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Por Carlos Hermida para el PCE, M-L.
TROFIM
DENISOVICH LYSENKO (1898-1976) leyó en la “Academia Lenin de Ciencias
Agrícolas” un extenso informe sobre la situación de la Biología en la
URSS, en el que atacaba las posiciones de los mendelistas y morganistas y
defendía contundentemente los postulados del biólogo Iván Vladímirovich
Michurin (1855-1935), quien, recogiendo la herencia intelectual de
Lamarck, había creado más de 300 nuevas especies de frutales a partir de
técnicas de hibridación. Se trataba de una controversia científica de
gran alcance. Mientras los mendelistas-morganistas negaban la herencia
de los caracteres adquiridos y se mostraban partidarios del formalismo
genetista, Lysenko, por el contrario, defendía que los animales y las
plantas podían heredar las variaciones individuales de los caracteres
adquiridos bajo la influencia de las condiciones de vida; es decir, la
influencia externa podía modificar el genotipo.
El discurso de Lysenko fue objeto de una amplia polémica científica, con posturas encontradas, y muchos investigadores se manifestaron abiertamente contra los postulados lysenkoístas y a favor de las tesis genetistas. El debate, que pudo seguirse sin trabas en la prensa soviética, desmiente de forma radical el cuadro de unos científicos férreamente controlados por el partido comunista, obligados a supeditar sus investigaciones a criterios políticos y objeto de la más despiadada represión si discrepaban de la ortodoxia marxista.
El discurso de Lysenko fue objeto de una amplia polémica científica, con posturas encontradas, y muchos investigadores se manifestaron abiertamente contra los postulados lysenkoístas y a favor de las tesis genetistas. El debate, que pudo seguirse sin trabas en la prensa soviética, desmiente de forma radical el cuadro de unos científicos férreamente controlados por el partido comunista, obligados a supeditar sus investigaciones a criterios políticos y objeto de la más despiadada represión si discrepaban de la ortodoxia marxista.
Lo
que en principio fue una discusión entre especialistas, muy pronto
desbordó el marco de la Unión Soviética y Lysenko fue objeto de una
campaña brutal de linchamiento en los países capitalistas, que le
presentaron como un charlatán ignorante al servicio de Stalin, culpable
de los fracasos agrícolas de la URSS y cómplice de la represión que se
abatió sobre los mejores representantes de la escuela genetista. Esa
imagen deformada en el espejo anticomunista es la que se refleja hoy en
día en la inmensa mayoría de los manuales de Biología que estudian los
universitarios del llamado mundo occidental.
¿Quién
fue este científico y qué defendió realmente? T.D. Lysenko nació en el
seno de una familia campesina ucraniana, realizó estudios en la Escuela
Uman de Horticultura, donde se graduó en 1921, se doctoró en Ciencias
Agrícolas en el Instituto Agrícola de Kiev y en 1937 alcanzó la
presidencia de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas, cargo que
desempeñó hasta 1956, siendo reelegido de nuevo en 1961 por otros cinco
años. Lysenko fue un ejemplo de las gigantescas transformaciones
sociales que introdujo la revolución bolchevique. La educación y la
cultura dejaron de ser el privilegio de unos pocos para convertirse en
un derecho al que accedieron masivamente los obreros y campesinos. Si en
1913 había alrededor de 300 Universidades, Escuelas Superiores y
Centros de Investigación, en 1940 los establecimientos de enseñanza
superior eran 2.300. Cientos de miles de técnicos, científicos y
especialistas se formaron en los años treinta y la URSS se convirtió
gracias a los planes quinquenales en una gran potencia en todos los
órdenes: industrial, militar y científico. Lysenko formaba parte de este
enorme avance educativo y fueron sus propios méritos los que le
llevaron a presidir la institución más prestigiosa en el ámbito de la
agricultura.
En
1929 inició una serie de experimentos para desarrollar la técnica de la
vernalización, un tratamiento con frío artificial para acelerar el
proceso de desarrollo de las semillas. De forma muy resumida, Lysenko
argumentaba que el tratamiento de semillas con esta técnica producía
cambios genéticos que eran heredados en las siguientes generaciones. Las
investigaciones de Lysenko demostraban la posibilidad de acelerar el
crecimiento vegetativo de las plantas, pudiendo obtener dos cosechas
donde antes sólo se podía lograr una.
