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Erich Honecker (Neunkirchen,
25 de agosto de 1912 – Santiago de Chile, 29 de mayo de 1994) fue un
político alemán, jefe de estado de la República Democrática Alemana
entre 1976 y 1989.
En 1935 fue arrestado por los nazis y condenado a diez años de prisión por su militancia política. Permaneció en prisión hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Uno de los principales dirigentes de la Republica Democratica Alemana (RDA) desde su fundación en 1949, a partir de 1971 Honecker devino secretario general del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) y Presidente del Consejo de Defensa Nacional. En 1976 asumió la Jefatura del Estado de la RDA.
Se opuso a la Perestroika de Mijaíl Gorbachov, y fue sorprendido por los acontecimientos que llevaron a la caída del Muro de Berlín a finales de 1989, y los propios miembros del Politburó del SED le obligaron a dimitir el 18 de octubre de 1989.
Tras la caída de la RDA, Honecker viajó a la URSS para evitar ser juzgado por las autoridades de la Alemana reunificada, pero fue extraditado en 1992 tras la desintegración de la Unión Soviética. Fue procesado por la muerte de 192 personas que intentaron cruzar ilegalmente el Muro de Berlín durante su mandato y por Alta Traición, pero debido a su grave estado de salud fue liberado y emigró a Chile, país en el cual murió en mayo de 1994 de cáncer de hígado.
En 1935 fue arrestado por los nazis y condenado a diez años de prisión por su militancia política. Permaneció en prisión hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Uno de los principales dirigentes de la Republica Democratica Alemana (RDA) desde su fundación en 1949, a partir de 1971 Honecker devino secretario general del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) y Presidente del Consejo de Defensa Nacional. En 1976 asumió la Jefatura del Estado de la RDA.
Se opuso a la Perestroika de Mijaíl Gorbachov, y fue sorprendido por los acontecimientos que llevaron a la caída del Muro de Berlín a finales de 1989, y los propios miembros del Politburó del SED le obligaron a dimitir el 18 de octubre de 1989.
Tras la caída de la RDA, Honecker viajó a la URSS para evitar ser juzgado por las autoridades de la Alemana reunificada, pero fue extraditado en 1992 tras la desintegración de la Unión Soviética. Fue procesado por la muerte de 192 personas que intentaron cruzar ilegalmente el Muro de Berlín durante su mandato y por Alta Traición, pero debido a su grave estado de salud fue liberado y emigró a Chile, país en el cual murió en mayo de 1994 de cáncer de hígado.
DISCURSO DE AUTODEFENSA DE ERICH HONECKER PRONUNCIADO ANTE EL TRIBUNAL DE BERLÍN
Defendiéndome de la acusación manifiestamente infundada de homicidio no
pretendo para nada atribuir a este Tribunal y a este proceso penal la
apariencia de legalidad. La defensa del resto no serviría para nada,
también porque no viviré lo suficiente para escuchar la sentencia de
ustedes. La condena que evidentemente me quieren ustedes inflingir no se
podrá lograr. Eso todos lo saben. Bastaría solamente esto para
demostrar que el proceso es una farsa. Es un montaje político.
Nadie en las regiones occidentales de Alemania, incluida la ciudad de
primera línea de Berlín Oeste, tiene derecho a llevar al banquillo de
los acusados ni a condenar a mis compañeros imputados, ni a mi ni a
ningún otro ciudadano de la RDA, por acciones cometidas en el
cumplimiento de los deberes emanados del Estado de la RDA.
Si hablo en esta sede lo hago para dar fe a las ideas del Socialismo y
para dar un juicio moralmente y políticamente honrado de esa República
Democrática Alemana que más de cien estados habían reconocido en
términos de derecho internacional. Esta República que ahora la RFA llama
Estado ilegal e injusto, ha sido miembro del Consejo de Seguridad de la
ONU, que incluso ha presidido por algún tiempo, al igual que ha
presidido por un período la mismísima Asamblea general. No espero
seguramente de este proceso y de este Tribunal un juicio políticamente y
moralmente honrado de la RDA, pero aprovecho la ocasión de este montaje
político para dar a conocer a mis conciudadanos mi posición.
La situación en la cual me encuentro en este proceso no es un hecho
extraordinario. El Estado de derechos alemán también persiguió y condenó
a Karl Marx, August Bebel, Karl Liebknecht y muchos otros socialistas y
comunistas. El tercer Reich, sirviéndose de los juicios heredados del
Estado de derecho de Weimar llevó a cabo este trabajo en muchos
procesos, uno de los cuales yo mismo he vivido en condición de imputado.
Después de la derrota del fascismo alemán y del Estado hitleriano, la
RFA no ha tenido que buscarse nuevos procuradores de la república y
nuevos jueces para reprimir y perseguir penalmente y en masa a los
comunistas, quitándoles el trabajo y el pan en tribunales del trabajo,
alejándolos de los empleos públicos a través de los tribunales
administrativos o persiguiéndolos de otras maneras. Ahora nos ocurre a
nosotros lo mismo que les ocurrió a nuestros compañeros de la Alemania
occidental en los años 50. Desde hace cerca de 190 años se repite el
mismo abuso. El Estado de derechos de la República Federal Alemana no es
un estado de derechos sino un estado de las derechas.
