Posted: 20 Dec 2013 05:30 AM PST
No hay palabras que puedan explicar el
inmenso amor que uno profiere a sus hijos. Antonio, Claudia, Fátima e
Iveth son el más preciado tesoro que poseemos Margarita y yo. Ellos nos
han dado mucho más de lo que nosotros hemos podido darles.
Desde antes del nacimiento de mis hijos
construí un vínculo inquebrantable con ellos. Cuando veo la vida en
perspectiva pienso que los fuertes lazos que unen a los padres con los
hijos están hechos de la suma de experiencias, equivocaciones, alegrías y
muchas cosas más. Confieso que ha sido toda una aventura caminar junto a
ellos y enseñarles a desplegar el vuelo que es la vida.
El tiempo pasó tan rápido, pues de un día
para otro ya no había juguetes regados por el piso. A veces, conversando
con ellos, les digo que extraño salir a pasear con aquellos niños que
se aferraban a mis manos, pues se sentían seguros bajo mis cuidados. Me
encantaba cuando me pedían que les leyera cuentos o les hablara de mi
infancia. Todos esos momentos que compartíamos ellos los recuerdan con
añoranza, como yo.
A todo el mundo le toma por sorpresa el
día que los hijos se van del hogar pues han decidido seguir sus sueños.
Me alegra haberles instruido en la vida para que cada uno de ellos sea
artífice de su propio destino y felicidad. Me siento orgulloso de ellos y
espero que Dios les bendiga siempre. Espero de ellos que no dejen de
ser solidarios con los demás, como hasta hoy lo han sido, pues eso es lo
que necesita nuestra sociedad.
Siempre recuerdo las líneas que el maestro
Masferrer escribiera sobre la labor de los padres, y siempre que puedo
las comparto. Hoy quiero mostrarlas a ustedes: “Tienes que hacer una
obra trascendental: difícil e importante… Bajo el sol, no hallarás para
emplear tus fuerzas otra empresa de mayor responsabilidad, ni
encontrarás que a nadie se le haya confiado una obra más significativa.
Tienes que educar a tu hijo…”
Muchos estarán de acuerdo conmigo en lo
siguiente: lo mejor que podemos dar a nuestros hijos es nuestro tiempo.
Asegurémonos de brindarles un techo, alimentación, salud, recreación,
entre muchos beneficios más, pero nunca nos olvidemos de brindarles
nuestra amistad. Ese es el mejor regalo.
Hoy en día, a pesar de las ocupaciones que
cada uno de mis hijos pueda tener, siempre nos reunirnos cada fin de
semana. Es una hermosa tradición que espero no dejemos de practicar.
Estar juntos nos hace fuertes. A veces comentamos alguna dificultad que
ellos o Margarita y yo, incluso nuestros nietos, estemos atravesando, y
juntos buscamos solución. Es tan reconfortante tener el respaldo de la
familia… Realmente es una bendición.
Creo firmemente que la familia unida es el
fundamento de una sociedad saludable y con futuro. Escribí este texto
para compartir con los lectores del Blog algunas de mis experiencias
como padre, que considero pueden ayudar a otros. Pero debo admitir que
esta publicación también es una excusa para decir una vez más a mis
hijos lo mucho que los amo.
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