
Oh Santo América, quienes te dispararon, ignoraban tu eternidad, y que serían ellos los que morirían!
No pienso en la muerte, celebro tu presencia,
Escucho permanente tus eternas homilías
Eres la luz eterna de las noches y días
Que acompañan al pueblo marchando por la vida.
Nunca puede morir la esencia de la esencia
El amor predicando verdad universal
Nunca puede morir la fuerza conductora
De un pueblo valiente hacia la libertad
Estas en todas partes en la inmensa sapiencia
De ancianos sacerdotes del Izalco ancestral
En la ingenua sonrisa de los recién nacidos
En las voces del pueblo que clama libertad.
Eres la siembra y eres la cosecha
Eres el inicio y final del destino
Eres el caminante que nunca retrocede
Eres la tierra fértil y eres el camino.
Nunca la iglesia fue tan firme y combativa
Cuando la emancipaste con glorias merecidas
Ahora comerciante vende dioses y santos
Oferente de odio y más que corrompida.
Tú nos diste tu sangre, así nos enseñaste
Las bienaventuranzas con tu sangre y tu vos
Y siempre perseguidos no importa que nos maten
Si habremos conseguido el reino de tu Dios.
Tu sangre Monseñor se hizo semilla
Y la semilla, Oh padre, se hizo vida
Y en el surco Señor queda la sangre
Que al fructificar se vuelve vida.
No creo en la muerte celebro tu presencia
Entre todos los santos tú eres el primero
Todo el pueblo te amamos con nuestra fiel conciencia
Benditos seas por siempre padre y compañero.
Paul Fortis
(Ponciano Montañés y Ermitaño
Monje Trapense)
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