Por una educación y formación liberadora, es decir, democrática no autoritaria:
Paulo Freire afirma que poder hablar es construir una historia que pueda reformularse una y otra vez.{29}
"Coincidiendo con Gramsci, Freire hace hincapié en la reinvención del poder, en su desarrollo en los múltiples espacios y canales de comunicación y en el reconocimiento de que es preciso aprender a hablar con, en la vigencia de la pregunta como condición de la existencia humana.
Resulta adecuado hablar de una «ética del poder», en la medida en que se requieren nuevas actitudes, nuevas identidades, nuevas subjetividades; una ética basada en la solidaridad, en la justicia social, en el desarrollo de las capacidades, que opere en forma contrahegemónica, ya sea frente a los modelos neoliberales o frente a una ética débil propia de la fragmentación postmoderna."
" Articular
los poderes populares hacia una democracia radical y apostar a una
democracia integral construida desde la sociedad civil, así como a la
constitución de nuevas subjetividades colectivas."
Leamos
el denso pero importante trabajo de Ruben Tani. Estamos para crear,
recrear, innovar, transformar y no repetir los mismo errores históricos
de sociedades y de diversas experiencias autoritarias, dogmáticas,
mecánicas, sectarias, de
pensamiento único, excluyentes y deterministas.
Esto
nos lleva a crear un nuevo poder y diferente Estado alternativo,
construido desde abajo y no de manera principal o fundamentalmente
burocrática.
Valioso
aporte a estudiar y llevarlo a la práctica social cotidiana porque no
podemos tener una práctica libertaria con condicionamientos subjetivos
autoritarios, domesticadores y dominadores.
José.
La práctica
pedagógica crítica
de José Luis Rebellato
Ruben Tani
Investigación realizada por Ruben Tani, Beatriz Carrancio, María Gracia Núñez y Edgardo Pérez{1} en la Multiversidad Franciscana de América Latina
(2002-2003)
La praxis dialógica comunitaria
El
educador popular uruguayo José Luis Rebellato (1946-1999) parte del
reconocimiento de la centralidad de la cultura. Esta visión,
compartida con Gramsci y Mariátegui, le permite abrir un terreno de
lucha ideológica en el cual los sujetos expresen su resistencia mediante
la construcción de alternativas populares. Así, la constitución del
sujeto popular como sujeto de poder se produce a nivel económico,
político y también cultural. En este sentido, la educación popular debe
ser un aporte a este proceso transformador del sujeto colectivo.{2}
Así,
la
confianza en las capacidades de los sectores populares de constituirse
como nuevo bloque histórico, la integración de lo personal y lo
colectivo, la elaboración de un pensamiento comprometido y la tarea
militante del intelectual se vuelven temas centrales. La hegemonía del
bloque popular conlleva una instancia cultural o actividad práctica
colectiva que funciona sobre la base de una misma y común concepción del
mundo, una unidad cultural-social que reúne una multiplicidad de
voluntades disgregadas. Así, el bloque histórico tiene una dimensión
orgánica y estructural, no meramente teórica, porque alude al carácter
estructural de los fenómenos sociopolíticos, concebidos como históricos y
dinámicos, para oponerse a lo coyuntural, burocrático o mecánico y
porque se distingue de la conciencia corporativa y la de clase. Esta
hegemonía no se logra sólo accediendo al poder político, sino también al
crear y difundir una nueva concepción
del hombre y la sociedad. Es decir, se necesita realizar una
transformación radical, un cambio sustancial en las estructuras de la
conciencia, lo que Gramsci denominó reforma intelectual y moral, es
decir, cultural. Este proceso no debe ser entendido cronológicamente
como algo que se desata a posteriori del proceso político. Como
Gramsci lo expresa la transformación cultural se da antes, durante y
después que los sectores de cambio han asumido la dirección de una nueva
sociedad. Esto significa no sólo tomar conciencia de la dinámica
objetiva de las relaciones de producción, sino hacer emerger las
opciones de valor y libertad, decisivas en la definición del sentido de
la historia.
Rebellato
sostiene que, los movimientos populares no son sujetos históricos por
puras razones objetivas
o por el hecho estructural de ser explotados económicamente, sino que
se constituyen en tales a través de un proceso de lucha, de maduración y
autoeducación. En este sentido, la educación popular debe desarrollar
un proyecto político que participe en los proyectos que expresan el
poder popular. Rebellato plantea que la educación popular es un
movimiento cultural muy importante en nuestra época,{3} que
privilegia la dimensión cultural de los procesos y promueve, de este
modo, la constitución de los sujetos como protagonistas
de su propia educación y de la educación y transformación de la
sociedad.
Ética,
política y educación son tres dimensiones fundamentales de los procesos
de construcción social de poder: la educación es política porque
elabora conflictos mediante una opción ética; política porque promueve
un análisis grupal de la alienación; ética porque propone valores éticos
solidarios que se concretan en procesos dialógicos de aprendizaje y
desaprendizaje colectivo.
En
este caso, la capacidad que elaboran los sujetos de
poder ser auténticos, supera la comunicación monológica autoritaria,
para convertirse en un dispositivo de aprendizaje mediante el diálogo
que permite el contacto con la multiplicidad de redes de participación y
organización social.
Además,
las herramientas teórico-metodológicas que posibilitan pensar e
intervenir en los cambios sociales, se basan en la acción y reflexión
crítica que han generado múltiples aportes y prácticas de Educación
Popular. Una praxis política de Investigación-Acción Participativa que
constituye el medio de conocimiento e intervención en la realidad.
