Qué fácil es volver
la vista atrás y quedarse únicamente con una parte de la historia.
Aquella que ha sido interpretada y cercenada por inquisitoriales
visiones y que afectan casi siempre a los perdedores históricos; ya se
sabe, la historia la escriben los vencedores.
Estas semanas pasadas ha vuelto la
polémica en referencia al papel que jugó la Iglesia española antes,
durante y posterior al período de la Guerra Civil española a causa de la
beatificación en Tarragona de los 522 religiosos considerados mártires
por la institución eclesiástica y el Estado y, que se suman a los 731 ya
beatificados hasta el año 2007 (En España en este último siglo se han
beatificado un total de 1001 personas, es decir un 70, 02% han sido los
religiosos muertos durante la Guerra Civil por las distintas facciones
republicanas).
¿Y por qué no? Si la historia la
escriben los vencedores y la Iglesia estuvo por acción y omisión en su
mayor parte con el bando sublevado y vencedor; y si en España se ha
negado desde el alzamiento nacional hasta la fecha, la legitimidad e
historia del gobierno republicano y su derrocamiento a través de un
golpe militar en toda regla; si se han cerrado los ojos a una brutal
represión durante y posterior a la guerra con la implantación e
imposición de la dictadura de franquista por obra y gracia de Dios y, si
hasta el día de hoy con la llegada de nuestra descafeinada democracia
se han instrumentado todas las herramientas necesarias habidas y por
haber para detener cualquier proceso y actividad de reconocimiento,
reparación histórica y jurídica de los perdedores; no sé por qué, no
íbamos a permitir un proceso de beatificación y reparación histórica de
las víctimas del bando nacional y sus acólitos. Atado y bien atado por
la mano del Caudillo y la divinidad sacra del altísimo.
En un país donde las sombras rancias del
pasado siguen moviendo los hilos del futuro no es de extrañar que una
institución como la Iglesia, por otro lado, institución más que
privilegiada como tal (recordemos que somos constitucionalmente un país
aconfesional, pero el Estado aporta y ayuda mayoritariamente a la
Iglesia católica con fondos públicos desde los acuerdos alcanzados por
el franquismo con la Santa Sede y posteriormente renovados y ratificados
en democracia por los distintos gobiernos de la misma, tanto de
izquierdas, derechas o los mal llamados de centro), consiga ésta que sus
mártires sean reconocidos, beatificados y homenajeados
institucionalmente por la Santa Sede, el Estado y el gobierno de la CC.
AA de Cataluña y otras. Así que sotanas y hábitos aparte, algunos van al
cielo por la obra y gracia del hombre que no de Dios mientras otros
pudren sus vidas entre el polvo de las cunetas, cementerios, barrancos o
archivos. No olvidemos pues que la Iglesia española no solo colaboró
con el franquismo, fue parte indisociable de él. A dios rogando y con el
mazo dando.
Por otra parte… ¿Hubo represión
republicana hacia la Iglesia? Por supuesto que sí la hubo, antes y
durante el período concerniente a la guerra, y el número de víctimas
ascendió a un total documentado de 6.832 religiosos(as)
repartidos del siguiente modo: 13 obispos, 282 monjas, 4.172 párrocos y
curas de distinto rango, 2.364 monjes y frailes (entre ellos 259
claretianos, 226 franciscanos, 204 escolapios, 176 maristas, 165
Hermanos Cristianos, 155 agustinos, 132 dominicos y 114 jesuitas)
muertos y bien registrados. (No voy a hacer un tabú de las tropelías y
pecados republicanos. Las cosas fueron como fueron). Estos que al fin y
al cabo también están formando parte de nuestra macabra historia están
santamente enterrados y/o beatificados y reconocidos pese a que algunos
tuvieron historiales de participación activa en la represión de los
republicanos. Son en definitiva víctimas unos y actores otros
recuperados para la historia; de hecho, hubo que incluso dieron la
extremaunción a la vez que algún tiro de gracia, o formaron parte de las
huestes de acusadores y delatores para proporcionar los otros
asesinados por el franquismo, los represaliados republicanos de acto o
de facto. Un modo de conseguir billete al cielo como otro cualquiera.
Eliminando al demonio rojo que se comía a los niños y mataba santos.
Matar en nombre de dios siempre ha estado justificado por la historia y
los hombres, y Franco no fue ninguna excepción, al contrario, se erigió
para la Iglesia en el brazo ejecutor del mismo.
¿Pero qué pasa con aquellos miembros de
la Santa Iglesia que también perecieron sin ser partidarios de
participar en el contubernio del Estado-fascista e Iglesia? Estos no
tienen cielo, para ellos estaba reservado el servicio espiritual al
pueblo y a la tierra, y por eso forman parte de ella. Tanto es así que
aquí el número aquí; aunque es muy inferior a los represaliados del
bando nacional, es indeterminado, ya que no todos están documentados.
Otro número importante no se les considera represaliados porque
estuvieron presos, fueron depurados, se exiliaron o abandonaron la fe.
Lo que sí sabemos es que de los más de 143.353
desaparecidos documentados del franquismo (se estima que sin documentar
pudieran haber entre cincuenta o sesenta mil más – sólo en el Valle de
los Caídos se estiman unos 30.000 republicanos sin registrar; 26.701
documentados y unos 20.000 franquistas listados), se calcula que medio
millar de religiosos que comulgaban con Dios y su pueblo pero no con el
fascismo fueron represaliados, y de estos, murieron casi un centenar
(los datos no son fiables por falta de documentación, se sabe que al
menos 76 religiosos fueron llevados al cadalso según constan en
documentación, el resto son datos estimados por informes de búsqueda,
fichas policiales y otros archivos), lo que me viene a significar que
tanto en las leyes humanas como en las divinas no todos somos iguales.
Ya lo ven, también hubo y hay hábitos
religiosos sin cielo, pero de estos es mejor no hablar ni en nombre de
Dios. Claro está que alguien podría tener la tentación de comparar el
número de un bando u otro en el macabro contador de los hombres y
mujeres de dios asesinados; pero seguiría siendo una cuestión de
justicia y no de cantidad, como lo es cuando el número favorece al
republicanismo con sus muertos y represaliados totales que ascienden
aproximadamente casi a 600.000 de los 750.000 según datos oficiales
basados en los más de 800.000 documentos digitales que se corresponden a
fichas policiales o autos que hacen referencia a ciudadanos leales de
la II República y a los que se levantaron contra el régimen republicano
según constan en el periodo comprendido entre el golpe de Estado de 1936
y las elecciones de 1977.
España y su historia seguirán oliendo a
moho mientras no seamos capaces de recuperar la historia al completo, y
para ello se ha de empezar por lo básico, el reconocimiento de la
historia y vidas de los perdedores, de su recuperación y dignificación
institucional y de mantener el recuerdo a través de la historia de lo
que aconteció, esto es válido para ambos, tanto para la república y
seguidores, como para los sublevados nacionalistas y simpatizantes de su
dictadura y posterior sombra en democracia. Se han de condenar en su
totalidad los crímenes de guerra y contra la humanidad, se debe
facilitar el conocimiento de los mismos a las generaciones venideras,
eso es la recuperación de la memoria, otra cosa sería el sesgo de los
acontecimientos, sus razones y la parcialidad de los hechos, tal y como
sucede hoy.
Lo dicho, no todos iremos al cielo pese a que algunos incluso lleven hábitos o hayan seguido la fe cristiana.
Jordi Carreño Crispín
Vicepresidente de la A. I. La Memoria Viv@
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