El pasado 28 de
junio del 2013, se cumplió cuatro años del
golpe de Estado en contra del Presidente Manuel Zelaya
Rosales. Bajo el pretexto de combatir la consulta de la
Cuarta Urna, la oligarquía del bipartidismo, junto a
la Iglesia y los sectores más reaccionarios, se
confabularon para propinar un golpe de Estado, de
naturaleza preventiva, con el objetivo de frenar la
dinámica de las luchas sociales que ponían en
peligro el antidemocrático régimen
bipartidista.
Antes del golpe de
Estado del año 2009, las luchas sociales en Honduras
venían en ascenso. Pero el golpe de Estado, en vez de
paralizar esa dinámica, generalizó la lucha
en defensa de las libertades democráticas. La unidad
de acción democrática contra el golpe de
Estado, dio origen al Frente Nacional de
Resistencia Popular (FNRP), la herramienta de
lucha más importante desde la huelga bananera de
1954. El sector más beligerante de la Resistencia
fue, sin lugar a dudas, el magisterio.
Se produjeron
enormes marchas y expresiones de descontento popular. El
golpe de Estado, contradictoriamente, abrió una
situación revolucionaria en Honduras. A pesar de las
movilizaciones, el gobierno de Micheletti no fue derrotado
por las vacilaciones de la conducción del FNRP y del
propio expresidente Zelaya, quienes priorizaron las
negociaciones políticas por encima de la
movilización. El resultado fueron las
engañosas e inútiles negociaciones del Dialogo
Guaymuras, que terminaron oxigenando al gobierno
golpista.
Después, el
ilegitimo gobierno de Porfirio Lobo vino a rematar la tarea
que comenzaron los golpistas. Desde entonces, mucha agua ha
corrido por el río. La represión, abierta y
encubierta, ha ido acompañada de la abolición
de enormes conquistas laborales y sociales, por parte del
régimen heredero del golpe de Estado. Se registran
más de 300 asesinatos de activistas del
FNRP.
Los golpistas
aprovecharon el momento para saquear el bolsillo de los
trabajadores y de la clase media. La devaluación
paulatina del lempira y varios paquetes fiscales vinieron a
mermar la ya raquítica economía de la familia
hondureña, produciendo cansancio y abatimiento en el
movimiento de masas de la Resistencia. Para finales del
año 2010 se produjo una situación de
retroceso en las luchas. Esta situación adversa fue
aprovechada por el gobierno de Lobo para imponer una
negociación tramposa y en Mayo del 2011 se firmaron
los Acuerdos de Cartagena.
Entre el
Acuerdo de Guaymuras y los Acuerdos
de Cartagena se produjo un proceso de
degeneración política del FNRP, que se
reflejaba en decisiones burocráticas y asambleas en
que se imponía las decisiones del expresidente
Manuel Zelaya. Con la dirigencia sindical a su favor y el
prestigio obtenido internacionalmente, éste
terminó imponiendo su política conciliadora
que le permitió regresar al país y convertir
al FNRP en la base del partido Libertad y Refundación
(Libre).
La firma de los
Acuerdos de Cartagena fue el punto de
inflexión de la lucha revolucionaria. El descontento
social ha sido canalizado hacia la lucha electoral. LIBRE ha
generado expectativas e ilusiones democráticas en el
pueblo hondureño, se ha convertido en una formidable
fuerza electoral de masas que, según las encuestas,
puede ganar las próximas elecciones generales. El
problema es que LIBRE se fortaleció a costa de
enterrar la revolución, y de abandonar la idea de
imponer la Asamblea Nacional Constituyente desde la
movilización popular. Ganancia doble para los
golpistas.
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