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Por Mónica Mateos-Vega. Extraído de Cubadebate
Amanda
es una adolescente de 14 años, alta, espigada. Le cuesta mirar a los
ojos a su madre, a sus amigos, y de vez en cuando se golpea la cabeza
con la mano. No habla, es autista.
Pero
cuando comienza la música, se transforma en una delicada bailarina que
fija con ternura la vista en su profesora de ballet, sigue sus
instrucciones y le sonríe, algo que años de terapia convencional no
consiguieron. A su alrededor bailan con entusiasmo jóvenes con síndrome
de Down, con sordera, algún tipo de parálisis cerebral o trastorno
neurológico.
Se trata de uno
de los grupos cubanos de sicoballet, método “terapéutico cultural”,
como lo definen, creado en la isla en 1973 por la doctora Georgina
Fariñas, en estrecha colaboración con Alicia Alonso, la máxima bailarina de Cuba.
En
casi cuatro décadas, “contra viento y marea, ininterrumpidamente, se ha
curado, mejorado y hecho feliz a más de 25 mil personas con necesidades
especiales”, explica a La Jornada la fundadora del proyecto.
Fariñas
añade que el sicoballet surgió casi por casualidad, cuando se presentó
la urgencia de atender a un grupo de niños con problemas de conducta que
no mejoraban con ludoterapia.
“Se
nos ocurrió que el ballet reunía muchos elementos valiosos, como la
música, la pantomima, la expresión corporal, el vestuario, los
decorados. Me entrevisté con Alicia Alonso para que nos ayudara, ella
aceptó de inmediato y sugirió incluir en las terapias a los niños
hiperactivos, tartamudos, epilépticos, con timidez excesiva, ansiedad,
fobias y otros trastornos para ver qué pasaba.
“Ese
primer grupo fue de 37 niños, entre ellos estaba uno muy agresivo; lo
habían expulsado de la escuela, proveniente de una familia disfuncional,
con padre esquizofrénico. Incluso ni queríamos que asistiera, porque no
sabíamos cómo iba a reaccionar el grupo. Pero participó desde el primer
día, le gustó tanto que se inscribió en todos los cursos. Con algunas
dificultades debido a su hiperactividad venció el problema y finalmente
se convirtió en bailarín del Ballet Nacional de Cuba, donde estuvo 17
años. Hoy día, ese chico, Ismael Pérez Toledo, tiene una escuela de
ballet en Japón.”
Fue muy importante unir la sicología con la danza, continúa la doctora, “la primera como la base y el ballet como su instrumento.
Los bailarines de la maestra Alonso capacitaron a los terapeutas con su
técnica dancística y nosotros a ellos en cuestiones de sicoterapia, así
como manejo de las diferentes neuropatologías; estos cursos se siguen
llevando a cabo”.
La
participación en la clase de sicoballet es totalmente gratuita en todo
Cuba. Los padres interesados sólo deben tener el compromiso de acudir
puntualmente a su cita semanal, la cual se da, generalmente, por las
tardes, con duración de cuatro horas.
Rehabilitación y Reinserción
Antes
de comenzar a bailar, los chicos realizan alguna actividad que los
tranquilice un poco, como dibujar, ya que muchos deben caminar o viajar
largas distancias para llegar a los espacios donde reciben la terapia.
Los padres de familia reciben el apoyo de personas de la tercera edad,
que fungen como monitores de los jóvenes.
“Es
un programa muy completo, porque también incluye a jubilados que tienen
el compromiso de ayudar a los padres, muchas veces cansados o con
estrés por la atención que deben brindar de manera constante a sus
hijos.
“Tenemos
pequeños grupos diseminados por todo Cuba, y por supuesto en las
ciudades más importantes, como Santiago, Camagüey, Pinar del Río y
Cárdenas. En La Habana hay muchos espacios que fueron reconocidos en
2001 con el premio del Fórum de Ciencia y Técnica por nuestra aportación
a la salud y la cultura”, señala la Georgina Fariñas.
