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Reproducimos por su interés el artículo redactado por Diego Farpón.
Apoyar a Syriza es traicionar a la clase obrera griega más
consciente, a la vanguardia del proletariado y a quienes podrían dirigir
el proceso revolucionario para construir el comunismo. Porque es -en el
actual contexto- en la medida en que no se propone la ruptura con el
sistema una postura no ya reformista, sino contrarevolucionaria.
La propuesta de Syriza es la propuesta del reformismo, lo cual
implica gestionar el sistema, y por lo tanto no enfrentarlo, siendo un
baluarte del sistema capitalista que es además un grave inconveniente
para el desarrollo de la lucha popular: Syriza ha sido y es la fuerza
política capitalista que ha canalizado el descontento para arrebatar las
masas y restar apoyo electoral al KKE. Ha sido en este momento de
crisis estructural del sistema cuando Syriza ha pasado de ser una
formación con apenas representación política a poder ganar las
elecciones.
Así, en realidad, no es un problema que Syriza sea reformista, sino que confunde a la clase obrera, la distrae del objetivo de la revolución y le hace promesas imposibles.
Es una fuerza necesaria para el sistema, que crea los espectáculos
mediáticos necesarios para que sea visibilizada como una opción, como
una posibilidad de cambio: propaganda.
En la lucha de clases no se trata de estar más de acuerdo con unos u
otros, en estar más de acuerdo con un programa o con otro, sino de lograr el poder político,
de convertir las crisis estructurales en crisis revolucionarias. Ni se
trata de quién puede ganar unas elecciones, porque sino aquí votamos
siempre al PSOE, para que no gane el PP que es peor, y nos olvidamos
consecuentemente de la lucha de clases y de criticar el bipartidismo.
Pero no nos confundamos: los comunistas sabemos que es mentira el dicho
de “a peor mejor”, y siempre vamos a preferir un gobierno reformista que
tenga ciertas concesiones con la clase obrera a un gobierno que la
ataque constantemente, pero eso no significa que haya que apoyarlo ni
por un instante. También preferimos una república burguesa a la actual
monarquía, por supuesto, y afirmar lo contrario es caer en posiciones
izquierdistas, pero no vamos ni a apoyar ni a trabajar por esa
república, sino por la República Confederal Socialista, por el proyecto
de y para la clase obrera.
Decir que Syriza tiene un programa que cumplir es engañarse: porque aquí
también hay programas electorales. Y no se cumplen. Y el programa de
Syriza no se va a cumplir porque no está hecho para cumplirse, sino para ganar unas elecciones, para tener una cuota de poder, gestionar el sistema y seguir viviendo en él. Syriza quiere y puede tomar, puede hacerse, con el poder burgués, pero de lo que se trata es de destruir ese poder burgués.
Tampoco debemos confundir proyectos antiimperialistas y populares, como
el de Venezuela, con proyectos revolucionarios. Si es posible que el
proyecto venezolano vire a coordenadas socialistas no será porque
tengamos simpatía por la Revolución Bolivariana, sino que habrá que
analizar el desarrollo del PSUV, el trabajo del PCV, las contradicciones
del poder institucionalizado y el estado con la sociedad, y la forma en
la que mutan los mecanismos represivos y administrativos del estado;
todo esto no tiene nada que ver con Syriza, para quien no hay
contradicción con el sistema capitalista, sino la necesidad de
gestionarlo para que la clase obrera no sufra sus males de forma tan
descarnada.
Sin embargo, aquí el problema es que ni aunque Syriza tenga unos mínimos respetables estos pueden ser llevados a cabo, porque en Grecia no hay soberanía nacional,
y sólo un gobierno obrero y popular puede romper con el sistema
capitalista: todo aquel que lo intente gestionar no será más que un
títere de la troyka.
La lucha está más allá de las urnas, y si el KKE no es capaz de
ganar las elecciones no pasa nada: nos encontramos ante un proceso
histórico –cuyos ritmos se están acelerando por la descomposición del
capitalismo y las políticas de los gobiernos burgueses-, ante una lucha
de clases en coordenadas cada vez más violentas y agudas y la
adquisición de conciencia por parte de la clase obrera, lo que afecta a
la hegemonía ideológica de la burguesía, a la capacidad de cohesión
social del estado helénico y el uso de sus elementos de control social.
En los momentos de crisis sistémica, como el actual, es cuando se puede
producir una crisis social que signifique una ruptura, siendo enfrentado
el estado burgués por la clase obrera y las capas sociales
revolucionarias.
Dicho de otro modo: el estado griego acabará recomponiéndose bajo
coordenadas capitalistas y volverá a cohesionar la sociedad –en un
contexto de capitalismo decadente que va a significar hambre y miseria
con peores condiciones para los asalariados hasta la próxima crisis-
porque una crisis no significa per se la caída del estado, de la
organización social: la crisis es la herramienta que utiliza el
capitalismo para depurarse, para reorganizarse e instalar las bases
sobre las cuales someterá a la clase obrera hasta la siguiente crisis
que se produzca.
Esto hay que evitarlo, los marxistas-leninistas, los comunistas, tenemos
que luchar en todos los ámbitos para intentar que esta crisis no
desemboque en un nuevo sistema de dominación, en una nueva etapa en la
que la burguesía gana la hegemonía ideológica y se recompone, sino en
una crisis revolucionaria: una crisis del estado que permita a la clase obrera la toma del poder.
Sólo el apoyo a la única fuerza política revolucionaria, el KKE, está
dentro del campo revolucionario y puede crear las condiciones para la
guerra popular y revolucionaria, y apoyar a Syriza es –se quiera o no- ayudar a la recomposición del estado burgués griego para que perpetúe su dominación sobre la clase obrera y los sectores populares.
Y aquí no hay ninguna bola de cristal ni poderes sobrenaturales, sino el
conocimiento y desarrollo –intento al menos- de las leyes sociales e
históricas y su dialéctica y de la teoría del estado.
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