Ilustración: La Voz de Rusia
Las
banderas de la comunidad LGBT aparecieron el domingo pasado en el
edificio del Senado y del Sínodo en Petersburgo. Por allí se pasaba la
ruta del fuego olímpico y correspondía al ministro de Cultura de Rusia,
Vladímir Medinski, portar la antorcha. Según las palabras de los
participantes en la acción, la comunidad gay esperaba, de esta manera, hacer llegar a Medinski la idea de que "en Rusia puedes ser perseguido por tus convicciones".
Los
activistas rusos de la LGBT, apoyados por sus colegas occidentales,
hace tiempo que intentan presionar al Gobierno. No les agrada en
absoluto la aprobada ley que prohíbe la propaganda de la homosexualidad
entre los menores de edad. Y, por cuanto estamos en las vísperas de los
Juegos de Invierno en Sochi, los han elegido como un instrumento para
presionar. En esta campaña se han involucrado tanto deportistas, como
destacados políticos occidentales. Por ejemplo, una activista de este
movimiento arcoiris, la esgrimista alemana Imke Duplitzer, considera que
los dirigentes europeos tendrían que ignorar la ceremonia inaugural de
los JJOO y otras actividades solemnes. Con anterioridad la ministra
alemana de Justicia, Sabina Sabine Leutheusser-Schn arrenberger, no
excluyó el boicot a los Juegos de Sochi, ya que “colgarle rótulos a los
homosexuales” contradice la Convención Europea de los Derechos Humanos.
También hizo un llamado a boicotear los Juegos en Sochi el conocido
escritor Stephen Fry.
Pero
los deportistas rusos de orientación sexual no tradicional están contra
el boicot a esta celebración. Semejantes llamamientos reflejan la
opinión de determinadas personas, pero no de las organizaciones,
considera el presidente de la Federación deportiva LGBT de Rusia,
Konstantín Yablotski:
–En
general, las organizaciones occidentales están contra el boicot, esto
no es una salida ni constructivo. Ya hemos tenido dos boicots en la
historia del movimiento olímpico: en los Juegos de Moscú del año 1980, y
en Los Ángeles, en 1984, así que los deportistas no tuvieron la
oportunidad de competir normalmente durante doce años. Ellos no son
culpables de lo que sucede en el país. Entre nosotros, y se lo digo con
toda sinceridad, nadie apoya el boicot. Las organizaciones
internacionales tampoco apoyan el boicot. Son determinadas personas las
que han hecho declaraciones.
Hay
que decir que tampoco entre los políticos occidentales, partidarios de
la homosexualidad, la idea de ignorar los Juegos es tan popular. De
manera tal que el ministro de Asuntos Extranjeros de Alemania, Guido
Westerwelle, un gay al
descubierto, está seguro de que la discusión misma acerca del boicot
"causará más daños que beneficios a esta causa". Este es un punto de
vista saludable. La campaña de propaganda y los intentos de desacreditar
a Rusia a la vista de la comunidad mundial casi seguro que no
conllevará a que la mayoría de los rusos asuman respetuosamente a
aquellos que han orquestado todo este escándalo. Además de que no hay
fundamentos reales para preocuparse. Moscú ha declarado, reiteradamente,
que las personas de orientación sexual no tradicional se sentirán
cómodos en los Juegos Olímpicos de Sochi. Una vez más esto fue
confirmado por el presidente de Rusia, Vladímir Putin, en un encuentro con el jefe de COI, Tomas Bach, el 28 de octubre:
–Haremos
todo lo necesario para que los participantes y los huéspedes se sientan
cómodos en los Juegos Olímpicos de Sochi, independientemente de su
nacionalidad, raza u orientación sexual.
En
general, la cuestión referente al boicot no es deportiva sino política.
Y las consecuencias de semejante solución impensada pudieran ser muy
serias para todas las partes, está convencido el vicepresidente del
Centro de Comunicaciones Estratégicas, Dmitri Abzálov:
–Yo
dudo que esto lleve a ignorar los Juegos los cuales tienen un
importante significado político social, y, a pesar de determinadas
violaciones, a Londres viajaron diferentes equipos nacionales. Si de
pronto sucede semejante boicot, se convertirá en un precedente y los
equipos nacionales dejarán de asistir a las competiciones. Así que yo
pienso que la información de fondo será en las vísperas tensa, pero no
habrá por parte de las selecciones nacionales quien ignore nada. Puede
que haya algunas acciones de protesta por parte de deportistas.
El
fondo informativo de los medios de prensa occidentales, aparte de esto,
cada vez más, se convierten en antirusos. Parecía que se habían apagado
ligeramente las pasiones alrededor de Siria, los éxitos diplomáticos de
Moscú obligaron a los críticos a callar. Pero apareció otro pretexto:
hasta la inauguración de los Juegos faltan cien días. Y ya se sabe que
en Sochi los gays serán
sometidos a una cruel discriminación. Y entonces aparece la “homofóbica”
ley, según Occidente, en el centro de la atención. Aunque en el
documento no haya ninguna homofobia. El mismo dice: Sobre la prohibición
de la propaganda homosexual entre los menores de edad. Las palabras
claves son "propaganda" y "menores de edad". Ciudadanos deportistas, ya
sean gays o lesbianas ¿A qué
vienen a los Juegos? ¿A establecer records o a dedicarse a hacer público
su modo de vida y a seducir a menores de edad? Si vienen a competir,
nada los amenaza. Si vienen a hacer propaganda, ya saben lo que dice la
Carta Olímpica: “En los objetivos Olímpicos, en los lugares donde se
llevan a cabo competencias y en otras zonas olímpicas está prohibidas
cualquier tipo de protestas o propaganda de carácter político, racial o
religioso”. Pero si a lo que vienen es a seducir, en este caso existe el
Código Penal de cualquiera de los países participantes en los JJOO. De
manera que no hay ninguna nueva prohibición en la ley rusa.
fs/lj/sm
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.
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