Ya salió El Socialista Centroamericano No 188.-
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Los
gobiernos de la región centroamericana atraviesan por
acuciantes problemas económicos y fiscales. La crisis
de la economía mundial está empezando a incidir en los
países latinoamericanos que se habían beneficiado del
boom de las exportaciones de materias primas, haciendo
tambalear sus economías. Esta situación indudablemente
afecta a nuestros países, conduciendo paulatinamente a
un crecimiento débil o a un estancamiento de las
economías.
En
el plano político, con ritmos y características
diferentes según cada país, las dificultades
económicas, que tienden a convertirse en
estructurales, están conduciendo a cambios paulatinos
en los regímenes políticos.
El
periodo de las dictaduras militares quedó atrás, por
el momento. Desde 1987, con los Acuerdos de Esquipulas
II, el imperialismo norteamericano y las burguesías
impulsaron procesos democratizantes, para contener a
las guerrillas y al ascenso revolucionario de masas.
En estos últimos 27 años se impuso un modelo
democracia neoliberal en toda Centroamérica, el cual
ya está dando síntomas de agotamiento. La crisis
económica y fiscal socavan las débiles bases de estas
democracias de la burguesía. Sin un sustento material
la democracia burguesa no funciona, no engaña a las
masas. Por ello creemos que la tendencia a mediano
plazo es hacia el endurecimiento de los regímenes, a
la construcción de regímenes más fuertes y
autoritarios, aunque en la transición conservan
algunos rasgos democráticos.
Este
proceso ya ha comenzado. Veamos algunos ejemplos. En
Guatemala el gobierno controlado por ex militares,
inmerso en una gravísima crisis financiera, recurre
cada vez más a medidas como estados de excepción,
encarcelamiento de líderes populares y medidas legales
para frenar las protestas. El presidente Pérez Molina
ha coqueteado con el fortalecimiento del
presidencialismo expresando la intención de permitir
la reelección o prolongar el periodo presidencial. Un
tema tabú hasta el momento, pero que comienza a
dominar la agenda política.
En
El Salvador, hay una dura pelea por la transformación
del régimen político. Aunque existe un incipiente
sistema bipartidista, a contra marcha de la tendencia
general en el área, ARENA que ha sido desalojada del
poder presiona desde la Sala Constitucional para
debilitar la autoridad del Presidente, ampliando los
espacios democráticos, como un reaseguro ante la
permanencia del FMLN en el poder. Pero la crisis
fiscal hará trastocar todos los planes, porque la
burguesía necesita de un régimen más fuerte para
reimplantar la autoridad del Estado en amplias zonas
controladas por las maras.
En
Honduras, los gobiernos del Partido Nacional han
logrado frenar y derrotar al poderoso movimiento de
resistencia que surgió durante el golpe contra Mel
Zelaya, creando las bases para un régimen bonapartista
que imponga el orden ante semejante caos social. El
presidente Juan Orlando Hernández pretende convertirse
en el supremo árbitro, aspirando a la reelección.
En
Nicaragua, la burguesía sandinista, con la ayuda de
los fondos provenientes de PETROCARIBE que financian
los programas asistenciales, ha logrado el control
absoluto del aparato del Estado y la domesticación de
los movimientos populares y sindicales. El relativo
crecimiento de la economía le garantizó al sandinismo
el beneplácito del resto de la burguesía, imponiendo
su hegemonía a las otras fracciones de la oposición
burguesa. Tenemos pues un régimen fuerte, con
reelección ininterrumpida, que controla los
movimientos sociales y tiene el aval de la burguesía y
el imperialismo. A la burguesía le fascina el orden y
la buena marcha de los negocios
En
Costa Rica, el paradigma de la democracia burguesa,
hay un enorme vacío que el PAC intenta llenar. Después
de las pasadas elecciones, el régimen político se ha
vuelto más parlamentario, más caótico, mientras
aprieta la crisis fiscal.
La
tendencia a mediano plazo es que vamos hacia el fin de
los regímenes de reacción democrática, creados a raíz
de los Acuerdos de Esquipulas II, que fueron
impulsados por el imperialismo estadounidense en la
década de los ochenta para frenar los procesos
revolucionarios del área centroamericana mediante
aperturas democráticas que culminaron con los procesos
de paz. El reemplazo será, según la tendencia que se
observa, regímenes presidencialistas fuertes, con
amplios poderes represivos para controlar las
protestas provocadas por la crisis económica. En
Panamá el expresidente Martinelli intentó imponer un
régimen más fuerte pero fue derrotado. Veremos si el
presidente Juan Carlos Varela no sigue el mismo
camino.
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