http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/22581-%C2%BFpor-qu%C3%A9-cay%C3%B3-lugo?-la-conexi%C3%B3n-de-los-agronegocios.html
por Atilio Borón
Domingo, 24 de Junio de 2012 03:47
El Congreso del Paraguay consumó este viernes uno de los fraudes más
descarados de la historia política latinoamericana: destituyó, en un
juicio sumarísimo que se asemejó mucho más a un linchamiento político
que a un proceso constitucional, al presidente Fernando Lugo.
Con una rapidez proporcional a su
ilegitimidad, el Senado más corrupto de las Américas -¡y eso es mucho
decir!- lo halló culpable de "mal desempeño" de sus funciones debido a
las muertes ocurridas en el desalojo de una finca en Curuguaty. Esa
masacre fue una trampa montada por una derecha que desde que Lugo
asumiera el poder estaba esperando el momento propicio para acabar con
un régimen que, pese a no haber afectado a sus intereses, abría un
espacio para la protesta social y la organización popular incompatible
con su dominación de clase. El eterno deshonor de ser el conductor de
este golpe institucional, que imita al perpetrado en contra de Mel
Zelaya en Honduras (con la salvedad de la operación comando mediante el
cual este fuera sacado de su casa a punta de bayonetas) le correspondió
al señor Aldo Zucolillo, director y propietario del diario ABC Color y
encumbrado dirigente de la Sociedad Interamericana de Prensa, la
siniestra SIP. Ese personaje de marras -un hijo putativo del
strossnismo- es al igual que varios de sus congéneres en el resto de la
región un inescrupuloso empresario que fomenta sus negocios al amparo de
la “libertad de prensa” y de un inverosímil “periodismo independiente”,
taparrabos que no alcanza a ocultar al torvo empresario que, como
lo demuestra el economista paraguayo
Idilio Méndez Grimaldi, es el “socio principal en Paraguay de Cargill,
una de las transnacionales más grandes del agronegocios en el mundo.” El
ABC Color lanzó una intensa campaña previa al golpe de estado,
preparando el clima político que hizo posible el rapidísimo linchamiento
político de Lugo. El protagonismo de Cargill y Monsanto en el
democracidio perpetrado en Paraguay es escandaloso Ofreciendo una
radiografía del saqueo sistemático al que ha sido sometido ese país el
economista paraguayo Méndez Grimaldi sostiene que “las transnacionales
del agronegocio en Paraguay prácticamente no pagan impuestos, mediante
la férrea protección que tienen en el Congreso, dominado por la derecha.
La presión tributaria en Paraguay es apenas del 13% sobre el PIB. El 60
% del impuesto recaudado por el Estado paraguayo es el Impuesto al
Valor Agregado, IVA. Los latifundistas no pagan impuestos. El impuesto
inmobiliario representa apenas el 0,04% de la presión tributaria, unos 5
millones de dólares, según un estudio del Banco Mundial aún cuando el
agronegocio produce rentas en torno al 30 % del PIB, que representan
unos 6.000 millones de dólares anuales. ... . El 85 por ciento de las
tierras, unas 30 millones de hectáreas, está en manos del 2 por ciento
de propietarios.”
En un capitalismo de estas
características, donde la prebenda y el soborno constituyen el motor de
la acumulación del capital, era poco probable que Lugo pudiera
estabilizarse en el poder sin construir una poderosa base social de
sustentación. Sin embargo, pese a las advertencias de numerosos aliados
dentro y fuera de Paraguay el derrocado presidente no se abocó a la
tarea de consolidar la multitudinaria pero heterogénea fuerza social que
con gran entusiasmo lo elevara a la presidencia en Agosto del 2008. Su
gravitación en el Congreso era mínima (sólo 4 senadores se opusieron al
golpe parlamentario) y en Diputados no tenía mucho más. Sólo la
capacidad de movilización que pudiera demostrar en las calles era lo que
podía conferirle gobernabilidad a su gestión y desalentar a sus
enconados enemigos. Pero se resistió tercamente a ello pese a la
predisposición de amplios sectores dentro de Paraguay y al muy favorable
entorno de mandatarios amigos que gobernaban en la región y que estaban
dispuestos a acompañarlo en la empresa. Pero no lo entendió así y a lo
largo de su mandato se sucedieron continuas concesiones a la derecha,
ignorando que por más que se la favoreciera ésta jamás iría a aceptar su
presidencia como legítima. Gestos concesivos hacia la corrupta
oligarquía paraguaya lo único que lograron fue envalentonarla, no
apaciguar la virulencia de su oposición.
Pese a esas defecciones Lugo no dejó de
ser considerado como un intruso molesto, por más que promulgara, en vez
de vetarlas, las leyes antiterroristas que, a pedido de “la Embajada”
-otro protagonista decisivo de su caída, junto a las transnacionales del
agronegocios y los oligarcas locales- aprobaba la banda que dominaba el
Congreso. Una derecha que, por supuesto, siempre actuó hermanada con
Washington para impedir, entre otras cosas, el ingreso de Venezuela al
Mercosur. Prueba de ello es que una de las primeras declaraciones que
hizo su ilegítimo sucesor, Federico Franco, fue asegurarle a la Casa
Blanca que el Senado paraguayo no votará el ingreso de los bolivarianos
al Mercosur. Lo que el usurpador no sospecha es que hay altas
probabilidades de que sea su país el que se vaya a quedar fuera del
Mercosur, la UNASUR y otras organizaciones regionales.
Tarde se dio cuenta Lugo de lo poco
democrática que era la institucionalidad del estado capitalista, que lo
destituyó en un tragicómico simulacro de juicio político violando
impunemente todas las normas del debido proceso. Y mal reaccionó al
convalidar con su actitud de monacal obediencia la monstruosidad
jurídica perpetrada en su contra, actuando más como un obispo que
perdona un pecado venial cometido por un humilde feligrés que como un
presidente popular despojado de su cargo por una gavilla de saqueadores.
¿Por qué no convocó al pueblo a resistir, rodeando con una muralla
humana el edificio del Congreso para frustrar el golpe de estado? Una
lección para todos los pueblos de América Latina y el Caribe: sólo la
movilización y organización popular puede garantizar la estabilidad de
gobiernos interesados en impulsar un proyecto de transformación social,
por más moderado y contemporizador que sea su afán reformista, como fue
el caso de Lugo. La oligarquía y el imperialismo jamás cesan de
conspirar y actuar, y si a veces parece que están resignados ante el
avance de un gobierno instalado por una mayoría popular, esta apariencia
es engañosa, más ilusoria de real, como se acaba de comprobar una vez
más en el sufrido país hermano del Paraguay.
No hay comentarios:
Publicar un comentario