Asumiendo que la educación popular es un proyecto ético y político, una
concepción metodológica y un movimiento cultural en construcción,
Rebellato la concibe necesariamente integrada en:
- Prácticas sociales participantes en las comunidades, organizaciones, movimientos y redes locales relacionadas estratégicamente con los movimientos indígena, negro, de género, los foros cívicos alternativos, para contribuir en la producción de poderes locales.{4}
- Una propuesta cultural antagónica a la del sistema hegemónico que produce explotación, exclusión, dominación, negación de las diferencias, que permita concebir la esperanza en lograr una sociedad igualitaria que promueva una ética solidaria y una mejor calidad de vida.{5}
- Una educación liberadora que asume la autenticidad del saber popular para trascender prácticas concretas y configurar una nueva cultura, mediante el aporte metodológico de teorías y disciplinas que colaboren en su transformación: las teorías de la complejidad, el marxismo humanista y libertario, la teología de la liberación, el psicoanálisis, el socioanálisis y la hermenéutica, entre otras.{6}
Este
programa pedagógico coincide con la contribución de Paulo Freire
respecto a la importancia de la centralidad del poder y observa que
Freire ha formulado una pedagogía de la reinvención del poder que
incluye todos los espacios, para superar así una concepción puramente
centralizada de éste:
Para
Freire la reinvención del poder pasa por la reinvención de la
producción, de la educación, del lenguaje y de la cultura. Se trata de
transformar la sociedad a partir de sus propias bases. El poder debe
comenzar en las luchas
cotidianas y en cada uno de los espacios sociales y educativos.{7}
El poder se refleja en tres prácticas fundamentales:
En
primer lugar, el lenguaje: el método pedagógico de Paulo Freire parte
de una constatación simple: la lectura implica una nueva manera de
situarse en el mundo, de conocerlo, interpretarlo y transformarlo y la
escritura no es un simple instrumento de comunicación,
sino una forma de aprehender la realidad social. De modo que aprender a
leer y a escribir es una manera de comprender la realidad y de hacer la
historia.{8}
En
segundo término, la educación que parte de la reflexión y apropiación
que los sujetos son capaces de realizar de su propia alfabetización, de
sus posiciones en el mundo y sus poderes para transformarlo a través del
diálogo.{9}
Por
último, la cultura como práctica alternativa en una sociedad que niega
el diálogo, la libertad y la solidaridad; sociedad autoritaria que
reproduce subjetividades, las cuales reflejan su ambivalencia y
alienación: la resisten y la reproducen en forma conflictiva. La
interiorización de los dispositivos autoritarios coloniza y unifica la
diversidad de las subjetividades y la pluralidad de los movimientos
sociales, a la vez que socava la ética del mutuo reconocimiento que permite generar una auténtica emancipación.{10}
Para
Freire y Rebellato, estas prácticas compartidas de un ejercicio de
poder cotidiano, realizadas en una sociedad alienada, deben promover la
autenticidad y la capacidad de los sujetos para realizar sus
potencialidades creativas como alternativa a las actitudes de
frustración, de impotencia y de fracaso. Fals Borda opina que:
La
alienación es la situación de aquel que no es plenamente sí mismo, que
no realiza sus mejores y más originales posibilidades, que reprime y
malgasta sus propias energías. Se expresa
en formas más o menos conscientes de frustración o quizás de fracaso.
En la raíz está el hecho de no poder elegir, de no tener iniciativa
sobre la propia vida, de estar «expropiado» en el sentido más radical.
De ser mero objeto y no sujeto.{11}
La
alienación surge del conflicto entre contradicciones objetivas y
valoraciones subjetivas, entre necesidades económicas y de
reconocimiento. La crítica a esta situación exige opciones éticas y
políticas que cuestionan valores, normas, estructuras de conciencia que
muchas veces inhiben la expresión de los deseos
de libertad.{12} El
antagonismo de clase emerge, afirma Girardi, cuando se verifica la
síntesis entre las necesidades económicas, el descubrimiento de los
condicionamientos objetivos y la necesidad de libertad y liberación.{13}
Estos
autores conciben la subjetividad y la identidad como diversidad en un
proceso de auto-análisis colectivo e individual, el cual promueve una
ruptura con la
cultura dominante, sus valores y los símbolos que han marcado una
existencia social alienada.{14} Reconocimiento
de las subjetividades que se produce mediante la práctica pedagógica
del auto-análisis participante y permite una creación solidaria de
conocimiento que implica la interpretación de la experiencia del
excluido, la sociedad que genera la opresión y el compromiso del agente
externo o educador, para interpretarla y transformarla en la práctica
comunitaria.
Esta
acción pedagógica permite a los sujetos elaborar en forma crítica sus
condiciones de dependencia para
transformar la relación dialéctica entre autonomía y alienación, que
Freire toma de Hegel y de Lukács. Y esta
relación se plantea como una lucha que se da entre expulsar o no al
opresor desde «dentro de sí. Entre desalienarse o mantenerse alienados.
Entre seguir prescripciones o tener opciones. Entre ser espectadores o
actores.»{15} Esta
subjetividad histórica y socialmente compleja protagoniza su autonomía,
en relación con su entorno y el mundo, en una dimensión intersubjetiva,
esto es, dialógica.{16}
En
Freire, el concepto de diálogo relaciona las prácticas sociales en
general con su praxis pedagógica, en una actividad humana que articula
dos dimensiones: la acción y la reflexión. Dos dimensiones humanas que
permiten a los sujetos actuar de forma solidaria y en una interacción
radical, para poder pronunciar el mundo y, así, abrirse a un proceso de
cuestionamiento mediante nuevos pronunciamientos. Esta praxis dialógica
no debe sacrificar la reflexión a la acción, negando de esta manera la
praxis verdadera e imposibilitando el diálogo.
A
través del diálogo los sujetos se re-significan como tales. Una
exigencia existencial y un acto que transforma la comunicación en una
herramienta para expresar la resistencia frente a un sistema neoliberal
que produce la fragmentación de la comunicación, de la subjetividad
social: al asumir una posición frente a un mundo de dominación –y por lo
tanto cínico– plantea la necesidad de una pedagogía y una existencia
indignada. Para que sea eficaz esta indignación, tiene que ser
planteada, también, en forma eficaz.{17}
En
consecuencia, la praxis dialógica con los excluidos, con otras
culturas, con diversas prácticas históricas y sociales, con diferentes
subjetividades, supone una práctica reflexiva, que valora las
potencialidades, necesidades y deseos más profundos de todas esas
expresiones culturales.
Esta
pedagogía plantea la reflexión sobre un modelo pedagógico y un discurso
que expresan vínculos de poder y contribuyen a reproducir relaciones de
dominación y dependencia que cristalizan los roles de educandos y
educadores e impiden un proceso continuo y creativo en
busca de la expresión auténtica de los sujetos.{18}
En
general, los sujetos de conocimiento reproducen relaciones sistémicas
y, en este sentido, Rebellato critica la matriz monológica formadora de
educadores y profesionales que producen la transmisión de conocimientos
en la fragmentación de experiencias individuales que excluyen la
comunicación. La justificación de las técnicas participativas que se
ensayan en la reforma de
esta matriz, sólo ajustan anomalías y desviaciones, para colaborar en
la legitimación del sistema. Por esta razón Rebellato sostiene que la
cultura es un texto ambiguo que integra saber y poder, que demanda una
constante interpretación y aprendizaje y supone una negociación
dialógica de sus significados a través del lenguaje.
Como
Bruner, entiende que es necesario superar una concepción del
aprendizaje basada en un mero acto de descubrimiento cognitivo –a la
manera de Piaget. Y, sobre todo, superar concepciones reproductivas, las
cuales consideran que los educandos carecen de conocimientos y valores,
y son incapaces de reproducir su visión del mundo. Estas concepciones
etnocéntricas entienden la enseñanza como un proceso de
acción afirmativa y de producción capitalista que reemplaza y compensa
elementos intercambiables y no practican una construcción del
conocimiento por medio de la interacción social y el lenguaje.{19}
En
este modelo pedagógico se estimula y valora más la memoria y la
verbalización que la capacidad individual de crear e imaginar
conocimientos y el docente lo reproduce en una microfísica del
poder-saber, que permite transmitir
conocimientos, técnicas y metodologías.
