Junto a
Hitler, en el gobierno alemán se encontraba Jossef Goebbels, Ministro de
Propaganda y máximo responsable de inculcar en el pueblo alemán el sueño del
nazismo: un pueblo de raza pura viviendo en la Gran Alemania, un país con un
gran espacio vital; pero una parte de este espacio vital -un territorio al este
de Alemania, que era en realidad mucho más grande que la misma Alemania-
aún debía ser conquistada e incorporada a la nación alemana. Ya en 1925, en el
libro ”Mein Kampf”, Hitler había señalado que el progreso territorial de
Alemania se daría a costa de Rusia, mediante la expanción hacia el este ((1));
Ucrania y otras regiones del Este de Europa serían tomadas por la nación
alemana para ser utilizadas en forma ”correcta”. Según la propaganda nazi, la
espada alemana ”liberaría” esas tierras para luego undir el arado
alemán!; Con las técnicas y las empresas alemanas, Ucrania se
transformaría en una tierra productora de cereales para Alemania. Pero
primero los alemanes tenían que liberar a Ucraina de los ”seres humanos
inferiores” que allí habitaban, los cuales -según la propaganda nazi- serían
utilizados como fuerza de trabajo esclava en los hogares, en las fábricas, en
la agricultura y en todos los lugares donde la economía alemana lo requiriese
((2)).
La conquista
de Ucrania y otras regiones de Europa del este haría necesaria la guerra
contra la Unión Soviética, y semejante esfuerzo bélico debía
ser preparado con mucha antelación. Con este objetivo el Ministerio
de Propaganda Nazi, encabezado por Goebbels, inició una campaña de
mentiras sobre un supuesto genocidio cometido por los bolcheviques en Ucrania:
un período terrible de hambre catastrófica que habría sido deliberadamente
provocada por Stalin para obligar al campesinado a aceptar la política
socialista sobre la tierra. El objetivo de la campaña nazi era preparar a
la opinión pública mundial para la ”liberación” de Ucrania por las tropas
alemanas.
A pesar de los grandes esfuerzos y de que los textos de la propaganda
fueron publicados en la prensa inglesa, la campaña nazi sobre el ”genocidio” en
Ucrania no tuvo mucho éxito a nivel mundial. Estaba claro que Hitler y Goebbels
necesitarían ayuda para extender sus rumores sobre la Unión Soviética y
tal ayuda la encontraron en los Estados Unidos de America.
William Hearst, un amigo de Hitler
William
Randholph Hearst fue un multi-millonario norteamericano que ayudó a los nazis
en su guerra psicológica contra la URSS. Hearst fue conocido como ”el padre” de
la "prensa amarilla" (prensa sensasionalista); comenzó la carrera de
redactor en 1885 cuando su padre, George Hearst (millonario de la industria
minera, senador y tambien magnate de la prensa), le regaló la dirección
del periódico San Francisco Daily Examiner. Éste fue también el inicio del
imperio mediático de Hearst, un imperio que influyó enormemente en las
vidas y en el pensamiento de los norteamericanos. Tras la muerte de
su padre, William Hearst vendió todas las acciones de la industria minera
que había heredado y comenzó a invertir su capital en el mundo
periodístico. Su primera compra fue el New York Morning Journal, un periódico
tradicional que Hearst transformó por completo en una bazofia
sensacionalista. Compraba sus historias a cualquier precio y, cuando no
había ninguna atrocidad o crimen sobre los que hacer un reportaje, pedía a
sus periodistas y fotógrafos que “amañaran” algún caso. Es esto lo que de
hecho caracteriza a la prensa amarilla: mentiras y atrocidades
“amañadas”, servidas como si fueran ciertas.
