“El
asedio nazi a Leningrado todavía es sagrado en Rusia” es el título de
una nota de Elena Vicéns [EV] en el global-imperial del pasado miércoles
[1]. Antes de entrar en materia: ¿todavía?, ¿por qué “todavía”? ¿Asunto
sagrado?, ¿no debería serlo? ¿Están anclados en el pasado jurásico los
ciudadanos rusos? ¿No son suficientemente posmodernos?
El asunto del escrito. “¿No habría sido mejor entregar Leningrado para
salvar a cientos de miles de vidas?” Esta era la única pregunta, señala
la autora, de una encuesta que el canal Dozhd (Lluvia) colgó en su
página -¡qué geniales! ¡qué publicista-sociólogo tan pero que tan
agudo!- en vísperas de la conmemoración del 70 aniversario del fin del
asedio nazi a Leningrado, uno de los episodios más trágicos de la
Segunda Guerra Mundial. Sucintamente: el bloqueo —900 días, desde el 8
de septiembre de 1941 hasta el 27 de enero de 1944— “costó la vida a más
de un millón de personas, principalmente niños, mujeres y ancianos que
murieron de hambre, frío y en los ataques aéreos diarios”.
Los sobrevivientes de los acontecimientos [2] “se sintieron ofendidos
por la encuesta, así como también muchas otras personas, que
bombardearon al canal con reacciones críticas, por considerar que la
pregunta, además de ser inadecuada, era un insulto a la memoria de las
víctimas del nazismo”. Parece razonable la indignación. ¿O no lo es?
¿Cosas de viejos quisquillosos?
Ante la avalancha
de críticas, el canal optó por eliminar la polémica pregunta de su
página y el redactor jefe pidió perdón. Pero ya era tarde comenta EV:
“el escándalo se había extendido por la blogoesfera rusa, comenzaron a
protestar políticos y autoridades, lo que finalmente derivó en un acoso
del canal y en su retiro del paquete de televisión por cable de algunas
importantes compañías rusas”. Item más: “los diputados de la Duma,
indignados por lo que calificaron de “intento de rehabilitación del
nazismo”, condenaron la “conducta blasfema e insultante” del canal y
manifestaron su intención de aprobar una ley especial para condenar y
castigar a quienes enlodan “la memoria de los acontecimientos de la Gran
Guerra Patria”.
Daniil Granin, lo recuerda EV, un
escritor “que luchó como voluntario en el frente de Leningrado y después
escribió uno de los libros más escalofriantes y despiadados sobre el
asedio”, relataba en el Bundestag el pasado 27 de enero, el Día
Internacional de la Memoria del Holocausto [3], los horrores que
vivieron los ciudadanos soviéticos en la ciudad: “Una mujer pierde a su
hijo, quien muere de hambre. Tenía tres años. Coloca el cadáver entre
las ventanas, hace mucho frío. Y cada día corta un trocito para
alimentar a su hija y salvarla aunque sea a ella. La hija tenía 12 años y
no lo sabía. La madre no se permitió ni morir ni volverse loca. La niña
sobrevivió. Hablé con ella. Lo supo todo después de muchos años.
¿Podéis imaginarse en lo que se había convertido la vida de los
asediados?”.
No, seguramente no. Algo podemos intuir.
Granin siguió con su relato. El ejército alemán “sin grandes esfuerzos,
en condiciones bastante confortables, esperaba que el hambre y el frío
forzaran a la ciudad a capitular... Hacían la guerra no con armas, sino
con la ayuda de la hambruna, la artillería de largo alcance, los
bombardeos”. No sólo eso. “Eliminaban a civiles indefensos, que no eran
capaces de participar en ese duelo”. “Eso es nazismo en su manifestación
más asquerosa”, señaló Granin. El silencio en el Bundestag fue total.
(El paso anterior, el relato de Granin, no aparece en la edición
impresa. ¿Censura escrita en el global-imperial? No, por favor. ¿Falta
de espacio para la publicidad o para incluir en la parte superior de la
noticia una fotografía absolutamente prescindible? No se sabe.)