Sus
presupuestos éticos-políticos y su concepción de las Ciencias Sociales
tratan de armonizar el conflicto implícito de la práctica institucional,
mediante un consenso que reajusta el conflicto, una falla contingente y
una desviación en el sistema, para su más óptimo funcionamiento.{20}
Así,
el docente reproduce y normaliza un mismo saber con el poder de
transmitir supuestamente nuevos conocimientos, mediante una
relación de dependencia que no se incluye en el mismo proceso
pedagógico y en el cual los sujetos interiorizan esta forma de
producción de conocimientos e identidades.{21} En
este sentido, Rebellato se refiere a un código que defienda el derecho a
preguntar del educando. A no saberlo todo. A haber leído algo que el
profesor no leyó. El educando tiene derecho a discrepar con el docente.
Tiene
derecho a crecer, a madurar y a pensar por sí mismo. El sistema
educativo uruguayo no educa para pensar, ejerciendo una violencia
simbólica que da como resultado la reproducción de identidades pasivas.{22}
Girardi
opina que necesitamos una generación de jóvenes creativos, que sepan
discutir con los maestros y también participar en proyectos locales y
ser protagonistas de una cultura
alternativa.
Existen
interpretaciones personales de los textos que legitiman un ejercicio de
violencia simbólica, disimulada en un programa que puede integrar al
mismo Paulo Freire. Esta práctica ideológica de lectura impide diversas
interpretaciones y no valora la postura crítica del estudiante, se
distancia de los códigos culturales emergentes y aspira a una razón
universal personal.
Rebellato
critica esta práctica tradicional a favor
de una actitud crítica y emancipadora, de la comprensión del sujeto que
elabora el conocimiento y protagonista de su propia educación. Propone
una pedagogía desde los bordes en diferentes configuraciones
geopolíticas de conocimiento y poder en Latinoamérica. Los sistemas
educativos administran la producción de subjetividades e identidades y
regulan el conflicto interno mediante consenso y coerción, como reflejo
de las prácticas políticas del Estado. Este se encarga, mediante la
legislación tradicional y nuevos actos administrativos, de regular el
protagonismo de los jóvenes cuyas acciones, aunque parezcan pequeñas,
tienen incidencia sobre la transformación de la realidad.{23}
Lenguaje, conocimiento, institución y subjetividad
Asumiendo que todo ejercicio de poder institucional reproduce un proceso de conflictos{24},
se hace necesario elaborar una pedagogía del conflicto como instrumento
que permita analizar las contradicciones sistémicas reproducidas en las
prácticas discursivas. Esta pedagogía del conflicto cumple una función
crítica que tiene en cuenta los aportes de la lingüística, el
psicoanálisis, el
análisis institucional, la sociología del conocimiento, la hermenéutica
y otras disciplinas que permiten comprender que el conflicto es un
hecho estructural, de modo que las modalidades lingüísticas, las
representaciones legitimadoras, los mecanismos defensivos, las
estructuras mentales, los esquemas psicofamiliares constituyen el
material a partir del cual trabajar. Los sujetos expresan las
contradicciones del sistema, en el lenguaje, las representaciones y las
relaciones de poder, mediante síntomas del conflicto latente.{25}
Rebellato
destaca los aportes del análisis institucional, los cuales
constituyen una perspectiva sociopolítica, una crítica anti-autoritaria
a la educación tradicional que se inscribe en la corriente de
pedagogías libertarias. Para G. Lapassade,
lo que sucede en el terreno de la educación se explica a partir de la
consideración de su dimensión institucional. De este modo, se estudia el
aspecto educativo en instancias grupales con el objetivo de analizar el
carácter dialéctico, positivo y
negativo, de cualquier grupo organizado; para descubrir las
determinantes económicas, físicas e ideológicas que falsean las
relaciones de producción de conocimiento. Todo acontecimiento o
dispositivo –texto, maestro o alumno–, capaz de revelar los mecanismos
concretos y globales de una institución, es un analizador: "Se dará el
nombre de analizador a lo que permita revelar la estructura de la
institución, provocarla, forzarla a hablar."{26} El
trabajo de los pedagogos institucionales se centra en lo instituyente
frente a la inercia de lo instituido para generar una nueva
institucionalidad. El referente es la institución o lo
instituido: las reglas exteriores a la institución; los programas, las
instrucciones, los circuitos de autoridad, las jerarquías; las reglas
internas del establecimiento y, el conjunto de técnicas institucionales,
normas de trabajo, consejo de cooperativa, etcétera.
En
relación con el tema institucional, Rebellato se interesa por los
aportes de la filosofía del lenguaje ordinario de Wittgenstein, Austin y
Searle, de la lingüística y de la sociolingüística; sin embargo,
critica al modelo funcionalista del análisis estructural, porque se
constituye a partir de la separación teórica de la lengua (langue), del habla (parole); la lengua es una abstracción socialmente impuesta, que no
refleja el conflicto ideológico de las prácticas sociales.
Rebellato
considera que el lenguaje expresa relaciones políticas de apropiación
de poder en el espacio social complejo que regula el Estado y sus
instituciones, y que el análisis de las estructuras léxicas y
sintácticas debe interpretar la diversidad de intereses ideológicos
antagónicos que se expresan en las prácticas lingüísticas y los efectos
de dominación que condicionan el comportamiento de los sujetos. Coincide
con Bajtin, para quien el sujeto se constituye en una diversidad de
yoes expresados en los lenguajes, en las voces habladas por otros y que
pertenecen a fuentes distintas (ciencia, arte, religión, clase,
etcétera). Estas voces conforman la
ideología: un conjunto de palabras, valores, creencias y normas. Las
prácticas discursivas del sujeto social articulan los sistemas
ideológicos y el sistema lingüístico. Este análisis de la lengua en su
totalidad social concreta no conduce a una perspectiva lingüística
monológica y abstracta, sino a una dialógica, el discurso de dos voces,
los enunciados y las posiciones de los diferentes sujetos en el
discurso.
En
un primer momento, preocupado por la descripción teórica y metodológica
de la centralidad de la cultura, la estructura social, el estado, la
sociedad civil y la incidencia de la ideología en el sujeto popular,
Rebellato relaciona la apropiación hegemónica de las prácticas de
enunciación, según Gramsci, con
los dos tipos de códigos de Bernstein: el código restringido –que
expresa la relación social de las clases desplazadas dentro del sistema,
con opciones sintácticas, léxicas y simbólicas limitadas y presenta un
sistema de roles sociales de tipo cerrado, donde las posibilidades de
opción se encuentran limitadas– y, por otra parte, el código elaborado o
la estructura lingüística propia de los sectores dominantes que, con
una amplia variedad de opciones sintácticas, transmite un sistema de
roles de tipo abierto, donde es permitida una amplia gama de opciones.
