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jueves, 9 de enero de 2014

Costa Rica: Reflexiones sobre un posible fraude electoral

http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/77819-costa-rica-reflexiones-sobre-un-posible-fraude-electoral.html

por Alfonso J. Palacios Echeverría.
Jueves, 09 de Enero de 2014 04:07


¿Existe alguna posibilidad de fraude electoral en las próximas elecciones del 2 de Febrero? Todo indica que sí existe, sobre todo cuando ya se tienen algunas experiencias “sospechosas”, por decir lo menos, de las elecciones que supuestamente ganó Oscar Arias Sánchez...

El fraude electoral es la intervención deliberada en un proceso electoral con el propósito de impedir, anular o modificar los resultados reales. Existen diversas técnicas practicadas para ejecutarlo, a continuación se mencionan algunas (Wikipedia):
  • Suplantación del elector, consiste en que otra persona vota en lugar del elector, por ejemplo, personas que han fallecido.
  • Coacción o presión al elector para impedirle que libremente elija el candidato o una opción propuesta. Una forma es el acarreo de votantes, o traslado de personas, por parte de dirigentes políticos, al colegio electoral con el fin de que depositen el voto a su partido.
  • Compra de votos.
  • Robo de ánforas o paquetes electorales antes de que sean debidamente computados.
  • Adulteración de las actas de la elección modificando los números de sus resultados reales.
  • Sustitución de paquetes electorales, actas, etc.
  • «Embarazo de urnas», es decir, introducción de fajos de boletas previamente votadas en la urnas para inflar la votación de una candidatura, partido u opción electoral.
  • Caída de los sistemas de cómputo en red para confundir a la opinión pública y manipular los resultados electrónicamente.
  • Utilización de recursos ilícitos para aumentar el gasto de campaña y obtener ventaja ilegal en la publicidad.
  • Complicidad con funcionarios de los procesos electorales para ocultar las evidencias del fraude electoral.
  • Intervención del Gobierno, para favorecer a un candidato, partido o propuesta electoral, mediante propaganda maliciosa o ejecución de obras concretas ofrecidas por el candidato o partido al que se quiere favorecer de manera fraudulenta.
  • Control de los medios de comunicación para confundir y engañar a los electores haciéndolos creer que el resultado fraudulento es legítimo.
  • Uso de la fuerza pública contra los inconformes.
  • Manipulación de los sistemas de cómputo.
  • Soborno de las personas que cuentan los votos.
  • Voto cadena. Permite la compra de votos, el primero que entra a votar, pone otro sobre (no el autorizado, sino uno cualquiera) probablemente ese voto quedará impugnado, pero se lleva consigo el sobre válido. Luego introduce en él una boleta de su partido y lo cierra bien, luego puede organizar una cadena de votos asegurándose que son a su favor, aunque haya cuarto oscuro. A cada persona, le ofrece alguna recompensa, si trae el sobre vacío a cambio de llevarse el sobre lleno. De utilización frecuente en zonas de bajos recursos donde punteros políticos organizan la cadena.
¿Existe alguna posibilidad de fraude electoral en las próximas elecciones del 2 de Febrero?
  1.  
Todo indica que sí existe, sobre todo cuando ya se tienen algunas experiencias “sospechosas”, por decir lo menos, de las elecciones que supuestamente ganó Oscar Arias Sánchez, y los incidentes en la consulta popular para la aprobación del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Todo lo cual está ampliamente documentado, así como “la vista gorda” del Tribunal Supremo de Elecciones, en ambos casos. Sin embargo, por “la forma de ser del costarricense” las cosas quedaron allí, nadie dijo nada más, no hubo protesta ni levantamiento alguno de índole popular, y aquí paz y allá gloria.
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Aún más, el partido gobernante, que se encuentra actualmente acorralado según las últimas encuestas, no dudaría de recurrir a una artimaña como ésa, ya que lo precede una larga cadena de actos de corrupción, delictivos y reñidos con la ética, en muchísimos campos relacionados con el manejo de la cosa pública.
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¿Cuáles serían los peligros de un fraude electoral?
El primero sería el golpe mortal a la democracia costarricense, en quien ya nadie creería en adelante, excepto los que expresen con cinismo absoluto la transparencia inexistente del proceso. Luego, el desprestigio total de un Tribunal Supremo de Elecciones, de quien se dice que obedece las órdenes del PLN, o por lo menos así lo perciben muchas personas en este país, por sus actuaciones pasadas.
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En tercer lugar, que el grupo que haya sido perjudicado con estas artimañas, se levante a protestar, de forma pacífica, ordenada pero contundente, paralice el país, y la situación de le complique al actual gobierno; o que se solivianten de manera violenta, contestataria y descontrolada, con las represalias consecuentes (la Presidenta Chinchilla demostró desde el primer día de su gobierno que no le tiembla el pulso para enviar a las calles a la fuerza pública a reprimir las protestas populares) y todo se salga de control.
