http://spanish.ruvr.ru/2014_02_17/Malvinas-no-es-una-simple-anecdota-historica-7274/
Poniendo las cosas en su contexto, la recuperación
inmediata no fue posible, pues nuestra escasa flota de guerra de esos
años, estaba reducida a su mínima expresión, inducida por el
endeudamiento irracional que agentes británicos (algunos de nacionalidad
argentina) nos hicieron asumir con la Banca Baring Brothers en 1824.
Vale acotar que el endeudamiento financiero a niveles impagables, con
deudas innecesarias y plagadas de leoninas comisiones a intermediarios y
otros gastos injustificables, fue la herramienta de sometimiento al
imperio británico de prácticamente todas las nuevas naciones
hispanoamericanas recién independizadas.
Ya antes, en
1806 y 1807, fueron rechazadas dos invasiones británicas, perpetradas
contra Buenos Aires, con la intención de apoderarse del entonces
Virreinato del Río de la Plata.
Durante el Segundo
Gobierno de Juan Manuel de Rosas, fueron vencidos dos prolongados
bloqueos navales (1838-1840/1845-1850), realizados por Francia y Gran
Bretaña, por entonces las principales potencias militares del mundo. El
tema es hoy ocultado y poco conocido mundialmente, y silenciado por los
sectores anglófilos de Argentina, pese a su enorme significación. Para
poner en su justa medida esos enfrentamientos armados, en la misma época
esas y otras potencias lograron sojuzgar totalmente a China, no solo a
fuerza de las armas, sino con la insidiosa introducción del opio para
minar las voluntades del pueblo chino.
Desde 1852, y
sobre todo a partir de 1860, por casi medio siglo el poder en Argentina
fue ocupado por minorías oligárquicas, de orientación económica liberal,
y claramente anglófilas. Bajo el gobierno del anglófilo Bartolomé
Mitre, con abierta instigación y pertrechos británicos, se libró la
fratricida Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), de características
genocidas contra Paraguay. Vencido Paraguay, le fue impuesto asumir un
oneroso crédito tramitado por la Banca británica. Paraguay molestaba,
pues era el único país de la región que no se había subordinado a los
mandatos británicos, e incluso estaba en proceso de industrialización.
La
injerencia en la política interna y en la economía argentina, en muchos
casos desembozada y arrogante, fue una constante de Gran Bretaña en los
doscientos años de historia de Argentina; siempre contando como
subordinados convencidos y dóciles a sectores minoritarios de las
oligarquías locales apátridas.
Esa conjunción de
intereses británicos y oligárquicos desde siempre se opuso a la
industrialización y al desarrollo tecnológico argentino, tal como vino a
“recomendar” Felipe de Edimburgo a comienzos de los años sesentas,
precisamente cuando estábamos en un proceso de fuerte desarrollo
industrial… ¡y poco después se perpetró un golpe de Estado de cuño
económico liberal (anti industrialista) y ultra conservador, en 1962!
Antes,
en 1955, el golpe de Estado, vengativo y sangriento, fue claramente
inducido por Gran Bretaña, la cual dio municiones y combustibles a naves
de la Armada Argentina, sublevadas contra el gobierno constitucional.
Ese golpe de Estado fue festejado por Churchill y su gabinete.
El
historiador canadiense británico Harry S. Ferns, autor de dos libros
–entre fines de los sesentas y comienzos de los setentas- en los que
analizó la historia y la realidad argentinas, expresó claramente que la
única forma de desmontar las enormes y muy positivas transformaciones
sociales, políticas y económicas construidas por el peronismo (un
movimiento de orientación nacional y popular), requería el estallido de
una guerra civil.
Curiosamente (o no tanto), existe una
versión de un episodio en el que la “gran prensa” habría puesto sordina,
según la cual fue interceptado un cargamento de armas y municiones,
desembarcadas en Buenos Aires del buque antártico británico “Endurance”,
de lo cual hubo indicios que iban a equipar a guerrilleros
“izquierdistas” (posiblemente Montoneros) en 1974 . Pero algún breve
comentario habría sido publicado, y no hubo mayores consecuencias pues
un diplomático británico estuvo involucrado, y seguramente hubo
presiones para no generar un escándalo mayúsculo. Posteriormente se
detectaron –según referencias de buena fuente- dos cargamentos más de
iguales características, uno en un buque carguero británico y otro en un
avión de la British Caledonian. La guerrilla ya muy activa, estaba
siendo pertrechada… Se estaban creando las condiciones para que las
cúpulas militares, cooptadas por la ideología de la Seguridad Nacional
–impuesta por EEUU por medio de la Escuela de las Américas-, usurpasen
nuevamente el poder.
