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miércoles, 25 de diciembre de 2013

Mensaje de Navidad de Su Santidad, patriarca Kiril de Moscú y Toda Rusia

Mensaje de Navidad de Su Santidad, patriarca Kiril de Moscú y Toda Rusia

¡Queridos hermanos y hermanas! Nuestros templos están colmados hoy de feligreses que han acudido a ensalzar a Cristo Redentor y a la Virgen María.

El nacimiento de Jesús es un acontecimiento magno en la historia de la humanidad. El hombre ha buscado siempre a Dios, pero Dios mismo se reveló en toda su plenitud a la humanidad solo en la encarnación de su Hijo Primogénito. Con el advenimiento del Hijo de Dios, y del hijo del hombre, el mundo supo que Dios es Amor, y no solo la Fuerza Superior, que Dios es Misericordia, y no solo quien ofrenda gratificaciones, Dios es fuente de vida y de alegría, y no solo un Juez Temible, Dios es la Santísima Trinidad, cuya ley interna de la vida constituye también amor, y no es en absoluto el Amo solitario del mundo.
Y hoy celebramos un acontecimiento que cambió de raíz todo el curso de la historia humana. Pues Dios entra en el núcleo mismo de la vida humana, deviene uno de nosotros y asume todo el peso de nuestros pecados, de las falencias y debilidades humanas y los lleva al Gólgota para liberar a las gentes de un fardo insoportable. Y Dios iba a estar en adelante no en un lugar de los cielos inexpugnables, sino entre nosotros. Toda vez que oficiamos la liturgia divina pronunciamos las palabras “¡Cristo está con nosotros!”, y la respuesta es: “¡Está con nosotros!”. Este es un testimonio de la presencia de Cristo entre sus fieles. Cuando comulgamos regularmente con su Santo Cuerpo y Sangre y hacemos esfuerzos en cumplir sus mandamientos entramos en un contacto real con Él, con nuestro Redentor, y obtenemos el perdón de los pecados.
Los creyentes de Cristo y los discípulos fieles a Él están llamados a ser testigos del Reino de Dios aparecido a Jesús ya durante la vida terrestre. En nosotros ha recaído el gran honor de obrar en este mundo de la misma manera que obraba nuestro Maestro y Señor, y con la fuerza de Cristo ser inflexibles en la lucha contra el pecado y el mal, sin desfallecer en la creación tenaz de las buenas acciones, sin decaer en los esfuerzos diarios de transformación de nuestra naturaleza pecaminosa en un ser humano nuevo y bendito.
Con Cristo Redentor se ha establecido un criterio absoluto e inquebrantable de la actitud genuina hacia Dios, a través de nuestro prójimo. Pues, al asumir los males ajenos, al compartir el dolor y la tristeza, al compadecernos de los desvalidos estamos cumpliendo los preceptos de Cristo y nos parecemos al Salvador, quien asumió nuestros males y cargó con nuestras enfermedades.
En este día luminoso y jubiloso de la Navidad de Cristo es imposible olvidar a otros. Aquella gracia divina enorme que hoy recibimos en nuestros templos debe derramarse en abundancia también sobre aquellos que están aún al margen. Pero, si nosotros con ustedes no salimos al encuentro, esa Buena Nueva podría no alcanzarlos. Si nosotros con ustedes no abrimos nuestros corazones para departir con ellos esta alegría que nos colma, ella no podría nunca llegar a quienes no la sienten, pero que están dispuestos a aceptarla.
La naturaleza humana, con la encarnación de Dios en su Hijo ha sido elevada a una altura insólita. Cada uno de nosotros no solo ha sido creado a imagen y semejanza del Altísimo, sino que a través de Cristo ha sido además adoptado por Dios. Nosotros ya no somos extraños, advenedizos, sino que conciudadanos santos y comunes para Dios. De esa cercanía y confianza en Dios habla también la plegaria al Señor que elevamos al Creador.
Toda vida humana es valiosa. Y ello porque por ella se ha pagado con la Encarnación, con la Vida, con la Muerte y con la Resurrección del Hijo Unigénito de Dios. Todo ello nos induce, con más fuerza aún, a tratar con atención y veneración a todo ser humano, al margen de cuán diferente sea de nosotros. A juicio de san Filaret de Moscú, el amor es la participación viva y activa en el bienestar de otro. En estos días dichosos de Navidad quisiera invitar a todos, en especial, a ese amor enérgico. A que sean, según lo expresado por el apóstol Pablo, hermanos que se amen los unos a los otros, a precaverse en la deferencia, a no desfallecer en la tenacidad, a arder con el espíritu y servir al Señor.
Les saludo de todo corazón con motivo de la gran fiesta de la Navidad. Que Dios del amor y de la paz ofrenda a nuestro pueblo, y a cada uno de nosotros la armonía y el bienestar en el nuevo año.
sb/as
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.
Leer más: http://spanish.ruvr.ru/2013_12_25/Mensaje-de-Navidad-de-Su-Santidad-patriarca-Kiril-de-Moscu-y-Toda-Rusia-0421/

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