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por Pepe Gutiérrez-Álvarez
Domingo, 02 de Septiembre de 2012 13:14
La “perfomance” del director de “Bird” en la convención republicana
ha causado estupor y polémica. Se ha hablado nada menos que de fascismo y
de anarquismo. No creo que sea ni una cosa ni otra, o si acaso las dos
según donde se ponga la cámara.
1. El gesto. El montaje dio la vuelta al mundo. Tenía barra libre, y Eastwood se sentó frente a una silla vacía, en la que suponía debía de estar el otro hombre del rey (el triunfalcapitalismo), y le
reprochó el incumplimiento de promesas como el cierre de Guantánamo,
así como sus políticas laborales, que han elevado la cifra de paro en
EEUU hasta los 23 millones de desempleados. .Según parece, los
organizadores del evento se han disculpado discretamente, asegurando que no se esperaban eso, que no estaba programado así, que llamaron a Harry el Sucio y les vino Émile Zola, que no saben ni quién es, monologando otro J´accuse.
Curiosamente, antes de escribir este célebre panfleto, Zola había sido
un tipo de derechas, un enemigo acérrimo de la “Commune”. Las cosas
pues, suelen ser más complicadas, sobre todo en los artistas y
escritores.
2.Cómplice. Lo que define la excentridad es tanto lo que dice como donde lo dice. Lo que dice lo podría haber dicho perfectamente la izquierda demócrata. Lo que define a Obama es que a acabado haciendo justamente todo lo contrario de lo que prometía, y desde este punto de vista las acusaciones del director de “El gran Torino”, se quedaban más bien cortas. Sin embargo, al hacerla en el marco de una convención de la fracción republicana del gran partido único que domina la escena política norteamericana, el gesto resulta inquietante. Un amigo de Clint dirá que de esta manera también acusaba a Romney que metería en Guantánamo a medio mundo. En cuanto al tema del paro está claro que Romney será a Obama lo que Rajoy al Zapatero, aquel que aseguró “no os defraudaré”. A lo que se podría responder que lo que hacía Eastawood era actuar como cómplice, servir a la gente más peligrosas y más cruel del mundo actual. Desde este punto de vista, su gesto resulta sencillamente repugnante.
3. Ultraderechista. De todos es sabido que entre los famosos del cine de ahora, los republicanos se pueden contar con los dedos de una sola mano: Bo Derek, John Voigt, Bruce Willies, Stallone y Schwatzeneger, claro. Entre los clásicos el panorama era más incierto, y no es abusivo hablar de la existencia de unas buenas dosis de fascismo en John Wayne, James Stewart (del que recuerdo una entrevista escalofriante a favor de Reagan y de la “Contra” nicaragüense), y por supuesto en Ronald Reagan. También es sabido que Eastwood pertenece desde siempre a esta tradición. Igualmente lo es que en la primera parte de su larga trayectoria (menda lo recuerda de una película de la mula Francis), Eastwood demostró ampliamente su derechismo, incluso en una breve y controvertida actuación política como alcalde. Esta vocación resulta especialmente presente en la saga abierta por La jungla humana (Coogan's Bluff, USA, 1968), y en sus numerosas secuelas protagonizada por Harry el sucio. Esta serie se encuadra en un proceso reaccionario que traduce por un primacía del “trhiller” protagonizado por policías o padres vengativos a los que les estorban las leyes, los abogados, y los policía blandos. Había pues un Clint Eastwood ultraderechista, uhn miserable que realizó panfletos tan vomitivos como Firefox (1982). Esta tendencia, la peor y las repulsiva de toda la historia del cine negro. Se hizo apestosamente agobiante en las últimas décadas del siglo XX, y llegó al gran público (sobre en la pequeña pantalla) con los rostros del último John Wayne, Charles Bronson, Chus Norris, y un largo etcétera.
4. “Harry el sucio” y demás. Sin embargo, también es cierto que en el caso de Eastwood estos inicios se dieron de la mano de Donald Siegel, uno de los grandes del mejor cine B (autor de obras maestras como La invasión de los cuerpos vivientes), y como resultaba bastante propio en Hollywood, capaz de alterna percepciones sociales, políticas y morales contrapuestas. Esta ambivalencia se puede encontrar en los clásicos, por ejemplo, Raoul Walhs realizó películas tan opuestas como la militarista más allá de las lágrimas, y la antimilitarista, Los desnudos y los muertos)….Eastwood hizo con Siegel varias películas, algunas tan inquietantes como The beguiles (El seductor,1968), e hizo otra cosa más: comenzar a aprender el oficio de realizador que comenzó a sorprender con la misógina Escalofrío en la noche (1971)…Pero luego viene Bird, una película en la que Eastwood se pone al servicio del “anarquista” Charlie Parker, y lo hace incluso con más convicción que en su fase anterior, tan cínica. Luego viene todo lo demás, su díptico sobre la segunda guerra mundial y el Japón, La bandera de nuestros padres e Iwo Jima representan, total y completamente, el reverso de la “filosofía” de su mayor referente cinematográfico: Arenas sangrientas (Iwo Jima, USA, 1949), realizada por Allan Dwan (un antimarcarthista de pro), al servicio de un John Wayne dispuesto a hacer olvidar de que en realidad, él no pegó ni un solo tiro.
