El próximo lunes 8 serán 45 años de que Ernesto "Che" Guevara,
herido levemente (una bala en su pierna izquierda) en combate
en Bolivia, cayó preso por el Exército represor de entonces.
El Alto Mando mintió al mundo, afirmando que había muerto en combate.
Mientras que el día 9, pasado el mediodía, el Che fué cobardemente
asesinado, bajo órdenes de los Estados Unidos.
Mis amigos Adys y Froilán, historiadores cubanos, acaban de enviarme
el interesante relato de ese crímen, que aquí te re-envio.
En el diario digital español Rebelión he encontrado un interesante
artículo, che me confirma la validez de un articulito mio que aquí
te anexo :
Las primeras mil empresas detentan un poder reservado a las naciones =
http://www.rebelion.org/ noticia.php?id=156454
herido levemente (una bala en su pierna izquierda) en combate
en Bolivia, cayó preso por el Exército represor de entonces.
El Alto Mando mintió al mundo, afirmando que había muerto en combate.
Mientras que el día 9, pasado el mediodía, el Che fué cobardemente
asesinado, bajo órdenes de los Estados Unidos.
Mis amigos Adys y Froilán, historiadores cubanos, acaban de enviarme
el interesante relato de ese crímen, que aquí te re-envio.
En el diario digital español Rebelión he encontrado un interesante
artículo, che me confirma la validez de un articulito mio que aquí
te anexo :
Las primeras mil empresas detentan un poder reservado a las naciones =
http://www.rebelion.org/
SIN OLVIDO. CRÍMENES EN LA HIGUERA.
Froilán González y Adys Cupull.
Durante la noche y
la madruga del día 9 de octubre de 1967, en la escuelita de paja y barro de La
Higuera, permanecieron como prisioneros de guerrra, el Comandante Ernesto
Che Guevara y el boliviano Simeón Cuba, Willy y gravemente herido Alberto
Fernández Montes de Oca ( Pacho o Pachungo). Según el testimonio de
pobladores de La Higuera al filo de la media noche falleció Pacho.
Al amanecer del 9 de
octubre, entró al aula la maestra Julia Cortés, quien
influida por los militares, tenía la intención de
insultarlo y pedirle que saliera de allí. El Che habló
suavemente con ella; hubo un intercambio de preguntas y respuestas. Ella quedó
sorprendida y convencida de que estaba en presencia de un hombre totalmente
diferente a como los militares le informaron. Salió del aula cuando
un oficial, le pidió que se alejara, porque iba a aterrizar un
helicóptero. Eran las 6:30 de la mañana.
Del aparato descendieron el Coronel Joaquín
Zenteno Anaya y el agente de la CIA de origen cubano Félix Ismael Rodríguez
Mendigutía, que se hacía llamar Félix Ramos.
Zenteno Anaya, en compañía del agente, se dirigió a
donde estaba el Che y habló brevemente con él. Poco
después Félix Rodríguez, en forma agresiva comenzó a insultar
al Comandante Guevara, e intentó maltratarlo con violencia. Militares que
presenciaron este encuentro, manifestaron que parecía que el Che conocía
a esta persona y sus antecedentes contrarrevolucionarios, porque respondió
con desprecio a sus insultos, lo trató de traidor y mercenario.
A las ocho y
media, aproximadamente, el agente de la CIA instaló un equipo
completo de una pequeña planta de transmisión de gran alcance, para enviar un
mensaje cifrado a la CIA; posteriormente, montó una máquina
fotográfica sobre una mesa al sol, para fotografiar el Diario del Che y
otros documentos.
En las primeras
horas de la mañana del 9, el dictador boliviano René Barrientos recibió una
llamada telefónica desde Washington. Era de su ministro de Relaciones
Exteriores doctor Walter Guevara Arce, quien participaba en una reunión de la
OEA en la capital norteamericana.
