Sólo Dios o el diablo lo saben. Por qué la cobra tiene que meterse y vestirse de humana cuando sigue y seguirá siendo cobra muy a pesar de las mudas o disfraces que se ponga. Esto es lo que siempre se preguntaba el anciano cuando se ponía a filosofar sobre la Muda de la Cobra. Si no se presenta como humana, la cobra lo que hace es transmitir el veneno y de un solo picotazo manda a la víctima a la muerte o cuando menos al hospital, lo que pasa es que cuando esta bestia muerde es como si supiera de antemano que no hay hospitales alrededor de su albedrío y por ello es muerte segura, pero de todos modos y de suerte, un tanto dolorosa; pero rápida. A la Cobra por el contrario es difícil matarla, sus genes se reproducen con una facilidad diabólica. Cuando la Cobra personificó a una alcaldesa de un pueblito macondiano y estaba terminando con la juventud de dicho pueblo, decidimos matarla a lo cual procedimos inmediatamente, la secuestramos y la llevamos al cerro y allá Simoncito le metió una gran ráfaga de arma larga. La Vieja Cobra jamás se hundió, lo sabíamos porque aquel río era pacho y de aguas claras y no vimos tampoco como desapareció aun cuando todos estábamos en el momento de la ejecución. A todos nos daba nerviosismo, pálida, miedo ya que sabíamos que no había muerto y podría estar a nuestra espera en cualquiera de nuestros caminos y todos tuvimos que andar los alimentadores llenos de balas curadas por aquella del diablo. De suerte la maldición se desapareció de nuestras cercanías lo cual no significaba que no iba a parecer en otras partes: una vez apareció como dirigente guerrillera y vendió a toda una organización, otra vez apareció como dirigente estudiantil y mandó al patíbulo a decenas de jóvenes incautos, otras veces apareció como presidente y se robó todos los bancos y, ay! que peligroso personificando a la máxima autoridad religiosa del mundo y de la patria y crucificando a los teólogos de la liberación y asesinando a sus seguidores.
Cuando veas una cueva de una cobra, me dijo el turco Abdallah, tapársela con una buena piedra y espera tres días, le quitas la piedra y estás listo con un varejón de pievenado, las verguiás toda y si no muere, al menos se irá al exilio a causar siempre males en los lugares donde viva esta bestia apocalíptica. Consulte con mi tío Salvador, por ser el más sabio y anciano de los filósofos del medio y me aconsejo ser muy cuidadoso en el momento de quitar la piedra lo cual hice con una vara que había preparado para el caso. La pobre animala quedó toda reventada y por lo que pude observar, inmóvil, quizá muerta o haciéndose la muerta; pero por mi mismo miedo a la ponzoña me alejé tan pronto y le conté a mi tío filósofo lo sucedido. No murió-me dijo-; pero de seguridad emigrará a otras tierras y como siempre a seguir causando mal.
Ahora cuando veo a mí alrededor me pregunto: a quién está personificando ahora, será ella, será él. De todos modos aquella vez le quebré los aguijones y si es la misma, siempre hará mal; pero no será tan dimensional ya que la aporreada la dejo hinchada o disecado para toda la vida
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