Para este proceso, como para tantos otros en los cuales se persiguen a
otros ciudadanos de la RDA por su contigüidad con el sistema, frente a
tribunales penales y del trabajo, sociales o administrativos, hay un
argumento que se usa principalmente. Políticos y juristas sostienen:
debemos condenar a los comunistas porque no lo hemos hecho con los
nazis. Ahora tenemos que ajustar las cuentas con el pasado. A muchos les
parece un argumento obvio, pero en realidad eso es totalmente falso. La
verdad es que la justicia alemana occidental no podía castigar a los
nazis porque los jueces y los procuradores de la república no podían
castigarse a ellos mismos. La verdad es que esta justicia de Alemania
Federal le debe su nivel actual, de la manera que se quiera juzgar, a
los nazis de los cuales asumieron la herencia. La verdad es que los
comunistas y los ciudadanos de la RDA son perseguidos hoy por las mismas
razones que fueron siempre perseguidos en Alemania. Solamente en los 40
años de existencia de la RDA las cosas anduvieron en sentido opuesto y
es con este desagradable inconveniente con quien hace falta ahora
ajustar las cuentas. Todo naturalmente en el total respeto del derecho.
¡La política no tiene nada que ver!
Los juristas más eminentes de este país, tanto de los partidos de
mayoría como del SPD, juran que nuestro proceso no es otra cosa que un
proceso normal, no es un proceso político, no es un montaje. Se arrestan
los miembros de uno de los más altos organismos estatales del país
fronterizo y se dice que la política no tiene nada que ver. Esas mismas
personalidades que ayer se recibían con todos los honores como huéspedes
de Estado e interlocutores de los esfuerzos conjuntos para impedir que
jamás pudiera desencadenarse una guerra desde el suelo alemán, hoy son
etiquetados de criminales. Pero tampoco esto tendría nada que ver con la
política.
Se acusan a los comunistas, a aquellos que han sido siempre perseguidos
desde el momento en que aparecieron en la escena política, pero en la
RFA hoy todo esto no tendría nada que ver con la política.
Para mí, y creo que para cualquiera que esté prevenido, es evidente que
este proceso es político como solamente podría ser un proceso contra la
dirigencia política y militar de la RDA. Quien lo niega no se equivoca,
quien lo niega miente. Miente para engañar una vez más al pueblo. Con
este proceso se hace justamente aquello de lo cual nosotros estamos
acusados: se sacan de encima a los adversarios políticos con los medios
del derecho penal. Pero todo se hace según la ley.
También otras circunstancias demuestran sin sombra de dudas que con este
proceso se persiguen fines políticos. ¿Por qué el canciller federal,
por qué el señor Kinkel, entonces jefe de los servicios secretos,
después ministro de justicia y al final ministro del exterior de la RFA,
se han empeñado tanto en traerme a cualquier costo a Alemania y
encerrarme en la cárcel de Moabit, donde ya estuve bajo Hitler? ¿Por qué
el canciller ha dejado que yo volara a Moscú para después hacer presión
a Moscú y a Chile para que me expidieran, contra cualquier principio
del derecho internacional? ¿Por qué los médicos rusos que hicieron el
diagnóstico correcto en el primer examen lo tuvieron que falsificar más
tarde? ¿Por qué yo y mis compañeros, que no están mucho mejor que yo de
salud, fuimos arrastrados de frente al pueblo como hacían antiguamente
los emperadores romanos con sus adversarios prisioneros?
No sé si todo esto tenga una explicación racional. Quizás se confirma el
dicho antiguo de que aquello que Dios quiere perder antes lo obceca.
Una cosa sí queda clara, y es que todos los hombres políticos que en un
tiempo me pedían audiencia y se sentían a su vez contentos de recibirme,
no saldrán libres de este proceso. También los niños en Alemania sabían
que había hombres que habían sido muertos en el muro y que entre los
políticos vivos el máximo responsable del muro era yo, presidente del
Consejo Nacional de la Defensa, secretario general, presidente del
Consejo de Estado de la RDA. Por lo tanto no hay más que dos
posibilidades: la primera es que los señores políticos de la RFA hayan
conscientemente, libremente e incluso ávidamente, tratado de tener
relaciones con un asesino. La segunda es que ellos conscientemente y con
satisfacción dejen ahora que un inocente sea culpado de homicidio. De
estas dos posibilidades ninguna los honora. No hay una tercera
posibilidad. Quien acepta un dilema de este tipo y resulta por lo tanto,
ya sea en un caso como en el otro, una persona sin carácter, es ciego o
persigue otros fines que le presionan más que su propio honor.
Admitamos incluso que ni el señor Kohl, ni el señor Kinkel, ni los otros
ministros y dirigentes de partido de la República Federal Alemana sean
ciegos (cosa que no sería capaz de excluir). Queda entonces, como
objetivo político de este proceso, la voluntad de desacreditar
totalmente a la RDA y con ella al Socialismo en Alemania. La caída de la
RDA y del Socialismo en Alemania y en Europa evidentemente no les basta
todavía. Tienen que eliminar todo aquello que pueda mostrar este
período en el cual los obreros y los campesinos gobernaron en una luz
diferente de aquella de la perversión y del delito. La victoria de la
economía de mercado (como llaman hoy eufemísticamente al capitalismo)
debe ser absoluta, de la misma forma que la derrota del socialismo. Se
debe hacer de manera, como decía Hitler antes de Stalingrado, que ese
enemigo no se pueda levantar más. Los capitalistas alemanes siempre han
tenido una inclinación por lo absoluto.
