Fundación
Right Livelihood Award
a
la visión y labor sobresalientes en favor de nuestro planeta y su
gente
Oficina
de Prensa en Español
Miércoles
13 de agosto de 2014
Publicado
en El País, 13-08-2014 | OPINIÓN
No
podemos volver a estar como estábamos
Los palestinos exigimos que se nos reconozca como seres
humanos
Por
RAJI
SOURANI
Director
del Centro Palestino de Derechos
Humanos (CPDH)
Galardonado
con el Right Livelihood Award
(“Premio Nóbel Alternativo”) en 2013
Vivo
en la Franja de Gaza desde hace 60 años, y nunca he sido testigo de nada
parecido al horror de estas últimas semanas. Hasta ahora [9 de agosto], el
Centro Palestino de Derechos Humanos (CPDH) ha confirmado la muerte de 1.994
palestinos. De ellos, las primeras investigaciones indican que 1.657 son
civiles, entre los que hay 468 niños.
El grado de destrucción que han sufrido las viviendas tampoco se había
visto nunca. Hay ya casi medio millón de desplazados en el interior de la
Franja. Casi un tercio de la población. ¿Dónde se supone que va a ir esa gente?
A refugios, hospitales, instalaciones de la ONU: todos ellos han sufrido
ataques.
Los servicios en Gaza ya no dan más de sí. Se calcula que alrededor de un
millón de personas no tiene acceso a agua potable. Miles de civiles se han
quedado sin hogar. Los suministros médicos escasean. Nos encontramos ante un
sufrimiento humano sin precedentes.
Esta realidad nos empuja a la conclusión de que Israel está
aplicando la doctrina Gaza —una versión refinada de
la doctrina Dahiya, observada por primera vez en Líbano en
2006— que consiste en causar muertes y destrucción desproporcionadas entre la
población civil para presionar a las autoridades de Hamás. Porque, si no, ¿cómo
se explican las estadísticas? El 85% de los fallecidos son civiles. Se han
borrado del mapa zonas enteras.
Queremos desesperadamente que acabe este conflicto. Queremos que terminen
los ataques y las muertes. Los datos sobre heridos y fallecidos ocultan la
verdadera tragedia: el desgarro de las familias, las vidas
malogradas.
Pero, aunque deseamos que terminen los ataques, sabemos que cualquier
alto el fuego debe construirse sobre la base del respeto a los derechos humanos.
Esa es la lección que nos ha enseñado el proceso de Oslo, un proceso que ha
dejado muy claras las consecuencias de sacrificar los derechos humanos por el
bien de los avances políticos. La vida actual en la Palestina ocupada es
considerablemente peor que hace 20 años. En lugar de ver la autodeterminación y
la independencia, nuestra labor consiste en documentar crímenes de guerra y
asegurar la provisión de alimentos, agua y asistencia médica. En la Franja de
Gaza estamos sometidos a cierres y ataques constantes. Un niño de seis años
ha vivido ya tres guerras.
Los crímenes de guerra se cometen con impunidad total. Tras la Operación
Plomo Fundido —la ofensiva del 27 de diciembre de 2008 al 18 de enero de 2009—,
el CPDH presentó 490 querellas criminales en nombre de 1.046 víctimas. En los
cinco años posteriores, no recibimos más que 44 respuestas. Las autoridades
decidieron que los otros 446 casos no merecían ni una
reacción.
¿Con qué resultados?
— Un soldado fue sentenciado por el robo de una tarjeta de crédito a
siete meses de condena.
— Dos soldados fueron condenados por utilizar a un niño de nueve
años como escudo humano. El castigo fue una sentencia suspendida de tres
meses.
— Un soldado fue declarado culpable de “mal uso de arma de fuego”
por haber disparado contra un grupo de civiles que llevaban banderas blancas y
haber matado a dos mujeres. Fue condenado a 45 días de
prisión.
Eso no es justicia; es la ley de la selva. Los constantes crímenes de
guerra y la impunidad con que se cometen niegan nuestra dignidad, nuestra valía
como seres humanos. Están diciéndonos que nuestras vidas no son sagradas, que
nosotros no importamos.
Pedimos que se investiguen todos los presuntos crímenes de guerra y se
juzgue a los responsables. ¿No es razonable?
Debemos aprender de la experiencia de Oslo. Hay que aplicar la ley. Hasta
el Comité Internacional de la Cruz Roja ha dicho expresamente que el cierre de
la Franja de Gaza constituye un castigo colectivo e ilegal según el Derecho
Internacional. No podemos regresar a esa realidad.
Hay que acabar con el cierre.
No es una demanda política, y creo que es una demanda razonable. Queremos
que la ley se aplique por igual para todos. Queremos que se respeten nuestros
derechos. Exigimos que se nos reconozca como seres
humanos.
En última instancia, nuestro mensaje es sencillo. Los habitantes de la
Franja de Gaza somos personas como cualesquiera otras. Tenemos los mismos
sueños, las mismas esperanzas y las mismas ambiciones. Sangramos igual y
lloramos igual.
Solo pedimos que se nos trate como a iguales. No somos peones en un
ajedrez político; nuestro sufrimiento es muy real. Queremos que se respeten
nuestros derechos humanos, que se pidan responsabilidades a quienes infringen la
ley y que ese respeto a los derechos humanos sea la base de cualquier acuerdo
futuro, incluido el alto el fuego que tanto se
necesita.
Traducido por María Luisa Rodríguez Tapia. Publicado por El
País, España, el 13 de agosto de 2014.
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