Sobre
esta conversación el excanciller expresó: “Cuando circuló la
noticia de que el Che cayó prisionero, llamé por teléfono a Barrientos y le
dije: 'Me parece vital que se conserve la vida del Che Guevara. Es necesario
que en este sentido no se cometa ningún error, porque si así fuera, vamos a
levantar una mala imagen que no la va a destruir nadie, en ninguna parte del
mundo. En cambio, si usted lo mantiene preso en La Paz, cierto tiempo, el que
sea necesario, será más conveniente, porque la gente se pierden cuando están en
las cárceles, pasa el tiempo y después se olvidan.'
“La respuesta fue inmediata, él me dijo: 'Lamento mucho doctor, su llamada ha
llegado tarde. El Che Guevara ha muerto en combate'. Esa fue la
respuesta.
“Lo sentí
profundamente, no solo por el hombre, sus características, las similitudes de
apellido, sino porque me pareció un error político muy serio y me sigue
pareciendo un error político muy serio, en el cual hubo muchas influencias
externas, para que se cometiera este error.
“Yo estuve algo
más de una semana en Washington y comencé a percibir una gran cantidad de
hechos como consecuencia de la muerte del Che. El Che cayó herido, fue tomado
preso. Estuvo toda la noche del día 8 de octubre. Vino la noticia a La Paz y
más allá también...
“En todo este absurdo se
jugaron fuerzas exteriores muy graves, para que darle más vuelta a la
cuestión.” Concluyó el doctor Guevara Arce.
Mientras en La Paz, en
las primeras horas de la mañana del día 9, llegó al Gran Cuartel de
Miraflores Alfredo Ovando, ya se encontraban en el lugar altos
oficiales, explicó que el Che se encontraba preso en La
Higuera. Sucesivamente fueron llegando el comandante de la fuerza
Aérea y el de la Naval. Cuando arribó el
dictador Barrientos, sostuvo una reunión privada con los generales
Alfredo Ovando y Juan José Torres. Después entraron los demás
militares.
Barrientos,
con el deliberado propósito de comprometer a los miembros del Alto Mando
militar en la decisión, planteó el punto de la eliminación física del
Che. Lo expuso como decisión, no para someterlo a discusión.
Concluida la reunión se envió una instrucción cifrada a Vallegrande y
Ovando se dirigió hacia el aeropuerto, donde en un avión TM‑14
partió hacia esa ciudad. Con él viajaron el contralmirante
Horacio Ugarteche, los coroneles Fernando Sattori y David La Fuente, el
teniente coronel Herberto Olmos Rimbaut, los capitanes Oscar Pammo, Ángel
Vargas y René Ocampo.
Alrededor de las 10 de
la mañana, en el humilde caserío de La Higuera, el agente de la CIA Félix
Rodríguez recibió un mensaje cifrado, en cuyo texto estaba el código
establecido para actuar contra la vida del Che. El agente de la CIA, en
compañía de Andrés Sélich, se dirigió a donde se encontraba el
Guerrillero Heroico. Estaba de guardia el joven Eduardo Huerta Lorenzetti,
quien en la madrugada arropó al Che con una manta, porque hacia mucho
frío , le dio un cigarro y conversó con él.
El agente de la
CIA le ordenó que se retirara del lugar y el joven oficial obedeció, pero
observó cuando Félix Rodríguez tratando de interrogarlo, lo zarandeó por
los hombros para que hablara, le haló bruscamente por la barba y le gritó que
lo iba a matar.
Huerta contó a sus
amigos que como tenía que proteger la vida del prisionero, trató de
evitar los malos tratos del agente de la CIA. En el forcejeo este se cayó y
desde el suelo le gritó enfurecido: “¡Me la pagarás bien pronto, boliviano de
mierda, indio salvaje, estúpido!”. Huerta intentó golpearlo pero Sélich
se interpuso.
Unos minutos
después, desde la zona de combate, trajeron el cadáver del guerrillero
boliviano Aniceto Reynaga y prisionero al peruano Juan Pablo
Chang‑Navarro, el Chino. El agente de la CIA empleó la violencia para
que el guerrillero hablara, lo que no consiguió. En la revista española
Interviú, de 30 de septiembre de 1987, refieren cómo
Rodríguez utilizó una bayoneta contra el guerrillero peruano.