La finalidad de este proceso, esta voluntad de asesinar una vez más al
socialismo ya dado por muerto, muestra cual es la valoración que el
señor Kohl, el gobierno y también la oposición del la RFA, dan de la
situación. El capitalismo ha vencido económicamente cavando su propia
sepultura, de la misma forma que hizo Hitler venciendo militarmente. En
todo el mundo el capitalismo ha entrado en una crisis sin salida. No le
ha quedado otra elección que profundizar en un caos ecológico y social o
bien aceptar la renuncia a la propiedad privada de los medios de
producción y por consecuencia el socialismo. Las dos alternativas
significan su final. Pero para los poderosos de la República Federal
Alemana el peligro más grave es claramente el Socialismo. Y este proceso
debe servir para prevenirlo, así como deber servir para prevenirlo toda
la campaña contra la ya desaparecida RDA, que debe ser tachada de
estado injusto e ilegal.
Todos los casos de muerte por razones no naturales en nuestro país
siempre nos afectaron. Las muertes en el muro no solo nos afectaron
humanamente, sino que también nos dañaron políticamente. Yo, más que
ningún otro, llevo desde mayo de 1971 el peso de la responsabilidad
política del hecho de que se haya disparado en la frontera entre la RDA y
la RFA, entre el Pacto de Varsovia y la OTAN. Es una gran
responsabilidad, claro. Diré más adelante por qué la he asumida. Pero
ahora, en ocasión de lo que constituye la finalidad política de este
proceso, no puedo dejar de subrayar también los tipos de medios que han
sido utilizados para tratar de lograr el objetivo de difamar a la RDA.
Los medios utilizados son los muertos en el muro. Estos muertos deben
servir y sirven para hacer apetecible a los medios este proceso, así
como otros anteriormente. Entre los muertos faltan sin embargo los
guardias de la frontera de la RDA asesinados. Ya hemos visto, y sobre
todo ya habéis visto, como las imágenes de los muertos han sido objeto
de mercado, sin respeto por la piedad y la decencia. Estos son los
medios con los cuales se hace política y se crea el clima favorable. Así
se usan, o mejor dicho, así se abusa de los muertos de la lucha que los
patrones conducen para mantener la propiedad capitalista. Porque de
esto y de más nada se trata la lucha contra el Socialismo. Los muertos
se necesitan para mostrar cuanto injustas e inhumanas fueran la RDA y el
Socialismo y también para desviar la atención de la miseria del
presente y de las víctimas de la economía de mercado. Todo esto muy bien
realizado democráticamente, legalmente, cristianamente, humanamente y
por el bien del pueblo alemán.
¡Pobre Alemania!
Ahora entremos en los méritos. Los procuradores de la ciudad de primera
línea nos acusan de homicidio como a criminales comunes. Dado que
personalmente no hemos matado a ninguna de las 68 personas cuya muerte
se nos hace cargo en la acusación, y dado que evidentemente no hemos ni
siquiera ordenado anteriormente su muerte, ni hemos provocado de ninguna
manera su muerte, he aquí que lo que la acusación, en la página 9, me
impugna literalmente:
«es… de haber ordenado, en calidad de secretario del Consejo Nacional de
la Defensa y responsable de los problemas de seguridad del CC y del
SED, de intensificar las obras de frontera alrededor de Berlín (oeste) y
de barreras en la frontera con la RFA para hacer imposible el paso».
Más adelante la acusación me impugna la participación en 17 sesiones del
CND desde el 29/11/1961 al 1/7/1983 con las decisiones de:
«construir ulteriores barreras de minas de fragmentación (donde la
palabra “ulteriores” da a entender que las fuerzas armadas soviéticas
habían ya instalado este tipo de barreras);
mejorar el sistema de seguridad de la frontera y el adiestramiento en el uso de las armas por parte de los guardias de frontera;
impedir el paso de las fronteras».
Se me impugna además de «haber declarado el 3/5/1974 la necesidad de
recurrir sin escrúpulos a las armas de fuego» (algo que no es cierto) y
al final de «haber votado a favor del proyecto de ley de fronteras que
entró en vigor el 1° de mayo de 1982».
Las acusaciones en contra mía, o en contra de nosotros, se refieren por
lo tanto a decretos del Consejo Nacional de la Defensa, decretos de un
órgano constitucional de la RDA. Objeto del enjuiciamiento es entonces
la política de la RDA, son las decisiones tomadas por el CND para
defender y preservar la RDA como Estado. Este juicio sirve para
criminalizar esta política. La RDA debe ser marcada como Estado ilegal e
injusto y todos aquellos que la asistieron deben ser etiquetados de
criminales. La persecución contra decenas de miles y posibles centenares
de miles de ciudadanos de la RDA, de los cuales ya habla el tribunal:
este es el verdadero objetivo de este proceso, preparado como proceso
piloto contra los guardias de frontera y acompañado por otros
innumerables procesos discriminatorios de los ciudadanos de la RDA,
conducidos frente a tribunales civiles, sociales, del trabajo o
administrativos, no solo por muchísimas acciones administrativas. Por lo
tanto no está en juego solamente mi persona y la de los otros imputados
en este proceso, está en juego mucho más, está en juego el futuro de
Alemania y de Europa, e incluso del mundo que, con el final de la guerra
fría y con las nuevas mentalidades, parecería que entrara en una fase
muy positiva. Aquí no solo continúa la guerra fría sino que se quiere
consolidar los cimientos de la Europa de los ricos. La idea de la
justicia social debe ser sofocada de una vez por todas. Marcarnos como
asesinos sirve para esto.
