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sábado, 18 de agosto de 2012
LA MODERNIZACION DE LA UES 1901-1951
La universidad de El Salvador a inicios del siglo XX
Héctor Ismael Sermeño (*)
SAN SALVADOR- La Universidad Nacional Autónoma de El Salvador entró al siglo XX con síndrome de modernidad, pero manteniendo el conservadurismo de una universidad pública de élite, característica que todas las universidades del mundo poseen, porque decir élite no incluye solo el aspecto financiero y de clase social, sino que el intelectual, que al fin y al cabo es el imprescindible. Ninguna buena universidad del planeta es para todos los que quieren estar en ella.
Con los problemas que peculiarizan a las universidades estatales o paraestatales en el tercer mundo, la salvadoreña ha padecido y padecido: tradicionalmente no alcanzan los fondos y la infraestructura que se quisiera para todos, tampoco; por lo tanto usualmente no son todos los que están, ni están los que debieran ser de acuerdo a sus diferencias individuales, las que psicopedagógicamente, clasifican a los estudiantes y, por supuesto, a los docentes que generalmente son graduados en la misma institución. Se puede llegar a un círculo vicioso si no se tienen y/o toman las precauciones suficientes y necesarias.
En 1898 el gobierno había cerrado la Universidad por las políticas razones de siempre y la rebeldía intrínsica de un sector de los estudiantes y los docentes, característicos de estos centros de estudios a lo largo de todos los tiempos. Se reabrió luego de un pequeño lapso, después de la creación de la efímera Universidad Libre de El Salvador, por un grupo de estudiantes encabezado por el que sería el eminente doctor en derecho Don José Gustavo Guerrero y que tuvo la intención de sustituir a la estatal. El asunto fue más emotivo que analizado.
La población del país aumentaba y la de estudiantes también. El campus de la avenida España-Cuscatlán se volvía pequeño. La solución fue construir un edificio para la Escuela de Medicina. El todavía impresionante y hermoso edificio neoclásico se levantó frente al Hospital Rosales, sobre la calle Arce y se inauguró en 1913. Popularmente se le conoció como el de la Rotonda, a causa del redondel que existió frente al hospital en donde daban vuelta para regresar los vehículos a San Salvador, ya que la ciudad finalizaba en ese sector hasta finales de la segunda década del siglo XX.
Aparejada a la nueva infraestructura iban aumentando las carreras y la participación del centro universitario en la vida nacional; no solo de manera académica sino políticamente hablando. Era el único instituto de estudios superiores en el país y, en esa época, la ciudad capital quedaba lejos de todas partes. Eso dificultaba un mayor crecimiento y presencia ante la ciudadanía. Se acostumbraba a inaugurar el año de clases con gran pompa en el paraninfo, con la presencia de autoridades e invitados especiales y se premiaban a los mejores alumnos del año anterior; generalmente durante los meses de enero o febrero.
En la Universidad daban conferencias los más importantes académicos e intelectuales salvadoreños y se traían a extranjeros especializados en temas de las instituciones similares. Se hacían certámenes en diferentes ramas del conocimiento y se galardonaban a las personalidades de gran relevancia, pero no universitaria. Por ejemplo, en enero de 1924, durante la apertura de clases, se le otorgó a don Alberto Masferrer el diploma de Académico Honorario de la institución.
Las mujeres comenzaron a estudiar carreras universitarias. Tarde las incluyeron; pero las libertades modernas permitían avances como éste. De tal manera que el 6 de septiembre de 1924, la señorita Carlota Estévez Urrutia, recibió su título de Cirujana Dentista, lo que la convirtió la primera profesional salvadoreña en esa área.
La Institución continuó avanzando. Las protestas contra las autoridades universitarias y contra el gobierno, la organización de los estudiantes y sus capacidades de lograr cambios era cada vez mayor: el 16 de mayo de 1927, en pleno estado de sitio por incidentes políticos partidarios, de obreros y campesinos, los estudiantes realizaron una manifestación para solicitar el levantamiento de dicha medida. Llegaron a la antigua Casa Presidencial (en los alrededores del actual mercado excuartel) y el presidente Pío Romero Bosque les habló desde uno de los balcones del palacio del ejecutivo. Tres días después salieron a manifestarse para celebrar la supresión del estado de sitio. Evidentemente eran otros tiempos.