En conversación con Modesto Reynaga,
hermano de Aniceto, efectuada en la ciudad de La Paz el 9 de septiembre
del actual año (2012) manifestó que por diversas informaciones
conoció que su hermano fue llevado herido a La Higuera y allí fue
asesinado. Indicó que en Buenos Aires pudo conversar con el General Juan José
Torres y este le confirmó la información.
Aproximadamente a
las 11 de la mañana el agente de la CIA transmitió la decisión final
de eliminar al Che al general Joaquín Zenteno Anaya. Poco después
Ninfa Arteaga, esposa del telegrafista de La Higuera Humberto Hidalgo y
en cuya casa acampaban los oficiales bolivianos, junto con su hija, la maestra
Élida Hidalgo, fueron hasta a la escuelita a llevarles una sopa de maní al Che
y a los otros dos guerrilleros.
Ella
narró: "Los militares primero me negaron que entrara; pero yo cociné para
todos, y les dije que para ellos y para los guerrilleros también era la comida.
Pero a mí, como todo el mundo en La Higuera me hace caso, yo dije: este señor
esta preso y tiene que comer y si no me dejan entrar para que el Che coma, no
le voy a dar comida a nadie, porque la comida es mía y yo misma la cociné.
"Yo hice una sopa de maní. Los militares dijeron que yo entrara
donde el Che. Dije que me dejaran sola con él para que pudiera comer tranquilo.
Le solté las manos, las tenía amarradas. Él se interesó por saber si los demás
guerrilleros habían comido también. Yo le dije que habían comido.
"El Che me miró tan tierno, con mirada de agradecimiento que yo nunca
podré olvidar como el Che me miró. Los militares no miraban así.- Ninfa
llora - Cuando yo tengo un problema grande, yo lo llamó a él, yo veo su mirada
y el Che me responde..."
Zenteno Anaya le
pidió a Félix Rodríguez, que se ocupara de ejecutar la orden de la
eliminación física del Che, que si deseaba podía hacerlo. El
agente de la CIA decidió, en compañía de Andrés Sélich, buscar entre los
soldados cuáles querían ofrecerse. Aceptaron Mario Terán, Carlos Pérez Panoso y
Bernardino Huanca, los tres entrenados por los asesores norteamericanos y que
en la madrugada borrachos, quieran asesinarlo.
En entrevistas
de prensa, Mario Terán declaró que cuando entró al aula ayudó al Che a
ponerse de pie; que estaba sentado en uno de los bancos rústicos de la escuela
y aunque sabía que iba a morir, se mantenía sereno. Terán afirmó que él se
sintió impresionado, no podía disparar porque sus manos le temblaban. Dijo que
los ojos del Che le brillaban intensamente; que lo vio grande, muy grande y que
venía hacia él; sintió miedo y se le nubló la vista, al mismo tiempo, escuchaba
como le gritaban: “¡Dispara cojudo, dispara!”
A Terán le
volvieron a dar bebidas alcohólicas; pero aún así no podía
disparar. Los oficiales Carlos Pérez Panoso y Bernardino Huanca
dispararon contra el guerrillero peruano Juan Pablo Chang‑Navarro y el
boliviano Willy Cuba.
Nuevamente los
oficiales bolivianos y el agente de la CIA compulsaron a Mario Terán para que
disparara. A los periodistas les contó que cerró los ojos y disparó,
después hicieron lo mismo el resto de los presentes. Ya habían pasado
unos 10 minutos aproximadamente de la una de la tarde del día 9 de octubre de
1967. El agente de la CIA disparó también sobre el cuerpo del Che.
Cometido el crimen Zenteno Anaya regresó a Vallegrande.
Los aldeanos
aterrorizados por las acciones del ejército lentamente se acercaron temerosos,
mostraban desconcierto ante el increíble hecho del que fueron testigos. Para
los pobladores de La Higuera, un caserío pacífico, religioso y supersticioso,
no era cristiano que se asesinaran a seres humanos y empezaron a murmurar con
espanto que un castigo de Dios vendría a La Higuera por culpa de los
militares.