Yo soy el último en oponerme a normas morales y legales que sirvan para
juzgar y condenar a los hombres políticos. Pero tres condiciones deben
ser satisfechas:
Las reglas deben ser formuladas con precedencia.
Estas deben valer de la misma manera para todos los hombres políticos.
La sentencia debe ser pronunciada por un tribunal que esté por encima de
las partes, un tribunal, por lo tanto, que no esté compuesto ni de
amigos ni de enemigos de los acusados.
Me parece que estas son condiciones obvias, sin embargo en el mundo
actual no me resulta que puedan ser todavía satisfechas. Si ustedes hoy
dan sesión a un juicio en mi contra, lo hacen como tribunal de
vencedores contra vencidos. Este hecho es una expresión de la
correlación de fuerzas reales, pero no puede pretender validez jurídica
ni constituir un acto de justicia.
Bastarían estos argumentos para demostrar la ilegalidad de la acusación.
Pero para que no nos apartemos en la discusión ni siquiera en los
detalles, quiero decir yo lo que la acusación, ya sea por mala fe o por
ceguera, no dice.
Ya hemos citado las palabras con las cuales la acusación inicia la enumeración cronológica de los hechos que se imputan:
«El 12 de agosto de 1961 el imputado Honecker, en calidad de secretario
del CND y responsable de los problemas de la seguridad del CC del SED
ordenaba intensificar las obras de frontera alrededor de Berlín (oeste) y
las barreras de las fronteras con la RFA para hacer imposible el paso».
Esta manera de ver la historia es demasiado elocuente. ¡El responsable
de los problemas de seguridad del CC del SED en 1961 daba disposiciones
sobre un hecho que podía cambiar la historia del mundo! Aquí se supera
la autoironía de los ciudadanos de la RDA que llamaban a su país «la más
grande RDA del mundo». Está bien que hoy Enno von Löwenstein trate de
engrandecer a la RDA para darle así más valor a la victoria de la RFA,
pero ni siquiera esta ala derecha del periodismo político alemán logra
hacer de la RDA una gran potencia mundial. Esto queda como prerrogativa
de «la autoridad más objetiva del mundo», el tribunal de la república.
Cada cual es dueño de volverse ridículo frente a la historia al propio
placer. Pero en todo caso la construcción del muro se decidió en Moscú
el 5/8/1961 en una reunión de los Estados del Pacto de Varsovia. En
aquella alianza entre los países socialistas, la RDA era un miembro
importante, pero no la potencia guía. Esto el tribunal lo puede dar por
confirmado sin necesidad de demostración.
Dado que nosotros, como ya he dicho, de persona no hemos dado muerte a
nadie, ni hemos ordenado directamente matar a nadie, la acción homicida
se reconoce en la construcción del muro, en haberlo mantenido en pie y
en la imposición de prohibición de abandonar la RDA sin autorización
estatal. Y naturalmente esto no tendría nada que ver con la política.
Así al menos sostiene la jurisprudencia alemana. Pero no lo podrá
sostener frente a la historia o al raciocinio humano. No hará otra cosa
que traicionar una vez más sus orígenes y mostrar de qué espíritu es
hija y hacia dónde se dirige Alemania.
Todos los que en aquella época tuvimos la responsabilidad de gobierno en
los países del Pacto de Varsovia tomamos esas decisiones políticas
colectivamente. No lo digo para descargar mi responsabilidad en los
otros, lo digo solamente porque así fue y no de otra forma, y yo estoy
convencido de que aquella decisión de entonces, del 1961, fue justa y
así quedaría hasta que no hubiera terminado el conflicto entre EEUU y la
URSS. Aquella decisión política y los convencimientos que la dictaron
constituyen precisamente el objetivo de este proceso. Se necesita ser
ciego o cerrar los ojos con conocimiento de causa ante los
acontecimientos del pasado para no reconocer que esto es un proceso
político de los vencidos contra los vencedores, para no entender que
ello significa deformar la historia por motivaciones de orden político.
Ustedes aseguran que aquella decisión política fue incorrecta y culpan a
mí y a mis compañeros como responsables penales por los muertos en el
muro. Pues yo les digo que la decisión que ustedes retienen justa habría
causado miles o millones de muertos. De esto estaba y estoy todavía
convencido y creo que también mis compañeros lo estén. Es por esta
convicción política por la cual nos encontramos aquí delante de ustedes.
Y ustedes nos condenarán porque tienen una opinión política diferente a
la nuestra.
El cómo y el por qué se haya llegado a la construcción del muro no
parece que interese a la acusación pública. Sobre esto la acusación no
gasta una palabra. Las causas y las circunstancias vienen ignoradas del
todo, la cadena de los acontecimientos históricos se rompe
arbitrariamente. Erich Honecker ha construido y mantenido en pie el
muro. Stop. Esta es la representación simplista que los juristas
alemanes acaban por dar de la historia. Lo único que les interesa es que
los comunistas sean marcados como criminales y como tal condenados. Los
alemanes, en realidad, están perfectamente en condiciones de saber cómo
se llegó al muro y de conocer las razones por las cuales en el muro se
disparó. Pero ya que la acusación se comporta como si construir muros y
matar gente sea una característica peculiar del socialismo y como si
“delincuentes” aislados como yo y mis compañeros tuvieran toda la
responsabilidad, me veo obligado, a pesar de no ser un historiador, a
resumir la historia que dio lugar al muro.
