Foto: La Voz de Rusia
Saber leer, realmente,
influye sensiblemente en la reacción del cerebro. En primer lugar,
complica la organización de la zona visual de la corteza. En segundo
lugar, en la persona que sabe leer prácticamente toda la red de
neuronas, que responde por la percepción del habla, también se activa en
el hemisferio izquierdo con ayuda del texto impreso.
Pero,
resulta ser que la lectura tradicional presenta defectos. La falta de
atención y de un programa flexible de lectura, cuando todos los textos
se leen con la misma lentitud, los movimientos regresivos de los ojos
hacia lo ya leído, y, obviamente, el enemigo número es la pronunciación
para sí del texto que se lee. En consecuencia, la información no se
recuerda y se escapa el sentido de lo escrito.
El hombre
de nuestros días debe leer a diario decenas de páginas de textos y no
solo literatura de ficción, sino también informaciones propias del
trabajo, la prensa y la correspondencia oficial y personal. De ahí que
la lectura correcta suponga, ante todo, la buena percepción de las
informaciones. Las diferentes técnicas de lectura veloz enseñan no solo a
leer rápidamente, sino, sobre todo, a comprender el contenido del texto
y asimilarlo en provecho propio.
Para lograr una
percepción tan buena hay que entrenarse. ¿Cómo? Leyendo, pero de
determinada manera. En primer lugar, haciendo ejercicios sistematizados
de ampliación del ángulo de visión, de neutralización de la
pronunciación de las palabras y de aplicación de los algoritmos de
lectura que captan la esencia. Y no hay que olvidarse que no se trata de
ningún pasatiempo, sino de una vía complicada de reestructuración del
cerebro.
Uno se puede entrenar con textos de ficción
conocidos (por la forma, el contenido y su autor), así como informativos
– de la prensa o artículos científicos. Lo importante es el deseo de
destacar varios conceptos. Antes de empezar a leer debe imaginarse que
información quiere extraer del texto y tratar de prever el contenido de
la página. La predisposición es muy importante, ya que si uno se
predispone a advertir las asperezas del texto, sin falta las advertirá.
Pero si se predispone a comprender el sentido – lo comprenderá.
El
siguiente paso importante es aprender a leer sin pronunciar con los
labios o mentalmente el texto. Esta capacidad distrae la atención y
disminuye sustancialmente la velocidad. En este caso lo importante es
controlarse a sí mismo: si sus labios se mueven – apriete con ellos un
cepillo de dientes o un lápiz. Más complicado es contener la
pronunciación mental. Una manera es leer y marcar el ritmo golpeando,
por ejemplo, con la mano.
La capacidad de concentrarse
en el problema es uno de los componentes del trabajo mental exitoso. Hay
un ejercicio simple que puede ayudar: es leer las palabras al revés, no
en voz alta, sino mentalmente. Al leer la palabra de atrás hacia
adelante, al principio hay que imaginársela por sus letras y después
leerla. Si en ese momento distrajo casualmente la atención, tendrá que
empezar de nuevo. Al propio tiempo se entrena la atención. Para no
perder el tiempo en vano, este ejercicio-juego lo puede practicar en el
transporte público.
Los métodos de lectura veloz son
comparados con frecuencia con el deporte. Pero en el primer caso no se
desarrollan los músculos, sino los sesos. Unas investigaciones han
demostrado que la velocidad de los procesos nerviosos de las personas
que tienen el don de leer con rapidez es más alta y las reacciones más
rápidas. De modo que no tema la lectura veloz, es provechosa.
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