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No
es la primera disputa, ni mucho menos entre los dos estados. Tal
polémica surge ya por quincuagésima vez. Por lo demás, los españoles no
sienten culpa alguna, aun cuando los británicos reprochan
insistentemente a España de las groseras, desde su punto de vista,
violaciones de las leyes internacionales. Para Londres, por lo visto, es
sumamente importante el pedazo de tierra de 6,5 kilómetros cuadrados en
el sur de la Península Ibérica. Madrid acentúa su control en torno a
este territorio que no reconoce como tierra de ultramar de Gran Bretaña.
De suerte que también en el siglo XXI Gibraltar sigue siendo un punto
candente en el mapamundi político.
Los
funcionarios de España después de la protesta británica de ayer tan
solo se encogen de hombros. Así se comportó, en primer lugar, el titular
de Exteriores José Manuel García-Margallo, cuando se enteró de que el
embajador español en Londres fue citado con urgencia para que se le
entregara la nota de protesta. En Madrid no duda nadie: su buque
oceanográfico en las aguas territoriales de Gibraltar no tiene ningún
matiz político. Pero Londres lo considera de otra manera. No en vano el
Ministerio de Asuntos Exteriores de Gran Bretaña, preocupado por lo
ocurrido, lo calificó de una “entrada provocativa”.
El
servicio británico de estadística adujo sus datos correspondientes a
los últimos dos años: los casos de ese tipo de entradas aumentaron de
cinco a cuarenta al mes. A propósito, el tiempo para la protesta no fue
escogido casualmente, porque el ministro español se encontraba en EEUU,
acompañando al heredero de la corona hispana, el príncipe Felipe. Para
la parte española fue una sorpresa, puesto que una comisión de la UE
caracterizó ya como insignificantes las protestas anteriores de Londres y
respaldó de lleno el accionar de España que no viola leyes
internacionales y tildó de imaginadas las invectivas contra la
tripulación del Ramón Margalef. Con más razón que todos los europeos
interesados fueron avisados con antelación: el barco se dedica tan solo a
investigaciones marítimas, sin violar las leyes de ningún estado a
ambos lados del estrecho. Además, el propio Londres dio inicio al
conflicto: los británicos, de manera unilateral, construyeron un
arrecife artificial junto al Peñón. Tan solo después de esto Madrid
declaró que cobraría por el cruce de la frontera entre España y
Gibraltar cincuenta euros para ayudar a los pesqueros que sufren por las
consecuencias de esta innovación británica. De modo que las medidas que
los españoles adoptan para proteger a sus pescadores no necesitan
revisión alguna, ya que en esta parte del mundo Madrid no comete actos
ilícitos. También esta vez a las protestas de Londres Madrid, al igual
que antes, respondió sucintamente: las autoridades españolas están
siempre abiertas para el diálogo con un país que consideran su socio.
Yo
creo que ambas partes están cansadas de disputas a las que se arrastra
ya a otros países europeos. De manera que la histórica polémica que dura
ya tres centurias debe cesar por fin. España ni piensa acentuar su
control alrededor de Gibraltar, tan solo apoya allí la actividad de sus
pescadores que desde siempre viven de los frutos del mar, sin afectar
interesas de nadie. A propósito, el presidente del Gobierno español Mariano Rajoy afirma, como antes, que Gibraltar no debe seguir siendo un puesto de trasbordo de contrabando y motivo para conflictos.
–Yo
exhorto a Gran Bretaña a sentarse un día en la mesa de conversaciones
con el Gobierno español para discutir la cuestión de Gibraltar porque no
podemos aplazar siempre la solución de este importante problema
nacional.
Creo
que el conflicto entre Londres y Madrid por el Peñón tiene solución.
Ahora todas las esperanzas se fundan tan solo en la comunidad
internacional, personificada, digamos, por la UE, que pueda ayudar a
redimir la larga disputa histórica.
vs/kg/er
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.
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