Rebellato afirma:
Aprender
a hablar es aprender a actuar en las diversas circunstancias que impone
la estructura social, y toda instancia de habla contribuye a
interiorizar la estructura
social; entonces, el aprendizaje de un código elaborado plantea un
conflicto a un hablante que ha organizado su universo lingüístico y
social mediante un código restringido y puede suponer una verdadera
ruptura cultural.{27}
Pero,
si bien Rebellato continúa considerando que el lenguaje constituye y
legitima las posiciones de los sujetos en las prácticas sociales,
cognitivas e ideológicas en relación con el poder, la verdad, la
ética y el deseo, integra también la comunicación no verbal y las
expresiones del cuerpo. Al llevar adelante esta tarea no reduce el
estudio de la cultura popular a la perspectiva disciplinaria dominante,
sino que valora una práctica pedagógica creativa.
El
lenguaje se emplea para informar, narrar y representar sucesos, regular
la conducta y expresar prácticas rituales y poéticas. Pero el aspecto
creativo del lenguaje no es una desviación de la norma del sistema
lingüístico, es una construcción social, del hablante y el oyente, en el
habla cotidiana. Su sentido es valorar estéticamente la vida mediante
un conjunto de estrategias lingüísticas (fónicas, prosódicas,
sintácticas y semánticas), paralingüísticas (musicales y
gráficas) y proxémicas (en tanto el cuerpo es parte de la
comunicación). Esto explica su interés por la microfísica de la
resistencia de las comunidades, expresada en sus narrativas y su
protagonismo político al construir proyectos y espacios de enunciación
que crean una geopolítica contrahegemónica.{28}
Paulo Freire afirma que poder hablar es construir una historia que pueda reformularse una y
otra vez.{29}
Coincidiendo
con Gramsci, Freire hace hincapié en la reinvención del poder, en su
desarrollo en los múltiples espacios y canales de comunicación y en el
reconocimiento de que es preciso aprender a hablar con, en la vigencia de la pregunta como condición de la existencia humana.
Resulta
adecuado hablar de una «ética del poder», en la medida
en que se requieren nuevas actitudes, nuevas identidades, nuevas
subjetividades; una ética basada en la solidaridad, en la justicia
social, en el desarrollo de las capacidades, que opere en forma
contrahegemónica, ya sea frente a los modelos neoliberales o frente a
una ética débil propia de la fragmentación postmoderna.
Se
podría decir que para Rebellato, Foucault contribuye al proyecto
gramsciano: el poder es
omnicomprensivo y sus dispositivos conforman una red que articula la
reproducción del conocimiento y las prácticas discursivas e
institucionales hegemónicas. En este sentido, su interés se refiere al
fortalecimiento del poder (de decisión, de control, de negociación, de
lucha) de los sectores populares, precisamente en una etapa histórica en
que los modelos vigentes multiplican sin eufemismos las formas de
exclusión.
Rebellato
destaca la concepción de Foucault del poder como omnipresencia: el
análisis histórico e ideológico de los dispositivos del poder, la visión
del poder como una red que captura estrategias, tácticas, relaciones de
fuerza, resistencias, para destacar que la
hegemonía se proyecta y reproduce en estas redes de poder.
Así,
Rebellato analiza las prácticas discursivas que institucionalizan el
poder desde el punto de vista de una praxis social dialógica:
- El desarrollo del poder en los múltiples espacios y canales de comunicación;
- El reconocimiento de que ya no es posible continuar hablando tan sólo en nombre de, sino que es preciso aprender a hablar con;
- La superación de la distancia existente hoy entre la organización y los sectores en nombre de los cuales la organización supone hablar;
- La construcción de un estilo diferente de hacer política;
- La vigencia de la pregunta, como condición de la existencia humana;
- El poder entendido como participación;
- La articulación de poderes populares.
En
esta coincidencia estratégica de Rebellato con el proyecto genealógico
de Foucault como eje para reflexionar –considerando genealógico como «el
análisis a partir
de la cuestión presente»–, podemos señalar tres grandes dimensiones:
- Una ontología de nosotros mismos respecto a la verdad a través de la cual nos constituimos en sujetos de conocimiento.
- Una ontología de nosotros mismos en relación con el campo de poder a través del cual nos constituimos en sujetos que actuamos sobre los demás.
- Una ontología de nosotros mismos vinculada a la ética a través de la cual nos constituimos en agentes morales. Diremos nosotros como una relación dialógica tú-yo.
Este
planteo genealógico que hace Foucault es interesante para reflexionar
sobre las relaciones de poder ejercidas en el
campo educativo y cómo nos han ido constituyendo como sujetos, en
contraposición a la relevancia de la educación popular liberadora.
Con
respecto a la primera dimensión, una ontología de nosotros mismos
respecto a la verdad a través de la cual nos constituimos como sujetos
de conocimiento, diremos que el ser humano se ha constituido en sujeto
de conocimiento a través de una particular imposición, de determinadas
relaciones de poder exteriores a él. Hay verdades que se han determinado
tales
por los que detentan el poder a lo largo de la historia, por medio de
la iglesia, del estado-nación, de los medios de comunicación, etcétera.
Aparecen determinadas instituciones que respaldan estas relaciones de
poder.
Foucault
sostiene que en el siglo XIX se han inventado las ciencias humanas;
esta invención buscaba, en apariencia, hacer del hombre el objeto de un
saber posible. De este modo, el hombre pasaba a ser objeto de
conocimiento y este conocimiento lo liberaría de sus alienaciones, de
las determinaciones que no controlaba. Foucault señala que se han
encontrado estructuras, correlaciones, pero el hombre una vez más ha
desaparecido en su libertad, en su existencia. El hombre desaparece, en
filosofía, no tanto como objeto
de saber cuanto como sujeto de libertad y de existencia. Dado que el
hombre en el siglo XIX, como sujeto de su propia conciencia y de su
propia libertad, es en el fondo una imagen correlativa de Dios, queda
alienado en una nueva mitología surgida en la dialéctica del Iluminismo.
Foucault
muestra, a lo largo de distintos épocas históricas, cómo se constituye
la matriz común de múltiples instituciones de encierro que pueblan hoy, a
modo de archipiélagos, el espacio social. Esto es importante para
descubrir cómo se han legitimado determinadas formas de ejercicio del
poder y cómo se constituyen en formas de dominación a nivel del Estado.
Hoy
los medios de comunicación, al estar concentrados en pocos y poderosos
centros de poder, ejercen este poder mediante la manipulación de la
información. Es decir, al no presentar las distintas visiones del
problema. La mayor parte de la historia ha sido contada por los
opresores y esta historia forma parte de las subjetividades, del
imaginario social. Nosotros, como latinoamericanos, sufrimos la
conquista; en este caso, la verdad que se impuso por la fuerza, fue la
del conquistador, la del opresor. Él era el que, en nombre de la ley y
de la fe, venía a evangelizar; su religión era la superior así como su
verdad.