Alrededor de las 14 horas del 9
de octubre de 1967, aterrizó el helicóptero en Vallegrande, del cual descendió
Zenteno Anaya, lo estaban esperando los agentes de la CIA de origen cubano,
Gustavo Villoldo Sampera, que se hacía llamar Eduardo González y Julio Gabriel
García, y los bolivianos Roberto Toto Quintanilla y Arnaldo Saucedo
Parada. Zenteno se dirigió hacia donde se encontraba Ovando con el resto de la
comitiva que había llegado de La Paz. Los agentes de la CIA
recogieron los documentos de los guerrilleros para efectuar un inventario.
El
helicóptero regresó a La Higuera para trasladar a los muertos, pero con órdenes
expresas de que el Che fuera el último.
En el
humilde caserío de La Higuera, testigo del asesinato del Comandante
Ernesto Che Guevara, del peruano Juan Pablo Chang Navarro y del boliviano
Simeón Cuba, y de resultar ciertas las confesiones del General Juan
José Torres también la de Aniceto Reynaga, narraron que los
acontecimientos conmocionaron a los pobladores. Algunos
soldados, arrastraron el cadáver antes de ponerlo en la camilla, para
trasladarlo hasta el sitio en que lo recogería el helicóptero llegado
desde Vallegrande.
Los vecinos de La
Higuera y algunos militares reaccionaron indignados cuando un soldado con un
palo trató de golpear el cuerpo del Che, entonces cubrieron el cadáver con una
frazada; el sacerdote Roger Shiller rezó una oración y se dirigió a la
escuelita, lavó la sangre y guardó los casquillos de balas con que lo
asesinaron.
A las 4 de
la tarde partió el helicóptero piloteado por el mayor Jaime Niño de Guzmán,
transportaba, en una camilla de lona, el cuerpo del Guerrillero Heroico.
Media hora más tarde aterrizaba en
Vallegrande. A través de varios reportajes
de los corresponsales de prensa, se conoce la repercusión que provocó en
Vallegrande la llegada del cadáver.
Daniel
Rodríguez, corresponsal del periódico El Diario de la ciudad de La Paz,
escribió que la noticia del arribo de los restos del Che Guevara conmovió a la
población, que en número crecido se trasladó hasta la pista y luego al
hospital. La multitud trató de arrebatar el cadáver, pero efectivos del
ejército tuvieron que esforzarse para evitar el asalto. El pueblo se volcó a la
pista y estaba decidido a no permitir el traslado del cuerpo para ninguna
parte, los militares desamarraron el cuerpo, sujeto a la plataforma
externa del helicóptero y rápidamente lo introdujeron en una ambulancia que a
toda velocidad lo condujo al hospital “Señor de Malta”.
Christopher Rooper, corresponsal de la agencia de
noticias Reuter, desde Vallegrande trasmitió: “El cadáver fue retirado
del helicóptero e introducido en un furgón Chevrolet que, perseguido por
ansiosos periodistas que se habían trepado al primer jeep que encontraron a
mano, se dirigió hacia un pequeño local que hace las veces de morgue en esta
localidad. Se hicieron esfuerzos por impedir que espectadores y periodistas
penetraran al recinto. En la puja se destacó particularmente un individuo
rollizo y calvo, de unos 30 años, quien, aunque no llevaba insignia militar
alguna sobre su uniforme verde oliva, parecía haberse hecho cargo de la situación
desde el momento que el helicóptero aterrizó. Esta persona viajó, asimismo, con
el cadáver, en el furgón Chevrolet. Ninguno de los jefes militares reveló el
nombre de dicha persona, pero versiones locales aducen que se trata de un
exiliado cubano que trabaja para la Agencia Central de Inteligencia de Estados
Unidos (CIA)…”
El periodista
inglés Richard Gott, del periódico The Guardian de Londres, en su
información relató acerca de la presencia de la CIA en esa población, al
manifestar que desde el momento en que el helicóptero aterrizó, la operación
fue dejada en manos de un hombre en traje de campaña, quien ‑ y todos los
puntos convergen ‑ era incuestionablemente uno de los representantes del
servicio de inteligencia de Estados Unidos y, probablemente, un cubano. Y
añadió:
“El helicóptero aterrizó a
propósito lejos de donde se había reunido un grupo de personas y el cuerpo del
guerrillero muerto fue trasladado a un camión....”
