Gustavo Espinoza (especial para ARGENPRESS.info)
Al formular esta apreciación, Marx puso énfasis en temas en los que
venía trabajando cuando estuvo en París, en 1843, y que había abordado
también en 1859 en su Crítica a la Economía Política. En otras palabras,
dio forma a un concepto esencial que se convertiría en la base de su
más elevado pensamiento crítico.
Mucho es lo que podría decirse con relación a estos ítems que
tienen capital importancia, y que han trascendido a nuestro tiempo como
inequívocas bases de una teoría confirmada por la vida. La creación
intelectual de Marx sirvió por cierto para conocer profundamente la
naturaleza del desarrollo y más precisamente los rasgos predominantes
del sistema de dominación capitalista; pero el mismo Marx, en su
momento, diría que la tarea esencial no era interpretar el mundo, sino
transformarlo; es decir, luchar para que sobre las ruinas de una
sociedad perversa, pudieran los trabajadores erigir los cimientos de un
nuevo orden social, más humano y más justo.
Al celebrar el 194 aniversario de su nacimiento, debemos recordar
que en su tiempo, el “Progress", vocero del Sindicato de Tabaqueros de
los Estados Unidos, lo consideró “el mejor amigo de los obreros y su más
grande Maestro". Al decir esto, interpretó cabalmente el punto de vista
de millones, pero quizá no previó que esa formulación sería repetida
por multitudes también en el año 2012.
Recordemos brevemente que 8 años antes de la publicación de "El
Capital", cuando el propio Marx evaluó su producción intelectual,
reivindicó cuatro de sus obras como las que hubiese querido legar
realmente a la posteridad. Una de ellas, por cierto, fue el Manifiesto
del Partido Comunista, editado en 1848. Las otras, fueron "La Miseria de
la Filosofía", el "Discurso sobre el Libre Cambio" y una serie de
artículos recogidos después con el nombre de "Trabajo Asalariado y
Capital".
No resulta casual, por cierto, el que haya considerado "El
Manifiesto...." como una de sus obras principales si se tiene en cuenta
que a través de ella pudo desarrollar la idea de que la historia -toda
la historia- no ha sido sino "una historia de lucha de clases, de lucha
entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, en las
diferentes fases del desarrollo social". En ese esquema, concluyó
afirmando que "la clase explotada y oprimida (el proletariado) no puede
emanciparse de la clase que la explota y oprime, sin emancipar, al mismo
tiempo y para siempre, a la sociedad entera de la explotación, la
opresión y la lucha de clases".
Después de esta afirmación ocurrieron muchos episodios en la
historia humana. Uno de ellos fue La Comuna de París, el ejemplo de
Primer Gobierno Obrero que asomó en la faz de la tierra. Otro, de mayor
profundidad y consistencia fue ciertamente la Revolución Socialista de
Octubre, que en 1917 sacudió al mundo desde su raíz y cambió las
relaciones de producción a lo largo del Siglo XX. Hoy se sabe, sin
embargo, que no todo fue un avance lineal en la historia de los pueblos,
que la vida también tuvo contrastes, que el movimiento obrero registró
derrotas de las que debe extraer valiosas enseñanzas para volver a
avanzar.
La quiebra de la experiencia socialista en Europa del Este y la
desaparición de la URSS –la quiebra del denominado “socialismo
temprano”- llevaron a algunos a celebrar los funerales de Marx 110 años
después de su muerte física, proclamando el fin de sus concepciones
básicas. Hubo otros, sin embargo, que "lamentaron", sibilinamente que un
nombre ilustre -como el suyo-, hubiese estado vinculado al de Lenin,
“el más fecundo y creador de sus discípulos” -fueron ésas, palabras de
Mariátegui en 1925-; o a la experiencia socialista frustrada en la vieja
Rusia de los Zares el año 17 del siglo pasado.
Otro argumento que algunos esbozan hoy, parte de la idea de que "la
clase obrera ha cambiado", que "el proletariado, ya no es el mismo".
Deducen, de allí, que el pensamiento de Marx forma parte del pasado y
que sus ideas centrales no corresponden a nuestro tiempo; que hoy, los
adelantos de la tecnología y de la ciencia consagran un mundo integrado
cuyo valor más consistente es la llamada "globalización". Para quienes
así piensan, la existencia de las Clases, y la lucha entre ellas, no
tiene ya sentido.
Es bueno subrayar que los cambios en la Clase Obrera, como en la
estructura misma de la sociedad, fueron constantes. La clase obrera de
1871 -cuando surgió la Comuna de París-, era distinta a la que existiera
cuando en 1864 quedó constituida la I Asociación Internacional de
Trabajadores. La Clase Obrera que en 1905 formó las Barricadas de Moscú,
era también distinta a la del siglo anterior. Y diferente a todas, era
la Clase que en octubre del 17 tomó el Cielo por Asalto y dio los
primeros pasos para la construcción de un modelo superior. La Clase
Obrera de nuestro tiempo, no tendría por qué ser igual, entonces, a la
Clase del pasado. Pero eso, no cambia su esencia, ni el papel social que
está históricamente llamada a cumplir.
Aunque resulté reiterativo, debe recordarse que la existencia de
las clases, va unida a una etapa del desarrollo de la producción; que la
lucha de clases conduce a la Dictadura del Proletariado y que ésta, que
tanto horroriza a los filisteos de ayer y de hoy, "no es más que el
tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin
clases". Y es que, de acuerdo a la esencia del pensamiento marxista,
los hombres hacen su propia historia, "pero no la hacen a su libre
arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismo, sino bajo
aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen,
y que les han sido legadas...".