Sus orígenes vienen de lejos. Nos conducen a la formación del
capitalismo y del proletariado. Pero el inicio inmediato de la tragedia
de la última fase de la historia alemana se sitúa en el año 1933. En ese
año, como es conocido, muchos alemanes votaron en elecciones libres por
el partido nazi y el presidente Hindenburg, que había sido elegido a su
vez libremente en 1932, confirió democráticamente a Adolf Hitler las
funciones de jefe del gobierno. Inmediatamente después los predecesores
políticos de los actuales partidos dominantes, con excepción del SPD,
votaron con plenos poderes, dando a Hitler poderes absolutos
dictatoriales. Solamente los comunistas antes de aquellas elecciones
habían dicho: “quien vota a Hindenbrug vota a Hitler, quien vota a
Hitler vota por la guerra”. Al momento del voto por los plenos poderes
los diputados comunistas ya habían sido alejados del Reichstag, muchos
comunistas habían sido arrestados o vivían en la clandestinidad. Ya
entonces la ilegalización de los comunistas fue la señal del final de la
democracia en Alemania.
No apenas Hitler fue hecho jefe de gobierno, Alemania conoce su primer
milagro económico. Se vencía la desocupación, los bonos Volkswagen
andaban bien y el ánimo ardiente del pueblo llevaba a aplastar y a
asesinar a los judíos. El pueblo alemán en su mayoría estaba feliz y
contento.
Cuando estalló la segunda guerra mundial y las fanfarrias anunciaban la
guerra relámpago contra Polonia, Noruega, Dinamarca, Bélgica, Holanda,
Luxemburgo, Francia, Yugoslavia, Grecia, el entusiasmo no conoció más
límites. Los corazones de casi todos los alemanes palpitaban al unísono
con el de su canciller, el más grande duce de todos los tiempos. Ninguno
imaginaba que el imperio milenario duraría solamente 12 años.
Cuando en 1945 todo se convirtió en ruinas, Alemania no se encontró como
dueña del mundo, como predecía una muy conocida canción nazi, sino
totalmente dominada por los aliados. Alemania se dividió en cuatro
zonas. No existía absolutamente libertad para transferirse de una zona a
la otra. Ni siquiera para los emigrados alemanes que, como Gerhart
Eisler, querían regresar a Alemania desde los EEUU.
En los EEUU existían planes (por ejemplo el plan Morgenthau) que
preveían la división perpetua de Alemania en varios estados. Justamente
como respuesta a estos planes Stalin pronunció las famosas palabras:
«Los Hitler vienen y van, el pueblo alemán y el Estado alemán se quedan
». Pero la unidad de Alemania, que en aquel tiempo la URSS quería que se
mantuviera, no se realizó. Por efecto de la guerra fría proclamada por
los EEUU en 1947, Alemania, con la fusión de dos y después de tres
zonas, con la reforma monetaria, y finalmente con la constitución en
mayo de 1949 de la RFA, se dividió por un largo período en dos partes.
Como se ve por las sucesiones temporales, esta división no fue obra de
los comunistas, sino de los aliados occidentales y de Konrad Adenauer.
La constitución de la RDA siguió en un segundo tiempo y fue la
consecuencia lógica de la constitución de la RFA. A esta altura ya se
habían formado dos Estados alemanes diferentes. Pero la RFA no tenía
ningunas intensiones de reconocer a la RDA y de establecer con ella
relaciones pacíficas. La RFA pretendía más bien ser la única
representante de toda Alemania y de todos los alemanes. Con la ayuda de
los aliados proclamó un embargo económico y trató por esa vía de aislar a
la RDA económicamente y políticamente. Una política de agresión sin
guerra: así se puede definir la línea seguida por la RFA con respecto a
la RDA. Esta fue la forma que asumió la guerra fría en el suelo alemán.
Fue esta la política que llevó al muro.
Después de la entrada de la RFA en la OTAN, la RDA se adhirió al Pacto
de Varsovia. Los dos Estados alemanes se enfrentaron como Estados
miembros de alianzas militares hostiles.
La RFA era más fuerte que la RDA bajo varios aspectos: por número de
habitantes, potencia económica, uniones políticas y económicas. Gracias
al plan Marshall y al pago de reparaciones menores ustedes tuvieron que
soportar las consecuencias de la guerra en medida reducida. La RFA
disponía de mayores riquezas naturales y de un territorio más amplio. Y
explotó esta múltiple superioridad en todos las maneras, pero sobre todo
prometiendo a los ciudadanos de la RDA ventajas materiales si
abandonaban su país. Muchos ciudadanos de la RDA no resistieron a esta
tentación e hicieron lo que los políticos de la RFA se esperaban que
hicieran: “votaron con los pies”. El éxito económico ejerció una
atracción fatal en los alemanes después de 1945 no menos de lo que
aconteció después de 1933.
La RDA y los Estados aliados del Pacto de Varsovia se vinieron a
encontrar en una situación difícil. La política del roll back parecía
coronarse de éxito en Alemania. La OTAN se prestaba a extender su área
de influencia hasta el Oder.
Esta política produjo en 1961 una situación de tensión en Alemania que
ponía en peligro la paz mundial. La humanidad se encontró al borde de
una guerra atómica. Esta era la situación en el momento en que los
Estados del Pacto de Varsovia decidieron la construcción del muro.
Ninguno tomó esta decisión a la ligera. Porque dividía las familias,
pero también porque era la señal de una debilidad política y económica
del Pacto de Varsovia con respecto a la OTAN que podía ser compensada
solo con medios militares.
Políticos eminentes fuera de Alemania, pero incluso dentro de la RFA,
reconocieron después de 1961 que la construcción del muro había
disminuido la tensión en el mundo.
