Foto: heliotherm.ru
Sin embargo, Rusia está decidida, al menos sobre el papel, a subirse al tren de las energías renovables y de la opción verde.
Hace
varios días el Ayuntamiento de Moscú anunciaba varios proyectos para
utilizar sistemas de climatización geotérmica para calentar centros
sociales y viviendas. Se trata de un programa de generalización de las
instalaciones de bombas de calor. Algo que sorprende un poco en un país
donde la energía es abundante y barata. Siempre se ha despilfarrado o
robado impunemente.
El presidente, Vladímir Putin,
en una reciente reunión con unos grupos juveniles daba pista sobre las
intenciones del gobierno: “hoy por hoy las energías alternativas existen
solo porque están subvencionadas, pero eso no significa que no haya que
desarrollarlas”.
En el caso de la Bomba de Calor, el
consistorio moscovita pretende que a largo plazo la mayor parte de los
edificios e instalaciones públicas de la ciudad pase a utilizar este
sistema. La experiencia demuestra que se trata de una alternativa muy
rentable. En lugares fríos, el gasto en calefacción es muy grande por lo
que el elevado gasto y la dificultad de su instalación (unos siete mil
euros) se amortiza en poco tiempo. Algunas ciudades del norte de Europa,
como Estocolmo, tienen calefacción y agua caliente con este sistema.
Y
no es algo nuevo, sino que está difundido ampliamente por todo el
mundo, allí donde haya un frigorífico o un aire acondicionado. Por otra
parte, el funcionamiento de estos aparatos es bastante simple ya que se
basa en extraer el calor de un sitio para trasladarlo a otro.
Evidentemente, para su funcionamiento se necesita de la aportación de
electricidad externa pero la bomba de calor hace que su consumo sea
reducido. En total, la producción total neta es mucho mayor que el
consumo.
Los modelos más modernos de bombas de calor
son muy eficientes y la electricidad que producen es más barata que la
producida por medios tradicionales. Según datos de Greenpeace, el
esquema de quemar combustible en las centrales y trasladar la energía
resultante al enchufe del consumidor es altamente ineficiente ya que por
el camino se llega a perder hasta el 50 % del total generado. Una buena
instalación de este tipo puede incluso llegar a superar en rendimiento a
las calderas autónomas de condensación de gas natural. Además,
disminuyen la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera.
Los
tipos de bombas de calor más habituales en los países fríos son las
geotérmicas, que obtienen la energía residual del subsuelo, a unos siete
metros de profundidad donde la temperatura de la tierra es estable y
oscila entre los 5 y 15 grados, dependiendo de la latitud del terreno,
aunque las hay que obtienen del agua e incluso del aire.
Otras ventajas son la sencillez de su manejo y su larga vida útil, de hasta cincuenta años…
Todo
enmarcado en esa peculiar cruzada por las energías limpias en Rusia.
Quizá un intento por alterar las pautas de comportamiento de la gente en
relación al consumo y utilización de la energía, o por darle un barniz
ecologista progresista y moderno al gobierno.
El
pasado año, la Asociación Rusa de la Energía Eólica publicó un detallado
informe con los proyectos previstos para los próximos ejercicios. La
mayor parte de los mismos se instalarán en la parte meridional europea
del país y en la región del Lejano Oriente, zonas con un déficit
energético crónico y con unas excelentes condiciones de viento. En este
sentido, el gobierno de la península de Kamchatka ya ha firmado un
contrato para la construcción de siete campos de sistemas híbridos
eólico-diesel. Según los planes del Estado, la energía eólica deberá
aportar en 2030 quince gigavatios de potencia (el 5,5 % del consumo de
electricidad del país). Hoy apenas se llega a los tres gigavatios.
A
pesar de todas las críticas, lo cierto es que las energías renovables
tienen su nicho y su razón de ser en un país donde solamente un tercio
de su territorio está abastecido por redes centralizadas de tendido
eléctrico. El resto, con una población minoritaria, pero de más de
veinte millones de habitantes, sobrevive a base de generadores
autónomos. Se trata de lugares de difícil acceso a donde el petróleo, el
gas o el carbón llegan por ferrocarril o vía marítima. La electricidad
resultante es muy cara y, además, dependiente del abastecimiento de
combustible, por lo que las energías renovables pueden ser una solución.
En este sentido, Las remotas poblaciones de la región siberiana de
Buriatia se abastecen de energía con placas solares y bombas de calor.
Esta república autónoma es una de las pioneras en la utilización de las
energías limpias. No tienen otra salida.
En el mundo
estas energías se han convertido en una fuente de polémicas. En España,
hace unos años el gobierno socialista las promocionó como si fueran la
panacea energética y una gran oportunidad de inversión. Sin embargo,
todo terminó con el pinchazo de la burbuja de unas energías renovables
demasiado caras que terminaron por arruinar a más de treinta mil
pequeños inversores. En Rusia es muy poco probable que la gente
corriente realice inversiones en este sector. Las inversiones en
industrias tecnológicas suelen estar limitadas a las grandes empresas y a
las estructuras estatales.
Las energías renovables
además de no ser competitivas, son innecesarias en el marco de uno de
los países con más variedad de recursos energéticos del mundo y que en
2013 tendrá un excedente total de energía eléctrica del 2 %, a pesar del
aumento constante en el consumo total de la misma que se viene
registrando durante los últimos años y del considerable volumen de
exportación que en 2012 alcanzo los dieciocho mil millones de kilovatos
por hora.
Empero las directrices son claras: Rusia
debe equipararse a los países más desarrollados en este sector. Unos
planes del gobierno con unas dotaciones presupuestarias y unas ventajas
fiscales que han hecho brotar prácticamente de la nada todo un
incipiente pero pujante mercado. La burbuja de las energías renovables
también comienza a hincharse en Rusia. Mientras tanto, la principal
fuente de energía renovable, la red hidroeléctrica de Rusia no se
potencia ni se moderniza, a pesar de las continuas quejas del primer
ministro de que los magnates rusos no invierten su dinero en el sector.
Probablemente sea porque construir una presa es mucho más costoso,
arriesgado y menos rentable a corto plazo que poner en marcha una planta
de paneles solares.
En cualquier caso, iniciativas
como la de las bombas de calor tienen un claro impacto positivo en el
medioambiente y una imagen de modernidad del país. Sin embargo, la
conciencia ecologista rusa aún está en pañales y todavía resulta muy
chocante ver semáforos y señales urbanas alimentadas por energía solar…
pero sobre todo la imagen de un monolito en medio de un frondoso parque,
rodeado de árboles, coronado con una placa solar y con un escueto
letrero “Wi-Fi”.
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