El periodo de Maximiliano Hernández Martínez
Pero por supuesto que no podía ser de otra manera. También el Martinato marcó a la Universidad, como lo hizo con todo El Salvador. El General admiraba a los profesionales graduados de universidad, incluso manifestaba su deseo de haber sido uno de ellos. Disfrutaba del conocimiento y la cultura a su manera y le encantaba pertenecer a instituciones como el Ateneo y dar discursos con temas filosóficos, históricos y artísticos en las instalaciones universitarias.
Pero, igual que con todos los aspectos de la historia de su momento, el Presidente hizo y deshizo, siempre decía en sus discursos que por su patriotismo y su amor por el país. Hay que reconocer que en ocasiones era cierto. A la Universidad, evidentemente le fue muy bien por un lado, pero por otra parte no le fue tanto. Así:
A causa de los incidentes de enero de 1932, las clases iniciaron hasta mayo de ese año. El país estaba alcanzando “la normalidad” y debía continuar con sus actividades. En el presupuesto anual de doce millones de colones de 1933 se le asigna a la Universidad la enorme suma de noventa mil.
El General aumentaba anualmente el presupuesto y el apoyo a la Institución, pero la crisis de 1932 había propiciado que el gobierno tomara medidas contra ella, se planteó una reforma y la posible supresión de la autonomía. El diario La Prensa Gráfica publicó el 3 de febrero: “El Poder Ejecutivo acordó organizar la Universidad Nacional por considerar que es un deber imperativo del Estado regularizar la vida y actividades universitarias. Considera el decreto que la función fundamental estriba en crear la ciencia y difundirla. Considera el decreto…..que es de absoluta necesidad impedir por todos los medios legales posibles que el instituto universitario se convierta en foco de propaganda política antisocial que tienda a quebrantar los fundamentos de la nación salvadoreña. Por tal virtud el Ejecutivo acordó ponerlo bajo la jurisdicción del Ministerio de Instrucción Pública. Firman el Presidente Hernández Martínez y el ministro Dr. Benjamín Orozco.”
A partir de entonces la Universidad quedó en una especie de Pax Romana, al igual que todo el país; funcionaba y graduaba profesionales, pero de vez en cuando era noticia por las confrontaciones entre estudiantes y autoridades universitarias y del gobierno. Los estudiantes rebeldes eran expulsados inmediatamente. La AGEUS (Asociación general de estudiantes universitarios) se organizaba y, también era controlada y espiada. Para 1934 y 1935 la reforma universitaria era discutida constantemente hasta en la Asamblea Legislativa y el Consejo de Ministros.
Pero era en la infraestructura en que el famoso General iba a dejar su marca, como sucedió en todo El Salvador durante su gobierno: en abril de 1936 ordena buscar y comprar un terreno para llevar a cabo su “sueño” de construir una Ciudad Universitaria.
El 12 de octubre de 1937, después de varios intentos en otros sitios, se decide adquirir la hacienda San Carlos, al norte de la ciudad pero como no tenía una buena vía de comunicación, decidió abrir el parque Escobar, ubicado en el lugar que hoy ocupa el hospital de maternidad y prolongar la 25 avenida norte con el nombre de Avenida Universitaria, que más tarde pasaría a llamarse Dr. José Gustavo Guerrero. Esta información no es muy conocida por la gente dentro del campus (estudiantes y docentes). Cuando estudiaba Historia hice una encuesta y solamente 7 de cien personas supieron el dato, era 2001.
Se hicieron planos, concurso de diseños y muchos otros movimientos alrededor del nuevo espacio, pero lo grande llegó en 1941: la Universidad se hizo centenaria y El General echó la casa por la ventana. Esos sarcasmos, más que ironías, de la vida y de la Historia me hacen recordar que el gobernante más vilipendiado en las instalaciones universitarias, fue el que le heredó el espacio para hacerlo.
La celebración del primer centenario.