Las mentiras
de Hearst lo hicieron una de las personas más importantes del mundo del
periodismo y uno de los hombres mas ricos del mundo, con una fortuna avaluada
en 200 millones de dólares para el año de 1935. Tras la adquisición del
Morning Journal, Hearst siguió comprando y creando diarios
y semanarios por todos los rincones de los EEUU. En los años 40, William
Hearst poseía 25 diarios, 24 periódicos semanales, 12 emisoras de radio, 2
agencias de prensa internacionales, un negocio de publicidad cinematográfica,
la empresa de cine Cosmopolitan, y muchos negocios más. En 1948 compró una
de las primeras estaciones de televisión de los EEUU, la BWAL -la TV de
Baltimore. Los periódicos de Hearst vendían 13 millones de copias al
día y tenían cerca de 40 millones de lectores. Casi un tercio de la
población adulta de los EEUU leía los periódicos de Hearst cada día.
Además, muchos millones de personas en todo el mundo recibían
la información de la prensa de Hearst a través de sus agencias de prensa,
sus películas y una serie de periódicos que eran traducidos y publicados
en cantidades ingentes en todo el mundo. Las anteriores cifras demuestran
cómo el imperio de Hearst fue capaz de influir en la política americana -e
incluso en la política mundial durante muchos años-, sobre cuestiones
que incluían la oposición a que los EEUU entraran en la Segunda
Guerra Mundial en el bando de la Unión Soviética, y el apoyo a la caza
de brujas anti-comunista del senador McCarthy en los años 50.
Tras su
visita a Hitler, los periódicos sensacionalistas de Hearst estuvieron llenos
de “revelaciones” sobre los terribles acontecimientos en la Unión
Soviética: asesinatos, genocidio, esclavitud, lujo para los jefes y hambre
para el pueblo, éstas eran las grandes noticias que se publicaban casi a
diario. El material le era proporcionado a Hearst por la Gestapo -la
policía política de la Alemania nazi. En las primeras páginas de sus
periódicos aparecían a menudo caricaturas y fotos falsificadas de la
Unión Soviética, con Stalin retratado como un asesino sosteniendo un puñal
en la mano. ¡No debemos olvidar que estos artículos eran leídos cada día
por 40 millones de personas en los EEUU y por varios millones más en todo
el mundo!
El mito de
la hambruna en Ucrania
Una de las
primeras campañas de la prensa de Hearst en contra de la URSS fue la de los
millones de muertos, víctimas del hambre en Ucrania. Esta campaña comenzó el 18
de febrero de 1935 con un titular de primera página en el Chicago
American: ”Seis millones de muertos por el hambre en la Unión Soviética”.
Usando el material suministrado por la Alemania nazi, William Hearst
comenzó a publicar historias inventadas sobre un genocidio que, supuestamente,
había sido deliberadamente cometido por los bolcheviques y había causado
varios millones de muertos a consecuencia del hambre en Ucrania.
La verdad
del asunto era totalmente diferente. De hecho, lo que ocurrió en la Unión
Soviética al principio de los años 30 fue una gran lucha de clases en la
que los campesinos pobres y sin tierra se levantaron contra los
terratenientes ricos, los kulaks, y comenzaron una lucha por la colectivización,
una lucha para crear los koljoses (granjas colectivas). Esta gran lucha de
clases, que implicó directa o indirectamente a unos 120 millones de
campesinos, ciertamente dio lugar a una inestabilidad en la producción agrícola
y a una escasez de alimentos en algunas regiones. La carencia de alimentos
debilitó de hecho a la gente, lo que a su vez llevó a un incremento
del número de víctimas de enfermedades epidémicas. Estas enfermedades
eran, en aquel tiempo, algo lamentablemente común en todo el mundo. Entre 1918
y 1920, una epidemia de gripe española causó la muerte de 20 millones
de personas en EEUU y en Europa, pero nadie acusó a los gobiernos de
estos territorios de asesinar a sus propios ciudadanos. Lo cierto es que
no había nada que el gobierno soviético --ni ningún otro gobierno--
pudiera hacer ante epidemias de este tipo. Fue sólo el desarrollo de la
penicilina durante la Segunda Guerra Mundial lo que hizo posible la
contención de tales epidemias.
