Vio al principio que las auras
volaban alrededor de su aposento; pero no le puso atención. Después vio una
andanada de águilas venían en picada sobre su cama de enfermo y entonces se
comenzó a afligir, pero de pronto las águilas cambiaron de rumbo y se fueron al
canapé donde Billmaker parecía que comenzaba a pagar todas las maldades por las
cuales la Alicia Maravillera los había condenado en vida y de cuya condena ni TUMITA se había salvado
y había sido acusado por encubridor.
El enorme mastodonte comenzó a
temblar cuando su mente lo forzó a hacer una retrospección y deconstrucción de
su historia. Un enorme rótulo que decía psychiatric
Ward se desprendió cuando un alción
mitológico le pegó con sus alas escamadas. Johnny Billmaker era un mar de
lágrimas viendo a TUMA y TUMITA recibir los castigos apuntados por la
Maravillera en su condena escatológica. Siguiendo a Billmaker se encontraba el Ing. Cruzado en
agonía permanente y junto a él como una ballena de agua dulce, Elizabeta Tetas parecía rezar un rosario
interminable.
TUMA comenzó a recordar en sus
desvaríos cuando a sus ocho años, mató de una patada certera a la tatarabuela del actual Papa
Rata, Hana Ratzinger quien era su
maestra de moral en la primaria Bavariana y recordaba la condena que de niño le
habían echado los cristeros: “mal
soñarás que la muerte llega con su guadaña a exterminar tus días”. TUMA veía a
la huesuda acercarse con su guadaña al rojo vivo como si fuera a herrar un toro
de lidia y al rato sintió que la hoz endiablada lo enganchaba de sus nalgas y
lo elevaba como carnero en barbacoa aérea. Veía desde lo alto al Ing. Cruzado
llorando porque sabía que su turno se acercaba y a TUMITA llorando por las torturas que su
padre sufría. Vio a Bill Maker montado en un unicornio ámbar por lo cual asumió
que ya había sido juzgado y vio a la Elizabeta Tetas guindada en unos alambres
como crucifixión extrema de la lujuria terráquea y lo peor, vio a la
Maravillera reírse de ellos por la cobardía como recibían el castigo sin poner resistencia
alguna. Sintió morir, pero no moría, sintió sufrir pero no sufría por lo que
ahí pasaba, sino por lo que había hecho y pensaba que la muerte seria lenta,
prolongada y doliente. Vio repetida la
acción cuando agarró de los tentáculos al pobre Julio y lo tiró desde la
tercera planta por haber perdido los
cheques a causa de las Dormilonas del Palacio del Sexo propiedad de Becerro Tobillo en sociedad no
anónima con Monseñor Alasquebradas. Recordó también el día cuando junto a
Billmaker presentaron los reportes falsos al Monje Thorsten por medio de los
cuales lo llenaron de pánico recesivo y le compraron la empresa por un décimo
de su valor actual. Recordó también y no se arrepintió cuando le dijo a sus
seguidores de Ateolandia libertad que el tal dios era solamente otro invento cristero tal como la siguanaba
y que sí, aceptaba la existencia del Judío Errante y que no era otro que el
Papa Rata y su corte de sinvergüenzas falsarios a lo largo y ancho de la
tierra.
TUMA sudaba como si estuviera en
el infierno. Por instantes su mente se llenaba con imágenes de montañas de
Medellín y se veía panadero que había metido su cabeza en la bolsa de harina. En ese
momento recordó cuando una de sus cuarenta mujeres había dado a luz quintizas
en Ateolandia de las cuales Billmaker
había sido el padrino. Por su mente pasaban los días felices con Elizabeta
Tetas en el viaje a Taiwán donde le había vendido a la industria china los
motores de aviones con retroceso aéreo y los alambiques al vapor calentados con
uranio purificado por los cuales los
chinos habían pagado una fortuna con la esperanza de producir armas termo
nucleares. Recordaba la última fiesta en la cual Wenceslao despachó cuarenta
peligueyes, treinta toretes, cuarenta pavos y cincuenta gallinas indias y tres
barriles de Whisky Ateolandés capaz de
emborrachar a toda una nación, fiesta que fue reconocida en los anales
históricos de Ateolandia como la fiesta
de la fertilidad porque doscientas mujeres menores de quince años salieron
preñadas sin saber de quién. De repente vio que venía un grupo encapuchado
vestido de franciscanos con látigos de cuero crudo mojado en lugar de cuerdas de la orden y de puro
miedo arrancó una sábana de un muerto que yacía a la par y se tapó la cabeza
quedando como momia egipcia de post
modernidad.
La cama parecía un
trampolín o una recámara de arma de guerra.
En el piso había un pozo de agua que bien podrían haber sido sudor o
que
había meado las toneladas cúbicas de cervezas y taravillazos que había
ingerido recientemente y sólo esperaba que Ponciano Montañés y Ermitaño,
Monje
Trapense, llegara a darle los últimos
oficios de quien en vida fuera TUMA,
Brigadier General, vencedor de
los Cristeros de Ateolandia . De
repente, entre las marañas infernales vio que la Vilma y el Ing. Borja
(otros
de sus compinches) empujaban una enorme silla voladora de las cuales le
habían
vendido la última edición al Vaticano, en el manubrio llevaba un gran
rótulo:
“To hell” lo cual en la mente diabólica de TUMA significó de inmediato,
la
partida sin retorno. Un monta cargas del hospital lo levantó del
camastro y lo
ensartó en la silla la cual la Vilma y
Borja pusieron en directo. En ese momento recordó las últimas palabras
de Elpidio:
“por si ya no nos vemos” y se decidió al vuelo del averno, cuando la
silla se alzaba al espacio, una enorme serpiente plutónica le
zampó un colazo y la toda destartalada la envió a tierra firme. En el
vuelo a
velocidad luz pegó un inmenso grito cuando vio que iba directo a caer
ensartado en la Piragua de Chepe Moya, fue cuando la Maravillera le
zampó un solo cachimbazo y le dijo: Despierta gran cabrón, eso te pasa
por las
maldades que cometés junto a Billmaker.
La abrazó, la estrechó como nunca
lo había hecho ni aun en la noche de bodas.
Limpiate, le dijo la Maravillosa,
hiedes a mierda. Ni siquiera se bañó, se metió la toalla entre las
enormes nalgas y salió disparado para Técnica El Trancazo. De una sola patada
abrió la oficina de Billmaker se lanzo sobre él, lo abrazó, lo besó y le dijo:
Nos salvamos Juanito, nos salvamos, se zampó una botella entera de whisky y
enfáticamente le dijo: ay Juanito, ay Billmaker, estamos en la lista negra.
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