Ollantay Itzamná
Es
racionalmente imposible ser latinoamericano, nacido en la década de los
70, del pasado siglo, y ser indiferente frente a la tortura brutal que
padece el proyecto de Vida venezolano.
Latinoamérica,
durante el siglo XX, sufrió cerca de un centenar de sangrientos golpes
de Estado promovido y financiado por gobiernos de los EEUU. El argumento
para ensangrentar Abya Yala siempre
fue el mismo: Democracia, Libertad, Progreso.
Gobiernos
norteamericanos, incluso crearon y financian iglesias, fundaciones y
ONGs para “hacernos fervorosos creyentes, y sentirnos culpables de
“nuestras” desgracias”. Y, ¿cuál fue y es la consecuencia de esta
permanente dominación permitida? Amar y creer al verdugo, y ser
desgraciados a pesar de ser privilegiados de la Madre Tierra.
Por
creer al Prometeo yanqui, Latinoamérica se convirtió en la vergüenza de
la humanidad hasta finales del pasado siglo. Predilecta de la Madre
Tierra y desgraciada en su historia. Mis padres nunca conocieron centros
de salud, tampoco escuelas. Mis hermanos y yo, al igual que millones de
mis coetáneos de Abya Yala, nacimos bajo las polleras (faldas) de
nuestras madres, sin hospitales, ni médicos. Así sobrevivimos a la
miseria, en el sub continente más rico del planeta, convertido en la
cloaca y patio trasero del Imperio de la muerte. Sin sueños, ni
ilusiones propios. Aplastados, resignados y providencialistas. Casi
convencidos de no tener derecho a tener derechos.
Pero,
desde las entrañas de la Abya Yala profunda, la reserva moral e
intelectual latinoamericana fecundó a Hugo Chávez en la Venezuela
catastróficamente, a finales del siglo pasado. Y renació la ilusión y el
sueño por la dignidad en Abya Yala. Fue en ese tiempo de Chávez que el
aletargado proyecto emancipatorio de Latinoamérica comenzó a crepitar
encabezado por una inédita pléyade de gobernantes como Lula, Kirchner,
Fernández, Mujica, Correa, Morales, Rousseff, Ortega y otros. Hasta
antes del fenómeno Chávez, Latinoamérica no sólo era despreciable en el
mundo, sino que a las y
los latinoamericanos nos daba vergüenza reconocernos como tales fuera
de la región.
Pero,
con Chávez, millones de las y los excluidos y aniquilados, comenzamos a
existir y creer en nosotros mismos. El proyecto de cambio venezolano
despertó en nosotros/as la libertad y el amor dormidos que nos
habitaban. Sin Chávez, y sin la pléyade de gobernantes latinoamericanos
progresistas actuales, Abya Yala seguiría siendo la eterna mendiga,
sentada en la bancarrota. Pero, eso cambió, y tiene que ser para
siempre.
Quienes
venimos de los setenta, conocemos y bebimos las desgracias de las
políticas norteamericanas como la Doctrina de Seguridad, el Consenso de
Washington y la Seguridad Internacional (antiterrorista). Por eso, los
históricos proyectos regionales sin Washington como la CELAC, UNASUR,
ALBA, etc., nos entusiasman hasta el límite de borrar en nuestras
estructuras psicológicas las fronteras nacionales, hasta convertirnos en
latinoamericanos/as sin fronteras. Y a esta apuesta libertaria no
estamos dispuestos a renunciar por nada. Mucho menos por las conocidas y
nefastas promesas del Prometeo
encadenado a la muerte. ¡No queremos seguir siendo las cenizas de las
energívoras sociedades del Norte! ¡No queremos que Abya Yala se
convierta en la vergonzosa Honduras del Continente!
El
prolongado intento golpista norteamericano en la Venezuela actual,
ombligo de la dignidad y la soberanía Latinoamericana del siglo XXI, no
es un atentado sólo contra Venezuela. Es un atentado contra el gran
proyecto integracionista de Latinoamérica digna y soberana. El intento
prolongado de golpe de Estado no es contra Maduro, ni fue contra Chávez,
fue y es en
contra de las ideas y proyectos emancipatorios de Latinoamérica. Es en
contra de los más de 500 millones de hijos/as de la Tierra que
cohabitamos en esta región con sueños de dignidad y libertad.
Las
huellas del intervencionismo norteamericano son macabras. Quienes aún
dudan, miren, en estos momentos, la escalofriante realidad sangrienta
que sembró y siembra la perversa política de la muerte norteamericana en
Iraq, Afganistán, Libia, Siria y otros, siempre con el mismo argumento:
defensa de la democracia, el progreso, la libertad. Paseen sus
miradas por la violenta realidad hondureña post golpe. Hasta los
ángeles del cielo lloran al ver tanta sangre y destrucción.
Por
eso, por la conciencia y la vocación por la Vida que nos habita,
debemos defender a la Venezuela libertaria y digna. Acrecentar nuestras
pequeñas acciones de resistencia económica mediante el consumo
responsable (no es coherente ser pro vida y consumir productos de la
muerte). Activar nuestra resistencia cultura desconectándonos de medios
de infotoxicación televisiva como CNN o cualquier otro medio empresarial
promotora
de la muerte. Sería un suicidio imperdonable seguir optando, en
“nuestros países”, por políticos neoliberales, peones de las
corporaciones financieras.
Este
tiempo sin distancias infranqueables, nos da la oportunidad de
convertir nuestra mayoría demográfica en mayoría política y cultural. Si
activamos nuestra conciencia y nuestro instinto de auto preservación
podemos y debemos vencer todas las estrategias multimillonarias
implementadas por los apóstoles de la muerte [1].
Somos mayoría numérica, y nos asiste la verdad y la razón. Si
abandonamos Venezuela, mañana vendrán por nosotros/as. Y, ellos
(norteamericanos desinformados) seguirán preguntándose como hace 13 años
atrás: ¿Por qué nos odian tanto?
* Indígena quechua, abogado y antropólogo
[1] http://www.theguardian. com/commentisfree/2014/feb/18/ venezuela-protests-us-support- regime-change-mistake
No hay comentarios:
Publicar un comentario