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por Froilán González y Adys Cupull/Comitéinternacional por la Libertad de los Cinco
Viernes, 12 de Octubre de 2012 10:54
Cometido el crimen y ante la repulsa mundial, el gobierno de Estados
Unidos y la CIA, su aparato de manipulación y sus incondicionales
servidores han tratado de hacerles creer a la opinión pública que fue
una decisión de los militares bolivianos y que ellos nada tuvieron que
ver con el crimen.
Han
pasado cuarenta y cinco años del asesinato del comandante Ernesto Che
Guevara, del peruano Juan Pablo Chang-Navarro Lébano, el Chino, el boliviano Simeón Cuba Sanabria, Willy, la muerte a causa de graves heridas en el combate de la Quebrada del Yuro del cubano Alberto Fernández Montes de Oca, Pacho o Pachungo, y del traslado de los cadáveres de los cubanos René Martínez Tamayo, Arturo, Orlando Pantoja Tamayo, Antonio u Olo, y del boliviano Aniceto Reynaga Gordillo, Aniceto, pero
informaciones obtenidas por su hermano Modesto aclaran que fue herido
en la Quebrada del Yuro y asesinado en La Higuera el día 9 de octubre..
Cometido
el crimen y ante la repulsa mundial, el gobierno de Estados Unidos y la
CIA, su aparato de manipulación y sus incondicionales servidores han
tratado de hacerles creer a la opinión pública que fue una decisión de
los militares bolivianos y que ellos nada tuvieron que ver con el
crimen.
Las
investigaciones históricas demuestran que el 8 de octubre de 1967 en la
ciudad de La Paz, aproximadamente a las seis de la tarde, se efectuó una
reunión entre los generales René Barrientos, Alfredo Ovando y Juan José
Torres, con el propósito de analizar los mensajes recibidos desde La
Higuera y Vallegrande; ellos no sabían qué hacer y no se tomó ninguna
decisión. Solo se evaluaron los acontecimientos y las informaciones
obtenidas hasta ese momento y solicitaron que las mismas se ampliaran,
así como conocer nuevos detalles de lo que estaba pasando.
Barrientos
se dirigió a la residencia del embajador norteamericano y desde allí se
comunicaron con Washington. A las nueve de la noche fue interrumpido
para entregarle un mensaje desde Vallegrande, donde le solicitaron
instrucciones de cómo proceder con los prisioneros, pero él no tenía aún
decidido qué hacer y la respuesta fue que debían mantenerlos vivos
hasta esperar nuevas instrucciones.
Aproximadamente
a las once de la noche, el presidente boliviano, a través de Douglas
Henderson, embajador norteamericano en Bolivia, recibió un mensaje desde
Washington, donde indicaron que el Che debía ser eliminado.
La
decisión de asesinar al Che estaba tomada en Washington desde 1960.
Después del fracaso de la invasión por Playa Girón, asumió la jefatura
de la CIA Richard Helms, quien continuó el Proyecto Cuba, que
contemplaba el asesinato de Fidel, Raúl y el Che, y la imposición,
mediante la fuerza militar, de un gobierno en La Habana afín con los
intereses de Estados Unidos. Ellos aseguraban, sistemáticamente, que la
Revolución Cubana sería derrotada en cuestión de meses. Dentro de sus
planes se propusieron eliminar a sus principales líderes.
En 1962 se
creó en Washington un grupo especial ampliado, integrado por George Mc
Bundy, asesor presidencial sobre Seguridad Nacional; Alexis Johnson, por
el Departamento de Estado; Roswell Gillpatrick, por el Pentágono; John
Mc Cone, por la CIA, y Lyman Lemnitzer, por el Estado Mayor Conjunto.
Todos tenían la misión de dar cumplimiento al Proyecto Cuba.
El 19 de
enero de 1962 se reunieron en las oficinas del Secretario de Justicia
norteamericano, donde se les informó que el asunto de Cuba tenía la
primera prioridad para el gobierno de Estados Unidos y debía resolverse
sin economizar tiempo, dinero, esfuerzo ni recursos humanos.
En el
encuentro también se aprobaron varias acciones encaminadas a destruir la
Revolución Cubana y, en especial, la eliminación física de sus
dirigentes.
Por ello,
cuando se recibió en la capital norteamericana la información de que el
comandante Ernesto Che Guevara se encontraba prisionero y herido en la
escuelita de La Higuera, no fue necesario discutirlo. La CIA, el
Departamento de Estado, el Pentágono y el Presidente norteamericano
tenían tomada la decisión desde mucho antes.
