http://www.resistenciahonduras.net/index.php?option=com_content&view=article&id=5914:-chevron-desprestigia-a-la-justicia-ecuatoriana-como-argumento-para-no-pagar-a-afectados-por-contaminacion&catid=91:internacionales&Itemid=256
Chevron
intenta demostrar que la justicia ecuatoriana ha empeorado desde la
llegada al poder de Rafael Correa en el país suramericano; lo hace en
Nueva York, en una demanda que impone contra los afectados amazónicos de
la contaminación en la selva ecuatoriana, a los que acusa de ser una
organización criminal que quiere extorsionar a la gigante petrolera.
Chevron
presentó el pasado 24 de octubre –a su favor- la declaración de un
exjuez ecuatoriano, Alberto Guerra, a quien la propia empresa aceptó
haber pagado por su testimonio, incluso lo reubicaron junto con su
familia en Estados Unidos, y sobre quien, el defensor de los afectados
amazónicos, Pablo Fajardo, relató que había pedido 500.000 dólares a
cambio de un testimonio favorable a la causa de los amazónicos.
El investigador y abogado de Boston Ted Folkman reflexionó al respecto
en su blog y dijo que, efectivamente, Alberto Guerra Bastidas, es “un
testigo clave, si no, acaso, el testigo clave del caso de Chevron”.
Folkman
relata que Guerra volvió a narrar su historia respecto a que la
sentencia de la ciudad de Lago Agrio no fue redactada por la instancia
judicial de la provincia de Sucumbíos, sino desde los computadores de
los abogados de los afectados. Esa sentencia obliga a Chevron a pagar
19.000 millones de dólares por compensación a los afectados, por daños
ambientales y en la salud que surgieron de su negligente operación en la
Amazonía ecuatoriana entre 1964 y 1990.
Ese
testimonio, que tiene visos de haber sido fraguado y es propiciado por
una persona “notoriamente corrupta” (dijo a Andes el defensor de los
afectados Juan Pablo Sáenz), puede ser la parte medular del argumento
que Chevron, que intenta así imponer en la corte de Nueva York que la
justicia ecuatoriana era mejor antes del gobierno de Rafael Correa.
La
petrolera intenta demostrar que el fallo de Sucumbíos tuvo injerencia
política del Gobierno Central, pero el testimonio de Guerra –lo analiza
Folkman- habla de una supuesta corrupción, que incluso de ser cierta (un
peritaje demuestra lo contrario), sería el retrato de una corrupción,
por decirlo así común y corriente y que no involucra al Gobierno.
Folkman
apunta en su blog, en el cual hay varias entradas de análisis de las
acciones de Chevron en este caso: “Mi tweet favorito sobre el testimonio
viene de @ pulvdiggity vía @ Fedcourtjunkie: “mentí antes, pero ahora
estoy del lado de una gran corporación, así que deberían creerme”.
“En
lugar de discutir el testimonio en detalle, quiero hacer la siguiente
observación: Me llamó la atención lo ordinario de la corrupción que
Guerra relata. Guerra y Zambrano habrían decidido su partido a favor de
Chevron si tan solo Chevron hubiera estado dispuesto a pagar. No había
nada claramente político en el relato de corrupción de Guerra. Era
corrupción de la clásica. Recuerden, sin embargo, que es importante para
Chevron poder sostener que los tribunales ecuatorianos cambiaron
dramáticamente para peor con los cambios políticos en Ecuador,
incluyendo la elección del presidente Correa”.
Chevron
trabó el juicio durante 10 años –originalmente impuesto en Nueva York
por los demandantes amazónicos- exigiendo que el litigio se lleve a cabo
en Sucumbíos (Ecuador) una vez que aquello sucedió, dos sentencias
culminaron en la orden de pago de 19.000 millones para reparación
ambiental.
Al no contar con bienes
embargables de la empresa en Ecuador, los demandantes están obligados a
hacer valer esta sentencia en el exterior, una acción que Chevron
intenta impedir en Estados Unidos.
“Chevron
quiere defender este argumento porque quiere explicar por qué estuvo
bien decir , durante la etapa “forum non conveniens”, que los tribunales
ecuatorianos eran lo suficientemente buenos, y luego decir, en la etapa
de reconocimiento, que los tribunales ecuatorianos son tan malos que
sus sentencias no pueden ser reconocidas. Pero si estamos hablando de
corrupción ordinaria, y no de sentencias motivadas políticamente,
entonces ¿por qué habría una razón fuerte para sostener que hubo un
cambio en el poder judicial?”, dice Folkman en su análisis.
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