Foto: La Voz de Rusia
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¿Podría
haberse imaginado unos cuantos años atrás, que uno de los más hermosos
palacios de San Petersburgo se convertiría en la sede de creaciones en
vivo? Pero el tiempo pasa y el arte actual amplía sus fronteras, ya
nadie se asombra de las obras de Jeff Koons o Takashi Murakami en los
salones de Versalles. Por lo que se ve, también a los museos rusos,
conocidos en primer lugar por sus colecciones de arte clásico, les ha
llegado el momento de permitir la entrada a trabajos de artistas
contemporáneos, así como acercarse a otros aspectos de la creación
artística.
El
Museo Ruso no ha temido enfrentarse a tan osado experimento. En los
marcos de la exposición de Borís Kocheishvili “Simple verano”, que se
lleva a cabo estos días, se desarrolló una performance en la cual el maestro, directamente en el salón de exposiciones, creó una nueva obra.
El
nombre de Borís Kocheishvili es bien conocido por los amantes rusos del
arte. Él exponía activamente en los años setenta; su gráfica, rebuscada
y misteriosa, atraía y seducía a los amantes del arte. Su pintura era
más suave e inteligente que la de los actualmente populares Oscar Rabin o
Vladímir Yankilevski. Pero Kocheishvili no se limitaba solamente a la
pintura, también escribía (y todavía escribe) maravillosos versos, crea
textos lacónicos como haikus vanguardistas y originales. Unas cuantas
palabras, y ahí está recreado todo un mundo, se cuenta una historia en
la cual la realidad objetiva se entrelaza con la fantasía.
En
determinado momento el pintor comprendió que el mundo gráfico
tradicional y la pintura se le habían quedado pequeños. En una ocasión,
conversando con la conocida escultora Adelaida Pológova, se quejaba de
que la vida pasaba y no iba a poder dedicarse a la escultura. Pológova
le aconsejó que se dedicara a los relieves los cuales, según su opinión,
era algo intermedio entre la pintura y la escultura. Kocheishvili
siguió su consejo, pero creó su propia técnica: aplica uniformemente
sobre una superficie plana una masa de estuco de cemento después de lo
cual, trabajando con una espátula como pincel, crea el relieve:
−Después
de que el trabajo está terminado, la obra comienza a vivir su propia
vida, nos dice el artista. Solamente después de transcurrido algún
tiempo puedo decir si el relieve quedará en blanco o si aparece la
necesidad de darle alguna tonalidad o hacerlo multicolor.
Los
visitantes del Museo Ruso han tenido la oportunidad de convertirse en
testigos del nacimiento de semejante relieve. Una hoja de madera
previamente empastada, fue cubierta uniformemente con masilla y colocada
en un caballete. Armado con una espátula, el artista se adentró en el
misterio de la creación. Todo el tiempo, mientras él trabajaba, la
curadora de la exposición, Tamara Viéjova, declamaba los versos del
artista. De vez en cuando Kocheishvili la interrumpía, para contarles a
los allí reunidos alguna historia de la vida artística o recitarles
algún poema.
A
pesar de que los espectadores observaban atentamente los movimientos
del artista, el momento en que la superficie enmasillada se convirtió en
una obra de arte, no fue percibido por todos los presentes. Parecería
que, ante ellos solo había algo deforme: líneas, rasgos, sombreados. Y
luego de dos o tres movimientos imperceptibles, el relieve, llamado por
el artista Recién casados, estaba terminado. Ahora completará la colección del Museo Ruso.
fs/sk/sm
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.
Leer más: http://spanish.ruvr.ru/2013_09_17/Los-visitantes-del-Museo-Ruso-se-convirtieron-en-testigos-de-un-performance-0130/
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