La
campaña antilysenkista que se organizó en los países capitalistas tenía
poco que ver con la controversia científica, aunque se adornara con sus
ropajes. Se inscribía en el contexto de la “Guerra Fría”, cuando el
objetivo de Estados Unidos era desacreditar por completo a los
comunistas y a la URSS con las calumnias más infames. A la Unión
Soviética no se le perdonaba ni su victoria total sobre el nazismo ni
que se hubiera convertido en una gran potencia en un tiempo
extraordinariamente corto. A pesar de las gigantescas destrucciones
ocasionadas por la invasión alemana, la reconstrucción a partir de 1945
fue rapidísima y en 1949 ya poseía la bomba atómica. Los éxitos de la
economía socialista acrecentaban el prestigio del comunismo en todo el
mundo y amenazaban la existencia del capitalismo. Estados Unidos, con su
inmenso potencial económico y militar, se propuso la tarea de apuntalar
el capitalismo, cercar a la Unión Soviética y frenar la influencia del
comunismo. En esta estrategia, la propaganda cumplió un papel
fundamental. Miles de millones de dólares se dedicaron a financiar
congresos, revistas, libros y todo tipo de publicaciones para
desacreditar el marxismo y minimizar los avances técnicos y científicos
soviéticos.
Lysenko
se convirtió en este contexto en una pieza clave del anticomunismo.
Atacando sus concepciones en un terreno que la mayoría de la población
de los países capitalistas no entendía –el de la biología y la
genética–, la condena de Lysenko permitía también criminalizar a Stalin
por encerrar la investigación científica en los dogmas del materialismo
dialéctico y mostrar el carácter represivo de un régimen que encarcelaba
a los biólogos que discrepaban de las doctrinas oficiales. El círculo
se cerraba culpando a Lysenko de la supuestamente desastrosa situación
de la agricultura soviética. Las aberraciones pseudocientíficas
lysenkistas eran el trasunto de las aberraciones políticas de Stalin.
Pero no fue solamente el capitalismo el encargado de laminar el
pensamiento del científico soviético. El último clavo del ataúd lo puso
el revisionismo de Kruschev. Aunque Lysenko mantuvo su influencia hasta
una década después del XX Congreso del PCUS, a partir de 1965 sus
planteamientos y su obra fueron definitivamente enterrados.
De este episodio en el que la ciencia y los prejuicios políticos se entremezclan, podemos extraer varias conclusiones:
1.
En la URSS existía una amplia discusión científica que abarcaba
todas las ramas del conocimiento. En biología coexistían tres grandes
corrientes en las primeras décadas del siglo XX: la representada por K.S
Merezhkovski (1855-1921), autor de la teoría de la simbiogénesis; una
segunda corriente mendeliana, introducida en Rusia por Y. A. Filipchenko
(1882-1930) y, finalmente, la corriente que encarnaba K. A Timiriazev
(1843-1920), de carácter evolucionista y darwinista, en cuya senda se
situaron Michurin y Lysenko.
2.
Las opiniones de Lysenko fueron objeto de una extensa discusión
entre los científicos. Es una falsedad histórica que los partidarios
del genetismo fueran exterminados en el “gulag”. Las anteojeras
ideológicas antisoviéticas dan por supuesto que los científicos siempre
fueron encarcelados por sus concepciones y no por otro tipo de delitos.
En el caso de la URSS, se considera que todos los condenados lo eran por
sus ideas y no se admiten jamás como pruebas ni las investigaciones
policiales, ni las acusaciones ni el desarrollo del proceso judicial.
Los historiadores academicistas suelen ignorar todo aquello que no
encaja en sus esquemas preconcebidos, y por esa razón se pasa por alto
que el biólogo Nikolai V. Timofeiv-Ressovski (1900-1981), especialista
en genética, fue detenido al finalizar la Segunda Guerra Mundial y
condenado a diez años de reclusión por traición y colaboración con el
enemigo. No parece una pena excesiva para un delito gravísimo.