La
segunda dimensión a la que se refiere Foucault es una ontología de
nosotros mismos en relación con el campo de poder a través del cual nos
constituimos
en sujetos que actúan sobre los demás. Esta es una dimensión muy
relacionada con la anterior, ya que esas relaciones de poder, al
constituir las verdades en el imaginario colectivo, influyen sobre las
subjetividades. Es una forma de manipulación del otro, por eso es
necesaria la emergencia de los distintos sujetos, nacidos de sus
necesidades concretas.
Foucault
plantea que en las relaciones humanas, sean cuales sean –se trate de
una comunicación verbal, de relaciones amorosas,
institucionales, económicas– está presente el poder. Pero es preciso
señalar que no pueden existir relaciones de poder más que en la medida
en que los sujetos son libres, lo cual significa que en las relaciones
de poder hay posibilidades de resistencia y de liberación.
Esta
actuación de un sujeto sobre otros se ve claramente en la educación
bancaria. Freire plantea que, en la práctica bancaria de la educación
–antidialógica por esencia y, por lo tanto, no comunicativa–, el
educador deposita en el educando el contenido programático de la
educación, que él mismo elabora o que elaboran para él. En
contraposición, en la práctica educativa problematizadora, que es
dialógica por
excelencia, este contenido no es depositado, sino que se organiza y se
constituye en la visión del mundo de los educandos.
La
tercera dimensión supone una ontología de nosotros mismos vinculada a
la ética a través de la cual nos constituimos en agentes morales.
Foucault rastrea las bases de la moral instituida, que se presenta como
única, legítima y posible. Para hablar de una educación para la
liberación es necesaria también una ética para la liberación.
Con
respecto a
la transformación de las subjetividades y la perspectiva de una nueva
ontología, Rebellato plantea algunos desafíos para una praxis pedagógica
crítica:
- Seguir construyendo una teoría crítico-emancipadora frente al proyecto neoliberal y continuar radicalizando sus postulados. Porque es más radical el peligro de destrucción de la vida, de la naturaleza y la creciente dificultad para superar la actual crisis de civilización, dado que nos enfrentamos a la expansión de una ética y una cultura que pretenden ahogar los potenciales emancipadores. Esta tarea teórico-práctica debe ser profundamente innovadora, para elaborar nuevos temas, desafíos y caminos alternativos.
- Articular los poderes populares hacia una democracia radical y apostar a una democracia integral construida desde la sociedad civil, así como a la constitución de nuevas subjetividades colectivas.
- Transformar la educación y recuperar su dimensión ético-política.
En
síntesis, la cultura es un complejo de instituciones, tecnologías,
prácticas y productos; es decir, la cultura es un lugar de lucha contra
el poder y también un medio para la promoción del sujeto y del cambio
social. La pedagogía, como práctica y crítica para la
expansión de sujetos democráticos, tiene que dirigirse hacia los
problemas sociales como la desigualdad económica e injusticia social
para tratar los dilemas éticos y políticos.
La ética de una pedagogía radical
La
praxis de una pedagogía crítica o de una reforma del sistema educativo
formal no se pueden realizar al margen del pensamiento hegemónico que
postula como normal un modelo de crecimiento que implica necesariamente
niveles mayores de exclusión, destruir el medio ambiente
y desgastar la esperanza y consolidar una postura ética fatalista
frente a la vida.
La
ética heterónoma de este modelo de dependencia da lugar a una ética
autoritaria, es decir, una ética cuyo valor fundamental es definido por
la autoridad de expertos cuya competencia y producción es discutible.
Rebellato considera que la producción estratégica e ideológica de los
expertos siempre se da en términos de dominación y dependencia,
desarrollo desigual y agotamiento de la producción teórica como efecto
ideológico de la división del trabajo en las sociedades complejas que se
proyecta sobre otras comunidades. El poder legitimado y consensuado por
medios democráticos es ejercido luego sobre los individuos; ya se trate
de un poder
físico, económico, cultural y simbólico que reproduce las relaciones
sociales de asimetría en todo el espacio social y coloniza el mundo de
la vida. Rebellato cree que esta situación debe propiciar la capacidad
de crear proyectos alternativos que interpreten los nuevos conflictos en
los ámbitos de la reproducción cultural, de la integración y de la
socialización. Los movimientos sociales pueden llegar constituir un
amplio y complejo paradigma, a través del cual se expresa la resistencia
del mundo de la vida contra las políticas que intentan su colonización.
Inspirado
en la pedagogía gramsciana que surge en los consejos de fábrica,
Rebellato entiende que esta práctica pedagógica inductiva que surge de
experiencias obreras
particulares puede ser una herramienta para lograr una generalización
de experiencias comunitarias diversas cuyo interés antihegemónico
incluye a todos los movimientos y las múltiples redes sociales. En su
experiencia realizada en Uruguay esta pedagogía se basa en una teoría
crítica e investigación participante que estudia el hecho social como
histórico, político y colectivo sustituyendo el concepto de clase obrera
por el de sujeto popular y saber colectivo. Por esta razón es que le
interesan todas las experiencias y proyectos generados en diversos
contextos religiosos, políticos, étnicos, etc.
Desde
el punto de vista de una pedagogía geo-política que tiene en cuenta una
pluralidad redes de identidades narrativas
transculturales producidas en diferentes comunidades como las
propiciadas por Rebellato, la alternativa al pensamiento dominante
reproducidos por los dominados radica, en primera instancia, en la
conformación de un bloque popular gramsciano, luego en la articulación
de un rizoma de redes integradas por sujetos hasta ahora excluidos –el
sujeto popular, mujeres, indios, homosexuales, negros–, lo que significa
una diversidad de sujetos capaces de organizarse e instrumentar
acciones y proyectos de vida que tengan impacto en el terreno político y
social.
Rebellato
utiliza la categoría de de-construcción procurando repensar la
democracia desde la diversidad, desestructurando los poderes
jerarquizados e
institucionalizados, elaborando espacios de diálogo para re-construir
nuevos saberes y poderes sociales en manos de los sectores populares.
Marco
Raúl Mejía señala que la de-construcción supone la búsqueda por un
nuevo sentido y la entiende como una postura filosófica caracterizada
por alguno de los rasgos siguientes: intervención activa frente a las
formas de institucionalización del poder; penetrar en la voz de lo
institucional y en el imaginario de las personas para generar procesos
de desestructuración y reconstrucción; oír los márgenes de la máquina
institucional; desarrollar la sospecha, descentrando la objetividad
institucional; ver lo que hace invisible
al poder; resignificar las experiencias humanas; capacidad de leer
desde las huellas de nuestras experiencias; crecer desde la
incertidumbre; actuar sobre las fisuras; superar las miradas binarias y
producir nuestro texto, abriéndonos a la búsqueda de la
intertextualidad.
La
característica ética y política de la praxis pedagógica propuesta por
nuestro autor está vinculada con su interés en relacionar la historia
social de las relaciones de dominación y producción simbólica como
aspecto esencial del marxismo de Gramsci con la idea de microfísica de
poderes y de saberes de Foucault y el concepto de rizoma, cartografía y
territorio de Deleuze y Guattari.