Los
artículos de la prensa de Hearst sobre los millones de muertos por el hambre en
Ucrania que había sido ”provocada por los comunistas” entraban en detalles
gráficos espeluznantes. La prensa de Hearst utilizó todos los medios
posibles para hacer que sus mentiras parecieran verdades, y consiguió con
ello que la opinión pública de los países capitalistas se volviera bruscamente
en contra de la Unión Soviética. Así se originó el primer mito de los
millones de muertos en la URSS. Una ola de protestas contra el hambre
”provocada por los comunistas” continuó en la prensa Occidental y nadie quiso escuchar
los desmentidos oficiales de la Unión Soviética. Las mentiras de la prensa
de Hearst tuvieron que esperar hasta 1987 para ser completamente
desenmascaradas. Durante más de 50 años y con base en estas mentiras, varias
generaciones en todo el mundo fueron influenciadas para tener una visión
negativa del socialismo y de la URSS.
52 años para
que la verdad saliera a la Luz
La campaña
de desinformación nazi sobre Ucrania no desapareció con la derrota de
la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial. Las mentiras nazis fueron
retomadas por la CIA y el MI5, y siempre tuvieron garantizado un
lugar primordial en la guerra de propaganda contra la Unión Soviética. La
caza de brujas anti-comunista de McCarthy tras la Segunda Guerra Mundial
también prosperó en base a los cuentos sobre los millones de muertos a
causa del hambre en Ucrania. En 1953 se publicó en los EEUU un libro sobre
este tema. El libro se tituló Black Deeds of the Kremlin [Los
Hechos Negros del Kremlin]. Su publicación fue financiada por exiliados
ucranianos en los EEUU, individuos que habían colaborado con los nazis
durante la Segunda Guerra Mundial y a los que el gobierno americano
concedió asilo político, presentándolos al mundo como “demócratas”.
Cuando
Reagan fue elegido presidente de los EEUU y comenzó su cruzada
anticomunista de los años 80, la propaganda sobre los millones de muertos de
Ucrania volvió a reactivarse. En 1984 un profesor de Harvard publicó un
libro llamado Human Life in Russia [La Vida Humana
en Rusia], que repitió toda la información falsa fabricada por la prensa
de Hearst en 1934. En 1984, por lo tanto, nos encontramos con que se
recuperaron a bombo y platillo las mentiras nazis y las falsificaciones
que databan de los años 30, pero esta vez bajo el manto “respetable” de
una universidad americana. Pero éste no fue el final de la historia. En
1986 todavía apareció otro libro sobre el tema, titulado The Harvest
of Sorrow [La Cosecha del Dolor], escrito por un antiguo miembro
del servicio secreto británico, Robert Conquest, a la sazón profesor en la
Universidad Stanford de California. Para su “trabajo” en la redacción del
libro, Conquest recibió 80.000 dólares de la Asociación Nacional de
Ucrania (UNA). Esta misma organización también financió una película
realizada en 1986 titulada Harvest of Despair [La Cosecha
de la Desesperación], en la que, entre otras cosas se utilizó el material
del libro de Conquest. En ese momento, en los EEUU, el cómputo del número
de personas muertas a causa del hambre en Ucrania se había elevado a
15 millones.
Sin embargo,
la cifra de millones que habían muerto de hambre en Ucrania según
la prensa americana de Hearst, repetida en libros y películas, era
completamente falsa. El periodista canadiense Douglas Tottle expuso con
rigor las falsificaciones en su libro Fraud, famine and fascism –
the Ukrainian genocide myth from Hitler to Harvard [Fraude,
hambre y fascismo: El mito del genocidio ucraniano de Hitler a Harvard]
((3)), publicado en Toronto en 1987. Entre otras cosas, Tottle demostró que
el material fotográfico ((4)) utilizado -las horrorosas fotografías de
niños hambrientos- había sido extraído de publicaciones de 1922, una época
en la que millones de personas murieron de hambre a causa de las terribles
condiciones que supuso la Guerra Civil Rusa de 1918-1921. Douglas Tottle
nos lleva también a las fuentes periodísticas de 1934. Los reportajes sobre el
hambre y las reseñas de viaje de los periodistas nos muestran la mezcla de
mentiras publicadas en la prensa de Hearst; el periodista que durante mucho
tiempo había enviado reportajes y fotografías de las llamadas zonas de hambre,
un cierto Thomas Walker, nunca había estado en Ucrania y sólo había estado
cinco días en Moscú. Este hecho fue revelado por el periodista Louis Fisher,
por aquel tiempo corresponsal en Moscú del periódico norteamericano The Nation.