Franz Josef Strauss escribió en sus memorias: “Con las constitución del
muro la crisis, ciertamente no positiva para los alemanes, podría
decirse que no solo se controló sino que se cerró efectivamente” (pag.
390). Anteriormente Strauss había hablado de los planes de bombardeo
atómico en el territorio de la RDA (pag. 388).
Yo creo que no hubiera existido ni el Tratado Fundamental [tratado que
regulaba las relaciones entre las dos Alemanias concluido en diciembre
de 1972, N.d.T.], ni el de Helsinki, ni la unidad de Alemania si en
aquel momento no se hubiera construido el muro y si este hubiera sido
derrumbado antes del final de la guerra fría. Pienso por lo tanto que
aprobando la construcción del muro y manteniendo después esa posición ni
yo ni mis compañeros nos hemos manchado de culpa alguna, no solamente
desde el punto de vista del derecho, pero también desde un punto de
vista moral y político.
Con respecto a la historia de Alemania esto evidentemente es una nota al
margen, pero es notable como ahora muchos alemanes, tanto del oeste
como del este, verían con gusto una reedición del muro.
Pero también nos debemos preguntar qué cosa hubiera sucedido si
hubiéramos actuado como la acusación da por descontado que deberíamos
haber hecho. Es decir, que no hubiéramos erigido el muro, si hubiéramos
consentido a cualquiera abandonar al RDA, sentando así espontáneamente
la rendición de la RDA ya en 1961. No hace falta una fantasía especial
para entender los efectos que hubiera producido una política de este
tipo. Basta considerar lo que sucedió en 1956 en Hungría y en 1968 en la
República Socialista Checoslovaka. Las tropas soviéticas, que ya
estaban presentes, hubieran intervenido también en la RDA en 1961,
exactamente como habían hecho en los otros países. También en Polonia
Jaruzelski proclamó el estado de emergencia en 1981 para impedir una
intervención de ese tipo.
La agudización de la crisis que habríamos provocado si nos hubiéramos
atenido al modelo que la acusación retiene como el único políticamente,
moralmente y jurídicamente admisible habría implicado el riesgo de una
tercera guerra mundial. Nosotros no habíamos querido y no podíamos
correr este riesgo. Si esto para ustedes es un crimen pronuncien ustedes
mismos su propia condena ante la historia con su sentencia. Pero esto
importaría poco. Lo que más importa es que la sentencia de ustedes
constituirá una señal para replantear las viejas contraposiciones en vez
de remendarlas. En presencia del peligro de colapso ecológico del
mundo, ustedes vuelven a proponer la vieja estrategia de clase de los
años 30 y la política de potencia típica de Alemania desde los tiempos
del canciller de hierro.
Si nos condenan por nuestras decisiones políticas en 1961, y yo pienso
que ustedes lo harán, la sentencia será no solamente falta de todo
fundamento jurídico, no solo emitida por un tribunal parcial, sino que
también será una sentencia que ignora totalmente las costumbres
políticas y los comportamientos de aquellos mismos países que gozan de
vuestro máximo respeto como Estado de derecho. En este contexto no
quiero en lo absoluto, ni podría hacer la lista de todos los casos en
los cuales durante en los últimos 28 años se han tomado decisiones
políticas que han tenido un costo de vidas humanas, porque no quiero
abusar de vuestro tiempo y de vuestra sensibilidad. Tampoco podría
recordarme de todas. Solamente quiero mencionar algunas:
En 1963 el entonces presidente de los EEUU Kennedy decidió enviar tropas
a Vietnam para ocupar el lugar de los franceses derrotados y hacer la
guerra hasta el 1975 contra los vietnamitas que combatieron por su
libertad, independencia y autodeterminación. Esta decisión del
presidente de los EEUU, que implicaba una violación evidente de los
derechos del hombre y del derecho internacional, nunca ha recibido la
mínima crítica por parte del gobierno de la RFA. Los presidentes de los
EEUU Kennedy, Johnson y Nixon no han sido jamás llevados ante un
tribunal y sus honores no han sufrido la mínima mancha, al menos no por
aquella guerra. En este caso ni los soldados norteamericanos ni los
vietnamitas han podido decidir libremente si correr o no el riesgo de
morir por una guerra injusta.
En 1981 Inglaterra hace intervenir sus tropas en la Argentina para
mantener las islas Falkland como colonia del imperio. La “lady de
hierro” se aseguró de esta forma una victoria electoral y su imagen no
fue mínimamente oscurecida, ni siquiera después de su destino electoral.
Nadie pensó en acusarla de homicidio.
En 1983 el presidente Reagan ordenó a sus tropas ocupar Granada. No hay
persona que goce de mayor respeto en Alemania que este presidente
norteamericano. Evidentemente resulta justo que las víctimas de esta
empresa hubieran sido asesinadas.
En 1986 Reagan bombardea en una acción de castigo las ciudades de
Trípoli y Bengasi, sin preguntarse si sus bombas habrían golpeado
culpables o inocentes.
En 1989 el presidente Bush ordenó llevarse por la fuerza de las armas de
Panamá al general Noriega. Miles de panameños inocentes fueron
asesinados. Pero para el presidente americano esto no ha significado la
mínima mancha, mucho menos imaginar una acusación de homicidio.
La lista podría continuar a placer. Solamente mencionar la conducta inglesa en Irlanda podría parecer una mala educación.