En los años setentas y comienzos
de los ochentas, la violencia irracional de la guerrilla y la réplica
violenta de las Fuerzas Armadas tuvo las características de una
verdadera guerra civil, la misma que citó antes Ferns. Y en el golpe de
Estado de 1976 ese fue el marco para la aplicación de la doctrina del
liberalismo salvaje en Argentina, instigado por el G 7, y básicamente
por los centros del poder ubicados en EEUU y Gran Bretaña.
Pese
a todos esos avatares, Argentina siguió haciendo reclamos diplomáticos
por los tres archipiélagos australes (Malvinas, Georgias del Sur y
Sandwich del Sur), año a año, e inclusive hubo notorios éxitos
diplomáticos en el seno de las Naciones Unidas, obteniéndose
Resoluciones muy favorables a nuestro país, las que nunca fueron
acatadas por Gran Bretaña.
En 1976 se difundió el
Informe Shackleton, realizado por el Lord homónimo y un equipo de
especialistas, que viajaron a Malvinas especialmente para evaluar la
realidad general, dando pautas de actividades económicas con las que
sugirieron que podrían autofinanciarse las islas. El viaje de Lord
Shackleton y su informe fueron repudiados públicamente por Argentina.
Por
esos años, las islas constituían una pesada carga para el presupuesto
británico, y sus habitantes –los kelpers- eran objeto de discriminación
en el contexto social local isleño, y en la propia Gran Bretaña; algo
así como ciudadanos de segunda categoría.
Antes, en
1969, se conoció el Informe Rockefeller, en el cual recomendó destruir
los tres factores constitutivos de la fuerte ligazón cultural de Íbero
América: lengua en común (incluyendo al similar portugués), historia muy
ligada de nuestros países, y una religión fuertemente mayoritaria, la
católica. Divide y reinarás, vieja máxima aplicada constantemente por
las potencias anglosajonas.
La Guerra del Atlántico Sur
(1982), sutilmente instigada por Gran Bretaña, le fue funcional al
Almirantazgo, para evitar mayores recortes presupuestarios, y al Foreign
Office para dar un vuelco activo al accionar británico en los tres
archipiélagos australes, principalmente Malvinas.
Por
otra parte, si Argentina no realizaba el operativo militar de
reconquista de las islas, existía en marcha el proyecto de declaración
de “independencia” de los kelpers malvineros (con visita real ya
programada ese año 1982), con prefabricación de otro Estado tapón
ficticio, que se sumaría al Commonwealth, acción en la cual Gran Bretaña
tiene sobrada experiencia.
Las cúpulas cívico
militares, usurpadoras del poder en Argentina, colonizadas mentales de
doctrinas antinacionales, no supieron distinguir las enormes diferencias
entre la defensa de la soberanía (lo permanente), y la defensa del
“sistema” (temporario y secundario). Los errores y vacilaciones de esas
cúpulas, neutralizaron el notable desempeño de los pilotos de combate
argentinos, y las resistencias en muchos casos enconada y bravía de las
tropas en tierra y aguas circundantes.
Invadidas
nuevamente las islas por los usurpadores británicos, tuvieron el
pretexto para cambiar el estatus de sus pobladores, y para promover
fuertemente actividades económicas, como la pesca (en aguas claramente
argentinas) y la exploración petrolífera. Y allí cobró fuerza la idea de
la insólita supuesta validez de la “autodeterminación” de los kelpers,
en un proceso viciado de nulidad, por ser invasores, en archipiélagos
cuya disputa sigue firmemente vigente.
La habilidad
británica, usando la diplomacia, la fuerza y las presiones económicas,
para crear Estados tapones, tal como sucedió en Belice, Kuwait y
Uruguay, pretende repetirse en Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del
Sur.
Evidentemente las persistentes acciones
diplomáticas del actual gobierno argentino, perturban a Gran Bretaña,
que no puede ocultar ante el mundo el conflicto ni la indignidad de su
posición; siendo por otra parte notorio el respaldo a la firme posición
argentina, por parte de organismos regionales, como el Mercosur, la
Unasur y la Celac.
Por algo el reciente y abortado
golpe de mercado en Argentina (diciembre de 2013 y enero de 2014) fue
iniciado por las filiales locales de la petrolera Shell y del Banco
HSBC, ambas empresas controladas por el anacrónico imperio. Incluso se
divulgaron fundamentadas opiniones, que responsabilizan directamente a
Gran Bretaña de fogonear la intentona destituyente en Argentina, por la
“indocilidad” del actual gobierno a los “mandatos” imperiales.
co/sk
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.
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