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En cuarto lugar, el desprestigio internacional más evidente, quedando al nivel de países como Nicaragua, en donde el partido gobernante controla todos los poderes públicos y sus actuaciones adolecen absolutamente de legitimidad, perdiéndose la autoridad moral que sustenta en cierta forma las acciones y posturas en foros internacionales.
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Y por último, el sembrar en la mente de los jóvenes y las personas de buena voluntad la desilusión y la desesperanza de poder salvar al país de las garras del mercantilismo neoliberal, a quien no le ha temblado la mano para vender a pedazos el país. Así como confirmar de manera rotunda la debilidad mental de las masas, (que generalmente caen en el engaño impulsado por los políticos, sus partidos y quienes les apoyan en espera de compensaciones económicas), si no se levantan de su postración y reclaman sus derechos.
¿Existen sistemas adecuados de administración y operaciones electorales?
El fraude abierto, así como los problemas operativos, pueden resolverse mediante buena administración supervisión, sobre todo si hay una planeación adecuada y si se desarrollan sistemas que usan mecanismos de revisión y supervisión, los cuales podrían incluir:
  • mecanismos adecuados de inventario y de control para materiales electorales - durante su entrega, almacenamiento, distribución, uso en las mesas de votación y recuperación;
  • rastreo de las papeletas mediante mecanismos tales como talones foliados durante su entrega, almacenamiento, distribución y recuperación de las mesas electorales. Verificar la cantidad de las papeletas durante la votación para asegurarse de que no falten ni sobren. En Filipinas la cantidad de papeletas se revisa cuando se entregan a los votantes y nuevamente antes de que la papeleta doblada se introduzca en la urna;
  • tener copias de la ley electoral y de los procedimientos electorales en cada mesa de votación;
  • usar sellos numerados en las urnas y asegurar que las cantidades sean anotadas por los trabajadores de las mesas, los monitores de los partidos políticos y en el registro oficial de la votación. Otros sistemas emplean mecanismos tales como el hecho de que todos los presentes firmen en la cinta adhesiva empleada para sellar la urna;
  • tener trabajadores electorales competentes y bien capacitados y una persona calificada para actuar como el funcionario electoral en jefe para cada sitio de votación que supervisa el voto, toma todos los pasos necesarios para asegurar que haya una conducta ordenada en la mesa electoral, y que asegure que la votación y el conteo en el sitio electoral sea libre y justo;
  • asegurar que el acceso a la mesa de votación esté limitado a los empleados electorales, a los observadores y monitores acreditados y a los votantes registrados. Se niega el acceso a las mesas electorales a cualquier persona cuya conducta no fomenta las elecciones libres y justas, y si es necesario, se llama a los oficiales de seguridad para sacar a los alborotadores de las instalaciones;
  • contratar empleados electorales neutrales o no partidistas. En la mayoría de los sistemas, los trabajadores electorales no son candidatos ni funcionarios de partidos políticos y no tienen autorizado portar emblemas, colores o marcas que identifiquen a partidos políticos;
  • usar un contrato de empleo escrito con los trabajadores electorales que incluya sus tareas exactas, los requisitos éticos para el trabajo (imparcialidad, honestidad, cortesía) y el sueldo para que no haya confusiones ni malos entendidos;
  • colocar a la vista del público las listas de los electores registrados antes de la jornada electoral para que los electores puedan identificar sus nombres y asegurarse de no haber sido inadvertidos o deliberadamente excluidos de las listas. Esto da a los administradores electorales tiempo de enmendar el error o los procedimientos para permitir que estos electores sean incluidos en la lista el día de la votación; y
  • colocar una mampara para la privacidad del voto en las mesas electorales.
¿Estaríamos hablando de corrupción electoral?
En un pequeño documento del IIDH se señalan algunas ideas interesantes. Se dice allí que debe entenderse por corrupción electoral todo acto o procedimiento que atente contra el legítimo y libre ejercicio del derecho de sufragio, que por lo general se traduce en una alteración y adulteración de la auténtica voluntad de los electores y en un falseamiento de los resultados electorales.
La palabra corrupción deriva del latín corruptus, que significa descomposición, podredumbre o desintegración. Modernamente y en un sentido muy general, la corrupción se puede definir como el uso ilegítimo del poder del Estado, establecido para satisfacer el interés general o bien común, con la finalidad de obtener un beneficio o provecho personal o de favorecer o perjudicar a terceros. Se trata, así, de la corrupción pública o política, de la que participan tanto agentes del Estado como los particulares. La corrupción electoral es una especie de la anterior y hermana de otra especie muy extendida y objeto de caudalosos estudios: la corrupción administrativa o burocrática.
 La corrupción electoral conspira contra la pureza del sufragio, concepto que sintetiza todas las virtudes del voto democrático, el cual descansa en dos valores fundamentales: la libertad del elector y la veracidad o fidelidad del escrutinio. Cuando quiera que se violente o manipule la libertad del elector en la expresión de sus preferencias políticas, o se adultere el cómputo de los votos válidamente depositados en las urnas, las elecciones se desnaturalizan, se desvían de su recto propósito para quedar reducidas a una farsa, a un montaje que, al limitarse a guardar simplemente algunas formas exteriores, a lo sumo cumple con otorgar una precaria legitimación al gobierno que de ellas emana.