Estos
conceptos le permiten articular el conocimiento como producto de una
praxis política-cultural que excede a la centralidad del Estado e
incluye diversas expresiones de la sociedad civil, lo que le permite
proponer que toda transformación social puede y debe surgir de un
conjunto de proyectos políticos de diversos movimientos, proyectos que
implican una praxis social de los sujetos orientada a la modificación de
las estructuras sociales existentes.
La
educación popular como práctica
pedagógica política y ética, es un instrumento fundamental para el
análisis y discusión del conflicto sistémico que permite estudiar las
tradiciones históricas, sociales y culturales y que puede colaborar en
el desarrollo de las clases subalternas y sus proyectos hacia una
hegemonía cultural, ideológica y política.
Como
toda pedagogía implica una elección teórica y política, Rebellato hace
explícita esta condición, y por esta razón, afirma que la realización de
una práctica pedagógica es una alternativa política e implica una
relación dialéctica y crítica entre los intelectuales y la sociedad,
relación que trae consigo una transformación necesaria de las clases
subalternas así como una transformación
radical del papel del intelectual en la sociedad.
Esta
práctica pedagógica inspirada en el marxismo gramsciano y la pedagogía
propiciada en relación a los consejos de fábrica de la Fiat integra una
descripción teórica de una configuración social determinada con una
crítica de los mecanismos de reproducción de las prácticas ideológicas
de dominación que naturalizan y conforman las formas hegemónicas de
pensar en los sujetos.
En
este sentido, Rebellato integra
contribuciones de otros autores no marxistas, considerando que la
dominación de clase se produce por la imposición de una determinada
cosmovisiónmediante un conjunto de dispositivos institucionales que generan una microfísica de poderes.
En
consecuencia, el desarrollo político de las clases subalternas debe ser
concebido como praxis pedagógica de desarrollo cultural, es decir, la
actividad de un movimiento político tiene como objetivo la creación de
nuevas formas culturales mediante estrategias de aprendizaje que
implican nuevas relaciones pedagógicas coherentes con el concepto de una
democracia radical.
Condiciones para una investigación participativa
La
investigación participativa pedagógica de Rebellato concibe la realidad
social e histórica como acción, actividad, creación, proceso y
movimiento colectivo. Este pensamiento es profundamente dialéctico en
tanto concibe que los sujetos elaboren sus prácticas y sus mitos como
producto de actividades creativas de estructuras simbólicas y sociales.
La cultura humana, que es un producto histórico, ideológico, político y
simbólico, no puede ser reducida y explicada por modelos liberales
naturalistas
que justifican ideológicamente sus intereses al tiempo que proponen la
autonomía metafísica del mercado de valores conciben al Estado como un
organismo darwinista que no debe ayudar a los excluidos sino a los más
ricos cuando, a pesar de Hayek, su creatividad financiera fracasa.
Como
para Rebellato no existe neutralidad axiológica en las prácticas
teóricas y metodológicas que se generan en las instituciones pedagógicas
del Estado, concibe el laicismo jacobino como un proyecto histórico de
una clase política que configura el Estado uruguayo y la sociedad civil
moderna. Toda idea de neutralidad y transparencia ideológica es, en su
opinión, ideológica. Por el contrario, una pedagogía crítica
incluye los aspectos cognitivos, valorativos y estratégicos que
articulan las relaciones del sujeto, la familia y la sociedad integrando
el aspecto material de la praxis en el cambio cualitativo cultural.
De
acuerdo a esta postura, una práctica pedagógica que integra el saber
social de sujetos tiene en consideración los siguientes aspectos:
1)
El conocimiento se genera mediante una interpretación y una
re-elaboración que trata de socio-analizar las configuraciones
ideológicas de la conciencia social de los sujetos participantes que
limitan las posibilidades de percepción y expresión de los conflictos
latentes. Sólo una pedagogía como hermenéutica del conflicto permite
elaborar, analizar y expresar las contradicciones sociales en el sujeto,
generando posibilidades auténticas en las condiciones de existencia y
el crecimiento vital de las comunidades.
2)
La elaboración grupal que trata de profundizar en los aspectos
estratégicos del conflicto porque las representaciones grupales son,
generalmente, expresiones legitimadoras de puntos de vista conflictivos.
3) La interpretación de las estructuras lingüísticas de estas
expresiones busca determinar los códigos simbólicos mediante los cuales se expresan diversas posturas ante el conflicto.
4)
La práctica pedagógica grupal debe estudiar los esquemas
psicofamiliares de los sujetos que impiden una adecuada percepción de
los conflictos personales y las contradicciones sociales.
5) Las representaciones y las narrativas grupales e individuales, no
solamente reflejan la realidad, sino que interpretan y elaboran una
estructura simbólica defensiva que explica posturas etnocéntricas y
egocéntricas tales como: la reproducción de relaciones jerárquicas, las
visiones de la historia que idealizando el pasado o un futuro utópico
impiden la praxis como momento transformador, los procesos de
identificación ideológica del sujeto con prácticas de delegación del
poder en estructuras de tipo institucional-jerárquico y las experiencias
de fracaso ligadas a la posición socio-económica y cultural que valora
la identidad del sujeto según un esquema social jerárquico.
6)
El papel ideológico de la ética de la armonía del mercado
bloquea la percepción de los conflictos grupales en tanto que sus
valores éticos se orientan a reproducir el consenso social integrando
las desviaciones y la pluralidad cultural, ya que una comunidad sin
conflictos se identifica con el sistema hegemónico y su ética del
consenso que manipula las resistencias. Una ética pedagógica que parte
del carácter contradictorio de la existencia social del sujeto trata de
interpretar las situaciones conflictivas en un contexto dialógico y
comunitario que permita el reconocimiento de una pluralidad de valores
morales sin reducirlos a un punto de vista hegemónico.
7)
Esta interpretación y reflexión pedagógica comunitaria se logra a
través de un proceso continuo en una praxis de
investigación participante que asume las necesidades concretas de los
sujetos y que supone una transformación de los valores en las
configuraciones ideológicas cristalizadas.
La
praxis pedagógica crítica trata de evitar reproducir una totalización
hegemónica de la pluralidad cultural y la diversidad de subjetividades,
porque considera que más allá de la pluralidad y la diversidad es
necesario concebir y practicar una auténtica estrategia política del reconocimiento y la distribución de bienes contra la dominación capitalista.
La práctica en talleres y el
análisis del discurso
La
importancia que Rebellato asigna al método en la práctica de educación
popular como investigación acción crítica tiene que ver con la
experiencia de comunicación entre la cultura ambigua del agente externo o
investigador y el sujeto popular respecto a la coordinación y a la
observación de la experiencia. Este procedimiento dialéctico implica una
apertura a la crítica innovadora que surge de una práctica pedagógica
mediante la cual todos los involucrados aprenden en el entendido que el
sujeto es parte activa en la constitución de
significaciones respecto a la realidad social.
