© Collage: La Voz de Rusia
En marzo, periodistas del The Guardian
relataron sobre la base de los materiales de Manning, los denominados
Apuntes de la guerra en Iraq, como con el dinero del ejército de EEUU,
sus instructores preparaban destacamentos especiales de la policía
iraquí. Los periodistas los bautizaron escuadrones de la muerte. ¿Por qué?
Este
término fue empleado por primera vez en la década del 30 del siglo
pasado, con respecto a los destacamentos de “la guardia de hierro” de
Rumanía. Ellos amedrentaban masivamente y asesinaban a sus adversarios
políticos. Pero, los escuadrones de la muerte
cobraron triste fama mayor en las décadas del 70 y del 80, cuando
agrupaciones de ese tipo iban a ser creadas en muchos países de América
Latina. En algunos, con la ayuda generosa del exterior. En EEUU se supo
en sus días que, en El Salvador y Honduras, tales destacamentos fueron
creados, financiados y entrenados por asesores militares norteamericanos
y la CIA. En suma, vino el escándalo y la reducción de la ayuda de EEUU
a esos países. Pero, los escuadrones
han continuado operando también en nuestro siglo. Es cierto que sus
organizadores no llegaron a alcanzar sus metas, pues, a quienes
combatían devinieron o se aprestan a ser presidentes.
Por
ejemplo, Mauricio Funes, presidente del Salvador, en 2009 era el
representante del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Y
en Honduras, el expresidente Manuel Zelaya, quien abandonara en sus días
el país, amenazado de violencia física, regresó a la patria y es el
candidato principal a la presidencia. Al parecer, en el siglo XXI han
resultado ineficaces, para poner el orden necesario, las redadas
nocturnas, los campamentos de selección de prisioneros, las represiones
extrajudiciales, las torturas y asesinatos. ¿Es necesario buscar nuevos
métodos?
A juzgar por las revelaciones de Manning y The Guardian,
de momento no están buscando. Después de que en Iraq los conflictos
armados de las comunidades religiosas comenzaran, hacia el 2006, a
amenazar con el estallido de una guerra civil, en el ejército y en la
policía, con la asistencia de asesores estadounidenses y “la experiencia
salvadoreña”, fueron creados destacamentos especiales para poner orden
definitivo en el país. Ya en 2008, el teniente coronel en retiro Roger
Carstens, asesor del grupo antiterrorista iraquí, declaraba a la revista
The Nation que las unidades
especiales de EEUU “habían creado la fuerza más poderosa en la región”. Y
en realidad, en 2006, solo su estructura contaba unos seis mil hombres.
Sus métodos de trabajo no diferían de los “salvadoreños”. Carstens
explicaba que, “lo único que desean estos muchachos es dar muerte día y
noche a los “chicos malos”. Y el resultado de aquello ha sido que, al
mes se encuentran hasta unos tres mil cadáveres de “chicos malos”.
Comenzaron las protestas masivas, las investigaciones y la disolución de
los escuadrones. Los expertos afirman que las torturas, los asesinatos
clandestinos y los amedrentamientos masivos de la población por los
destacamentos especiales de la policía y del ejército no hicieron más
que acelerar el estallido en el país de una guerra civil en gran escala.
Y más adelante peor. Pues, ya en mayo de ese año, el presidente de Iraq
anunció que no permitirá la creación en el país de agrupaciones
paramilitares religiosas para la protección de la ciudadanía. Pero, ya
en julio habían surgido. Y qué hacer: todos los días perecen en Iraq
decenas de personas y el programa de creación en el país de una policía
eficaz fracasó rotundamente.
Afganistán. Allí, los
norteamericanos, con problemas parecidos de seguridad, insistieron en la
creación de destacamentos policiales de entre habitantes locales para
el trabajo en las regiones donde escasean las tropas de la OTAN y las
fuerzas regulares afganas. La idea no es nueva: en la historia del país,
tales destacamentos son conocidos como milicia.
Ellos tuvieron éxito, aunque se presentaron muchos ejemplos de saqueos,
de extorsiones y de violencia contra los paisanos. Pero ahora tienen un
nuevo nombre, de “policía local” (Afghan Local Police, ALP). Los
cuadros profesionales, que para 2013 suman diecinueve mil quinientos
hombres, son preparados por instructores de las fuerzas de operaciones
especiales de EEUU. Ahora bien, ¿se ha logrado estabilizar la situación?
No,
todo es como antes. El 8 de junio de este año fue anunciado que en
Kandahar había sido arrestado el “traductor” afgano Zakaria Kandahari,
quien trabajaba en la base de la policía local de la localidad de Nerkh,
de la provincia de Wardak. El sujeto es acusado de torturas y de
asesinato de civiles. No lejos de la base misma fue encontrada una fosa
común de, supuestamente, ciudadanos que habían desaparecido en diciembre
de 2012. Ya a fines de febrero, debido a los reclamos incesantes contra
las acciones de tales destacamentos, el presidente Hamid Karzai,
exigió, incluso, retirar de la provincia a las unidades de fuerzas
especiales de EEUU. Y es que, desde allí se lanzan casi todos los
ataques terroristas contra Kabul. La retirada de las fuerzas especiales
habría significado el agravamiento de la situación en la provincia y en
la capital. Por lo demás, ella estaba ya agravada. La milicia, bautizada
oficiosamente “escuadrones de la muerte” es temida no solo en Wardak.
Así las cosas, Kabul obtuvo, en lugar de estabilidad, el enfurecimiento y
las manifestaciones masivas de la población local. Por consiguiente, la
intensificación de las posiciones de los enemigos del poder. Todo, como
en Honduras y en Iraq.
La eliminación de intransigentes
y de los enemigos peligrosos del Estado es un componente inevitable del
trabajo de las fuerzas de operaciones especiales y de los servicios
secretos. Pero, constituyen una tarea huera los intentos de resolver los
problemas de la seguridad no con el bisturí, sino con el hacha, la
creación de agrupaciones de muchos millares, investidos con facultades
especiales y una responsabilidad mínima, en la esperanza de que sean
capaces de romper los nudos de conflictos multiseculares. Así ocurrió en
América Latina, y es evidente que en Iraq y en Afganistán.
sb/as
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