Sobre los efectos que las armas de la República Federal Alemana producen
en los kurdos de Turquía o en los negros de Sudáfrica se plantean
interrogantes retóricos, pero nadie hace cuentas de los muertos y nadie
llama por nombre a los culpables.
Hablo solo de países que son considerados modelos de estado de derecho y
recuerdo solamente alguna de sus decisiones políticas. Cada cual puede
fácilmente hacer una confrontación entre estas decisiones y la de erigir
un muro en la frontera entre el Pacto de Varsovia y la OTAN.
Pero ustedes dirán que no pueden ni deberían decidir respecto a las
acciones de otros países y que todo esto no les atañe. Yo no creo sin
embargo que se pueda hacer un juicio histórico sobre la RDA sin analizar
lo que ha sucedido en otros países en el período en el cual la RDA
existía como producto del enfrentamiento entre los dos bloques. Creo
también que las acciones políticas puedan ser solamente juzgadas en su
contexto. Si ustedes cierran los ojos sobre lo que ha sucedido en el
mundo fuera de Alemania desde 1961 hasta 1989 no podrán pronunciar una
sentencia justa.
Pero incluso si ustedes se limitan a Alemania, comparando las decisiones
políticas de los dos Estados alemanes, una valoración honesta y
objetiva no podría no ir en ventaja de la RDA. Quien niega al propio
pueblo el derecho al trabajo o el derecho a la casa, como sucede en la
RFA, carga la cuenta de que muchos sientan negado el derecho a la
existencia y no tengan otra solución que quitarse la vida. La
desocupación, las condiciones de quienes no tienen casa, el abuso de
drogas, los crímenes para procurarse la droga y la criminalidad en
general son frutos de la decisión política de la economía de mercado.
Incluso decisiones aparentemente neutrales desde el punto de vista
político como los límites de velocidad en las carreteras, son el
producto de un orden estatal en las cuales son determinantes no los
políticos libremente elegidos sino los dueños que no han sido elegidos
por nadie. Si el departamento para los crímenes cometidos en el
ejercicio del poder de la Corte suprema se ocupara de vez de estas
cosas, pronto tendréis nuevamente la posibilidad de estrechar la mano a
los representantes de la República Federal Alemana. Esta vez sería en
Moabit. Pero esto naturalmente no sucederá porque es justo que las
víctimas de la economía de mercado se quiten la vida.
No soy yo la persona que pueda hacer un balance de la historia de la
RDA. El momento de hacerlo no ha llegado todavía. El balance será
delineado en el futuro y por otros.
Yo he dedicado mi existencia a la RDA. Desde mayo de 1971 sobretodo, he
tenido una responsabilidad relevante para su historia. Yo soy por
consiguiente parte en causa y además de eso debilitado por la edad y la
enfermedad. Y sin embargo, llegando al final de mi vida, tengo la
certeza de que la RDA no ha sido constituida en vano. La RDA ha
representado un símbolo de que el Socialismo es posible y de que es
mejor que el capitalismo. Se ha tratado de un experimento que ha
fallado. Pero por un experimento fracasado la humanidad nunca ha
abandonado la búsqueda de nuevos conocimientos y de nuevas vías. Se
necesita ahora analizar las razones por las cuales este experimento ha
fallado. Seguramente lo que ha sucedido se debe también a que nosotros
–me refiero a los responsables de todos los países socialistas europeos-
hemos cometido errores que podrían haberse evitado. Seguramente ha
fracasado en la RDA entre otras cosas porque los ciudadanos de la RDA,
así como otros alemanes antes que ellos, han sucumbido a una decisión
equivocada y porque nuestros adversarios eran todavía demasiado
poderosos. La experiencias históricas de la RDA, junto a la de los otros
países exsocialistas, serán útiles a millones de hombres en países
socialistas que todavía existen y servirán al mundo del futuro. Quien se
ha empeñado con su propio trabajo y con su propia vida por la RDA no ha
vivido en vano. Un número siempre mayor de personas del este se darán
cuenta de que las condiciones de vida de la RDA los habían deformado
mucho menos de cuanto la gente del oeste no haya sido deformada por la
economía de mercado y que en las guarderías y en las escuelas los niños
de la RDA crecían más despreocupados, más felices, más instruidos, más
libres que los niños de las calles y de las plazas dominadas por la
violencia de la RFA. Los enfermos se darán cuenta de que en el sistema
sanitario de la RDA, no obstante el retraso técnico, eran pacientes y no
objetos comerciales del marketing médico. Los artistas comprenderán que
la censura, real o presunta, de la RDA no podía provocar al arte los
daños producidos por la censura del mercado. Los ciudadanos constatarán
que incluso sumando la burocracia de la RDA y la cacería a los productos
escasos no había necesidad de que sacrificaran todo el tiempo libre que
tienen ahora que sacrificar con la burocracia de la RFA. Los obreros y
los campesinos se darán cuenta que la RFA es el Estado de los
empresarios (o sea, de los capitalistas) y que no por casualidad la RDA
se llamaba Estado de los obreros y de los campesinos. Las mujeres le
darán mayor valor, en la nueva situación, a la igualdad y al derecho de
decidir sobre su propio cuerpo de los cuales gozaban en la RDA.
