Esteban Morales
UNEAC
Sin
dudas, el discurso de nuestro Presidente Raúl Castro Ruz, en la
clausura de la reciente sesión de la Asamblea Nacional del Poder
Popular, marca un momento cualitativamente nuevo en el proceso de la
crítica que él ha decidido impulsar.
Pero,
al mismo
tiempo que nos sentimos complacidos por sus palabras, también nos
preocupa que haya tenido que ser nuestro Presidente el que arremeta
contra los problemas de comportamiento social que hoy acumulamos, lo que
evidencia la debilidad de nuestras instituciones para detectar y
enfrentar esos problemas. No han cumplido su papel la prensa, las
organizaciones políticas y de masas, la intelectualidad, la academia,
las instituciones gubernamentales, sociales y culturales, si es el
máximo dirigente del gobierno el que se ve obligado a exponer esos
problemas.
Debemos
proponernos que todo ese potencial, sea capaz de actuar para
evitarnos momentos tan dramáticos, como el que ha
expresado nuestro Presidente, cuando dijo: “…hemos retrocedido en
cultura y civismo ciudadanos. Tengo la amarga impresión de que somos
una sociedad cada vez más instruida, pero no necesariamente más culta”.
Este
asunto no es nuevo, algunas personas vienen alertando con fuerza sobre
el deterioro ético-moral que se está produciendo dentro de la sociedad
cubana. Recordemos especialmente, las palabras del Compañero Fidel en
el Aula Magna de la Universidad de La Habana, en noviembre del 2005.
En
los últimos años, no hemos conocido a través de la prensa, que las
asambleas y reuniones de las organizaciones políticas y de masas, hayan
incluido en sus discusiones el análisis de las manifestaciones negativas
que han ido tomando fuerza en nuestra sociedad. Cuando algo se crítica y
analiza públicamente, se crea inmediatamente un factor de contención de
esas manifestaciones, se da un primer paso para el surgimiento de la
necesaria conciencia social al respecto y se crean las bases para trazar
planes de acción para combatirla.
Tampoco
es menos cierto, que no pocas veces cuando se ha alertado sobre alguna
de esas manifestaciones, el denunciante ha sido
reprendido y castigado por quienes, lejos de analizar y discutir el
contenido de lo expuesto, se han centrado en la supuesta inoportunidad
de su exposición pública. De ello, como saben muchos, tengo una
experiencia personal.
Es
cierto que no hay que temer buscarse problemas, pero se debe tener en
cuenta además, que esa actitud temerosa, proviene también de la
falta de democracia que aún subsiste para debatir, discutir y
denunciar abiertamente las ilegalidades; de la intolerancia con que
no pocas veces han sido castigadas las actitudes diferentes y de la
impunidad con que todavía actúan muchos de los que debieran ser los
primeros en buscarse los
problemas y apoyar a los que deciden buscárselos.
El
Cro. Raúl Castro ha expresado en varias ocasiones la necesidad de la
crítica abierta, oportuna y sobre todo anticipatoria, algo que
evidentemente no todos los cuadros, han comprendido cabalmente y es por
eso, que llama la atención respecto a la necesidad de superar las
concepciones que impiden criticar cruda y abiertamente nuestras
debilidades.
Debemos
anticiparnos a criticar nuestras deficiencias sin temor al uso
que le den nuestros enemigos a esas críticas. El silencio por el
contrario, las convierte en instrumentos de una diplomacia subversiva.
Es que nuestro problemas internos ni se regalan ni se prestan; podemos
incluso hasta compartirlos, pero jamás soslayar la necesidad de
abordarlos por nosotros mismos.
La
reacción ante el discurso por parte de nuestros medios, ha asumido de
nuevo la forma ya clásica e incluso aburrida, de entrevistar al pueblo
en la calle, buscando sus opiniones, las que sin dudas son favorables
al discurso del presidente. Pero lo que no he visto aun es ninguna
entrevista en la que se ponga de manifiesto lo que debe ser el real
espíritu crítico con que debiéramos abordar ese discurso. Tanto por
parte de los dirigentes a todas las instancias, como por los que
siempre prefieren callar, para no buscarse problemas.
Existe
la paradoja de que mientras el Cro. Raúl promueve la crítica,
algunos burócratas a los que no les conviene ese enfoque “meten
miedo” para frenarla. Lo que no es más que otra sutil y a veces
inconsciente forma de contrarrevolución.
No
son muchos a los que se puede recurrir para denunciar una actitud
antisocial, corrupta o de impunidad ante lo mal hecho, porque el
deterioro no solo es del comportamiento individual, sino también de
algunas instituciones, organismos y cuadros que tienen la máxima
responsabilidad de atacar los problemas y las indisciplinas sociales.
Sabemos
que la prostitución ha crecido, pero también en ocasiones, es el propio
policía el que acepta sobornos por no molestar a las prostitutas. O el
funcionario que adelanta un trámite burocrático a cuenta de recibir
dinero; o el maestro que hace fraude con los exámenes; o el jefe de un
establecimiento comercial que hace caso omiso de que se estén vendiendo
en
sus alrededores, los artículos que su establecimiento oferta. O el
carnicero que vende a mayor precio, al que esté dispuesto a comprarle
la carne destinada a clientes específicos. Son muchos los involucrados,
pero los primeros que deben dar el ejemplo son los dirigentes.
Si
bien la situación económica por la que atravesó el país en los años
noventa ha tenido un papel protagónico en el surgimiento de esas
manifestaciones, la solución de los problemas económicos –no lograda aún
– no las hará desparecer automáticamente, ya que una vez instauradas,
son difíciles de erradicar. Se ha generado un marco de justificación
moral en el que robar ya no lo es; sobornar es salir de
un aprieto y obtener algo indebido, es luchar por la sobrevivencia. Por
lo que subsistir, luchar y resolver, han pasado a tener otra
etimología dentro de nuestra sociedad.
Luego
entonces, la orden está dada. el Presidente nos ha llamado a
buscarnos problemas, que es la única forma en que podemos defender lo
que pertenece al pueblo y no a un grupo de corruptos que se está
enriqueciendo a costa del trabajo de los demás y que al mismo tiempo,
contaminan al resto de la sociedad.
Esa
actitud que reclamamos, requiere del máximo apoyo. Ese apoyo se
llama más democracia para denunciar, una efectiva protección a los que
con razón denuncian ilegalidades, así como respuestas sin dilación; más
disciplina y control estatal, gubernamental y político, más honradez y
transparencia de los que dirigen, incluyendo la rendición de cuentas de
la utilización de los recursos que administran y más represión contra
aquellos que impunemente manejan los bienes estatales como si fueran
propios. Requiere además, mayor atención y exigencia para que todos los
niveles de dirección respondan a una sola política, no a la política
que interpretan o la que les parece. Y peor aún, a la que les
conviene.
La
gente tiene que sentir que la crítica oportuna, la intolerancia con lo
mal hecho, la denuncia del soborno y la corrupción, no van a ser
castigadas y que siempre encontraran alguien, que desde su
posición, política, estatal o gubernamental, será también capaz de
buscarse problemas, para no permitir que se le falte el respeto al
gobierno, al estado, ni al pueblo. Porque es este último, en
definitiva, no es el victimario, sino la verdadera víctima de los
problemas.
La Habana, 11 de julio de
2013
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