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por David Karvala
Miércoles, 05 de Diciembre de 2012 02:17
El último ataque israelí contra Gaza dejó más de 150 personas
muertas, casi todas palestinas y la mayoría de ellas civiles. Este
artículo analiza los motivos de la agresión y de la frágil tregua, así
como la salida del conflicto. [TAMBÉ EN CATALÀ]
Siempre se debate quién es el
responsable de una guerra, pero es un hecho que el pasado 14 de
noviembre, Israel destrozó con un misil el coche del jefe militar de
Hamas, Ahmad al-Jabari.
Con este acto —que en cualquier otro
contexto se llamaría terrorista— Israel rompió la tregua existente.
Hamas respondió con cohetes más potentes que nunca, que llegaron hasta
Tel Aviv. Aún así, y como siempre, las armas occidentales de Israel
fueron más sofisticadas y más mortíferas; el recuento final de bajas
reprodujo la desproporción de siempre entre israelíes y árabes.
Durante unos días, el ejército israelí
se amontonó en la frontera de Gaza, y pareció que se iba a reproducir la
invasión de 2009, cuando unos 1.400 palestinos murieron. Pero no fue
así. El nuevo gobierno egipcio, de los Hermanos Musulmanes, realizó una
visita oficial a Gaza y más tarde persiguió el fin de los ataques. Más
sorprendente fue Obama: sin abandonar el tradicional apoyo
estadounidense a Israel, pidió contención a Tel Aviv y negociaciones.
Para entender lo ocurrido, necesitamos una visión tanto histórica como
internacional.
Israel: aliado eterno del imperialismo
El movimiento sionista, que surgió a
finales del siglo XIX con el objetivo de crear un estado puramente
judío, siempre ha buscado amigos imperialistas. Durante mucho tiempo,
miró hacia Gran Bretaña. Cuando se creó Israel en 1948, los sionistas
recibieron armas del bloque soviético para llevar a cabo la limpieza
étnica de la población palestina.
La guerra de 1967, en la que Israel
humilló en seis días a los ejércitos de los corruptos regímenes árabes,
convenció a EEUU del valor de Israel como aliado. Así se inició la
fuerte relación, basada en intereses compartidos, no en una hipotética
gran influencia judía en EEUU, que pervive hasta hoy.
Los siguientes años vieron el auge de la
lucha guerrillera palestina, con secuestros de aviones, entre otras
acciones. Se trataba muchas veces de gente heroica, pero con una
estrategia incapaz de ganar; unos individuos con bombas y Kalashnikovs
no podían derrotar al estado más fuerte de la región.
El problema fue sobre todo político. La
Organización para la Liberación de Palestina (OLP) no fue capaz de
movilizar a la población palestina, y aún menos a los millones de
personas trabajadoras de la región. La OLP buscó aliarse con los
dictadores árabes, no con la gente trabajadora a la que éstos oprimían.
La situación empezó a cambiar en 1987,
con la primera Intifada, en la que la propia población palestina de Gaza
y Cisjordania se levantó contra la ocupación. La dirección de la OLP en
el extranjero tuvo una escasa influencia en la Intifada, pero la
utilizó para impulsar negociaciones con el Estado israelí. En 1991 se
abrió el “proceso de paz” que ha continuado de manera intermitente desde
entonces, sin producir ningún avance cualitativo para el pueblo
palestino. La frustración ante la ausencia de mejoras contribuyó a
desatar en 2000 la segunda Intifada.
La lucha internacional
Aquel año trajo otros cambios
importantes en la región. En mayo de 2000, Israel fue expulsado del sur
del Líbano por la resistencia popular, impulsada principalmente por
Hezbolá. El fin de la ocupación, que duraba desde 1982, hizo añicos la
imagen de invencibilidad del ejército israelí; ocurriría lo mismo con su
nuevo intento de invasión en 2006.
Asimismo, las invasiones de Afganistán
en 2001 y de Irak en 2003 fueron tomadas por algunos como una muestra de
que EEUU era “todo poderoso”. En realidad, su incapacidad para
controlar estos países, frente a la resistencia desatada por la
ocupación, se convirtió en otra muestra de los límites del poder
occidental.
Mientras tanto, Egipto, colaborador
imprescindible en la opresión del pueblo palestino— había tomado el
camino que llevaría a Tahrir. Las inéditas protestas callejeras en
solidaridad con la segunda Intifada, y luego contra la guerra de Irak,
dieron confianza a la clase trabajadora; en 2006 se inició la ola de
luchas obreras que contribuyó a la revolución de 2011 y que continúa
hasta hoy.
La caída de Mubarak, en febrero de 2011,
y el proceso de revoluciones árabes en general han cambiado la
situación. Lo que provoca confusión es que este cambio es contradictorio
y desigual. El nuevo gobierno egipcio, de los Hermanos Musulmanes,
sigue siendo un gobierno neoliberal de derechas, igual que Mubarak. La
diferencia es que al llegar al poder gracias a la revolución, la gente
le exige cambios.
Una invasión terrestre de Gaza por parte
de Israel habría provocado una explosión en Egipto; incluso sus propias
bases habrían exigido al presidente islamista, Mohamed Mursi, medidas
de solidaridad con el pueblo palestino, sin excluir el uso de las armas.
Mursi dice que apoya a los palestinos, pero no tiene el menor deseo de
romper con EEUU. Lo mismo se aplica al rey de Jordania; hasta ahora ha
sobrevivido a la ola de revoluciones, pero la rabia popular contra una
nueva matanza israelí podría provocar su caída.
Los dirigentes estadounidenses no son
tontos; entienden la situación. La presión desde el Cairo y Washington a
favor de una tregua puede dar la impresión de un arreglo en los
pasillos del poder. En realidad, el motor de cambio es la lucha social
en los países árabes.
Solidaridad con Palestina
En Europa nos toca movilizar la
solidaridad con el pueblo palestino, sobre todo impulsando la creciente
campaña de boicot, desinversión y sanciones al Estado israelí (ver la
entrevista a Omar Barghouti, miembro fundador del movimiento BDS, en el
Periódico En lucha de noviembre de 2012).
Pero la clave para la liberación de
Palestina serán las revoluciones árabes: en Egipto, en Jordania, cuando
estalle, y en otros países, incluyendo a Siria. Se equivocan las
personas que prefieren la dictadura de los Assad, que llevan más de 40
años garantizando la estabilidad en la frontera noroeste del Estado
israelí, a la lucha popular del pueblo sirio.
La clave en esta lucha, como en todas, no es la acción de unas pocas personas dirigentes, sino la movilización de masas.
David Karvala (@davidkarvala) es militante de En lluita / En lucha Artículo publicado en el Periódico En lucha / Diari En lluita
http://enlucha.org/site/?q=node/18025
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