Extraído de Cultura Bolchevique
El 17 de marzo de 1991, se celebró en la Unión Soviética un referéndum sobre el mantenimiento de ésta. Un importante sector del aparato del Estado, liderado por Yeltsin y Gorbachov, estaba empeñado en acabar con la existencia de la Unión Soviética. Los agentes del imperialismo supieron aprovechar la debilidad y la política de claudicación de Gorbachov, para enfrentar étnicamente a los distintos pueblos que formaban parte de la Unión. En ese contexto se celebra el reférendum.
La cínica indiferencia hacia la expresión directa del pueblo soviético provocó el colapso de años de poder mundial, y se lanzó a su pueblo hacia las más duras pruebas. Se destruyeron los sectores clave de la economía. Millones de compatriotas se encontraron en la humillante posición de refugiados. Cientos de miles fueron asesinados y heridos en conflictos étnicos sangrientos. Supuso una pérdida continua e importante del nivel de vida, mientras aumentó la violencia, la inseguridad social, y desastres provocados por el hombre.
(...)
Hoy en día, la historia nos vuelve a poner en la misma elección que en 1917, o en 1941: o una sola nación poderosa y socialista, o la esclavitud y la muerte. Las lecciones de las tendencias mundiales actuales y pasadas indican que la necesidad de unión de nuestros Estados y pueblos es más urgente que nunca.
Del Estado en la nueva Unión deben hacerse cargo de las personas que trabajan, los partidos comunistas hermanos, todos los patriotas de la patria soviética. Siguiendo los preceptos de Vladimir Ilich Lenin, podemos afirmar la lealtad a los principios consagrados en la Declaración sobre la formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, aprobada el 30 de diciembre 1922 en el Congreso de los Soviets de toda la Unión.
Estamos unidos por el común destino histórico, nuestros personajes y culturas. Todo esto es infinitamente más alto y más fuerte que cualquier disputa. Nosotros, los descendientes de los grandes vencedores al fascismo, deseamos una vida digna y pacífica, tenemos la creencia en un futuro feliz para sus hijos y nietos. Con firmeza y decisión de avanzar.
Nuestra causa es justa.
La victoria será nuestra
El 17 de marzo de 1991, se celebró en la Unión Soviética un referéndum sobre el mantenimiento de ésta. Un importante sector del aparato del Estado, liderado por Yeltsin y Gorbachov, estaba empeñado en acabar con la existencia de la Unión Soviética. Los agentes del imperialismo supieron aprovechar la debilidad y la política de claudicación de Gorbachov, para enfrentar étnicamente a los distintos pueblos que formaban parte de la Unión. En ese contexto se celebra el reférendum.
Más de 148 millones de personas fueron aquel día a votar, el 77,8% votó por el mantenimiento de la URSS.
República Socialista Soviética | % a favor de mantener la URSS |
Azerbaiyán | 94,1 |
Bielorrusia | 82,7 |
Kazajstán | 95,6 |
Kirguistán | 94,5 |
Rusia | 71,3 |
Tayikistán | 96,2 |
Turkmenistán | 98,3 |
Ucrania | 70,2 |
Uzbekistán | 94,8 |
Las otras 6 repúblicas sabotearon el referéndum, saltándose así sus propias leyes (Lituania, Letonia, Estonia, Moldavia, Armenia y Gerogia). Aunque en dichas repúblicas no existía oficialidad del reférendum, este se celebró en algunos distritos: Los resultados fueron aún mas favorables. De las 6 repúblicas que realizaron el sabotaje, 3 son hoy miembros de la OTAN.
De poco valieron estos resultados. La URSS se desintegró y el capitalismo entró con sus devastadoras consecuencias. El fraude sólo acababa de comenzar cuando se produjo el triste final de la Unión Soviética. Hoy, la oligarquía salida de aquel fraude maneja a su antojo la economía y la política en las repúblicas ex soviéticas. Los bienes y empresas del Estado fueron malvendidos, lo que antes era del pueblo fue prácticamente regalado a un número reducido de personas.
En Moscú, representantes de los distintos Partidos Comunistas del espacio postsoviético firmaron este mes el manifiesto "para la nueva Unión de pueblos hermanos" con motivo del aniversario del referéndum. Algunos fragmentos del texto señalan:
La cínica indiferencia hacia la expresión directa del pueblo soviético provocó el colapso de años de poder mundial, y se lanzó a su pueblo hacia las más duras pruebas. Se destruyeron los sectores clave de la economía. Millones de compatriotas se encontraron en la humillante posición de refugiados. Cientos de miles fueron asesinados y heridos en conflictos étnicos sangrientos. Supuso una pérdida continua e importante del nivel de vida, mientras aumentó la violencia, la inseguridad social, y desastres provocados por el hombre.
(...)
Hoy en día, la historia nos vuelve a poner en la misma elección que en 1917, o en 1941: o una sola nación poderosa y socialista, o la esclavitud y la muerte. Las lecciones de las tendencias mundiales actuales y pasadas indican que la necesidad de unión de nuestros Estados y pueblos es más urgente que nunca.
Del Estado en la nueva Unión deben hacerse cargo de las personas que trabajan, los partidos comunistas hermanos, todos los patriotas de la patria soviética. Siguiendo los preceptos de Vladimir Ilich Lenin, podemos afirmar la lealtad a los principios consagrados en la Declaración sobre la formación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, aprobada el 30 de diciembre 1922 en el Congreso de los Soviets de toda la Unión.
Estamos unidos por el común destino histórico, nuestros personajes y culturas. Todo esto es infinitamente más alto y más fuerte que cualquier disputa. Nosotros, los descendientes de los grandes vencedores al fascismo, deseamos una vida digna y pacífica, tenemos la creencia en un futuro feliz para sus hijos y nietos. Con firmeza y decisión de avanzar.
Nuestra causa es justa.
La victoria será nuestra
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