26.01.2013, 13:36
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© Foto: The U.S. Army
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El diario The Washington Post informa de que el secretario de Defensa de EEUU, Leon Panetta, decidió levantar la prohibición que impedía a las mujeres estadounidenses participar en operaciones de combate.
A partir de este año las mujeres podrán prestar servicios en la infantería, la artillería, en las tropas blindadas y asimismo en las unidades especiales. Por lo demás, los jefes militares pueden en algunos casos impedir que las mujeres participen en operaciones concretas. En particular, es probable que como mínimo hasta 2016 las mujeres no tengan acceso a las fuerzas especiales como los Navy Seals y Delta.
El levantamiento parcial de la prohibición del servicio de las mujeres en las unidades de combate de las Fuerzas Armadas de EEUU tuvo lugar un año atrás, cuando el Pentágono permitió el acceso de las mujeres a toda una serie de actividades. Pero esto no conformó a las activistas más ardientes, ellas se mostraban impacientes por desempeñar papeles más activos.
El noviembre del año pasado cuatro mujeres presentaron una demanda contra el Pentágono, en la que exigían reconocer inconstitucional la prohibición de participar en operaciones de combate. Las féminas contaron con el apoyo de la Unión Nortemericana de Libertades Civiles. La argumentación de las partidarias del levantamiento total de la prohibición consiste en que, por ejemplo, en guerras como la de Iraq y Afganistán, donde no existe una línea precisa del frente, las mujeres de hecho participan en las operaciones de combate, o sea que simplemente hay que poner las reglas establecidas a tono con la situación real. Además, una de las demandantes señaló que la prohibición de ocupar determinados cargos entorpece su ascenso en el escalafón, lo que implica una discriminación por razón de género.
Por lo visto, no se trata tanto de detalles jurídicos cuanto de un nuevo gesto de la sociedad occidental, donde los altos y nobles conceptos de la igualdad, la falta de discriminación, etc., se tergiversan completamente y se convierten en un absurdo.
La lucha por la igualdad de las mujeres reporta hoy resultados deformes. En su afán de eclipsar en todo a los hombres, las mujeres a veces vulneran todas las leyes, diríamos, establecidas por la propia naturaleza. Tras obtener el derecho de matar a sus propios hijos que llevan en su vientre, las mujeres norteamericanas ahora exigen que se les amplíe el derecho a matar.
Cuando estalló el escándalo de las torturas y abusos a los prisioneros de la tristemente famosa cárcel de Abu Ghraib, precisamente las mujeres fueron las que más sobresalieron por sus refinados maltratos.
En las Fuerzas Armadas de EEUU las mujeres constituyen hoy aproximadamente el 14 % de los 1,4 millones de militares. Se ha calculado que el levantamiento de la prohibición abrirá para ellas cerca de doscientas treinta mil nuevas vacantes.
Las voces contra tal resolución, que apenas de oyen en el coro de aprobaciones, indican que el acceso de las mujeres al servicio militar en pequeños grupos, cuyas integrantes se encuentran en estado de estrecho contacto permanente unas con otras, crea determinadas dificultades psicológicas y meramente fisiológicas. Aunque, tras la reciente resolución del presidente Barack Obama, que levanta oficialmente la veda a los homosexuales en el ejército, estas objeciones parecen perder todo sentido.
La fundadora del Centro Norteamericano de Preparación Militar, Elaine Donnelly, sostiene que “los treinta años de investigaciones, informes y experiencia práctica probaron que en las unidades militares que participan en las operaciones de combate, las mujeres no tienen las mismas posibilidades de sobrevivir o de ayudar a sobrevivir a sus compañeros. Y el aspecto físico también es parte del problema”.
Pero esto no perturba a las partidarias de la “igualdad”, igual que a los legisladores norteamericanos que le brindan su apoyo. Prevalece el deseo de tener un fusil en las manos y disparar, no importa contra quien. Las feministas de nuestros días, en su obsesión belicosa, parecen haberse olvidado completamente de la predestinación de la mujer.
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