Esta
experiencia grupal debe articular críticamente los supuestos
epistemológicos y los supuestos socio-culturales como modo de realizar
observaciones críticas con respecto a la metodología, la teoría y a la
práctica misma, análisis centrado en lo que llama autoanálisis de clase o
de grupo. La experiencia tiene en cuenta diversas formas y modalidades
de expresión en la comunicación. Rebellato tiene además una preocupación
por las formas y medios de comunicación, así como su recepción e
interpretación.
Es
posible inscribir la experiencia de taller como una experiencia
pedagógica de comunicación popular que
tiene dos aspectos prácticos relacionados, que Rebellato desarrolla
respecto a un taller de formación sindical que implica un análisis
histórico y político mediante recursos como la dramatización y la
memoria como factor de reconocimiento –que se podría relacionar con la anagnórisis de
Aristóteles–. Pero también el análisis del discurso mediante un
análisis histórico y político en que se desarrolla una didáctica
aplicada a un discurso político específico como formador de opinión que
se expresa en un medio masivo de comunicación periódico. En el primer
caso, se consideran aspectos pedagógicos generados en un proceso
dialógico en el cual se registran e interpretan las entrevistas en su
secuencia y luego en forma integral como forma
de devolución al diálogo producido en el grupo, en el segundo caso, el
análisis e interpretación de un discurso político tiene el cometido
estratégico de proponer una práctica didáctica básica y sencilla al
alcance de todos.
En
el análisis que realizan de una experiencia sindical, Ubilla y
Rebellato, exponen las condiciones que permiten una práctica de
educación popular mediante una metodología participativa que permita al
grupo reconstruirla en un proceso de auto-análisis de clase. En primer
lugar, la información surge, en gran parte, de las experiencias
personales de los actores y se elabora mediante un diálogo que incluye
al coordinador y al observador. Esta práctica dialógica implica, en cada
reunión, un proceso de
devolución que supone volver a discutir aspectos no suficientemente
desarrollados y estimula la participación del grupo en el análisis. Pero
implica además reiniciar temas de reuniones anteriores para recuperar
el texto más amplio del trabajo de taller y estimular una memoria
crítica compartida capaz de un análisis histórico-dialéctico. El proceso
dialéctico de la devolución y la interpretación que produce el grupo es
la expresión de su propia práctica social en determinado contexto
histórico y su respectivo espacio social.
Una técnica utilizada por estos autores, es la dramatización de una situación:
«¿Cómo vivimos la
dictadura desde 1973 a 1983?» en la que los actores voluntarios
elaboran una represtación en cinco actos que permiten la re-elaboración
del período histórico en cuestión así como de sus vivencias personales. A
partir de esta elaboración se representan roles que no hemos asumido
para hacer surgir el conflicto ético: la palabra, el discurso que
expresa la representación supone la interpretación del antagonismo, la
resistencia con respecto a la ideología cultural hegemónica. La
evaluación del proceso grupal tiene el propósito de que los sujetos
asuman creativamente una actitud crítica protagónica y se apropien de
las herramientas teórico-metodológicas de los expertos en un proceso de
elaboración del conflicto planteado en un grupo para poder interpretar
las condiciones sociales y culturales de la dominación.
Es
importante destacar que en el proceso de dramatización la expresión y
manifestación de lo corporal juega un rol fundamental en tanto en el
cuerpo, como en el discurso, se inscriben y se expresan hábitos de
dominación y, por lo tanto, forman parte del acontecimiento hermenéutico
que tiene lugar en la práctica transformadora de un taller que pone en
juego el poder, el saber y el deseo en el contexto de una microfísica
del poder que reúne a Gramsci y a Foucault.
Coherente
con su postura teórica, nuestro autor elige una estrategia hermenéutica
que desecha una teoría de la comunicación basada en la transparencia
que supone que los
sujetos involucrados están colocados en igual situación en una
situación ideal en la que los sujetos participan en iguales condiciones
de enunciación. Como no comparte esta neutralidad de las relaciones de
enunciación, parte del análisis del discurso político de Pecheux y
otros, estableciendo una metodología para describir, analizar y
articular los discursos: las condiciones de producción, los efectos
ideológicos de la hegemonía y las relaciones de enunciación con un
contexto histórico y un espacio social determinado en el conjunto de los
modos y las relaciones de producción económicas y simbólicas.
Rebellato
tiene el propósito de aplicar en forma práctica una hermenéutica del
conflicto
para analizar los ejes claves del régimen de apropiación de los
enunciados por parte de las fuerzas productivas como sujetos que ocupan
distintas posiciones sociales de enunciación. No se trata de un simple
análisis de contenidos, sino de un estudio de las relaciones entre los
enunciados y las posiciones de los sujetos respecto al discurso.
Respecto
a la importancia que le otorga a la metodología en este proceso
pedagógico, discrepa con Habermas, en primer lugar, con respecto al
concepto de acción estratégica. Basándose en Gramsci, considera que éste
y todo tipo de comunicación implican estrategias políticas no
necesariamente egoístas y, en segundo lugar, con su manera de relacionar
la técnica con la ideología.
Considera que una estrategia es parte de una práctica social y
política, no como mero cálculo parcial, sino creativo, y afirma que
tiene relación con su idea de dialéctica abierta, no limitada a reglas
pre-establecidas y sistemáticas. En este sentido, entiende que la
metodología se debe articular con la teoría y la práctica en una
estrategia política antihegemónica más amplia en la medida en que la
educación popular es una práctica política que tiene que ver con la
capacidad crítica e interpretativa del sujeto popular, aunque no puede
sustituir a los movimientos y organizaciones sociales.
La
práctica política, en este caso, comprende un análisis de las
representaciones sociales re-elaboradas mediante la práctica de la
memoria en grupo a través de la dramatización y el análisis ideológico
de discursos políticos según una tarea de interpretación de acuerdo a
criterios hermenéuticos.
Nuestro
autor concibe la hermenéutica del conflicto de interpretaciones
culturales como un proceso pedagógico-dialógico de producción,
elaboración y recepción ideológicas que permite expresar el conflicto
entre identificación y resistencia.
Por
otra parte, la hermenéutica como práctica social es una herramienta que
permite el
análisis de las estrategias retóricas y argumentativas de discursos
políticos orales y escritos. Este procedimiento pedagógico está
relacionado con los niveles de análisis de la cultura en la que está
inmersa toda práctica social, una cultura hegemónica se compone de
representaciones, medios y relaciones de producción y de la recepción y
apropiación desigual respecto a la producción de significaciones. Esto
refiere a la incidencia de la ideología hegemónica en el sujeto popular y
a la idea de que el «hombre se encuentra históricamente alienado.
