda de reformas fiscales. ¿Qué rubros tocar? Una lista de los nuevos impuestos propuestos por los economistas diría más o menos lo siguiente: un impuesto predial, impuestos al consumo de telefonía o de vehículos importados, y una serie de impuestos específicos que incentiven directamente la producción local para sustituir las importaciones. La clave está en que las nuevas recaudaciones no se administren a lo loco. “(Que se combine) una política tributaria regresiva (todos pagan igual) con una política de subsidios de alta eficacia redistributiva. Una combinación de ese tipo probablemente es mejor que la de poner un nuevo impuesto al diésel y las gasolinas para subsidiar un sistema de transporte colectivo inseguro e ineficiente como el que prevalece en El Salvador", opina Pleitez.
De no lograr una capacidad de pago aceptable, sin tener que recurrir a nueva deuda para pagar más deuda, las luces amarillas terminarán poniéndose rojas. Por ahora, aseguran estos tres economistas, el camino de las finanzas públicas es hacia la insostenibilidad y por eso es importante ver cuáles son los golpes de timón que se darán. No hacerlo puede derivar en la toma de medidas drásticas que hace cinco o seis años eran motivo de negaciones absolutas. Por mencionar una de ellas: la desdolarización. Rubio, Acevedo y Pleitez coinciden en que la próxima administración podría encontrarse en un escenario en el que no exista margen de decisión: la dolarización deberá ser revertida para evitar la falta de liquidez, aun a costa de enfrentar una inevitable oleada de inflación. Regresar al colón devolvería la capacidad al Estado de emitir papel de moneda y así, ocurriría que las arcas no se quedarían vacías.
Una de las sorpresas de este paquete de entrevistas es la extraña sintonía que los expertos tienen sobre los subsidios y los programas sociales. Que hay que ajustarlos mejor, que tal como están implementados suponen despilfarro... pero lo que asombra es que estos tres economistas –de forma más o menos explícita- dejen entrever la alta dosis de populismo que suelen circunscribir la implementación de estas ayudas. "Una buena focalización de subsidios en favor de la población más pobre es un medio y no un fin de la política social, especialmente cuando los recursos fiscales son muy limitados (...). Y dentro de una estrategia guiada por el desarrollo humano es mejor invertir 100 millones en universalizar el inglés y la computación que en subsidiar la compra de gas propano", sostiene Pleitez.
Los economistas creen que los problemas de caja no son nuevos y que han venido acentuándose desde la administración pasada. Eso sí, lo preocupante de la gestión Funes es su tendencia a endeudarse rápido. "Se venía aumentando la brecha del déficit, se venía contratando deuda para pagar deuda, se venía usando más gasto corriente abriendo más la brecha entre gasto corriente y gasto de capital. Todo eso fue deteriorando las finanzas públicas pero no había problemas de caja", explica Rubio.
Un vistazo a las tres entrevistas no solo mostrará las políticas de gobierno que según estos economistas El Salvador no impulsó de la manera más idónea, como la privatización de la energía eléctrica o de las pensiones, o incluso la misma dolarización, sino que también muestra las principales omisiones: no haber optado por ninguna política sectorial y haber desaprovechado oportunidades como las del Puerto de Cutuco.
Tanto Rubio, como Acevedo y Pleitez tienen distintas maneras de medir las finanzas salvadoreñas. Los indicadores que consideran deben ser tomados en cuenta. Por ejemplo, Rubio es partidario de que se vigile más el balance primario, es decir, el balance que muestra cuando un país ya ni puede pagar los intereses de su deuda. Acevedo, mientras tanto, considera que es la tasa de crecimiento la madre de todas las demás mediciones que se pueda hacer. Pleitez, por su trayectoria en trabajo sobre desarrollo humano, prioriza estos indicadores.
En resumidas cuentas, el futuro no es nada esperanzador y todo depende de si el gobierno puede reducir su déficit fiscal. El método que ha aplicado el Estado para maniobrar esa iliquidez no ha sido sostenible y lo será menos en unos años. Debe dejar de endeudarse al ritmo en el que lo ha venido haciendo, así como también debe dejar de gastar más allá de lo que ingresa a sus arcas pero más importante, el gobierno debe aumentar -sí o sí- la recaudación tributaria.
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