No es de extrañar, afirma razonablemente EV, “la reacción crítica de
muchos rusos ante la encuesta”. Resultan extrañas, en cambio, sostiene,
“las acciones que decidieron emprender, sin ninguna base jurídica,
algunas autoridades televisivas. Así, el presidente de la Asociación de
TV por Cable, Yuri Pripachkin, se pronunció por penalizar el canal y
desconectarlo de las redes, cosa que algunos proveedores de internet y
televisión digital se apresuraron a cumplir”. El viceministro de
comunicaciones ruso, Alexéi Volin, propuso al propietario del canal
despedir a los autores de la encuesta por “idiotas”. La Asamblea
Legislativa de “San Petersburgo” se propuso estudiar posibles sanciones,
incluso el cierre del canal.
Empero, Roskomnadzor,
la agencia supervisora de los medios de información rusa, facultada,
sostiene EV, para tomar medidas para censurarlos, “ni siquiera ha hecho
al canal una advertencia oficial, que, de efectuarse, sí podría servir
de pretexto para su cierre. Esta actitud del órgano supervisor es
interpretada como un apoyo indirecto a Dozhd”. Más aún. En defensa
directa del canal intervino el Consejo de Defensa de Derechos Humanos
(CDDH) adjunto a la presidencia: “pidió a la fiscalía intervenir ante la
desconexión injustificada del canal que han hecho algunas compañías de
TV por cable”. La actual presidenta del Consejo de la Federación y ex
alcaldesa de la ciudad, Valentina Matviyenko, “intentó calmar la
histeria en torno a la desafortunada encuesta y se pronunció en contra
del cierre de Dozhd”. E. Masiuk, de la comisión de libertad de expresión
y derechos de periodistas en el CDDH, considera que la reacción a la
encuesta ha sido desproporcionada. Lo más grave según sus críticos,
matiza EV en un alarde de reflexión filosófica de altos vuelos, “es que
la pregunta está mal formulada desde un punto de vista ético, ya que una
respuesta negativa equivaldría a una aprobación encubierta de las miles
de víctimas leningradenses del nazismo”. ¡Qué sensibilidad poliética!
Lo mejor en todo caso para el final. “Pero no hay mal que por bien no
venga, y el escándalo en torno a Dozhd ha levantado una ola de interés
sobre los detalles de la historia del bloqueo de Leningrado y provocado
una animada discusión sobre el derecho a hacer preguntas molestas.” ¿Tal
cual lo copio? Tal cual. ¿Es eso lo que enseñan en las actuales
escuelas de periodismo? ¿Estudiaría EV en la escuela de El País?
¿Es tan difícil señalar otras preguntas y consideraciones? Más allá del
evidente agravio a tantas y tantas víctimas, a centenares de miles,
¿por qué hay que presuponer un escenario de entrega más confortable?,
¿quién puede asegurar que los nazis no hubieran asesinado a miles y
miles de ciudadanos y ciudadanas una vez hubieran ocupado la ciudad tras
su rendición? ¿Estamos hablando de permitir que el nazismo triunfara en
la ex Unión Soviética sin resistencia? ¿Es esta la cuestión? ¿Valoramos
adecuadamente la decisiva importancia que tuvo la resistencia casi
sobrehumana del pueblo soviético en el resultado de la Segunda Guerra?
¿Nos imaginamos qué hubiera sido de Europa si la URSS hubiera caído en
manos de la Alemania hitleriana? ¿No estamos bordeando las aguas del más
infame revisionismo histórico? ¿No hay mucho de banal, estúpido, infame
e insultante en la pregunta de marras?
¿Hay que censurar entonces? No, nada de eso. Hay que vomitar.
Notas:
[1] Elena Vicéns, “El asedio nazi a Leningrado todavía es sagrado en Rusia”. El País, 5 de febrero de 2014, p. 6
[2] Cada 27 de enero se reúnen y van al cementerio a colocar en las
tumbas “no ramos de flores, sino caramelos, galletas y pan seco como
símbolos del hambre.”
[3] Auschwitz fue liberado ese día por las tropas del Ejército Rojo.
Rebelión
ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una
licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en
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