Feliz el que ya no despertó, ese ya no sufrirá ahora.
Hay muchos que se refugian y
tratan de olvidar los sucesos de la vida y habemos otros que sabemos que si no
denunciamos, las cosas van a seguir de
mal en peor. Otros que xclaman
religiosamente que no hay que removerle los huesos a los muertos y que les dejemos
en paz.
País de crimen e impunidad, muy fácil
decirlo, el qué hacemos es otra cosa. Se habla de mascares del pasado, de
algunas nada más y se olvidan la mayoría y lo más cruel es olvidarnos de la
masacre cotidiana, de sangramiento de nuestra juventud que no parece tener solución
alguna.
La justicia es ciega, absuelve
sicarios y condena justos, absuelve jefes carteleros y condena niños
desamparados y la cárcel es el horror, el peor horror que puede sufrir un ser
humano en El Salvador.
A quién esperan reeducar en el
infierno de las mazmorras. Qué clase de psicólogos tiene el gobierno al no darse
cuenta que encierra criminales y con el trato dado convierte en criminales a
los familiares de los presidiarios o qué clase de sociólogos que esperan
resolver por medio de milagros el pandillerismo cuyas causas principales
radican en la injusticia económica, en la falta de oportunidades para un pueblo
al que han convertido en los hebreos
modernos al lanzarlos al exilio económico a sabiendas que ello traerá billones
a la bolsa de los explotadores y causantes de los males de nuestra patria.
Si la masacre se define como el
sacrificio de las masas, como el crimen innecesario e injustificado, aquí en
este país se han cometido masacres a lo
largo de nuestra historia y se siguen cometiendo ante los impávidos ojos de la ciudadanía
que no encuentra como detenerlas y con gobiernos que ni están interesados en
detenerlas y si en perpetrarlas y con encargados de la Memoria Histórica que
son mas desmemoriados que una persona con Alzheimer o demencia total.
Acostumbramos e mencionar el
Mozote y el Sumpul, pero olvidamos Copapayo, La cayetana, Teguicho, La Tigra, el Calabozo, Tenango
y Guadalupe, Cinquera, San Francisco Echeverría y tanta masacre más
que se ha dado en la historia de sangre de esta patria nuestra y nación de
otros, pero no es sólo la masacre que causa la muerte inmediata de miles, sino
la mascare pasiva y visible, pero no
publicitada que a diario vive el pueblo salvadoreño que no es otra que el
exilio económico y el pauperismo con el cual se condena a una muerte segura a
nuestro pueblo en el interior y
exterior de las fronteras patrias.
Nos hemos convertido en una nación
de miedosos, somos tan pobres que teniendo hambre nos reímos del hambre de los demás,
no somos capaces ni de unirnos políticamente para enfrentar a los verdaderos
responsables del caos social en que vive nuestra nación, somos tan pobres y hambrientos
que nos compran con mendrugos y nos hacemos inmensos palacios en nuestras
mentes enfermas olvidando en ese espejismo apátrida, nuestros verdaderos orígenes.
No sólo es la masacre física, es la
masacre cultural y educativa, la masacre económica y axiológica la que tenemos
que enfrentar , como así también la masacre ecológica.
Muchos salvadoreños dentro y
fuera de las fronteras patrias nos vemos despotenciados, proponemos ideas y
caen al vacío,
otros tratan de evadir la realidad, pero es, compañeros y compañeras, amigos y amigas,
conciudadano, extranjeros amigos de El Salvador un problema que tenemos que
enfrentar y buscarle soluciones posibles
por el bien de todas y todos, por el bien de la patria, no sigamos permitiendo
la masacre cotidiana.
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