http://www.rebelion.org/noticia.php?id=153720
“ Hay que saber que
en nuestra época (de la que el apóstol san Pablo predijo que sería
peligrosa) no sólo la avaricia y la usura se extienden con fuerza por el
mundo entero, sino que, además, estos defectos se atreven a encontrar
toda clase de pretextos para dar rienda suelta a su maldad, so capa de
legitimidad”. Sobre el comercio y la usura. Del Doctor Martín Lutero, agustino en Wittenberg.
Echo de menos en los discursos políticos de hoy día la radicalidad en incluso la violencia de las palabras de Lutero. Los economistas reformistas son críticos, pero les falta la dureza y la violencia que demanda la situación socioeconómica. Los gestores de los fondos de inversión, los gestores del capital monetario y gran parte de sus propietarios, representan la maldad. Son el mal. Tal vez necesitamos de esta representación religiosa para medir acertadamente el daño que causan a pueblos enteros. Son usureros. Nos están chupando la sangre. Están sembrando la infelicidad. Debilitan a las empresas y a las familias. Socavan al Estado. Nos roban nuestro trabajo, destruyen el esfuerzo de muchas generaciones, atacan nuestra salud y la supervivencia de nuestros ancianos. Cuantas más dificultades tiene un Estado para financiarse, más alto son los intereses. Pagar intereses del 7 % ya es usura. Pero pagar intereses del 25 % como hace el Estado griego no tiene nombre. No puede haber pretextos para estas prácticas económicas. Son horribles defectos, no virtudes. No son listos, son asesinos económicos. Generan enormes desgracias a pueblos enteros. Deberían ser desterrados de la tierra.
Lutero sólo conoció las formas antediluvianas del capital: el capital comercial y el capital productor de interés o capital usurario. Por eso su crítica es limitada porque limitado era el desarrollo del capitalismo que vivió. Pero captó la esencia del capital usurario: arruinar a los hombres y a las mujeres. Apropiarse no sólo de los beneficios, sino también de las condiciones de trabajo. Destruir las relaciones feudales y empobrecer al pequeño campesino hasta transformarlo en un proletariado. Eso hace el capital usurario en la actualidad: los altos intereses que paga el Estado español por su deuda soberana se paga proletarizando a los trabajadores, reduciendo tanto su salario directo como su salario indirecto (el salario indirecto es el que se obtiene por medio de las prestaciones sociales).
Recuerdo cuando Almunia decía que esta crisis había sido causada por la codicia, por las personas vinculadas al capital monetario, al capital de préstamo, que no encontraron límites para enriquecerse hasta la desproporción. Muchos economistas reformistas coincidían con este análisis. Pero no es a ellos a quienes se les ha obligado a pagar los platos rotos de la crisis. Y sus acciones siguen considerándose legítimas. Pero después de la codicia, después del enriquecimiento sin mesura de muchos, ha llegado la crisis: la destrucción de capital y de trabajo. Ha llegado luego la crisis fiscal del Estado: tener más gastos que ingresos. Y ha llegado el sacrificio del pueblo. Esto es: ha llegado el capital usurario. Ha llegado el incremento de los intereses sin límites. Ha llegado el enriquecimiento de los dueños y gestores del capital monetario. Y muchos lo justifican: los mercados todavía no se fían y por eso exigen más garantías, esto es, más intereses. Pero como atinadamente dice Lutero representan el mal y no debería haber pretextos que los excuse. El Estado debería ponerlos en cintura y por medio de los impuestos reducir esos intereses a la nada. Hay crisis y hay que hacer sacrificios. Han sacrificado los salarios. Sacrifiquemos también las rentas del capital: los intereses y los dividendos. Señalemos con el dedo a todos los asesinos económicos. Acabemos con su legitimidad. No les dejemos vivir tranquilos. Devolvámosle el daño que nos han infringido. Son hijos de Satanás y extienden el mal por toda la tierra. Así que deberíamos hacerlos desaparecer de la faz de la tierra para que retorne la paz entre nosotros.
Blog del autor: http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com.es/
Echo de menos en los discursos políticos de hoy día la radicalidad en incluso la violencia de las palabras de Lutero. Los economistas reformistas son críticos, pero les falta la dureza y la violencia que demanda la situación socioeconómica. Los gestores de los fondos de inversión, los gestores del capital monetario y gran parte de sus propietarios, representan la maldad. Son el mal. Tal vez necesitamos de esta representación religiosa para medir acertadamente el daño que causan a pueblos enteros. Son usureros. Nos están chupando la sangre. Están sembrando la infelicidad. Debilitan a las empresas y a las familias. Socavan al Estado. Nos roban nuestro trabajo, destruyen el esfuerzo de muchas generaciones, atacan nuestra salud y la supervivencia de nuestros ancianos. Cuantas más dificultades tiene un Estado para financiarse, más alto son los intereses. Pagar intereses del 7 % ya es usura. Pero pagar intereses del 25 % como hace el Estado griego no tiene nombre. No puede haber pretextos para estas prácticas económicas. Son horribles defectos, no virtudes. No son listos, son asesinos económicos. Generan enormes desgracias a pueblos enteros. Deberían ser desterrados de la tierra.
Lutero sólo conoció las formas antediluvianas del capital: el capital comercial y el capital productor de interés o capital usurario. Por eso su crítica es limitada porque limitado era el desarrollo del capitalismo que vivió. Pero captó la esencia del capital usurario: arruinar a los hombres y a las mujeres. Apropiarse no sólo de los beneficios, sino también de las condiciones de trabajo. Destruir las relaciones feudales y empobrecer al pequeño campesino hasta transformarlo en un proletariado. Eso hace el capital usurario en la actualidad: los altos intereses que paga el Estado español por su deuda soberana se paga proletarizando a los trabajadores, reduciendo tanto su salario directo como su salario indirecto (el salario indirecto es el que se obtiene por medio de las prestaciones sociales).
Recuerdo cuando Almunia decía que esta crisis había sido causada por la codicia, por las personas vinculadas al capital monetario, al capital de préstamo, que no encontraron límites para enriquecerse hasta la desproporción. Muchos economistas reformistas coincidían con este análisis. Pero no es a ellos a quienes se les ha obligado a pagar los platos rotos de la crisis. Y sus acciones siguen considerándose legítimas. Pero después de la codicia, después del enriquecimiento sin mesura de muchos, ha llegado la crisis: la destrucción de capital y de trabajo. Ha llegado luego la crisis fiscal del Estado: tener más gastos que ingresos. Y ha llegado el sacrificio del pueblo. Esto es: ha llegado el capital usurario. Ha llegado el incremento de los intereses sin límites. Ha llegado el enriquecimiento de los dueños y gestores del capital monetario. Y muchos lo justifican: los mercados todavía no se fían y por eso exigen más garantías, esto es, más intereses. Pero como atinadamente dice Lutero representan el mal y no debería haber pretextos que los excuse. El Estado debería ponerlos en cintura y por medio de los impuestos reducir esos intereses a la nada. Hay crisis y hay que hacer sacrificios. Han sacrificado los salarios. Sacrifiquemos también las rentas del capital: los intereses y los dividendos. Señalemos con el dedo a todos los asesinos económicos. Acabemos con su legitimidad. No les dejemos vivir tranquilos. Devolvámosle el daño que nos han infringido. Son hijos de Satanás y extienden el mal por toda la tierra. Así que deberíamos hacerlos desaparecer de la faz de la tierra para que retorne la paz entre nosotros.
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Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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