Las
relaciones de dominación se plantean en la práctica hermenéutica según
tres aspectos fundamentales de las relaciones sociales, como
prácticas económicas, culturales y políticas respecto a la
interpretación del salario como retribución y apropiación del producto
del trabajo, la falta de percepción del tiempo como proceso histórico y
las estructuras de poder y de dominación que se reproducen en las
organizaciones, comisiones vecinales, que postulan relaciones
igualitarias.
En
todos estos aspectos resulta fundamental articular las representaciones
y la ideología en un enfoque de la historia de la producción social de
las significaciones en tanto una ciencia crítica supone apertura,
registro e interpretación de las contradicciones de la realidad social
elaboradas en los conflictos expresados por el sujeto.
La
educación crítica impulsa la constitución de un sujeto como
protagonista de su propia educación y de la transformación de la
sociedad. Tal proyecto se inscribe en la línea estratégica de
transformación de los movimientos populares en sujetos colectivos
portadores del poder popular. Ejercer el poder significa que los
sectores populares se apropien a nivel político, económico y cultural de
ese poder que han generado, supone que ellos son los protagonistas
principales de un proceso de transformación y de formulación de
alternativas.
Ese
poder popular es producto de un prolongado proceso de lucha, de
organización, de autoeducación. En este sentido, la educación popular
emplea una
metodología que procura despertar la iniciativa, el sentido crítico y
la creatividad, tratando de que los sujetos sean protagonistas de la
interacción educativa. Le compete llevar adelante una lucha contra los
proyectos hegemónicos ligados al neoliberalismo y a la globalización. En
este sentido, una educación popular que impulsa una búsqueda,
necesariamente rigurosa y creativa, está guiada por la convicción de que
la cuestión del poder sigue vigente y apuesta al fortalecimiento del
poder (de decisión, de control, de negociación, de lucha) de los
sectores populares.
Bibliografía
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Rebellato, José Luis. «La educación popular liberadora.
Refundación de la esperanza» Revista de Trabajo Social, Montevideo, nº 19, pp. 40-52, 2000e.
Notas
{1} Ruben Tani es
Licenciado en Filosofía y Letras. Es profesor en el Departamento de
Teoría del Lenguaje y Lingüística General y profesor de Teoría
Antropológica en la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación en Uruguay.
Beatriz Carrancio es Licenciada en Filosofía y profesora de piano, solfeo y teoría de la música.
Edgardo Pérez es Licenciado en Filosofía. Desde 2001 se ha desempeñado como colaborador docente en la materia Seminario Docencia I y II de la Unidad Opción Docencia de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, en Uruguay.
María Gracia Núñez. Licenciada en Letras y maestranda en «Filosofía y Sociedad».
Beatriz Carrancio es Licenciada en Filosofía y profesora de piano, solfeo y teoría de la música.
Edgardo Pérez es Licenciado en Filosofía. Desde 2001 se ha desempeñado como colaborador docente en la materia Seminario Docencia I y II de la Unidad Opción Docencia de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, en Uruguay.
María Gracia Núñez. Licenciada en Letras y maestranda en «Filosofía y Sociedad».
{2} José Luis Rebellato: «Educación popular y cultura popular», en Notas
sobre cultura y sociedad, (CIDC), nº 4, Montevideo, pp. 31-32, 1988 y «La educación popular liberadora. Refundación de la esperanza», en Revista de Trabajo Social,Montevideo, nº 19, pp. 40-52, 2000.
{3} José Luis Rebellato: La encrucijada de la ética. Neoliberalismo, conflicto Norte-Sur, liberación, Montevideo, Nordan, p. 204, 1995.
{4} José Luis Rebellato: Ética de la liberación, Montevideo, Nordan, 2000, p. 53.
{5} José Luis Rebellato: «Práctica social: la incidencia del conflicto», en Trabajo Social, Montevideo, nº 1, 1986 y «Gramsci: transformación cultural y proyecto político», en Trabajo
Social, Montevideo, nº 3, 1986.
{6} José Luis Rebellato: «Formación de educadores populares: tensión ética e intencionalidad política», en Formación de Formadores nº 1, Bogotá, CEAAL, pp. 11-15, 1995.
{7} José Luis
Rebellato: "Habermas y Paulo Freire: ¿Diálogos desencontrados"?, enEducación y Derechos Humanos, Montevideo, Nº 31, julio, p. 9, 1997.
{8} José Luis Rebellato: «La educación popular liberadora. Refundación de la esperanza», Revista de Trabajo Social, Montevideo, nº 19, pp. 40-52, 2000.
{9} José Luis Rebellato: La encrucijada de la ética. Neoliberalismo, conflicto Norte-Sur,
liberación, Montevideo, Nordan, p. 115, 1995.
{10} José Luis Rebellato: La encrucijada de la ética. Neoliberalismo, conflicto Norte-Sur, liberación, Montevideo, Nordan, p. 210, 1995.
{11} Citado en José Luis
Rebellato: Ética y práctica social, Montevideo, EPPAL, p. 50, 1989.
{12} Freire, Paulo. Pedagogía del oprimido, Buenos Aires, Siglo Veintuno, p. 59, 1989.
{13} Giulio Girardi: El derecho indígena a la
autodeterminación política y religiosa,Quito, Abya-Yala, 1997 y Máscaras del poder. Rostros de liberación, Montevideo, Nordan, 1999.
{14} José Luis Rebellato: «Educación popular y cultura popular», en Notas sobre cultura y sociedad (CIDC), nº 4, Montevideo, p. 22, 1988 y Gulio Girardi: Máscaras del poder. Rostros de liberación, Montevideo, Nordan, p.49, 1999.
{15} José Luis Rebellato: «Bases para una educación alternativa», en Cuadernos Latinoamericanos de Ecología Social, Montevideo, nº1, CIPFE, p. 45, 1988.
{16} José Luis Rebellato: «Habermas y Paulo Freire: ¿Diálogos desencontrados?», en Educación y Derechos Humanos, Montevideo, Nº 31, julio, p. 36, 1997.
{17} Freire citado en José Luis Rebellato: «La educación popular liberadora. Refundación de la esperanza»,
en Revista de Trabajo Social, Montevideo, nº 19, pp. 40-52, 2000e.
{18} José Luis Rebellato: «Nuevos paradigmas éticos en el marco de una práctica social transformadora», en Quehacer educativo, nº
20, junio, separata, pp. 11, 1996 y «La reflexión ética ante la
globalización educativo-cultural. Educación popular y construcción de la
esperanza», en La Piragua, México, nº 15, p. 16, 1999.
{19} José Luis Rebellato: Relatoría del «Ciclo de Debate sobre Reforma Educativa», en Educación y Derechos Humanos, Montevideo, nº 26, p.77, 1995.
{20} La
modalidad de enfrentar o evitar el conflicto estructura la conciencia
del sujeto. La negación a enfrentarse con el conflicto conforma una
estructura de conciencia que sirve de amortiguador ante conflictos
futuros. Es una estructura defensiva que neutraliza la manifestación del
conflicto. La conciencia percibe la realidad como si en
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