 La corrupción electoral en un régimen democrático representativo es, siempre, una grave patología que afecta al sistema político en una de sus instituciones más sensibles: la institución del sufragio. Son múltiples los daños que la corrupción electoral puede ocasionar al sistema: entre otros, frustra la voluntad mayoritaria de los electores, perjudica los derechos legítimos de un candidato y de un partido político, corroe los hábitos en que se funda la honestidad política, genera desconfianza y apatía hacia las instituciones democráticas y, por una conjugación compleja de estos y otros factores, puede fácilmente desencadenar la dinámica conducente a una crisis de legitimidad del sistema político.
No debe confundirse corrupción electoral con delito electoral. Se discierne la corrupción no por referencia a la ley penal (como es el caso de los delitos), sino por referencia a unos valores acerca de lo que la colectividad considera que es correcto en la contienda electoral, valores cuyo reconocimiento social les hace constituir un código de ética política. En tanto que toda falta o delito electoral es transgresión de la legalidad, la corrupción electoral es transgresión de un conjunto de normas más extensas que la ley, implícitas ciertamente en la legalidad reinante, pero que están inscritos, además, en las doctrinas de cada ideología política y en un sentimiento colectivo de moralidad.
 La corrupción electoral se refiere a conductas que transgreden principios y valores desarrollados en el ámbito de la cultura política, razón por la cual la noción de corrupción electoral se encuentra más directamente relacionada con la educación y el ambiente político de cada sociedad, con sus hábitos y costumbres, que con el Derecho Positivo. Es la conciencia colectiva sobre la corrección política y el normal funcionamiento de la democracia la que sanciona determinados comportamientos como corruptos, y no la ley ni el juez.
En principio, podría parecer que el concepto de corrupción electoral pertenece exclusivamente al ámbito de la moralidad pública o colectiva, motivo por el cual las faltas únicamente son objeto de sanciones morales. En cambio, es claro que el delito electoral pertenece íntegramente al ámbito del Derecho Penal, porque se trata de una conducta tipificada como contraria a la ley penal, que es como tal enjuiciable y, en caso de demostrarse responsabilidad, desencadena la aplicación de una pena. Sin embargo, las fronteras entre estas dos nociones, corrupción electoral y delito electoral, no siempre son suficientemente claras. La no penalización de determinadas prácticas corruptas podría obedecer a un margen de tolerancia social frente a prácticas o irregularidades que se consideran hasta cierto punto benignas e inevitables y, por tanto, tolerables. Lo cierto es que no todos los fenómenos de corrupción electoral están tipificados en los ordenamientos penales. La ley penal tan solo se ocupa de algunas conductas corruptas, aquellas que ocasionan mayor daño social.
 En realidad es poco lo que la legislación penal puede hacer para reprimir la corrupción electoral. La corrupción desborda ampliamente su articulado, así este se multiplique en tipos penales y acentúe el rigor de las penas. El sistema político, que vive en una cierta ambigüedad en cuanto se refiere a las formas tradicionales de hacer política, no suele contar con la voluntad requerida para expedir estatutos draconianos en materia penal electoral, y se inclina por una actitud de tolerancia e hipocresía. De otra parte, rara vez se enjuicia a alguien por haber incurrido en un delito de naturaleza electoral.
Más eficaz en la lucha contra la corrupción electoral es toda acción que se cumpla en el cultivo de la moralidad pública y el desarrollo de la transparencia de los procesos electorales. En la lucha contra este mal podemos esperar mejores resultados de un tratamiento no penal del fenómeno, consistente en medidas tales como: educación ciudadana, mecanismos de participación democrática, procedimientos de impugnación de las elecciones ante autoridades administrativas y judiciales, aplicación de sanciones de naturaleza política (la anulación de la elección, la inhabilidad permanente para aspirar a cargos de elección popular) a los políticos que incurran en prácticas contrarias a la moralidad electoral.
Una advertencia a la ciudadanía.
Estas elecciones han resultado inéditas, con relación a los porcentajes que acumulan los partidos políticos entre las personas decididas a votar, según las encuestas publicadas, y el porcentaje de los indecisos y de los que se abstendrán. Se sospecha que cada grupo alcanza hasta un tercio del padrón electoral.  Ello permite múltiples dificultades para siquiera sospechar cuál será el resultado de las próximas elecciones. Cada quien es responsable de su propia decisión, y los demás deberemos respetarla sin chistar.
Pero todos debemos estar atentos a las posibles “jugarretas” que pudieran presentarse el día de la votación y los siguientes, y estar dispuestos a defender nuestro derecho y no permitir que las mafias que controlan algunos partidos políticos desprestigiados intenten corromper el proceso.

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