El diez de agosto de 1940 se creó una comisión para organizar los festejos de 1941. La integraron, entre otros, Francisco Gavidia, José María Peralta Lagos y Julio Enrique Avila. Entre esa fecha y el 16 de febrero, día del aniversario de la fundación, se llevaron a cabo varios eventos. El gobierno decretó tres días de fiesta nacional con motivo de la celebración; el 16, 17 y 18 de febrero, pero duraron otros dos días más. El 19 del mismo mes se inauguró la Avenida Universitaria con gran pompa.
Esta avenida finalizaba (finaliza) en la calle a San Antonio Abad, en 1941 eran predios baldíos los que existían en la zona. Se construyó una plaza, que sería (es) la entrada a la Ciudad Universitaria en la que se colocaron jardines y cuatro bustos en bronce de los próceres fundadores que elaboró el escultor nacional Valentín Estrada: Lic. Juan Nepomuceno Lindo, Gral. Francisco Malespín, Pbro. Narciso Monterrey y Don José Antonio Cañas. También se colocó un pedestal coronado por un copón, de dos metros y medio conteniendo tres placas, también en bronce; una del escudo Universitario con la diosa Atenea al Centro en medallón coronado de laureles, otra como homenaje del estudiantado universitario a los Ilustres fundadores y otra, también de homenaje a los mismos próceres, por parte de la República. Sería tarea averiguar en dónde y en qué estado material se encuentran estas obras y si existen todavía.
Los universitarios eligieron reina del Centenario y de los Juegos Florales desarrollados en la ocasión. Hubo otros certámenes artísticos y eventos como bailes de gala y celebraciones populares.
El Jefe de Estado participó dando discursos en el paraninfo frente al Cuerpo Diplomático, delegados especiales llegados ex profeso desde varios países y autoridades de la Universidad. También intelectuales y representando al alumnado, los mejores estudiantes de cada carrera, los cuales fueron premiados en el acto académico.
A las 12 del mediodía siempre del 16 de febrero, hubo un concierto bailable en los lujosos salones del hotel Astoria al otro costado del Palacio Nacional ya que la Universidad se ubicaba en lado norte de dicho palacio. En la noche hubo recepción de gala en el paraninfo y al día siguiente el Presidente dio una recepción a los invitados extranjeros, a los diplomáticos a personalidades del gobierno y de la Universidad. El lugar fue el Palacio Presidencial de Veraneo de los Planes de Renderos. El General volvió, por supuesto, a dar el respectivo discurso.
Para los que se preocupan por el trabajo de los intelectuales en el gobierno, se pueden apreciar las fotografías de varios de éstos. Gavidia, Avila y Peralta Lagos eran del Comité y, claro, estuvieron en todos los eventos. Algunos otros fueron invitados por el Presidente.
El General estuvo otros tres años y medio en el poder. Alcanzó a ver los trabajos de terracería del nuevo Campus, los planos del primer edificio que fue(es) el de la Facultad de Derecho. Había pasado casi una década en la que periódicos como La Estrella Roja, órgano del grupo Marxista de la Universidad de El Salvador y del grupo de Revolución Universitaria narraron los sucesos de 1932, también la Prensa Gráfica y otros periódicos lo hicieron. Martínez controló todo, a las buenas en ocasiones, a las malas la mayoría de las veces. En su caída en abril y mayo de 1944, la Universidad también estuvo.
Después, con Salvador Castaneda Castro la participación académica y rebelde de la Universidad no cesó. La Ciudad Universitaria siguió construyéndose, se crearon nuevas carreras, las Escuelas de Arquitectura, y el departamento de Filosofía y Letras. El 8 de febrero de 1946 se creó la Facultad de Economía, su primer decano fue el Dr. Romeo Fortín Magaña. Castaneda Castro cayó el 16 de diciembre de 1948.
Fue un terrible medio siglo, pero también como a lo largo de la Historia, de grandezas nacionales. En 1950 la Universidad estaba dejando de alquilar locales, esperaba con ansias sus nuevas instalaciones. No tardarían en llegar, la Ciudad Universitaria que un país y uno de sus más inefables gobernantes soñaron, empezó a ser una realidad.
*Escritor, historiador y crítico de artes.http://www.contracultura.com.sv/la-modernizacion-de-la-ues-1901-1951
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