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sábado, 6 de marzo de 2010
A LOS 30 AÑOS DEL MARTÍRIO DE SAN ROMERO
Celebrar un Jubileo de nuestro San Romero de América es celebrar un
testimonio que nos contagia de profecía. Es asumir comprometidamente las causas, la
causa por las que nuestro San Romero es mártir. Gran testigo él en el seguimiento del
Testigo mayor, el Testigo fiel, Jesús. La sangre de los mártires es aquel cáliz que todos,
todas podemos y debemos beber. Siempre y en todas las circunstancias la memoria del
martirio es una memoria subversiva.
Treinta años se pasaron de aquella Eucaristía plena en la Capilla del Hospitalito.
Aquel día nuestro santo nos escribió: “Nosotros creemos en la victoria de la
resurrección”. Y muchas veces dijo, profetizando un tiempo nuevo, “si me matan
resucitaré en el pueblo salvadoreño”. Y, con todas las ambigüedades de la historia en
proceso, nuestro San Romero está resucitando en El Salvador, en Nuestra América, en
el Mundo.
Este Jubileo debe renovar en todos nosotros y nosotras una esperanza, lúcida,
crítica pero invencible. “Todo es gracia”, todo es Pascua, si entramos a todo riesgo en el
misterio de la cena compartida, la cruz y la resurrección.
San Romero nos enseña y nos “cobra” que vivamos una espiritualidad integral,
una santidad tan mística como política. En la vida diaria y en los procesos mayores de la
justicia y la paz, “con los pobres de la tierra”, en la familia, en la calle, en el trabajo, en
el movimiento popular y en la pastoral encarnada. Él nos espera en la lucha diaria contra
esa especie de mara monstruosa que es el capitalismo neoliberal, contra el mercado
omnímodo, contra el consumismo desenfrenado. La Campaña de la Fraternidad de
Brasil, ecuménica este año, nos recuerda la palabra contundente de Jesús: “ustedes no
pueden servir a dos señores, a Dios y al dinero”.
Respondiendo a aquellos que, en la Sociedad y en la Iglesia intentan
desmoralizar la Teología de la Liberación, el caminar de los pobres en comunidad, ese
nuevo modo de ser Iglesia, nuestro pastor y mártir replicaba: “hay un ‘ateismo’ más
cercano y más peligroso para nuestra Iglesia: el ateismo del capitalismo cuando los
bienes materiales se erigen en ídolos y sustituyen a Dios”.
Fieles a los signos de los tiempos, como Romero, actualizando los rostros de los
pobres y las urgencias sociales y pastorales, debemos subrayar en este jubileo causas
mayores, verdaderos paradigmas algunas de ellas. El ecumenismo y macroecumenismo,
en diálogo religioso y en koinonia universal. Los derechos de los emigrantes contra las
leyes de segregación. La solidaridad e intersolidaridad. La gran causa ecológica.
(Precisamente nuestra Agenda Latinoamericana de este año está dedicada a la
problemática ecológica, con un título desafiador: “Salvémonos con el Planeta”). La
integración de Nuestra América. Las campañas por la paz efectiva, denunciando el
creciente militarismo y la proliferación de las armas. Urgiendo siempre unas
transformaciones eclesiales, con el protagonismo del laicado, que pidió Santo Domingo,
y la igualdad de la mujer en los ministerios eclesiales. El desafío de la violencia
cotidiana, sobre todo en la juventud, manipulada por los medios de comunicación
alienadores y por la epidemia mundial de las drogas.
Siempre y cada vez más, cuando mayores sean los desafíos, viviremos la opción
por los pobres, la esperanza “contra toda esperanza”. En el seguimiento de Jesús, Reino
adentro. Nuestra coherencia será la mejor canonización de “San Romero de América, Pastor y Mártir”.
Pedro Casaldáliga
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