3.
La ciencia se desarrolla en una mutua relación dialéctica de
aciertos y errores, y Lysenko fue partícipe de ambos, pero es evidente
que sus experimentos no arruinaron la agricultura soviética. Las
evidencias documentales muestran precisamente lo contrario. En 1940 la
cosecha de cereales alcanzó los 119 millones de toneladas métricas,
descendiendo en 1945 hasta 80 millones de toneladas. Las devastadoras
destrucciones de la guerra explican este dramático retroceso. Ahora
bien, en 1949 ya se había conseguido 124 millones de toneladas y la
cosecha de 1958 fue una de la más abundantes de la historia de la URSS.
Fueron las nuevas orientaciones económicas de Kruschev las que
provocaron una crisis agrícola que hizo necesario importar trigo de
Estados Unidos a partir de 1965.
4.
La correspondencia entre Lysenko y Stalin indica que el dirigente
comunista tenía unos amplios conocimientos sobre agricultura, no negaba
las dificultades que existían en ese terreno y apuntaba críticas a las
investigaciones del científico, todo lo cual viene a desmentir una vez
más la caricatura difundida por los trotskistas, en la que se le dibuja
como un hombre dogmático e inculto. El 31 de octubre de 1947, Stalin
escribió a Lysenko en los siguientes términos:
«Me
alegra saber por fin que has prestado atención al asunto del trigo
ramificado. Indudablemente, si queremos aumentar sustancialmente la
cosecha de trigo, el trigo ramificado tiene una gran importancia para
lograr dicho objetivo. Es una pena que no hayas intentado cultivar ese
trigo en su ambiente “adecuado”, sino que lo hayas hecho en unas
condiciones que te convenían a ti, como investigador. Ese trigo es una
variedad del sur y necesita algo de luz y suficiente humedad. Si no se
dan esas estas circunstancias, es difícil percibir con claridad todo su
potencial. Yo, en tu lugar, no habría experimentado con trigo ramificado
en el distrito de Odesa (¡es demasiado árido!) o cerca de Moscú (¡muy
poco sol!), sino que, por ejemplo, lo habría hecho cerca de Kiev o
Ucrania occidental, donde hay suficiente sol y la humedad está
garantizada. De todos modos te felicito por tu experimento en los
distritos de las afueras de Moscú. Puedes contar con que el gobierno
apoye tu empresa. También doy la bienvenida a tu iniciativa de la
hibridación del trigo. Desde luego, se trata de una idea muy
prometedora. No hay duda de que las perspectivas para las actuales
variedades de trigo no son muy buenas y la hibridación podría ayudar… En
cuanto a la situación de la biología en el ámbito teórico, pienso que
la postura de Michurin es la única que realiza un enfoque científico
válido…».
5.
En febrero de 2011 el Instituto Internacional de la Investigación
del Arroz de Filipinas (IRRI) resultó premiado con 400.000 euros, en la
categoría de Cooperación al Desarrollo, en la tercera edición de los
premios Fundación BBVA “Fronteras del Conocimiento”.
El
IRRI, que es uno de los centros de investigación agrícola más
importantes de Asia, fue galardonado “por la calidad de su
investigación” ¿Y cuál es la actividad de esta institución? Pues
intentar reducir la pobreza y el hambre en Asia, África y América Latina
creando variedades de arroz adaptadas a diferentes climatologías y
mejorando por tanto la productividad de esos cultivos. ¡Vivir para ver!
Al cabo de tantos años, el espíritu del aprendiz de brujo, del dogmático
estalinista, del charlatán ignorante, del comisario político de la
biología, resucita en Filipinas y recibe un sustancioso premio de un
poderoso banco español. El BBVA y el lysenkismo son en teoría
incompatibles, salvo por un detalle: la URSS ya no existe y a los bancos
les gusta ejercer el mecenazgo, que lava la imagen y proporciona
sustanciosas desgravaciones fiscales, sobre todo si es a costa del
pensamiento de alguien que falleció hace mucho tiempo, ha caído en el
olvido y ha dejado de constituir una amenaza.
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