Después de haber conocido de cerca las leyes y el derecho de la RFA
muchos dirán con la señora Bohley, a quien los comunistas no son de su
agrado: «Hemos pedido justicia. Nos han dado otro Estado». Muchos
comprenderán también que la libertad de decidir entre CDU/CSU, SPD y FDP
es solamente una libertad aparente. Se darán cuenta de que en la vida
de todos los días, especialmente en el puesto de trabajo, tenían mucha
más libertad en la RDA que la que tienen ahora. En resumen, la
protección y la seguridad que la pequeña RDA, tan pobre con respecto a
la RFA, garantizaba a sus ciudadanos no serán ya minimizadas como cosas
obvias, porque la realidad cotidiana del capitalismo se encargará ahora
de hacer comprender a todos cuanto valiosas eran.
El balance de los cuarenta años de historia de la RDA es diferente del
que se presenta por los políticos y por los medios de masa. Con el paso
del tiempo esto se hará mucho más evidente.
Queréis transformar el proceso contra nosotros, miembros del Consejo
Nacional de la Defensa de la RDA, en un proceso de Nuremberg contra los
comunistas. Pero este tentativo está destinado al fracaso. En la RDA no
había campos de concentración, no habían cámaras de gas, sentencias
políticas de muerte, tribunales especiales, no estaban ni la Gestapo ni
las SS. La RDA no ha hecho la guerra y no ha cometido crímenes de guerra
contra la humanidad. La RDA ha sido un país coherentemente antifascista
que gozaba de altísimo prestigio internacional por su empeño a favor de
la paz.
El proceso contra nosotros “peces gordos” de la RDA debe servir de
respuesta a aquellos que dicen que «agarran siempre los peces pequeños, a
los grandes los dejan escapar». Nuestra condena serviría por tanto a
eliminar todo obstáculo para poder perseguir también a los “peces
pequeños”. Hasta ahora, de todas formas, no se han detenido mucho para
hacerlo.
El proceso sirve para construir las bases para etiquetar a la RDA de
Estado injusto e ilegal. Un Estado gobernado por “criminales” y
“homicidas” de nuestro calibre no puede ser otra cosa que ilegal e
injusto. Quien estaba en estrecha relación con nuestro Estado, quien era
ciudadano consciente de sus propios deberes debe ser marcado con el
signo de Caín. Un Estado contrario al derecho no puede no ser dirigido y
gobernado por otra cosa que no sean “organizaciones criminales” como el
Ministerio de la Seguridad y el SED. Se invocan culpas y condenas
colectivas en lugar de responsabilidades individuales porque así se
puede enmascarar la falta de pruebas a los crímenes atribuidos. Existen
pastores y párrocos de la RDA que ahora son servidos en bandeja a una
nueva inquisición, una moderna cacería de brujas. Millones de personas
son así emarginadas y proscritas de la sociedad. Muchos ven reducidas al
extremo las posibilidades de existir. Basta ser registrado como
“colaborador informal” para ser condenado a la muerte civil. El
periodista autor de las denuncias recibe elogios y grandes recompensas.
De sus víctimas nadie se preocupa. El número de suicidios es tabú. Y
todo esto sucede a mano de un gobierno que se dice cristiano y liberal y
además con la tolerancia e incluso el apoyo de una oposición que no se
merece su nombre por lo que vale el calificativo “social”. Todo esto con
la marca de calidad del Estado de derechos que se han autoatribuido.
Este proceso también revela toda la dimensión política como proceso a
los antifascistas. En los momentos en que la canalla neonazi enloquece
impune en las calles y los extranjeros son perseguidos y asesinados como
en Mölln, ahí es donde el estado de derecho muestra toda su fuerza
arrestando a los judíos que protestan y persiguiendo a los comunistas.
Para hacer esto no se quejan de falta de funcionarios y de fondos. Estas
son cosas que ya hemos visto en el pasado.
Este proceso, si queremos resumir el contenido político, se da en
continuación a la guerra fría y niega la nueva mentalidad. Este revela
el verdadero carácter político de esta República Federal. La acusación,
las órdenes de captura y la sentencia sobre la admisibilidad de la
acusación llevan la huella del extremo de la guerra fría. Las sentencias
se reconstruyen con precedencia a 1964. Desde entonces el mundo ha
cambiado, pero la injusticia alemana embasta procesos políticos como en
los tiempos de Guillermo II. Ha superado ya la momentánea “debilidad”
política liberal que la había afectado después de 1968 y ahora ha
recuperado la espléndida forma anticomunista de un tiempo.
De nosotros se dice que somos dinosaurios incapaces de renovarnos. Este
proceso hace ver donde están en realidad los dinosaurios y quien es
incapaz de renovarse. Hacia el exterior se exhibe una gran flexibilidad.
A Gorbachov se le atribuye la ciudadanía honorífica de Berlín y
magnánimamente se le perdona de haber elogiado los así llamados
disparadores del muro inscribiendo su propio nombre en el libro de honor
de ellos. Internamente se exhibe ser «duros como el acero de Krupp» y
el viejo aliado de Gorbachov se manda a un proceso. Gorbachov y yo hemos
sido exponentes del movimiento comunista internacional. Se sabe que
sobre algunos puntos esenciales teníamos opiniones diferentes. En
aquella fase, sin embargo, yo pensaba que los elementos de divergencia
fueran menos relevantes de los que teníamos en común. El canciller
federal no me ha comparado a Goebbels, como ha hecho con otros, ni se lo
hubiera nunca perdonado. Ni para el canciller ni para Gorbachov el
proceso en contra mía constituye un obstáculo a su estrecha amistad.
También esto es significativo.
Mis consideraciones terminan aquí. Hagan ustedes por lo tanto lo que no pueden dejar de hacer.
Fuente: RebeldeMule.
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