El método se desarrolla también en diversos países, gracias al adiestramiento que reciben terapeutas y bailarines extranjeros,
los cuales acuden de manera constante a la isla. ”Son profesionales
solidarios que, con muy pocos recursos, pueden atender y beneficiar a
muchas personas con necesidades especiales, no sólo en cuanto a
modificación de conductas o eliminación y atenuación de problemáticas
específicas, sino para su rehabilitación, reinserción y crecimiento
personal”.
En
México hay varios grupos, detalla, por ejemplo, el método se desarrolla
en el hospital siquiátrico Rafael Serrano de Puebla, a cargo de Laura
Sánchez Brindis, “a quien capacitamos hace 15 años, y también lo lleva a
cabo Lorena Nieva, bailarina y sicóloga, con su grupo Niños en
movimiento”.
Algunos
de los muchachos que acuden a su terapia de los miércoles en La Habana
Vieja tienen problemas severos, explica la doctora. “uUos no hablan
debido a que les dio meningitis, otros tienen cocientes intelectuales
muy bajos, entienden algunas cosas pero no saben expresarlo, hay varios
con autismo o lesiones estáticas del sistema nervioso central.
“Respecto
de su recuperación muchos pueden tener avances de hasta 90 por ciento
en cuanto a su sociabilidad y sus habilidades motoras, no sólo
artísticas; ellos rescatan aquí el sentimiento de ‘yo puedo hacerlo’. En
otros espacios también tenemos alumnos con alteraciones en la conducta,
con síndrome de déficit de atención, un problema al que, en mi opinión,
no le han dado en el mundo la suficiente atención desde el punto de
vista sicológico. Aquí los niños mejoran desde la primera clase porque
tienen la obligación de concentrarse, y lo hacen porque les gusta, se
esfuerzan.
“El
arte para la recuperación del ser humano es muy importante, porque está
en nuestra raíz biológica. El hombre, antes de hablar, bailó, cantó,
hizo música, imitando los sonidos de la naturaleza. Por eso, cuando
cualquier persona que tiene un problema y escucha música, no sólo estos
muchachos, es como si el foquito del conflicto se apagara en el cerebro,
uno se calma.
“El sicoballet, y lo dicen siquiatras de Europa, es uno de los métodos que rehabilitan los dos hemisferios cerebrales a la vez,
además de que hace segregar mucha endorfina, la hormona del placer,
gracias a la música, la danza y las actividades solidarias.”
La
clase que tiene como sede la Casa de África, en La Habana Vieja, en la
que participan entre 13 y 20 jóvenes es impartida por Ofelia Bosch,
Yanelis Acosta y Alexis Fernández, bailarines profesionales, capacitados
en sicoballet.
Los
profesores narran que una de sus alumnas, una niña esquizofrénica, un
día escuchó una melodía que la hizo llorar “y nos dijo, pónganmela de
nuevo, me hace sentir muy triste pero me gusta bailarla”.
Cada
niño es un mundo, junto con su familia, afirma la doctora Fariñas.
“Casi todos han pasado por las escuelas especiales y muchos ya no tienen
la edad para asistir a ellas. Por eso, esta es una gran opción para
ellos. La terapia no termina con la enseñanza del ballet, es un ciclo
terapéutico largo, de entre ocho meses y un año, el final es la puesta
en escena donde muestran todo lo aprendido, con el vestuario más lindo
que podamos conseguir porque eso les da un incentivo, e incluso los
padres los valoran de manera diferente, se dan cuenta de que ya no
tienen un niño problema, sino un hijo que va mejorando.
“Tenemos
un grupo de una zona conflictiva, niños con severos problemas de
conducta que llegaron llenos de piojos, no querían ir a la escuela, con
padres que los golpeaban, hoy parecen princesas y príncipes. El arte
sirve.”
La
última pieza que bailan los adolescentes es Te molesta mi amor, de
Silvio Rodríguez. Toman un pañuelo de seda blanco y juegan a ser viento,
luz, llenos de risa, de vida, se transforman en ángeles.
En
2013, para celebrar los 40 años del método cubano, se realizará en la
isla el Festival Internacional de Sicoballet Bailar con el Corazón.
Informes en Cuba: gfarinas@infomed.sld.cu, en México:loren_nieva@hotmail.com.
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