Cuando
la encontraron tenía las manos sangradas, sus uñas partidas, casi
arrancadas, llenas de arenas y de piedrecillas. Los dos esqueletitos de
sus niños aun estaban calentitos en el refajo de manta. La mirada de la
india daba cuenta de la agonía que precedió a la
muerte.
Había
llegado al medio día bajo un sol quemante, achicharrador. Los dos
cuerpecitos de sus hijos metidos en el zarape, en el viejo y único
refajo de manta con que se cubría del frío en los amaneceres
tempestuosos de aquel lugar inhóspito al que la conquista la había
tirado. El talpetate tenía las marcas que eran como las de un roedor
hambriento tratando de abrir camino en medio de la roca. No buscaba
comida, buscaba un poquito de tierra donde sepultar a sus deudos. Sus
ojos idos y difuntos de alegría aun marcaban la desesperación de los
últimos momentos de su anti vida.
Quinientos
dieciocho años antes había sido la dueña de palacios arquitectónicos
desafiantes y de una cultura de paz y comunidad como nunca la historia
había conocido; pero había perdido una guerra que ella jamás había
iniciado ni causado y dicha pérdida la había empujado a la soledad del
pedregal donde medio vivió y murió por tanto tiempo.
El
hosco talpetate de lengüeperro tenía las huellas sanguíneas de alguien
que desesperadamente buscaba tierra, de alguien que quería regresar con
los suyos, de alguien que había perdido la voluntad de seguir luchando
por lo imposible y la muerte era el único camino hacia la liberación.
Dos días antes había llorado como leona herida al ver que sus mamas no
podían dar ni una gota de leche a sus cachorros. Había perdido la
habilidad de caminar y la facultad de defenderse de la intemperie y para
llegar al lugar donde trató de enterrar
a sus niños había hecho un esfuerzo sobrehumano. Antes de tomar la
decisión de lanzarse al vacío, besó a sus hijos y los bendijo en nombre
del maíz, le pidió a la Pachamama que los recibiera con los brazos
abiertos y en un rito eterno maldijo a los invasores, después como
águila desplumada abrazo a sus esqueletitos y no volvió a ver atrás.
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