En el 2010, la australiana Kate Ogg dio a luz a dos gemelos de 27 semanas de gestación pero uno de ellos, tras 20 minutos de intentos por hacerle respirar, fue declarado muerto.
La Sra. Ogg desenvolvió al bebé de la manta, lo abrazó contra su piel y se puso a hablarle: “me quité la bata y lo coloqué sobre el pecho con la cabeza sobre el brazo”, “le dijimos cuál era su nombre y que tenía una hermana”, “le dijimos las cosas que queríamos hacer con él durante toda su vida”.
Después de dos horas de ser abrazado, tocado y hablado por su madre, el niño comenzó a mostrar señales de vida. Al principio, era sólo un jadeo como soltando aire que fue considerado por los médicos como un acto reflejo. Pero entonces la madre asustada le dio de comer un poco de leche materna con el dedo y empezó a respirar con normalidad. “Abrió los ojos y movió la cabeza de lado a lado. El médico también movía la cabeza de lado a lado diciendo: “No lo puedo creer, no lo puedo creer”.
Jamie tiene ahora cinco meses y está totalmente recuperado. La madre australiana habló hace unos días públicamente por primera vez y destacó la importancia del contacto piel con piel para los bebés enfermos, técnica que se está utilizando en un número creciente de hospitales británicos denominada “método canguro”, llamada así por la forma en que los canguros tienen sus crías en una bolsa al lado de sus cuerpos que permite a la madre que actúe como una incubadora natural y mantiene a los bebés calientes, estimulados y alimentados.
En la mayoría de los casos, los bebés prematuros son enviados a la unidad de cuidados intensivos pero al tratarlos con el método piel a piel se ha demostrado que tienen menores tasas de infección, enfermedades menos graves, mejoran de los patrones de sueño y gozan de menor riesgo de hipotermia.
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