Fisher también reveló que el periodista M. Parrott, el
auténtico corresponsal de Hearst en Moscú, había enviado a Hearst
reportajes que nunca fueron publicados sobre la excelente cosecha
conseguida por la Unión Soviética en 1933 y sobre los progresos de
Ucrania. Tottle también demuestra que el periodista que escribió los informes
sobre la presunta hambruna ucraniana, “Thomas Walker”, se llamaba en realidad
Robert Green y era un presidiario que se había escapado de una prisión
estatal de Colorado. Este tal Walker, o Green, fue detenido cuando regresó
a los EEUU, y cuando compareció ante un tribunal admitió que nunca había
puesto un pie en Ucrania. Toda la mentira acerca de los millones de muertos a
causa del hambre en Ucrania en los años 30, en una hambruna provocada
por Stalin, sólo pudo ser desenmascarada en 1987.
[ Todas
estas fotos han sido y aún hoy son utilizadas por los anticomunistas para
ilustrar el Holodomor, sin embargo, ninguna de estas fotos corresponde a los
años en los que se supone ocurrió la hambruna artificial en Ucrania... En
realidad estas fotos fueron tomadas en 1921 por Fridtjof Nansen, el famoso
diplomático y explorador noruego. Nansen viajo a Rusia en 1921 como comisionado
de la Sociedad de Naciones (lo que hoy sería la ONU). Las fotos no fueron
tomadas para desacreditar a la Unión Soviética, sino para despertar la
solidaridad internacional con la población que era victima de la hambruna que
en aquel momento asolaba a Rusia (y principalmente a zonas aledañas al rió
Volga). Esta hambruna fue consecuencia de malas cosechas provocadas por una
sequía y por los traumatismos de la Guerra Civil Rusa, conflicto en el que el
ejercito Rojo tuvo que hacer frente al ejército blanco, al ejército verde, al
ejército negro, al ejército polaco, a la legión checoslovaca y a tropas de
varias potencias imperialistas, como Japón, Inglaterra, Francia y Estados
Unidos. Otras fotografías de los años de la guerra civil, así como de la
primera guerra mundial, e incluso algunas de hambrunas ocurridas en los Estados
Unidos luego de la gran depresión, han sido utilizadas hasta hoy como pruebas
del Holodomor. Ante la verdad que ya asoma sobre las fotos de Nansen, muchos anticomunistas
han optado por rectificar las fechas de dichas fotos, pero manteniendo el mismo
discurso simplista y fantasioso típico del anticomunismo, pues ahora aunque las
fotos ya no son prueba del Holodomor, tampoco son una muestra de las dificultades
que afrontaba la Unión Soviética tras la compleja y encarnizada Guerra Civil,
sino que son pruebas contundentes del hambre a la que los bolcheviques
condenaban a los habitantes de regiones que no se les sometían. De todos los
beligerantes de la Guerra Civil Rusa, solo los bolcheviques son
responsabilizados por las secuelas de la guerra, las cuales incluso se
presentan no como secuelas de la guerra, sino como el resultado consciente de
las políticas criminales del comunismo ]
El filonazi
Hearst, el agente de policía Conquest y varios más habían estafado a
millones de personas con sus mentiras y falsos informes. Todavía hoy las
historias de Hearst son repetidas en libros recién publicados, escritos
por autores a sueldo de la derecha.
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