La perspectiva de la historia, entonces, mantuvo su carácter y su
visión dialéctica. Y es que, en definitiva, fue el descubrimiento de la
Dialéctica y sus leyes, lo que podría considerarse el aporte esencial
del pensamiento marxista. Gracias a ella, Marx descubrió la ley del
desarrollo de la historia, pero también la ley específica que mueve el
modo de producción de nuestro tiempo: la Plusvalía, inherente a la
explotación capitalista.
El mérito central de Marx, sin embargo, fue el de unir al
desarrollo de la teoría, una incesante actividad práctica. Ella lo llevó
a ser también un combatiente de línea. A integrar la Liga de los
Comunistas, el primer partido revolucionario de la historia humana; a
trabajar activamente en los procesos sociales de su época, enfrentando
incluso las demandas judiciales de aquellos años, como lo acreditara el
juicio a los Comunistas de Colonia, en los que se vio envuelto.
Pero también, a fundar la Primera Asociación Internacional de
Trabajadores, en 1864; a solidarizarse activamente con la Comuna de
París, en 1871; y a vivir toda su vida en condiciones precarias de
miseria, pero además de enfrentamiento y lucha, debiendo mudar de país
constantemente, salvando los más difíciles escollos de la persecución y
el acoso.
Hoy la historia humana se desarrolla en nuevas condiciones. No
obstante. Y pese a los augurios de "la modernidad", las relaciones de
producción basadas en la opresión humana siempre constituyen fuente de
miseria y no instrumentos de bienestar. En ese marco, y más allá de los
deseos de la clase dominante, las ideas de Marx conservan vigencia
En las condiciones concretas de nuestro país es bueno detenerse
brevemente en un aspecto que tiene definida incidencia entre nosotros:
Para Marx, el terrorismo nunca fue un método revolucionario. En mayo de
1878 condenó abiertamente el atentado contra la vida del Emperador
Alemán y subrayó que solamente serviría para provocar nuevas
persecuciones contra los verdaderos socialistas.
Pero aún antes, Marx enfrentó con firmeza las teorías anarquistas
de Bakunin, desentrañando su naturaleza desarticuladota y reivindicó más
bien los fuertes lazos que unieron siempre la concepción socialista con
el ideal democrático.
El tema de la dictadura del proletariado se presta hoy a
confusiones. Pero es muy simple. En el seno de la sociedad actual, la
democracia burguesa es eso, democracia burguesa. Y al mismo tiempo, es
la dictadura de clase de la burguesía sobre el proletariado y otras
clases y segmentos oprimidos de la sociedad. En el socialismo, cuando
triunfe la causa de los trabajadores, la dictadura del proletariado será
también la democracia popular más amplia.
Algunos han juzgado hoy más prudente, no hablar de dictadura del
proletariado, a fin de “no asustar” a la burguesía. Pero otros, han
optado simplemente por guardar el concepto en el baúl como quien
abandona allí un traste viejo.
A los primeros hay que advertirles que el tema no es asustar, o no,
a la burguesía, sino ganar la conciencia de las masas. Y a los
segundos, hacerles ver que en la dureza de la confrontación social,
ellos, pregoneros de la democracia en abstracto, han terminado
capitulando ante la dictadura de clase de la burguesía y se han
acomodado a su dominio renunciando a la esencia del marxismo, es decir, a
la idea de la transformación radical de la sociedad.
Y este es uno de los temas cardinales del debate en nuestro tiempo
¿Hacia dónde marchamos? ¿Hacia la lucha por alcanzar conquistas en el
seno de la sociedad capitalista procurando apenas un sistema de
dominación menos cruel y perverso? O Buscamos -como dijera Marx- cambiar
el mundo de raíz acabando con la explotación capitalista en procura de
un régimen social distinto, más justo y más humano: la sociedad
socialista. Tenemos la elección en nuestras manos.
Carlos Marx nunca hizo concesiones de principio. Le gustaba repetir
un viejo aforismo latino muy usado en la Alemania de entonces:
“Suavites in modo, fortites in res” (suaves en las maneras, fuerte en el
fondo). Y daba siempre ese sabio consejo a sus camaradas en la Liga de
los Comunistas. No hay que olvidarlo.
La etapa final de la vida de Marx fue muy dura. El 2 de diciembre
de 1881 murió su esposa Jenny. Dos años más tarde, el 11 de enero de
1883 murió su hija, del mismo nombre. Dos meses después, el 14 de marzo
de ese año, sentado en el sillón de su sala, expiró Carlos Marx. Ante su
tumba, Federico Engels dijo palabras muy certeras, que deben ser leídas
cuidadosamente, meditadas y confrontadas con la realidad. Ellas
expresan el sentido de una vida que tiene vigencia en nuestro tiempo.
Recordemos, a Engels en 1883: “Marx era el hombre más odiado y más
calumniado de su tiempo. Los gobiernos, lo mismo los absolutistas que
los republicanos, le expulsaban. Los burgueses, lo mismo los
conservadores que los ultrademócratas, competían a lanzar difamaciones
contra él. Marx apartaba todo esto a un lado como si fueran telas de
araña, no hacía caso de ello; sólo contestaba cuando la necesidad
imperiosa lo exigía. Y ha muerto venerado, querido,
llorado por millones de obreros de la causa revolucionaria, como él,
diseminados por toda Europa y América, desde la minas de Siberia hasta
California. Y puedo atreverme a decir que si pudo tener muchos
adversarios, apenas tuvo un solo enemigo personal. Su nombre vivirá a
través de los siglos, y con él su obra”.
Gustavo Espinoza es Presidente de la Asociación Amigos de Mariategui.
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