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11 ABRIL 2013 HAGA UN COMENTARIO
Estados Unidos realizó un seguimiento minucioso de la actividad del Partido Comunista de España(PCE) ante la posibilidad de que entrara en el tablero político de cara a las primeras elecciones tras la dictadura en ese país.
Así lo revela hoy el diario Público, en base a la más reciente filtración de cables diplomáticos realizada por Wikileaks, que permiten atar algunos cabos sueltos de la última etapa del régimen de Francisco Franco (1936-1975), al sacar a la luz los entresijos de la Transición española.
Esta nueva hornada de documentos develados por la organización fundada por Julian Assange y analizados por el periódico digital cubren el período 1973-1976, e incluyen misivas enviadas o recibidas por el secretario de Estado de la época, Henry Kissinger.
En los cables del entonces jefe de la diplomacia norteamericana recopilados por Wikileaks hay cientos de documentos sobre los movimientos de los comunistas españoles.
Una cantidad más que importante de telegramas que los embajadores estadounidenses en Madrid entre 1973 y 1976, Horacio Rivero y Wells Stabler, emplearon para realizar una persecución exhaustiva de la actividad del PCE ante el inicio de la Transición.
La mayor preocupación de Washington era que, aunque no lo consideraban como la principal amenaza para la estabilidad del país, la formación liderada por Santiago Carrillo pudiera ser legalizada.
Por ello, desde las reuniones en el extranjero del partido hasta las posibles entradas furtivas al país de su líder quedaron detalladas en los escritos.
Desde que a principios de 1976 comenzaron los primeros rumores sobre una posible legalización del PCE, funcionarios de Estados Unidos se entrevistaron constantemente con miembros del Gobierno español, a quienes preguntaron por esta cuestión.
Cada ministro, cada miembro de los diferentes gobiernos, hasta el de Adolfo Suárez (1976-1981), prometió a Washington que el Partido Comunista no sería legalizado antes de las elecciones de junio de 1977, pese a que luego no sucedió así, recordó el cotidiano madrileño.
La potencia norteamericana había hecho un seguimiento bastante cercano a Carrillo, sobre todo durante los últimos meses de 1976, cuando los rumores sobre su vuelta eran fuertes y periódicos.
Su regreso preocupaba y mucho, no porque pudiera constituir una amenaza para la democracia, sino por el miedo a que, con él, el comunismo resurgiera con fuerza en España.
Si la Casa Blanca fue capaz de conocer las idas y venidas del PCE durante el lento avance hacia la democracia gracias a Stabler, no menos importantes fueron los informes de Rivero sobre la presencia soviética en España.
Ante la inminencia de la muerte de Franco, el Gobierno estadounidense temía que la URSS (Unión Soviética) aprovechara para conseguir nuevas alianzas.
En los cables compilados por Wikileaks, a los que Público tuvo acceso, hay informes sobre Carrillo a cuyo contenido no se puede acceder.
De acuerdo con la versión de la administración norteamericana, existen fallos electrónicos que han impedido desclasificar algunos de los documentos, pero Wikileaks sostiene que la Casa Blanca se reserva alguna de las informaciones al acceso público dependiendo de la relevancia de su contenido.
(Con información de Prensa Latina)
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