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En la Cumbre Iberoamericana que se celebrará a finales de la semana en Panamá se fundan grandes esperanzas en los veintidós estados miembros de la comunidad. Igor Kudrin escribe sobre las perspectivas de la consolidación de sus vínculos.
El
foro convocado en Panamá para el viernes y el sábado se presenta
oficialmente como la Cumbre Iberoamericana. Algunos expertos suponen que
sería más justo llamarlo la cumbre de la renovación y la transición.
Es verdad que casi todos los promotores de las conversaciones en los
últimos meses se muestran sumamente preocupados de su propio destino
personal. En cada uno de losveintidós países de América Latina de habla
hispana y portuguesa, en opinión de muchos expertos, el deseo de los
dirigentes es uno solo: abandonar cuanto antes el escenario político
para ceder su lugar a sus sucesores frente a un futuro impredecible y
peligroso. Aun cuando sus sucesores potenciales no se apresuran a ocupar
los altos cargos, de modo que los jefes de hoy, como antes, se ven
constreñidos a dedicarse a la difícil labor de organizar la próxima
cumbre de gran importancia.
En
especial se ve afligida la parte española que antes con frecuencia
desempeñaba un papel importantísimo en la organización y la actividad de
tales encuentros, tratando de lograr acuerdos en bien de la mayoría de
los países. El rey de España Juan Carlos ha hecho un gran aporte a la
causa común, que desde 1991 promovía importantísimas decisiones
colectivas. Pero hoy no puede continuar temporalmente la labor por su
estado de salud. Y el príncipe heredero Felipe reemplaza al padre tan
solo en ceremonias solemnes, pero no en sesiones plenarias de políticos
estatales.
Al
propio tiempo, por lo visto, será relevado el Secretario General del
foro, el mexicano Enrique Iglesias, de ochenta y tres años, que a juzgar
por todo será sustituido por la representante de Costa Rica Rebeca
Grinspan. En seguida tendrá que resolver multitud de tareas difíciles.
En primer lugar adoptar una serie de decisiones para potenciar la unidad
iberoamericana. Además de las tareas estratégicas del fortalecimiento
de la cooperación económica, la lucha conjunta contra el narcotráfico y
el terrorismo, también incluye la determinación del número, el lugar y
el tiempo de las siguientes cumbres. Es lo más probable que desde el año
que viene los encuentros de los líderes de las naciones iberoamericanas
se celebren dos veces al año, no uno como antes.
De
seguro que se propondrá para la discusión un tema de mayor importancia:
el robustecimiento de los vínculos entre América Latina y la UE. Estos
encuentros de los líderes de las naciones latinoamericanas tienen el
cometido de fortalecer la unidad de los países miembros en todas las
esferas de la cooperación, en particular propiciar la resolución del
agudo problema de la superación de la pobreza.
No
en vano el Secretario General de la comunidad Enrique Iglesias declaró:
todos los cambios perfilados en la comunidad han de servir no solo al
robustecimiento de la amistas entre los pueblos sino asimismo al
mejoramiento de su nivel de vida. Ciertamente se abordarán cuestiones de
la participación obligatoria en cada foro de todos los dirigentes de
los países de la comunidad, para que no se repita la historia de la
próxima cumbre. Pues, en la 23ª Cumbre Iberoamericana de Panamá estarán
ausentes los líderes de seis países. En cambio, una sorpresa para muchos
es la decisión del Presidente del gobierno de España Mariano Rajoy
llegar a Panamá tan solo para destacar la clara recuperación económica
de España y ratificar el carácter estratégico de las relaciones con esta
comunidad de países.
vs/lj/er
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.
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