La
decisión de eliminar a Fidel Castro, Raúl Castro, Ernesto Guevara y
otros dirigentes de la Revolución Cubana fue adoptada durante el mandato
del presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower, y se mantuvo en los
planes de la CIA durante las administraciones de John F. Kennedy (1961 a
1963) y su sucesor Lyndon B. Johnson (1963 a 1969). La participación de
la CIA en planes y asesinatos políticos de dirigentes extranjeros fue
reconocida en la investigación congresional encabezada por el senador
Frank Church en 1975.
Ninguna
persona sensata puede creer que si el gobierno de los Estados Unidos, la
embajada norteamericana en La Paz o la CIA querían al Che vivo para
interrogarlo, llevarlo a una base militar en Panamá o lo que estimaran
conveniente, como sostienen desde 1997, alguien en Bolivia se hubiera
atrevido a matarlo.
Pensar que
fue una decisión enteramente boliviana es desconocer la realidad del
país andino en aquellos años y el papel de la CIA y de la embajada de
Estados Unidos en los países de América Latina. Es como decir que la
Operación Cóndor es una ficción y que Estados Unidos no tiene nada que
ver con los crímenes, secuestros, desaparecidos y torturados en esa
etapa de la historia de América Latina. Sería como afirmar dentro de 20
años que la invasión, los crímenes y torturas en Afganistán, Iraq,
Libia, Palestina o en la ilegal Base Naval de Guantánamo es un invento
de los revolucionarios y fue decisión de los militares locales, sin que
Washington tuviera participación. Es como sostener que las cárceles
secretas de la CIA o los vuelos con prisioneros utilizando aeropuertos
europeos es una falsedad.
El Che y
los asesinados en La Higuera no fueron una excepción en la ola de
represión, crímenes y desaparecidos que se vivieron en esos años y
constituye un deber ético señalar a los culpables, cómplices,
encubridores, manipuladores, tergiversadores y justificadores. Ese
sería un homenaje más, en el cual muchos honestos militares bolivianos
estarían del lado de la verdad y la justicia, porque a partir de los
acontecimientos de la guerrilla, dentro de las fuerzas armadas de
Bolivia se generó una corriente de toma de conciencia sobre las
realidades de su país y el sometimiento a Estados Unidos.
En ocasión
del XX aniversario del asesinato del Che se organizaron varios
homenajes en ese país, que fueron criticados acremente por un diputado
reaccionario. Le respondió públicamente el capitán de corbeta Jaime
Paredes Sempértegui, con cédula de identidad 2015115, quien después de
considerar al Che como a un héroe, le preguntó al diputado:
“1. ¿Sabía
usted que en la campaña del Chaco después del cerco de Boquerón
nuestros ‘Enemigos Paraguayos’ recibieron como a verdaderos héroes y les
rindieron homenaje como a tales al Gral. Marzana y los pocos hombres
que resistieron el cerco? Algunos de ellos viven aún, pregúnteles si en
nuestro propio país les rendimos ese tipo de homenajes.
”2. ¿Sabía
usted quiénes fueron los que nos entregaron la urna con las cenizas del
Coronel Eduardo Abaroa que descansan en la Iglesia de San Francisco?
Nada más ni nada menos que nuestros ‘Enemigos Chilenos’ con la siguiente
frase en letras de bronce ‘Homenaje del Ejército de Chile al héroe de
Calama Don Eduardo Abaroa’.
”Honorable
Diputado: Por estos hechos y actos históricos tanto Fuerzas Enemigas
como amigas tributan homenajes de respeto a los héroes cuando son
considerados como tales.
”Finalmente
debe usted saber que la guerra no es cuestión privativa de los
soldados. A lo largo de la historia, siempre la guerra ha afectado a la
vida civil, y en los tiempos modernos, la Suprema dirección de la guerra
ha venido a ser incumbencia de los políticos, que son civiles y no
militares, por otra parte, en la guerra total, la industria y las
energías civiles quedan absorbidas en el esfuerzo bélico.
”Por estas
razones, la historia Militar es inseparable del contexto histórico
general y vale la pena que todo el mundo tanto civiles como miembros de
las Fuerzas Armadas estudien la historia de las guerras.
”En base a estas simples consideraciones creo personalmente que el ‘Che’ merece ser respetado como el ‘Comandante de América’.”
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