“Nosotros
comandábamos un jeep para seguirlos y el chofer se las arregló para atravesar
las verjas del hospital, donde el cadáver fue llevado a un cobertizo
descolorido que servía de morgue.
“Las puertas
del camión se abrieron de repente y el agente americano saltó, emitiendo un
grito de guerra: '¡Vamos a llevárnolos para el demonio o para el carajo, lejos
de aquí!'
“Uno de los
corresponsales le preguntó de dónde venía él. '¡De ninguna parte!', fue la
respuesta insolente.
“El cuerpo
vestido de verde olivo con un jacket de zipper fue llevado al cobertizo.
Era indudablemente el Che Guevara.
“Soy quizás una de las
pocas gentes que lo ha visto vivo. Lo vi en Cuba en una recepción de la
embajada en 1963, y no tengo duda de que era el cuerpo del Che
Guevara.
“Tan pronto como
el cuerpo llegó a la morgue, los médicos comenzaron a inyectarle profilácticos.
El agente americano hacía esfuerzos desesperados para aguantar a las masas. Era
un hombre muy nervioso y miraba iracundo cada vez que una cámara era dirigida hacia
él. Él conocía que yo sabía lo que él era, y sabía también que yo creía que él
no debía estar allí, ya que esa es una guerra en la cual los Estados Unidos no
debían tomar parte.
“Sin embargo,
estaba aquí este hombre, que ha estado con las tropas en Vallegrande, hablando
con los oficiales de mayor graduación en términos
familiares.”
El
periodista Richard Gott afirmó que el comandante Ernesto Che Guevara irá a la
historia como la figura más grande desde Bolívar, para luego añadir: “Él fue
quizás la única persona que tratase de encaminar las fuerzas radicales en todo
el mundo en una campaña concentrada contra Estados Unidos. Ahora está muerto
pero es difícil imaginar que sus ideas mueran con él.”
El
agente de la CIA Gustavo Villoldo en compañía de Toto Quintanilla
llevaron el cadáver hasta la lavandería del hospital “Señor de Malta”, al
depositarlo en el piso, el agente demostrando su condición moral le dio una
patada; después, cuando lo subieron al lavadero, le golpeó el rostro. Por su
parte, Toto Quintanilla tomaba las huellas dactilares y ordenaba que fuera
llamada una enfermera.
Esa
noche estaba de guardia Susana Osinaga, quien, con ayuda de Graciela Rodríguez,
lavandera del hospital, procedió a lavar el cuerpo del Guerrillero Heroico.
Los
médicos José Martínez Caso y Moisés Abraham Baptista extendieron el certificado
de defunción. Por disposición de los militares, le suprimieron la hora del
fallecimiento. De igual manera obligaron a los médicos a realizar la autopsia y
a inyectarle formol, para esperar el arribo de un equipo de peritos
argentinos.
En el hotel Santa Teresita de Vallegrande, los agentes de la CIA y los
militares bolivianos festejaron la muerte del Che. Félix Rodríguez abrió
una botella de whisky y brindó a los presentes.
Mientras en el
caserío de La Higuera, el sacerdote Roger Shiller convocó a los pobladores para
oficiar una misa por el Che Guevara y sus compañeros asesinados. Todos
asistieron llevando velas. El silencio fue absoluto y muy impresionante, nadie
entendió por qué fueron asesinados. El sacerdote pronunció las siguientes
palabras: “Este crimen nunca será perdonado. Los culpables serán castigados por
Dios.”
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