Agapito el Soñador.
Cuento de Semana Santa
Agapito nació, murió y vivió soñando. El hombre se paró en la puerta y le preguntó: Cuanto por la afoto del garañón, Agapito? Lo que usted quiera don José, siempre que piense que es la pintura de su Garañón.
Don José, campirano adinerado, sacó un billete de veinticinco colones y se lo entregó. Dándole una palmadita en el hombro al pintor, le dio gracias y se fue a la hacienda. Agapito, soñando y sonriendo de felicidad se fue corriendo hasta la tienda del turco y compró cinco pesos de cartulina blanca, tela y otros polvos con los cuales hacía su mezcla para la pintura.
De nuevo se encerró a continuar soñando. A la semana siguiente tenía pintado en tela blanca y rosa a Jesucristo en el Cerro de la Cruz.
Cuando la guardia de la iglesia católica de la comunidad se dio cuenta enviaron al sacristán Rene Paradise o comprar la pintura por la cual le pagaron doscientos colones. Inmediatamente a la adquisición, don Chusito, el cura, ordenó que fueran a buscar a Luis Medina el mejor carpintero de la comunidad y le ordenaron que pusiera con todos los cuidados la pintura en un marco de cedro fino y bien barnizado con aberturas para el vidrio que ya habían adquirido en la tienda del turco.
El montaje de la pintura fue perfecto y al mismo tiempo la iglesia, la alcaldía, las escuelas y la comunidad entera organizaron la procesión hacia el cerrito 300 metros al norte del parque de la comunidad para entronizar la pintura del Nazaret. En realidad todo el pueblo acudimos al acto, mi abuela lloró y me dijo que el Cristo se comunicaba y que desde ya había hecho el milagro de unir a todas la comunidad y bueno, el lugar se convirtió en un sitio de visita diaria para todos los pobladores y trashumantes que pasaban de viaje a trabajar a otras comunidades, fincas y haciendas cercanas.
Cuántos años hace de ello, creo que cincuenta. Ahora ya viejo; pero no cansado de estar vivo y viejo, he vuelto a mi pueblo amoroso y he subido a nuestro Monte Carmelo. Ahí esta nuestro Nazaret, tenía razón mi abuela, el Cristo se comunica, sus ojos piadosos nos llaman a luchar por la justicia y libertad por la que luchó y sigue luchando
También hay algo raro en ese cuadro -me dice mi compañera- si te fijas en los ojos, encuentras un montón de figuritas de seres en lucha, por supuesto tienes que ser buen observador para poder verlos y si te fijás en toda la obra, está formada por una infinidad de pinturas dentro de la pintura misma que parecen cambiar de forma y significado según los ojos del observador.
Todo lo que sucedía llegó hasta los oídos del nuncio apostólico de la nación Mons. Fiero Salvesequienpueda, quien había dado la orden de que el Nazaret debía de ser llevado a la nunciatura para ser enviado al Vaticano por motivos de estudios estigmáticos religiosos.
No se hubo dado cuenta don Chusito, el cura; cuando lo comunicó al pueblo. Otro Milagro, el Nazaret había desaparecido del pequeño lugar de entronización y nadie, ni el cura mismo se dio cuenta de lo sucedido.
El sargento de la guardia opinó que el no se podía poner en contra de las decisiones del Padre Eterno y que por ello no iniciaría ninguna investigación. Para la gente, sin embargo; el Cristo del Cerro de la Cruz no había desaparecido, lo que pasa, mi abuela me decía, es que el mismo Cristo ha quitado la visión a los incrédulos para no tener que perder tiempo y dedicarle al pueblo todo el tiempo necesario para vivir en paz y justicia.
Mientras todo esto sucedía, nadie se percató de que Agapito también había desaparecido y como de costumbre de ignorancia histórica, los artistas sólo son un tanto importantes cuando satisfacen el ego elevado de los admiradores y políticos. Sin embargo; no había desaparecido, no había muerto, simplemente continuaba soñando en una pequeña cueva del Rio Quezalapa que había camuflajeado y arreglado a manera de estudio-casa-dormitorio.
Durante ese tiempo que nadie recuerda que duración tuvo, si fueron días, años o meses, Agapito creaba su obra maestra: “El Vuelo del Ensueño”. Había escogido los más bellos y vibrantes colores y había agregado a su fauna enigmática imaginaria un nuevo espécimen: un pájaro nunca visto en el mundo, al cual la gente al conocerlo lo fue bautizando como el “Ave Milagrosa, El Camino de las Almas Puras, El Sendero Luminoso, Vuelo a la Eternidad, La Conversión filosófica.
Qué raro, dijo Amadeo el Distraído, la casa del agave esta abierta e iluminada cuando a ésta jamás le había conectado electricidad, son quizá los colores del gran pájaro que ha pintado, le contestó la Necha Fortissi, mire que con ese si se va a hacer rico don Agapito, continuó.
Cuando se acercaron , dejaron ver que la casa estaba sola y que arriba del lienzo había un pequeño rotulo que decía: Sin precio, por la cual la gran noticia corrió por todos los barrios del pueblo. Cecilio gritaba que Agapito había resucitado, don Chusito, el cura; expresó sus bendiciones desde el púlpito por el regreso del soñador y mi abuela me correteaba a bañarme para llevarme a la inauguración de tal suceso histórico. Amadeo el Distraído notó que por ningún rincón se encontraba el Soñador y la búsqueda por aquel hombre místico y milagroso comenzó de nuevo: don Chusito, lleno de alegría y de tristeza al mismo tiempo, se dirigió a la comunidad diciendo:
“Hermanos y hermanas, no lo continúen buscando, está frente a ustedes y no pueden verlo, examinen ese bello y colorido lienzo, es el alma del pintor volando hacia la eternidad.
De mis ojos de niño brotaron dos cristalinas lágrimas y recordé cuando me dijo: “Poncianito, si alguna vez tenés tiempo, quiero que me escribas un cuento”, lo cual hago ahora cumpliendo con mi destino.
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