5. ¿Fascista?, ¿anarquista?...Ni una cosa ni otra, la existencia de una considerable dosis de fascismo en su “republicanismo” no equivale a que Eastwood sea un fascista, el fascismo es otra cosa; la asunción de un discurso libertario –la verdad hasta las últimas consecuencias- de su fase final como realizador, tampoco excluye la parte de Mr. Hyde. Nos guste o no, los artistas y los escritores pueden orientarse y desorientarse, los ejemplos sórdidos abundan. El anarquista William Godwin fue después un descarnado “torie”, Orwell definió al autor de Los viajes de Gulliver como un “anarquista tory”, y la verdad es que la definición es tan desconcertante como adecuada. Por aquí tenemos casos como el de Unamuno que desde el socialismo acabó abrazando el “Movimiento” de unas hienas que avergonzarían a las hienas, pero al final supo recobrar su mayor dignidad.
2.Cómplice. Lo que define la excentridad es tanto lo que dice como donde lo dice. Lo que dice lo podría haber dicho perfectamente la izquierda demócrata. Lo que define a Obama es que a acabado haciendo justamente todo lo contrario de lo que prometía, y desde este punto de vista las acusaciones del director de “El gran Torino”, se quedaban más bien cortas. Sin embargo, al hacerla en el marco de una convención de la fracción republicana del gran partido único que domina la escena política norteamericana, el gesto resulta inquietante. Un amigo de Clint dirá que de esta manera también acusaba a Romney que metería en Guantánamo a medio mundo. En cuanto al tema del paro está claro que Romney será a Obama lo que Rajoy al Zapatero, aquel que aseguró “no os defraudaré”. A lo que se podría responder que lo que hacía Eastawood era actuar como cómplice, servir a la gente más peligrosas y más cruel del mundo actual. Desde este punto de vista, su gesto resulta sencillamente repugnante.
3. Ultraderechista. De todos es sabido que entre los famosos del cine de ahora, los republicanos se pueden contar con los dedos de una sola mano: Bo Derek, John Voigt, Bruce Willies, Stallone y Schwatzeneger, claro. Entre los clásicos el panorama era más incierto, y no es abusivo hablar de la existencia de unas buenas dosis de fascismo en John Wayne, James Stewart (del que recuerdo una entrevista escalofriante a favor de Reagan y de la “Contra” nicaragüense), y por supuesto en Ronald Reagan. También es sabido que Eastwood pertenece desde siempre a esta tradición. Igualmente lo es que en la primera parte de su larga trayectoria (menda lo recuerda de una película de la mula Francis), Eastwood demostró ampliamente su derechismo, incluso en una breve y controvertida actuación política como alcalde. Esta vocación resulta especialmente presente en la saga abierta por La jungla humana (Coogan's Bluff, USA, 1968), y en sus numerosas secuelas protagonizada por Harry el sucio. Esta serie se encuadra en un proceso reaccionario que traduce por un primacía del “trhiller” protagonizado por policías o padres vengativos a los que les estorban las leyes, los abogados, y los policía blandos. Había pues un Clint Eastwood ultraderechista, uhn miserable que realizó panfletos tan vomitivos como Firefox (1982). Esta tendencia, la peor y las repulsiva de toda la historia del cine negro. Se hizo apestosamente agobiante en las últimas décadas del siglo XX, y llegó al gran público (sobre en la pequeña pantalla) con los rostros del último John Wayne, Charles Bronson, Chus Norris, y un largo etcétera.
4. “Harry el sucio” y demás. Sin embargo, también es cierto que en el caso de Eastwood estos inicios se dieron de la mano de Donald Siegel, uno de los grandes del mejor cine B (autor de obras maestras como La invasión de los cuerpos vivientes), y como resultaba bastante propio en Hollywood, capaz de alterna percepciones sociales, políticas y morales contrapuestas. Esta ambivalencia se puede encontrar en los clásicos, por ejemplo, Raoul Walhs realizó películas tan opuestas como la militarista más allá de las lágrimas, y la antimilitarista, Los desnudos y los muertos)….Eastwood hizo con Siegel varias películas, algunas tan inquietantes como The beguiles (El seductor,1968), e hizo otra cosa más: comenzar a aprender el oficio de realizador que comenzó a sorprender con la misógina Escalofrío en la noche (1971)…Pero luego viene Bird, una película en la que Eastwood se pone al servicio del “anarquista” Charlie Parker, y lo hace incluso con más convicción que en su fase anterior, tan cínica. Luego viene todo lo demás, su díptico sobre la segunda guerra mundial y el Japón, La bandera de nuestros padres e Iwo Jima representan, total y completamente, el reverso de la “filosofía” de su mayor referente cinematográfico: Arenas sangrientas (Iwo Jima, USA, 1949), realizada por Allan Dwan (un antimarcarthista de pro), al servicio de un John Wayne dispuesto a hacer olvidar de que en realidad, él no pegó ni un solo tiro.
5. ¿Fascista?, ¿anarquista?...Ni una cosa ni otra, la existencia de una considerable dosis de fascismo en su “republicanismo” no equivale a que Eastwood sea un fascista, el fascismo es otra cosa; la asunción de un discurso libertario –la verdad hasta las últimas consecuencias- de su fase final como realizador, tampoco excluye la parte de Mr. Hyde. Nos guste o no, los artistas y los escritores pueden orientarse y desorientarse, los ejemplos sórdidos abundan. El anarquista William Godwin fue después un descarnado “torie”, Orwell definió al autor de Los viajes de Gulliver como un “anarquista tory”, y la verdad es que la definición es tan desconcertante como adecuada. Por aquí tenemos casos como el de Unamuno que desde el socialismo acabó abrazando el “Movimiento” de unas hienas que avergonzarían a las hienas, pero al final supo recobrar su mayor dignidad.
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